viernes, 14 de junio de 2013
Eirene, o la Paz de la Ciudad
El ágora de la ciudad griega -el espacio comunitario central, perteneciente a toda la ciudad, lugar de encuentro e intercambio- solía acoger figuraciones (estatuas, relieves, altares) de los valores urbanos, de los beneficios que la estructura urbana y social brindaban.
Estas figuraciones eran conceptos personificados, más que divinidades a parte entera, aunque existían, en ocasiones, mitos que relataban que tuvieron una cierta vida.
Eirene era una de las personificaciones más apreciadas y valiosas. Junto al recinto dedicado a la diosa Hestia -la diosa del fuego sagrado de la ciudad, cuya lumbre alumbraba a aquella y era un testimonio vivo y perdurable de su vitalidad- se hallaba una gran efigie de Eirene.
Eirene era la Paz (se le rendía culto también en Roma, precisamente bajo el nombre de Pax). Era, junto a sus hermanas las Horai (Horas, las estaciones), hija de Zeus y de Temis.
Temis era una antigua divinidad. Fue la segunda esposa del Padre de los dioses, tras Metis, la Astucia, a quien Zeus devoró viva, para impedir que cometiera una infidelidad y tuviera un hijo que, pronosticaba un oráculo, acabaría con el reinado de Zeus. Temis era la personificación de la Ley. Simbolizaba los sólidos fundamentos de una comunidad, cuyos edificios se apoyaban sobre themela -cimientos o fundaciones-, gobernada por los themistoi, conocedores de la ley, que aplicaban en beneficio de la convivencia y de las buenas relaciones entre la ciudad y la naturaleza circundante.
Las Moiras -las diosas del destino- eran también un trio de divinidades hermanadas con las Horas (Eirene -la Paz-, Dike -la Justicia-, y Eunomia -la Regla Justa, el Buen Gobierno (de nomos, ley, norma).
Las Horas eran decisivas para el buen orden cósmico. La misma Hera, la tercera y última esposa de Zeus, la diosa madre de todos los dioses, estuvo al cuidado, de pequeña, de las Horas.
La presencia de Eirene solo acarreaba beneficios. Las ciudades disfrutaban de una vida reglada. Hasta los mismos campos se componían bajo su poder: los árboles frutales se disponían regularmente, dando lugar a cosechas abundantes, en cuanto Eirene se personificaba.
Sin Eirene, la vida comunitaria, urbana, era imposible. Su comedimiento, las mesuras que aportaba, que se traducían en un espacio ordenado, y en una reglas de comportamiento justas, mantenía a raya a la temible diosa Hybris (la Desmesura) y a su odiado hijo, Koros, la viva encarnación de la insaciabilidad y el desdén.
Sin Eirene, se contaba de nuevo, de inmediato, la disensión, la guerra (Ponemos, la diosa de la discordia) se instalaban. Eirene estaba esposada con Cérifo, el viento cálido de la primavera, precisamente la época del año en que Eirene tenía que mostrarse más activa y solícita, puesto que con la primavera, los ejércitos se disponían a partir en las campañas anuales. La Paz se quebraba con el creciente ardor primaveral.
Eirene -así se mostraba en una gran estatua en el ágora de Atenas- portaba a un niño en brazos: Pluto, la personificación de la Abundancia -que solo se recolectaba en tiempos de paz - que solía blandir el cuerno de la abundancia. La relación de Eirene con este infante, signo de prosperidad futura -tenía toda una vida por delante-, a quien contemplaba amorosamente (una célebre copia romana de la estatua de Atenas, hoy en la Gliptoteca de Munich, así la representa), equiparaba a Eirene con Démeter, la diosa de las buenas cosechas y con Tiqué, la personificación de la buena suerte urbana. La otra mano blandía una rama de olivo -signo convencional de la paz- o el caduceo de Hermes, con el que se ordenaba el espacio, de manera a impedir que los humanos se perdieran. Homero cantaba que la presencia de Eirene y Pluto invitaba a abrir las puertas de los hogares. Eirene, escribía Píndaro, era la amiga de la ciudad. Esquilo añadía que Eirene "honra a la ciudad que vive una vida de quietud, y acrecienta la admirada belleza de sus casas, de modo que sobrepasan en prosperidad a las comunidades vecinas". Eirene era, en fin, la luz de la ciudad. Por eso, estaba asentada en el corazón de la urbe.
