viernes, 10 de enero de 2014

Empanada

¿Una aproximación hermenéutica que excava en las narrativas de una obra perfomativa construida a partir de mitologías personales?
No exactamente. ¿O sí?
Va de cocina. Creo:

"Constelación de conceptos

(Sobre el nombre del restaurante) ... es un juego semiótico del entorno barcelonés (...)
(y sobre el contenido).... no es un restaurante al uso (...) (El cocinero) nos habla de conceptos, formas preparaciones y utensilios (...) Con estos conceptos puestos en su firmamento gastronómico, traza una constelación imaginaria, su mantra particular, su decálogo culinario. Así sitúa 13 (en recuerdo, al parecer, de un jugador de baloncesto lituano cuya camiseta llevaba este número -¿?-)  conceptos que van del cocktail a la amanida finger, de la cuchara fría a la cuchara caliente, del cock-oil al pop-up, del blinis al by by.
Son capítulos de su repertorio culinario y, en torno a ellos, construye menús ingeniosos (...)
La referencia al pop-up viene al pelo. Tendencias y modas que, una vez implantadas, se desvanecen en el tiempo. Este estado de permanente cambio, esta filosofía de working in progress es la que anima el proyecto de este chef inquieto y creativo.
Concretemos para que nuestros lectores se hagan una idea (por fin). Dentro del concepto (vuelta al concepto) cocktail nos ha presentado unos microcornetes de maíz con guacamole, dentro de los snack (...) En amanida finger, concepto de comer con los dedos (¿cómo se come -con- un concepto?) una finísima ensalada César (...) Continua con el concepto tartare (...) En viento en pop-up (vapor), dos representaciones a cada cual más intensa (...)
Esta constelación se cierra con un BY BY...
El recorrido por el espacio del cocinero es un viaje (...) por el concepto y la memoria de nuestros gustos.
El cocinero y su mano derecha (...) son propositivos sin caer en la pedanteria.
Estamos ante un nuevo ejemplo de transversalidad culinaria (...) Una cocina de estrellas (...) austera, mística y visionaria (...) la constelación del low cost" (¿?)

((La Vanguardia, viernes 10 de enero 2014, p. 10)

¿Alguien se ha quedado con hambre? ¿Cómo estaba la merluza?
No procede. Va de conceptos
Y yo con esos pelos.

JOHN GRANT (1968): I HATE THIS TOWN (ODIO ESA CIUDAD, 2013)

jueves, 9 de enero de 2014

HUMPHREY JENNINGS (1907-1950): THE SILENT VILLAGE (EL PUEBLO SILENCIOSO, 1943)



Uno de los mejores, más emotivos cortometrajes sobre la guerra, producido durante la Segunda Guerra Mundial

MESCHAC GABA (1961): TRESSES & STREETS (PELUCAS-EDIFICIOS & CALLES, 2005-2007, 2009)




























Meschac Gaba (presente en la Documenta de 2002, y en la Bienal de Venecia de 2003) es un artista oriundo de Benin que hoy vive en Rotterdam. A partir del año 2000 empezó una serie de pelucas, con pelo artificial, que representan rascacielos; una segunda serie, titulada Streets (Calles), se compone de imágenes de vehículos pesados y coches. Las pelucas, trenzadas sobre un andamiaje por dos artesanos, que tardan unos tres días en completarlas, pueden llevarse. No son objetos de uso diario, sino propio de rituales, ceremonias y festividades. Realzan -.al mismo tiempo que cargan.

