viernes, 27 de septiembre de 2013
μ-Ziq (Mike Paradinas, 1971): Strawberry Fields Hotel (2007)
Uno de los mejores temas de música electrónica popular de los últimos años.
jueves, 26 de septiembre de 2013
Mucho ruido...
El fascinante vocabulario del arte contemporáneo:
"L'objectiu del taller d'espacialització multifocal es la familiarització dels assistents amb eines conceptuals i tecnològiques capaces de convertir l'audició dels productes musicals i d'art sonor en una experiència comparable amb l'audició del mont que ens envolta."
Taller d'espacialització multifocal de so.
Impartit i concebut per Orquestra del Caos
Professors : Lina Bautista, Josep Manuel Berenguer, Medín Peirón, Jordi Salvadó
Hangar. Passatge del Marquès de Santa Isabel, 40. Can Ricart. Barcelona
2 i 3 de Novembre de 2013
¿Quien resiste a la "espacialización multifocal" o lo que fuere?
"L'objectiu del taller d'espacialització multifocal es la familiarització dels assistents amb eines conceptuals i tecnològiques capaces de convertir l'audició dels productes musicals i d'art sonor en una experiència comparable amb l'audició del mont que ens envolta."
Taller d'espacialització multifocal de so.
Impartit i concebut per Orquestra del Caos
Professors : Lina Bautista, Josep Manuel Berenguer, Medín Peirón, Jordi Salvadó
Hangar. Passatge del Marquès de Santa Isabel, 40. Can Ricart. Barcelona
2 i 3 de Novembre de 2013
¿Quien resiste a la "espacialización multifocal" o lo que fuere?
Labels:
Estética y teoría de las artes,
Modern Art
La casa de la filosofía (Penélope, o de la filosofía)
¡Por qué decimos "la" filosofía, "la" sabiduría, "la" poesía? ¿Por qué el género femenino? ¿Acaso este género es digno de las altas tareas enunciadas?
El género femenino de estas palabras no se encuentra solo en las lenguas latinas. También existe en griego. Viene del griego antiguo.
La divinidad principal o ancestral en la Grecia antigua no era Zeus (Padre de los dioses) ni Urano (el Cielo), sino Gaia (la Tierra), una diosa-madre. El poder de Hera no empalidecía ante el de Zeus, su esposa. Aconsejada por la embrujadora Afrodita, los sortilegios de Hera eran temibles. Nadie osaba enfrentarse a esta diosa. Por otra parte, Afrodita, Artemisia (diosa de los límites) y Atenea (diosa del Ática, tras vencer a Poseidón, el dios de los mares) eran divinidades principales, duchas en artes tan distintas como la seducción, la creación artística y la guerra. Estaban al mismo nivel que dioses como Apolo (Artemisia era su hermana gemela), Hermes o Ares, por ejemplo.
Pero es cierto que la suerte y el estatuto de las divinidades no tenía porqué corresponder con los de los héroes y menos con los de los seres humanos.
Así, lo que los mitos cuentan acerca de las mujeres se aproxima más a la condición femenina en la Grecia antigua. La primera mujer -no existe ningún mito acerca del primer ser humano ni del primer varón- fue un autómata, obra del trabajo conjunto de Atenea, Hefesto y Prometeo, considerado un regalo envenenado entregado a los humanos (o a los varones), toda vez que el encanto de Pandora (que significa todos los dones) era tal que los humanos aceptaron de buen grado el regalo que Pandora portaba: una caja, que se podía abrir fácilmente, en la que se hallaban todos los males. La innata curiosidad humana facilitó la venganza de Zeus, pues Pandora era, en efecto, un castigo -o la ejecutora del castigo divino- que Zeus impuso a los humanos por haber aceptado el fuego que Prometeo, tras haberlo robado de la forja de Hefesto, o del carro del Sol, les entregó a fin que pudieran sobrevivir en tierra inmisericorde.
La satírica, larga e insistente comparación entre la mujer y el mono (entre otros animales), de Semónides (un poeta del s. V aC), refleja bien la suerte de la mujer. No tenía cabida en el espacio público de la ciudad. Su lugar era el gineceo, en lo hondo de los hogares, a menos que fuera una hetaira -una "animadora" en los simposios sociales, en viviendas o espacios públicos, a los que solo podían asistir varones.
