jueves, 30 de mayo de 2013

MARIE MENKEN ( 1909-1970): GO! GO! GO! (1962-1964)



Una de las cumbres del cine documental dedicado a mostrar la vida urbana.

La ciudad y la arquitectura sumerias (Según Jean-Claude Margueron)

La conferencia que el gran arqueólogo e historiador de la cultura y la arquitectura mesoportámicas francés Jean-Claude Margueron (École Pratique des Hautes Études, París) impartió el martes pasado en el Auditorio de Caixaforum (Madrid), en la que detalló la historia de la arquitectura y el urbanismo mesopotámicos, desde la prehistoria hasta finales del segundo milenio aC, aportó una serie de consideraciones novedosas que merecen ser apreciadas.

Margueron sostuvo que lo que diferenciaba una ciudad de un pueblo era el que la primera fue siempre una creación o fundación "ex-nihilo"; es decir, consistió en la edificación de un proyecto pensado y trazado con anterioridad.
Esta concepción contrasta con la que sostiene que la ciudad deriva de poblados anteriores, o de la reunión de burgos que dio lugar a una estructura mayor y más compleja.
Sin duda, ya desde finales del segundo milenio, y durante todo el primer milenio aC, los reyes asirios fundaron ciudades en terrenos vírgenes. Esta afirmación, sin embargo, merece ser matizada en parte. En efecto, la ciudad medio-asiria de Kilizu, excavada por la misión arqueológica francesa de Maria-Grazia Masetti y Olivier Rouault, fue fundada o refundada durante el reinado del rey Adad-Nirari, durante la segunda mitad del segundo milenio. La excavación, sin embargo, ha mostrado que a los pies del yacimiento existieron asentamientos tres mil años anteriores, quizá alguna colonia de la ciudad sureña de Uruk.
Cabe preguntarse si la afirmación de Margueron puede aplicarse a tiempos anteriores a los neo y a los medio asirios (segunda mitad del segundo milenio, y primer tercio del primer milenio aC). En efecto, la ideología o el imaginario mesopotámico sostenía que no se podía edificar en un suelo virgen. Éste ya tenía un propietario: alguna divinidad infernal. Por tanto, ningún rey -las ciudades siempre eran descritas como fundaciones divinas o reales- se habría atrevido a construir en un lugar carente de restos, y ningún texto podía enunciar una orden divina que exigiera la fundación de una ciudad en un espacio semejante. Antes del diluvio, los dioses construyeron donde les plugo, pero ni siquiera los reyes podían pregonar que habían imitado un gesto divino, que habían actuado como los dioses.
¿No se fundó ciudad alguna en un solar baldío? Seguramente no; mas dicha acción siempre se camufló, tratando de mostrar que el lugar escogido había sido escogido por las potencias sobrenaturales y presentaba restos, quizá imaginarios, de una ocupación anterior.

Margueron sostuvo que algunas ciudades, como Mari o Ur se planificaron según un modelo circular. Este hecho no respondía a ninguna razón esotérica, ni imitaba algún modelo celestial ni un mapa del cielo el día de la fundación, sino que obedecía a motivos prácticos: las calles dispuestas como los radios de una circunferencia evacuaban más fácil y rápidamente, como si fueran canales, el exceso del agua de lluvia.
El estudio del plano topográfico de Ur, así como de fotografías aéreas, permite intuir que la trama urbana de Ur seguía el cauce de innumerables vías naturales de agua, ya fueras arroyos o canales.
Sin embargo, ningún dato, tanto sobre el terreno cuanto a partir de fotografías, permite intuir un trazado circular de la muralla. Por el contrario, tanto las fotografías aéreas de los años veinte, cuando la ciudad de Ur fue extensamente excavada por Woolley, cuando los datos recogidos en el yacimiento, muestran un espacio delimitado por una muralla continua, vagamente ovalada, pero en modo alguno circular.
El modelo de una ciudad de planta circular es sugerente, pero los datos empíricos no parecen apoyar tal intuición.