Gaba considera que son ejemplos o símbolos de modernidad, así como de poder. Representan la entrada en el siglo XX, y la aceptación, por parte de la población africana, de modelos europeos y norteamericanos, de los que se ofrecen variaciones personales.
Los edificios se apoyan sobre la cabeza de las personas. Las coronan. No las encapsulan, sino que se fundan en ellas. Los edificios evocan el pasado colonial y la asunción de modelos impuestos, transfigurados por el gusto y las tradiciones de cada país. La pervivencia de las costumbres que las pelucas expresan -son objetos que ya se portaban en el Egipto faraónico-, y la inmobilidad de los edificios, arraigados en la tierra -si bien denotan el desarraigo de los modelos- se contrapone a la mobilidad y la moda, la fugacidad que una peluca contemporánea acarrea.  La austeridad de los rascacielos -edificios institucionales, sedes de empresas y bancos- queda en evidencia por las formas blandas, y el colorido y la condición manual, casi infantil, de las pelucas. No son edificios levantados para cobijar la vida; entes bien, la aplastan; pero el color, las formas, la técnica, y la disposición contradicen tan ásperos propósitos, como si quedaran en ridículo, o se convirtieran en motivos de juego.
Rascacielos trenzados. Nuevamente, el tejido y la arquitectura se encuentran. Idealmente, el trenzado debería efectuarse sobre el propio pelo -o debería dar al menos esa impresión-. De este modo, el edificio aparece como una prolongación de la persona, o un peso que ésta debe acarrear para siempre. Ésta  se halla unida para siempre al bloque. El cobijo, el hogar -si fueren hogares, que no lo son siempre-, que debería proporcionar seguridad y confianza, se vuelve una pesadilla, una extraña cárcel de la que uno no puede desprenderse, como si el modelo, que remite a culturas impuestas, hubiera echado raíces, confundiéndose con las raíces del pelo -un elemento corporal que guarda las características propias de una
persona.

  

Dios y el mendigo

"El hombre que sueña es un dios, el que piensa, un mendigo"
(Hölderlin, Hiperión)

miércoles, 8 de enero de 2014

STEPHEN MALKMUS AND THE JICKS: INDEPENDENCE STREET (2013)



Sin sub-texto

TED KOOSER (1939) & JON KLASSEN (1981): HOUSE HELD UP BY TREES (CASA LEVANTADA POR ÁRBOLES, 2012)

















Cada año, cada mes, cada día el padre segaba cualquier tallo que apenas despuntara alrededor de la casa. Los altos troncos de los árboles de un bosque tan tupido que impedía vislumbrar a los animales que, a través de confusos rumores, se adivinaba que moraban sin duda en su interior, ceñían, como una verja demasiado alta y estricta el solar.
Los niños gustaban esconderse tras los lindes del bosque y contemplar la casa y a su padre en su obsesiiva operación de limpieza.
Los hermanos se hicieron mayores. los árboles ya no eran tan altos. De espaldas a la casa contemplaban el bosque recordando aún como, cuando eran pequeños, vivían aventuras entre las ramas bajas de olmos, chopos y almendros cuyas semillas sembraban una y otra vez la tierra fértil.
Partieron.
El padre se encontró solo. Ya no podía desbrozar el jardín siempre cortado. Solo movía los brazos lentamente desplazando el aire apenas. Las hojas caídas se aventuraban cada vez más cerca de la casa.
Decidió irse a vivir a la ciudad, cerca de sus hijos. quizá le invitarían a almorzar algún día. Puso la casa en venta.
Durante años pasó regularmente para ver si algún comprador se interesaba. Nadie se detuvo.
Los arbustos ya se desperezaban alrededor de la casa. Unos jóvenes rompieron todos los cristales. A través de las ventanas heridas, las semillas cubrieron el suelo de madera de las estancias, como si quisieran devolver a la vida a las lamas cortadas.
Un día, unas raíces más huesudas levantaron la casa. La luz se filtraba por debajo de la planta baja. Los muros de madera claveteados crujieron. Las uniones entre tablones, en las esquinas, cedieron.    
Pero el viento no pudo con la casa. Los árboles que la aprisionaban cortaban la ventisca y mantenían a la casa en pie.
Día tras día, año tras año, las nerviosas ramas fueron alzando la casa. Desde la carretera solitaria e impertérrita, por encima del bosque, una casa temblorosa y fiera flotaba sobre las hojas diminutas que despuntaban, como sobre una nube de espuma.

House Held by Trees, del poeta norteamericano Kooser (Premio Pulitzer de Poesía de 2005), ilustrado por el joven dibujante Klassen, que trabaja en el campo de la animación, ha sido escogido como uno de los cuentos infantiles más hermosos publicados el año pasado.