El modelo de mujer adaptada al encierro doméstico era Penélope. Pasaba el tiempo tejiendo, aguardando el regreso victorioso de su esposo Odiseo (o Ulises) de la guerra de Troya, mientras resistía los avances de los pretendientes que esperaban que escogiera un nuevo esposo tras el probable fallecimiento de Ulises, partido hacía veinte años y del que nada se sabía.
Filósofos helenísticos, a partir del siglo IV aC, ofrecieron una lectura alegórica de la Odisea y, en particular de las labores de Penélope. Esta aproximación a los mitos y las leyendas no era nueva, pues ya en época clásica, a partir del siglo VI aC, algunos escritores habían sostenido que los mitos eran historias basadas en hechos naturales o en proezas humanas, y no de seres sobrenaturales. Los dioses y los héroes eran creaciones humanas.
Penélope tejía y deshacía, de noche, lo tejido de día. Tejía el sudario de su suegro, Laertes, un anciano aun en vida; una labor eterna. Había prometido que escogería a un esposo entre los pretendientes, instalados en el palacio, en cuanto hubiera acabado la labor, a fin de honrar debidamente al padre de Ulises. Hacía veinte años que los pretendientes aguardaban. Penélope solo había tejido un par de centímetros. Todo el sudario estaba aún por tejer.
Penélope era considerada la perfecta esposa. Homero contrastaba su talante con el de la maga y hechicera Circe y el de la ninfa Calipso, ducha también en las malas artes (opuestas a las labores pacientes de Penélope). Pero Homero presentaba a Penélope, todo y siendo un modelo de virtud, como a un ser de carne y hueso.
Sin embargo, intérpretes helenísticos leyeron a Homero entre líneas. Ulises se convirtió en una alegoría del alma, atrapada por el mundo material. Su estancia en los palacios de Calipso y Circe como etapas iniciáticas, durante las que entraba en contacto con saberes elevados -tan elevados que debían mantenerse ocultos, puesto que los no iniciados, como los compañeros de Ulises, transformados en cerdos por Circe, no soportaron la verdad de los saberes que Circe simbolizaba y perdieron su heroica condición-. Finalmente, Penélope se convirtió en una alegoría de la Filosofía. Sus labores, imágenes del trabajo del filósofo trabando conceptos en cadenas (un término perteneciente también al vocabulario del telar) de silogismos, antes de desvelar su significado, cuando el tejido se deshilachaba. El hilo o argumento filosófico era lo que Penélope, la Filosofía, practicaba. Labor que aspiraba a verdades trascendentes, toda vez que Penélope tejía un sudario, en el que el cuerpo de Laertes sería preservado.
Las elevadas inquietudes de la Filosofía no estaban al alcance de quienes no estaban preparados. Así, los pretendientes simbolizaban los que no alcanzaban el verdadero conocimiento. La Filosofía los rechazaba.
La Filosofía se asociaba al deseo. Deseo de conocer, de poseer la verdad. El saber no se alcanzaba sin ansías de saber; es decir, sin carencias, y la conciencia de esas carencias. Esa lectura ya se intuía en Platón. En el libro VI de La República, la Filosofía adquiere vida, y tiene el poder de atraer a los neófitos, sin bien solo unos cuantos alcanzan a conocerla. Una imagen de larga vida, como lo muestra la obra sobre vidrio -una frontera invisible, mas existente- de Marcel Duchamp La novia desnudada por sus pretendientes, que retoma irónicamente las lecturas alegóricas helenísticas tanto de la República platónica como de la Odisea.
La asociación entre el tejer y la filosofía era nueva. No así, las metáforas textiles. En efecto, Atenea era la diosa de los telares. Nadie, ni siquiera Aracne, la podía vencer sin ser convertida en araña. Pero Atenea era también la diosa de los carpinteros. Fue Atenea quien animó a Argos para que construyera el mágico barco, bautizado con el nombre del constructor, que llevaría a los Argonautas hasta el mar Negro a la búsqueda del vellocino de oro.