Pero si la paz era una diosa, quizá fuera debido a que era una virtud fuera del alcance de los humanos, divinizada para ponerla fuera del alcance destructor de los humanos. A salvo y, por tanto, distante. Eficaz, pero inhumana.
De todos modos, un lúcido e irónico Aristófanes, en su comedia Pluto, bien destacaba que Eirene yacía la mayor parte del tiempo, encerrada en lo hondo de una fosa, sin poder salir para brindar sus poderes benéficos a los ciudadanos, enfrascados en continuos, violentos y descorazonadores, tan humanos, enfrentamientos.
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jueves, 13 de junio de 2013
El retonno del Naranjito
Los menores de treinta años se perdieron una experiencia casi religiosa: la aparición del orondo Naranjito, la mascota del Campeonato Mundial de Fútbol en España en 1982.
Tranquilos. Regresa, encarnado en su hijo. Como dos gotas de agua. Se llama Xof: el ruido fétido de una fruta podrida cayéndose del árbol y estrellándose al suelo, con cara de besugo falto de aire (aunque esté hinchado hasta reventar): la mascota del Campeonato Mundial de Natación, a punto de inaugurarse en Barcelona.
¿Cómo podría ser de otro modo? Mascota culta, arquitectónica: ese mono prieto -o esa piel de lagarto o lagarta estampada con un motivo de "trencadis". ¡Ah, Gaudí! hasta en lo más hondo. Azul, celestial.
La inspiración, más prosaica, debe de venir de Fairy. Gran metáfora: agua y un desengrasante; muy útil estos días en España:
Mientras en Barcelona se celebra algo así como la Barcelona Design Week -siempre en inglés-: para muestra, un botón.
¡Mira quien salta!: Xof.
La gota que colma el vaso.
(Agradecimiento a Bernat Bonal)
ÉRIK SATIE (1866-1925): SOCRATES (1917-1918) / ÉRIK SATIE: SOCRATES (PHAEDO) (1917-1918, ARREGLO PARA DOS PIANOS DE JOHN CAGE -1912-1992-, 1944)
Posiblemente la obra maestra de Satie (compuso dos versiones, ambas con voz, una para una pequeña orquesta, y una segunda para piano), basada en una traducción francesa de fragmentos de tres diálogos de Platón (Apología de Sócrates, Fedro, Fedón).
Escuchen sobre todo la tercera parte, basada en el final del diálogo Fedón de Platón, que narra la muerte de Sócrates.
Se puede escuchar también en:
http://grooveshark.com/#!/s/Socrate+III+Socrates+Death/2otDTZ?src=5
miércoles, 12 de junio de 2013
陈箴 (CHEN ZHEN, 1955-2000): PURIFICATION ROOM (2000; reconstruida en 2012)
Chen Zhen (nacido en China, aunque vivió en París hasta su fallecimiento por anemia) invierte el trabajo del arqueólogo. La estancia purificadora es, en verdad, una tumba, como bien dice el artista -el mismo término "puificación" ya alude a la muerte; los que persiguen purificarse y purificar a los demás, quieren librarles de su condición material, del peso de la materia, para convertirse o convertirlos en espírit: el ángel purificador sienmpre es un ángel mortífero-.
Zhen no excava para extraer trazas de la presencia y la actividad humana. Por el contrario, entierra objetos. los recubre de barro, sin que las formas propias se descompongan o desaparezcan. Zhen escribe que deja a los objetos tales como podrían ser descubiertos en el futuro.
El enterramiento alude a la muerte: son como ofrendas depositadas en una tumba, tras el paso de los siglos: objetos que no serán utilizados nunca -salvo por los espíritus. Han perdido el contacto con los humanos. el mismo desorden en el que yacen sugiere el tiempo que ha pasado, y su definitivo abandono. Son enseres que ya no sirven. La estancia purificadora es un basurero.
Mas el lodo que los recubre los devuelve, paradójicamente, a la vida. O, más bien, les concede una vida que no han tenido. Son todos objetos industriales, fabricados con materiales sintéticos (plásticos, sobre todo) y componentes electrónicos. Se hallan, pues, muy lejos de los cuatro elementos básicos de la vida: la tierra, el fuego, el aire y el agua. Han vivido desgajados de la tierra, ajenos a ella. Son productos artificiales, en todos los sentidos de la palabra. Su enterramiento los pone, por vez primera, en conexión íntima con ella. Y, por tanto, este sepultar los anima. Necesitan unirse a la tierra antes de poder atender a las necesidades básicas humanas.