¿Las casas de Ur tenían un patio abierto? Uno de los problemas de la arquitectura doméstica mesopotámica, anterior al segundo milenio, es que ha sido escasamente excavada, ya que los templos y los palacios suscitaron una mayor anterior por parte de los arqueológos, sobre todo antes de la Segunda Guerra Mundial. La historia convulsa de Iraq desde finales de los años setenta ha dificultado o impedido el estudio de barrios residenciales hasta entonces minusvalorados.
El escaso tejido urbano estudiado, casi siempre de principios del segundo milenio, parece componerse de viviendas (o estructuras domésticas) organizadas alrededor de un espacio central más o menos cuadrado: ¿un patio central? Margueron sostiene que dicho espacio tenía que estar cubierto. Las violentas lluvias ocasionales habrían anegado los patios, carentes de desagües, e inundado las casas. La lógica obliga a pensar en patios cubiertos, con techos más altos que el de las estancias circundantes, de manera a permitir la apertura de pequeñas ventanas justo debajo de la techumbre, que habrían proporcionado luz y ventilación.
Sin embargo, el tamaño de algunos patios habría dificultado -o impedido- su cubrición con vigas de madera -un material escaso y de mala calidad, como es el tronco de palmera-. Por otra parte, las lluvias, pese a su violencia -si es que el régimen pluviométrico hace cuatro mil años era el mismo que el de hoy-  eran menos dañinas que las aguas freáticas, cuyo nivel es muy alto.Las aguas salobres disolvían la base de los muros. Éstos tenían que ventilarse y secarse constantemente. Un patio cerrado hubiera impedido esta operación. Por otra parte, un patio cubierto -con tan solo pequeñas oberturas en lo alto- hubiera impedido la ventilación cruzada -imprescindible en un tejido urbano tan denso, cruzado por callejones muy estrechos-, transformando las viviendas, en las que las familias pasaban una gran parte del tiempo, en hornos. Finalmente, como sugería Jean-Louis Huot, el nivel de las calles, debido a los aluviones, los derrumbes y las basuras, subió tanto que, a menudo, se hallaba por encima del nivel de las casas. Si los patios no hubieran absorbido (con dificultades) una parte de las aguas de lluvia, éstas hubieran circulado por callejuelas, convertidas en torrentes que hubieran desaguado en parte en... el interior de las viviendas.
Los sugerentes y lógicos análisis de Margueron son válidos si se aplican a ciudades fundadas según planes urbanísticos racionales. Mas, la realidad tuvo que ser muy distinta. Las ciudades mesopotámicas arcaicas se tuvieron que parecer, posiblemente, a las medinas actuales, en las que patios abiertos son esenciales para ventilar una trama urbana muy densa, en la que las calles hacen las veces de canales de evacuación, eficaces siempre que las viviendas estén elevadas con respecto a la calzada. La ciudad mesopotámica no parece que hubiera respondido a este modelo, si bien cualquier explicación o interpretación es posible y es cuestionable, toda vez que apenas se han hallado, o se han excavado, barrios residenciales.  

Nuevas noticias culturales de Barcelona

Hace poco tiempo, con motivo de la preparación de los fastos conmemorativos del año 1714, el responsable de la cultura del Ayuntamiento de Barcelona pidió al Museo de Arte de Cataluña que organizara, de hoy para mañana, tres muestras de los genios catalanes, Picasso, Miró y Tàpies,  para 2014.
Ante la negativa -por falta de tiempo, espacio y presupuesto-, comentó que la financiación no iba a ser  ningún problema. Se pediría la colaboración de grandes empresas, cuyo desinterés las llevaría a quedar incluidas en una lista negra.
¡Ah, la vuelta de los viejos tiempos!

miércoles, 29 de mayo de 2013

MORTON FELDMAN (1926-1987): LE PALAIS DE MARI (1986)



Una de las principales composiciones para piano del siglo XX recrea o evoca la fragmentada estructura laberíntica del palacio "sumerio" o "neo-sumerio" de Mari .

La ciudad de Mari (un pequeño reino entre el centro de lo que hoy se tiene a denominar con el término geográfico de Babilonia -no confundir con el término histórico que nombra a una ciudad y a un imperio-, es decir la región entre Bagdad y el delta), bordeaba el río Éufrates, alojaba el mayor palacio mesopotámico jamás descubierto. Fue destruido por el poder babilónico a principios del segundo milenio.

Hoy se encuentra en el sureste de Siria, cerca de la frontera con Iraq; el reciente museo del yacimiento, inaugurado hace dos años y medio, acaba de ser devastado.

lunes, 27 de mayo de 2013

Arqueología y nacionalismo














Solar donde se va a edificar el nuevo Museo de la Civilización, en Erbil (Iraq). incluye un granero que se preservará. Al lado, fábrica, cuya suerte no depende del proyecto.

Foto: Tocho, mayo, 2013

Vicenzo Picotti, geógrafo de la Universidad de Bolonia (Italia) y miembro de la misión arqueológica franco-italo-española en Erbil (Kurdistan, Iraq), comentaba recientemente, en las largas sobremesas tras la cena en la casa de la misión, las estrechas relaciones entre la arqueología y los nacionalismos.