Las primeras construcciones eran de madera o de fibras vegetales. Éstas se trenzaban. Los volúmenes se asemejaban a esteras unidas. Vigas y jácenas se entrelazaban para componer muros y espacios. Espacios interiores, en los que Penélope reinaría. Los aposentos cobrarían "sentido" al acoger las pacientes labores de Penélope tejiendo conceptos antes de desvelar o interpretar significados. El hogar había sido compuesto para que Penélope pudiera pensar, articulando nociones y mostrado su significado. La finalidad de la arquitectura consistía en acoger al pensamiento. La casa daba que pensar. Asistía al pensamiento, lo alumbraba. La Filosofía se recogía en la casa del pensamiento. Penélope se había creado su mundo; un universo cerrado salvo para quienes comulgaban con ella.
Ulises era la personificación de la astucia. Sabía solventar toda clase de problemas. Estaba, así, capacitado paras estar a altura de Penélope. Sabiduría, junto al amante de la Sabiduría.
El filósofo piensa. No actúa (pese a que Platón quiso que los filósofos fueran gobernantes). Permanece quieto, ensimismado, como Penélope.
La lectura alegórica de Penélope como Filosofía, ¿acaso significaba que la Filosofía no era una tarea heroica? O, por el contrario, ¿implicaba que el estatuto de la mujer en la Grecia antigua,, o su consideración, era más elevado, o se estaba elevando?
Posiblemente, Penélope como Filosofía revelaba el abismo, que aún hoy existe entre Teoría y Práctica, Reflexión y Acción. Pero Penélope no era nadie sin Ulises. Y Ulises solo aspiraba a retornar al lado de Penélope. Circe ni Calipso lograron hacerle desistir del deseo de volver a Itaca. Ulises y Penélope tenían que estar juntos: juntos constituían una alegoría de la fuerza, física y mental, humana, sin que ninguno dominara el otro. Un sueño, sin duda.
Léase el artículo siguiente (tras inscribirse al portal JSTOR), parafraseado en este texto.
El género femenino de estas palabras no se encuentra solo en las lenguas latinas. También existe en griego. Viene del griego antiguo.
La divinidad principal o ancestral en la Grecia antigua no era Zeus (Padre de los dioses) ni Urano (el Cielo), sino Gaia (la Tierra), una diosa-madre. El poder de Hera no empalidecía ante el de Zeus, su esposa. Aconsejada por la embrujadora Afrodita, los sortilegios de Hera eran temibles. Nadie osaba enfrentarse a esta diosa. Por otra parte, Afrodita, Artemisia (diosa de los límites) y Atenea (diosa del Ática, tras vencer a Poseidón, el dios de los mares) eran divinidades principales, duchas en artes tan distintas como la seducción, la creación artística y la guerra. Estaban al mismo nivel que dioses como Apolo (Artemisia era su hermana gemela), Hermes o Ares, por ejemplo.
Pero es cierto que la suerte y el estatuto de las divinidades no tenía porqué corresponder con los de los héroes y menos con los de los seres humanos.
Así, lo que los mitos cuentan acerca de las mujeres se aproxima más a la condición femenina en la Grecia antigua. La primera mujer -no existe ningún mito acerca del primer ser humano ni del primer varón- fue un autómata, obra del trabajo conjunto de Atenea, Hefesto y Prometeo, considerado un regalo envenenado entregado a los humanos (o a los varones), toda vez que el encanto de Pandora (que significa todos los dones) era tal que los humanos aceptaron de buen grado el regalo que Pandora portaba: una caja, que se podía abrir fácilmente, en la que se hallaban todos los males. La innata curiosidad humana facilitó la venganza de Zeus, pues Pandora era, en efecto, un castigo -o la ejecutora del castigo divino- que Zeus impuso a los humanos por haber aceptado el fuego que Prometeo, tras haberlo robado de la forja de Hefesto, o del carro del Sol, les entregó a fin que pudieran sobrevivir en tierra inmisericorde.
La satírica, larga e insistente comparación entre la mujer y el mono (entre otros animales), de Semónides (un poeta del s. V aC), refleja bien la suerte de la mujer. No tenía cabida en el espacio público de la ciudad. Su lugar era el gineceo, en lo hondo de los hogares, a menos que fuera una hetaira -una "animadora" en los simposios sociales, en viviendas o espacios públicos, a los que solo podían asistir varones.
El modelo de mujer adaptada al encierro doméstico era Penélope. Pasaba el tiempo tejiendo, aguardando el regreso victorioso de su esposo Odiseo (o Ulises) de la guerra de Troya, mientras resistía los avances de los pretendientes que esperaban que escogiera un nuevo esposo tras el probable fallecimiento de Ulises, partido hacía veinte años y del que nada se sabía.