Así pues, su enterramiento puede ser visto como un aparcamiento -se recogen y se entierran porque son nocivos e inútiles, como si fueran entes tóxicos-, pero también como una transmutación. La tierra anula sus singularidades, los une entre sí, y a la madre tierra, con la que o por la que los humanos, cuentan los mitos, han sido modelados. De este modo, dichos objetos se ponen, por fin, y de verdad, al servicio de los humanos.
Hay algo extraño, turbador y muy humano en el hecho que La estancia purificadora, creada por Zhen poco antes de morir, haya sido reconstruida, con la ayuda de su viuda, como si de un trabajo de arqueología, desenterrando una obra y devolviéndola a la vida se tratara, una obra que trataba y trata de la posibilidad o imposibilidad de preservar la memoria de las cosas.
martes, 11 de junio de 2013
La P... de la UPC no es la inicial de "Politécnica"
La Universidad Politécnica de Cataluña no renueva el contrato a unos doscientos cincuenta profesores y echa a unos ochenta trabajadores que no son enseñantes. La deuda de la universidad es inasumible.
El escándalo es mayúsculo. Pero, ¿qué se puede hacer?
¡No se van a dejar sin tarjeta de crédito a los cargos medios y de confianza de la universidad, o limitar su uso!
Si, es un suponer, un alto cargo necesita contratar a unas meretrices, ¡no va a pagar el servicio de su bolsillo!. Además, ¿dónde se ha visto que viajes de vacaciones a Egipto por navidad -¿cuándo, sino? fuera de este período, hay riesgo de achicharramiento-, fines de semana en hoteles de lujo, almuerzos en restaurantes con estrellas también en fines de semana -lo que demuestra el grado de compromiso de esas personas con la universidad: trabajan incluso en días no laborables-, peajes de autopista durante, como no, fines de semana, etc., se tengan que abonar con el sueldo misérrimo que dichos cargos reciben?
¿No queremos que la universidad se abra a la sociedad? Toda apertura tiene un precio, escaso en este caso: unos ochocientos mil euros anuales a siete personas ajenas a la Universidad, miembros de la "sociedad civil", para promover los valores universitarios: si es que sale casi regalado.
¿Los profesores asociados cobran quinientos euros brutos? El personal administrativo va a la calle? ¿La universidad tiene una deuda de ciento once millones de euros? Es que todo no se puede tener.
Nos quejamos de vicio.
Y no protestemos, que se trata de una universidad pública.
Véase el delicioso informe en: http://www.upic.cat/?p=2428
El escándalo es mayúsculo. Pero, ¿qué se puede hacer?
¡No se van a dejar sin tarjeta de crédito a los cargos medios y de confianza de la universidad, o limitar su uso!
Si, es un suponer, un alto cargo necesita contratar a unas meretrices, ¡no va a pagar el servicio de su bolsillo!. Además, ¿dónde se ha visto que viajes de vacaciones a Egipto por navidad -¿cuándo, sino? fuera de este período, hay riesgo de achicharramiento-, fines de semana en hoteles de lujo, almuerzos en restaurantes con estrellas también en fines de semana -lo que demuestra el grado de compromiso de esas personas con la universidad: trabajan incluso en días no laborables-, peajes de autopista durante, como no, fines de semana, etc., se tengan que abonar con el sueldo misérrimo que dichos cargos reciben?
¿No queremos que la universidad se abra a la sociedad? Toda apertura tiene un precio, escaso en este caso: unos ochocientos mil euros anuales a siete personas ajenas a la Universidad, miembros de la "sociedad civil", para promover los valores universitarios: si es que sale casi regalado.
¿Los profesores asociados cobran quinientos euros brutos? El personal administrativo va a la calle? ¿La universidad tiene una deuda de ciento once millones de euros? Es que todo no se puede tener.
Nos quejamos de vicio.
Y no protestemos, que se trata de una universidad pública.