La arqueología busca trazas de pasadas culturas. Aquéllas están necesariamente enraizadas en la tierra, pues comprenden, mayoritariamente, los cimientos de los edificios, hincados en el subsuelo, acompañados, en ocasiones, de ofrendas a las potencias inferiores. De este modo, se puede documentar la ocupación de un territorio par parte de pueblos de la antigüedad.

Las misiones arqueológicas pueden pertenecer al país dónde se excava o no. En ambos casos, sin embargo, la excavación no es inocente. No se emprende -como si acontece con la presente misión, al menos por parte de los responsables- por motivos exclusivamente científicos. El estudio puede emprenderse con rigor, pero la finalidad última persigue hallar "pruebas" de la ocupación de un lugar por parte de un "pueblo" del que los dirigentes y los estudiosos del presente se sienten herederos. De este modo, se legitima, a partir de "hechos" comprobados sobre el terreno, la ocupación de un espacio y de su interpretación.

La arqueología nació en el siglo XIX. Aconteció sobre todo en países conquistados. Pocas misiones importantes eran emprendidas en el país de dónde los arqueólogos eran originarios. Mas, incluso en este caso, la finalidad de la búsqueda no era siempre científica. Misiones en Francia pretendían demostrar las superioridad o la primacía de las "raíces" galas sobre las romanas, por ejemplo.
Las misiones más importantes, empero, hasta la Segunda guerra mundial, estuvieron ligadas a los procesos coloniales. Egipto, todo el Próximo oriente, una gran parte de África, el sudeste asiático, por ejemplo, eran amplísimos territorios colonizados donde se llevaron a cabo exploraciones por parte de misiones occidentales que, a veces, tendían a probar que la ocupación del lugar era legítima porque determinados rasgos culturales (iconográficos o textuales) remitían más a la cultura de los arqueólogos que a las culturas locales. Así, al menos, aconteció en el Próximo oriente y en Egipto, donde las culturas mesopotámicas y egipcia fueron consideradas el origen de las culturas occidentales, sin relación alguna con las culturas árabes, persas, etc. De este modo, se daba fe de las razones que sustentaban la ocupación territorial.

Estos procesos no concluyeron con el final de la Segunda Guerra Mundial ni con la descolonización en los años cincuenta y sesenta. Posiblemente, se hayan intensificado. Pero en territorios más pequeños. Así la arqueología en Israel y en Palestina, en el Kurdistan (sirio, iraquí, turco), y en cualquier territorio autónomo europeo, tiende a querer probar los derechos (inmemoriales, y por tanto, legítimos e incuestionables) de unos sobre otros. Se excava, a veces, para probar lo que se quiere probar. Cualquier resto que contradice la visión que ya se tiene se tiende a minimizar o a soslayar. Las excavaciones son, de algún modo, la cara amable, supuestamente objetiva, de una conquista o de un dominio territorial. Si "nuestros" antepasados ya vivían en el lugar en el que se excava, ¿quién negará que dicho lugar pertenece a quienes se presentan a sí mismos como los herederos de los pueblos del lugar?
La noción de autoctonía, que se desarrolló en la Grecia clásica (especialmente en Atenas), y que defiende que un lugar pertenece a un pueblo y no a otro precisamente por su enraizamiento en un espacio desde el origen de los tiempos, se halla en el origen de la visión sesgada de cierta arqueología.

Aquí, en Barcelona, el casco antiguo (el Raval) ha sido desmantelado. La trama urbana, los edificios han sufrido drásticas alteraciones en pos de la regularización de vías y volúmenes. Espacios medievales han sucumbido. Pero solo ha hecho falta que se hubieran hallado, en una excavación, en el Born, bajo un mercado cubierto abandonado, trazas del barrio con restos de bombas para que de inmediato se haya decretado que dichos restos, irrisorios ante la estructura urbana y volumétrica  circundante, que ha merecido escaso cuidado (salvo por arquitectos como Enric Miralles), eran la prueba fehaciente de la dominación real de la ciudad de Barcelona, debían ser preservados como reliquias. Su interés es nimio; pero una lectura politíca, que los ha convertido en restos mártires casi sagrados, ha obligado a una inversión financiera para su conservación que no se ha podido destinar a preservar las viviendas, en tan mal estado, de los alrededores, tan antiguas como los restos, pero aún ocupadas, y, por tanto, menos manipulables. La arqueología, en ciertas manos, es el arte no de documentar, sino de inventarse un pasado que satisfaga deseos más o menos confesables de poder. Por eso fascina tanto a ciertos dirigentes.  


HENRI DUTILLEUX (1916-2013): TIMBRES, ESPACES, MOUVEMENT (1978)

CHARLES BRADLEY (1948): CRYING IN THE CHAPEL (2013)