Filósofos helenísticos, a partir del siglo IV aC, ofrecieron una lectura alegórica de la Odisea y, en particular de las labores de Penélope. Esta aproximación a los mitos y las leyendas no era nueva, pues ya en época clásica, a partir del siglo VI aC, algunos escritores habían sostenido que los mitos eran historias basadas en hechos naturales o en proezas humanas, y no de seres sobrenaturales. Los dioses y los héroes eran creaciones humanas.
Penélope tejía y deshacía, de noche, lo tejido de día. Tejía el sudario de su suegro, Laertes, un anciano aun en vida; una labor eterna. Había prometido que escogería a un esposo entre los pretendientes, instalados en el palacio, en cuanto hubiera acabado la labor, a fin de honrar debidamente al padre de Ulises. Hacía veinte años que los pretendientes aguardaban. Penélope solo había tejido un par de centímetros. Todo el sudario estaba aún por tejer.
Penélope era considerada la perfecta esposa. Homero contrastaba su talante con el de la maga y hechicera Circe y el de la ninfa Calipso, ducha también en las malas artes (opuestas a las labores pacientes de Penélope). Pero Homero presentaba a Penélope, todo y siendo un modelo de virtud, como a un ser de carne y hueso.
Sin embargo, intérpretes helenísticos leyeron a Homero entre líneas. Ulises se convirtió en una alegoría del alma, atrapada por el mundo material. Su estancia en los palacios de Calipso y Circe como etapas iniciáticas, durante las que entraba en contacto con saberes elevados -tan elevados que debían mantenerse ocultos, puesto que los no iniciados, como los compañeros de Ulises, transformados en cerdos por Circe, no soportaron la verdad de los saberes que Circe simbolizaba y perdieron su heroica condición-. Finalmente, Penélope se convirtió en una alegoría de la Filosofía. Sus labores, imágenes del trabajo del filósofo trabando conceptos en cadenas (un término perteneciente también al vocabulario del telar) de silogismos, antes de desvelar su significado, cuando el tejido se deshilachaba. El hilo o argumento filosófico era lo que Penélope, la Filosofía, practicaba. Labor que aspiraba a verdades trascendentes, toda vez que Penélope tejía un sudario, en el que el cuerpo de Laertes sería preservado.
Las elevadas inquietudes de la Filosofía no estaban al alcance de quienes no estaban preparados. Así, los pretendientes simbolizaban los que no alcanzaban el verdadero conocimiento. La Filosofía los rechazaba.
La Filosofía se asociaba al deseo. Deseo de conocer, de poseer la verdad. El saber no se alcanzaba sin ansías de saber; es decir, sin carencias, y la conciencia de esas carencias. Esa lectura ya se intuía en Platón. En el libro VI de La República, la Filosofía adquiere vida, y tiene el poder de atraer a los neófitos, sin bien solo unos cuantos alcanzan a conocerla. Una imagen de larga vida, como lo muestra la obra sobre vidrio -una frontera invisible, mas existente- de Marcel Duchamp La novia desnudada por sus pretendientes, que retoma irónicamente las lecturas alegóricas helenísticas tanto de la República platónica como de la Odisea.
La asociación entre el tejer y la filosofía era nueva. No así, las metáforas textiles. En efecto, Atenea era la diosa de los telares. Nadie, ni siquiera Aracne, la podía vencer sin ser convertida en araña. Pero Atenea era también la diosa de los carpinteros. Fue Atenea quien animó a Argos para que construyera el mágico barco, bautizado con el nombre del constructor, que llevaría a los Argonautas hasta el mar Negro a la búsqueda del vellocino de oro.
Las primeras construcciones eran de madera o de fibras vegetales. Éstas se trenzaban. Los volúmenes se asemejaban a esteras unidas. Vigas y jácenas se entrelazaban para componer muros y espacios. Espacios interiores, en los que Penélope reinaría. Los aposentos cobrarían "sentido" al acoger las pacientes labores de Penélope tejiendo conceptos antes de desvelar o interpretar significados. El hogar había sido compuesto para que Penélope pudiera pensar, articulando nociones y mostrado su significado. La finalidad de la arquitectura consistía en acoger al pensamiento. La casa daba que pensar. Asistía al pensamiento, lo alumbraba. La Filosofía se recogía en la casa del pensamiento. Penélope se había creado su mundo; un universo cerrado salvo para quienes comulgaban con ella.