Véase el delicioso informe en: http://www.upic.cat/?p=2428
lunes, 10 de junio de 2013
La ciudad y los rechazados (en la Grecia antigua)
Deficientes y mendigos, arte helenístico y romano, Museo de Kassel (Alemania)
Prostituta anciana, arte griego, Museo Británico, Londres
Fotos: Tocho, 2013
La ciudad siempre se definió en relación a unos rechazados
llamados los “pharmakoi” o chivos expiatorios, unos verdaderos apestados (como
Edipo, el rey de Tebas, por ejemplo) a quienes se culpaba, justamente o no, de males
físicos y morales desconocidos que se abatían sobre una ciudad. Solían ser
criminales, extraños, y quienes no creían en las bondades de la vida urbana. Una
vez descubiertos, se les culpaba, se les condenaba al destierro para siempre y se
les expulsaba, a fin de que cargaran sobre sus espaldas con el mal, y lo
extrajeran de la comunidad. No podrían asentarse y reposar nunca en ningún pueblo
ni en ciudad alguna. La selva era el único espacio que les aguardaba.
Del mismo modo, Platón –cuando el esplendor de Atenas era ya
solo un recuerdo- consideraba que los artistas (actores, poetas, bailarines) no
tenían cabida en la ciudad, porque sus acciones, a las que se acudía en masa, distraían
y hacían soñar en realidades y valores distintos de los urbanos, ajenos a
éstos, y tenían que sufrir la misma inmisericorde condena que los causantes de graves
desórdenes públicos.
Sin embargo, personas como extranjeros y antiguos esclavos,
ambos asentados en Grecia, y miembros de sectas religiosas, fueron aceptados
como ciudadanos con plenos derechos en la ciudad griega del siglo VI aC, a fin
de poner coto, quizá, a los aristócratas –ya que el número de miembros de las
clases populares aumentó-, pero la ciudadanía, que permitía participar
activamente en la vida pública de la ciudad y en la toma de decisiones
concernientes el buen gobierno, no fue nunca otorgada a tres tipos de excluidos
sociales: mujeres, niños y esclavos no liberados –amén de los extranjeros de
paso.
Su exclusión se evidenciaba por su reclusión. No tenían
cabida en el ágora. Las mujeres, incluso casadas, vivían en el gineceo –el
espacio doméstico más alejado de la entrada de la vivienda-, en compañía de los
hijos, antes de que cumplieran siete años, dedicadas a tareas textiles y
domésticas. El huso y el espejo eran su símbolo. Representaban su quehacer pero
también el que no estuvieran autorizadas a mirar a la cara a nadie más que a sí
mismas. El espejo –un útil propiamente femenino y de los afeminados- evocaba
bien el espacio cerrado –frente a la apertura física y de ideas que el ágora
traía y ejemplificaba- en el que los no-ciudadanos se hallaban permanentemente.
Solo una vez las mujeres pudieron reunirse en el ágora. Esto
no ocurrió en la realidad, sino en la comedia La asamblea de las mujeres de Aristófanes, en la que éstas
decidieron suplantar a los hombres debido al permanente estado de guerra en el
que se había hundido la ciudad. No queda claro si el comediógrafo quiso
burlarse de una situación considerada absurda o imposible, denunciar el mal
gobierno de los ciudadanos que había obligado a que cayera en manos de las
mujeres –incapaces de tomar decisiones juiciosas, pese a la igualdad que
reivindicaban-, o si defendió un nuevo y necesario papel de las mujeres en el gobierno de la ciudad.
El imaginario griego
era, sin embargo, más rico y complejo de lo que se desprende de esas notas.
Así, por un lado las divinidades protectoras de la ciudad eran diosas (incluso
Atenas “pertenecía” a la diosa Atenea, representada como una figura guerrera),
así como las que mediaban con el mundo indómito (como Ártemis), cuando, en
verdad, éstas, como Hestia, hubieran tenido que velar, sin salir nunca al
exterior, por los espacios recoletos o domésticos.
El “otro” incluía también a toda clase de deficientes
físicos y mentales. Se han encontrado numerosas estatuillas de terracota con
rasgos “anormales” o caricaturescos. No se sabe bien si retratan actores
enmascarados, deficiencias reales, expresan burla o, al menos desde una óptica
contemporánea, desprenden cierta conmiseración ante personas excluidas
(menesterosos, mutilados, enfermos, locos).
La ciudad no se concebía sin la existencia de excluidos: los
que rechazaban el orden urbano y los que la ciudad no aceptaba, porque eran
injustos o porque turbaban el orden con su presencia retuerta.
(Texto: Tocho, revisado por Gregorio Luri -www.elcafedeocata.blogspot.com)
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