Museo del yacimiento de Ħaġar Qim y Mnajdra (Malta)
Museo arqueológico de Gozo
Museo arqueológico de La Valletta (Malta)
Las cinco estatuillas anteriores, de terracota, con el cuerpo en forma de disco, están datadas en el tercer milenio. Todas las demás, de piedra, mayoritariamente, entre finales del quinto y mediados del cuarto milenios
Museo arqueológico de La Valletta (Malta)
Fotos: Tocho, septiembre de 2013
La mayoría de las culturas euroasiáticas, precolombinas y del norte de África, neolíticas y de la Edad del Bronce (entre los milenios sexto y tercero) se caracterizan por el predominio de estatuillas antropomórficas, de piedra o de terracota, con rasgos físicos muy pronunciados. Suelen ser efigies que, hoy, consideramos obesas.
Se asemejan a figuras, formalmente parecidas, del paleolítico.
Se han interpretado como estatuas de culto o fetiches, representando a diosas-madre. Las formas han sido consideradas como una exacerbación de características sexuales, que habrían hecho referencia a la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la tierra que dichas figuras habrían simbolizado y propiciado. La escasez relativa de figuras masculinas habría llevado a suponer que, antes de la Edad del Hierro, a principios del primer milenio, la mayoría de las culturas habrían sido matriarcales, y habrían dado culto a divinidades femeninas.
Los estudios de género, desde los años setenta, han cuestionado esta lectura. Interpretar las formas de las figuras como un homenaje a la feminidad. la sexualidad y la fecundidad ha sido considerado como una visión masculina. Por otra parte, se ha aducido que estas estatuillas no tenían porqué haber sido talladas por varones sino por mujeres, y que no tenían necesariamente porque representar a seres sobrenaturales: los modelos bien podían ser humanos. Finalmente, la consideración de figuras de culto o de fetiches también ha sido relativizada. Estas efigies podían ser juguetes.
La interpretación de las figuras "esteatopigias" -es decir, gruesas- de Malta, ha puesto en sordina la lectura según la cual estas efigies evocan a mujeres o a diosas. La supuesta obesidad -si el calificativo es correcto, y desde luego no es denigrante- no tiene porque estar asociada al género femenino. Muchas de estas figuras carecen -o no muestran- órganos sexuales (triángulos púbicos, penes, etc.). Bien podrían ser, pues, efigies masculinas, en las que el volumen podría ser un signo de fuerza, edad o sabiduría. El referente al que aluden estas lecturas son los luchadores de sumo japoneses. A menos que fueran figuras asexuadas.
¿Qué son pues esas figuras? No se puede saber.
Bien es cierto que las formas se asemejan a los volúmenes de los espacios en los que se han encontrado. Si esta asociación fuera cierta, "templos" y estatuillas no serían representaciones de seres sobrenaturales, sino portadores de fuerzas del "otro" mundo (ctónico o celestial) , insertadas en edificios y en efigies.
Estas figuras, entonces, sí serían sagradas o mágicas. Albergarían fuerzas o espíritus, no necesariamente femeninos.
¿Dioses, diosas, sacerdotes, sacerdotisas? ¿Figuras de culto, ofrendas? ¿símbolos de deidades a los que se implora, o dobles de los oferentes?
Se supone que no se podrá dar nunca una única respuesta.
De ahí, en parte, la fascinación de estas figuras, cuyo estado de conservación excepcional ha llegado a echar sombras sobre su autenticidad, demostrada, sin embargo.
Finalmente, no todas las figuras son pequeñas.
Una figura, y no la única, hallada en el "templo" de Tarxien, debía tener unos tres metros de alto, lo que la convertiría, exceptuando la estatua masculina de Gobekli Tepe, del noveno milenio (hoy en el Museo de Urfa, en Turquía), en la efigie antigua más grande, de la que se conserva una parte de la zona inferior: los miembros inferiores y la "falda" o "túnica".