Ulises era la personificación de la astucia. Sabía solventar toda clase de problemas. Estaba, así, capacitado paras estar a altura de Penélope. Sabiduría, junto al amante de la Sabiduría.
El filósofo piensa. No actúa (pese a que Platón quiso que los filósofos fueran gobernantes). Permanece quieto, ensimismado, como Penélope.
La lectura alegórica de Penélope como Filosofía, ¿acaso significaba que la Filosofía no era una tarea heroica? O, por el contrario, ¿implicaba que el estatuto de la mujer en la Grecia antigua,, o su consideración, era más elevado, o se estaba elevando?
Posiblemente, Penélope como Filosofía revelaba el abismo, que aún hoy existe entre Teoría y Práctica, Reflexión y Acción. Pero Penélope no era nadie sin Ulises. Y Ulises solo aspiraba a retornar al lado de Penélope. Circe ni Calipso lograron hacerle desistir del deseo de volver a Itaca. Ulises y Penélope tenían que estar juntos: juntos constituían una alegoría de la fuerza, física y mental, humana, sin que ninguno dominara el otro. Un sueño, sin duda.
Léase el artículo siguiente (tras inscribirse al portal JSTOR), parafraseado en este texto.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
El culto al arquitecto (Imhotep)
Estatua de culto de Imhotep, época Ptolemáica: Allard Pierson Museum, Amsterdam
Foto: Tocho, septiembre de 2013
El Allard Pierson Museum -museo arqueológico, con piezas de las grandes culturas mediterráneas y del Próximo oriente antiguo, de la universidad de Amsterdam- es quizá el mejor museo de la ciudad, aunque mucho menos visitado que el museo van Gogh.
Acoge una obra singular. Una estatua de culto, de cierto tamaño (unos setenta centímetros de alto cuando estaba completa), tallada en granito, que representa a Imhotep. Efigies de esta figura no son raras; mas son todas, o casi todas, ex-votos, estatuillas de bronce de pequeño tamaño.
No recuerdo ninguna estatua de culto.
Imhopeh no fue una figura histórica. Formaba parte de la corte del faraón Djozer (hacia 2600 aC). Poseía un alto cargo, posiblemente el segundo tras el del faraón. Cumulaba los títulos o las funciones. Era canciller, sacerdote de Ptah, responsable de las construcciones, así como proyectista y supervisor del recinto funerario de Saqara, en el que destaca la pirámide escalonada. Era médico también. Las medidas y las medicinas obraban en poder de una misma persona, cuyas tareas tenían como fin el mantenimiento de la buena vida en Egipto.
Ya en el Imperio Antigua Imhotep era una figura respetada.
Sin embargo, fue divinizado bajo los Ptolomeos, a partir del s. IV aC. No fue el único constructor egipcio divinizado. Sí, el más importante, y el que dio pie a un culto sostenido.
Fue equiparado a Asclepios -hijo de Apolo-, dios griego de la medicina.
Se tejieron leyendas. Ptah, el dios egipcio de la arquitectura, fue considerado su padre. Sekmet, diosa-madre, diosa de las aguas, su madre.
Esta estatua obedece a la iconografía más habitual. El arquitecto está sentado, con un rollo de papiro, en el que debía estar trazado algún plano arquitectónico, sobre su regazo. La estatua está ennegrecida por las manos de los fieles que la tocaban a la entrada de un templo, por ejemplo el templo del dios Ptah, en Karnak, donde también se rendía culto a su hijo. Se le ofrendaban íbis momificados -pájaro migratorio cuya llegada anunciaba la crecida del Nilo y, por tanto, tanto la prosperidad debido a los cultivos, como la reconstrucción de los hogares anegados tras la crecida del río-, aves también ofrecidas al dios Toth, divinidad de la escritura, con quien Imhotep también fue equiparado (dibujar y escribir, anotar, fijar la realidad a través del verbo y del dibujo -verbo y dibujo idénticos en el Egipto faraónico-, eran tareas parecidas). A través del gesto y del don, se entraba en contacto con el arquitecto, mediador entre los humanos y los dioses. Se esperaba salud del gesto devoto.
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