miércoles, 16 de julio de 2014
ALBERT CAMUS (1913-1960): MEDITERRÁNEO
Caixaforum, de Madrid, presenta la exposición Mediterráneo. Entre el mito y la razón (ss. VI aC-III dC), entre los meses de agosto y diciembre de este año, tras haber sido mostrada en Caixaforum de Barcelona a principios de año.
La exposición presenta alguna variación: la inclusión de algunos textos más, diferencias en algunas piezas y en la presentación.
Entre los textos que no se hallaban en Barcelona, figura, a modo de conclusión, un fragmento de un discurso pronunciado por Albert Camus en Argelia en 1937:
“Cuenca internacional atravesada por las corrientes, el Mediterráneo es, entre todos los espacios, el único que quizá halla un lugar de encuentro con los grandes pensamientos orientales. Pues no es clásico y ordenado, es difuso y turbulento, como esos barrios árabes o esos puertos entre Génova y Túnez (…) Lo que hay de más esencial en el genio mediterráneo brota quizá de ese encuentro, único en la historia y la geografía, nacido entre Oriente y Occidente (…) Del mismo modo que el sol mediterráneo es el mismo para todos los hombres, el esfuerzo de la inteligencia humana debe ser un patrimonio común y no una fuente de conflictos y matanzas” (Albert Camus: La nueva cultura mediterránea, 1937).
Quizá solo sea una reflexión bienintencionada pero inocua, pero es posible que no haya perdido su actualidad ni su necesidad.
lunes, 14 de julio de 2014
Le Chanel: Karl Lagerfield y Le Corbusier (2014)
Volúmenes blancos en los que los cuerpos parecen encajonados, incómodos, desajustados, con uniones y cambios que no siguen las proporciones humanas -la cintura se ubica a la altura de las axilas-, formas hinchadas y pesadas, de gruesas telas acartonadas, hormigonadas, togas y capas como rampas que nunca terminan, motivos reiterativos, ornamentos concentrados en unos pocos lugares, vestidos largos -aunque no lo suficiente- apoyados sobre delgados soportes, los últimos vestidos de Karl Lagerfield para la casa de alta costura Chanel son, tras la villa y los trajes en la añeja película Mi tío, de Jacques Tati, la mejor interpretación de los logros de la arquitectura, el urbanismo y el mobiliario de Le Corbusier.
domingo, 13 de julio de 2014
ERIC FUENTES : BARCELONA (CAPITAL) (2014)
http://bcoredisc.bandcamp.com/track/barcelona-capital-2
Lejos, muy lejos de Manel, Els Amics de les Arts & Co. Por tanto, imprescindible.
El templo ibérico (el santuario de Astarté en Puente Tablas, Jaén)
Fotos: Tocho, julio de 2014
1-2: acceso al santuario
3: capilla de la divinidad
4-6: ojo, oreja, y recipiente grabados en el umbral
7-8: cuevas dedicadas a entes del mundo de los muertos
Los primeros santuarios íberos consistían en espacios delimitados al aire libre, en los que se enterraban o se echaban en fosas o pozos profundos, conectados con el mundo infernal, ofrendas y ex-votos.
Hacia el siglo IV aC, se construyeron los primeros templos. Quedó el recuerdo del culto a divinidades o fuerzas del inframundo.
Un santuario como el gran templo de Puente Tablas se organiza a partir de varias terrazas. Dedicado a una divinidad femenina, comprende dos áreas.
Una estatua anicónica de una divinidad femenina encinta, representada por una piedra erecta y abultada en la que tan solo destacan los brazos y las manos apoyadas sobre el vientre encinto, se erguía en la entrada, justo tras el umbral que la enmarcaba, a la que se accedía a través de una rampa. El día del equinoccio, el sol alumbraba solo la divinidad mas, durante el curso del día, mientras la luz penetraba en el recinto, el marco del umbral ensombrecía a la figura, que aunaba así rasgos solares o que irradiaban, con rasgos nocturnales: vida y muerte, luz y sombra se conjugaban en la imagen de culto, distinguiéndose del entorno. La diosa irradiaba y se ensombrecía a lo largo del día, destacando siempre de un entorno en el que el juego de luces y sombras se invertía, como si la diosa jugara con el tiempo.
Un altar, ante la estatua, acogía animales sacrificados, a los que se enterraba, ofrendados a las fuerzas del día y de las profundidades.
Dos áreas se contraponían entonces: una torre que quizá permitiera, desde la terraza, la observación de astros y estrellas, y, a través de un estrecho pasadizo, cuatro cuevas abiertas en la ladera. Posiblemente acogieran a figuras heroicas o divinizadas, a los ancestros que, desde las profundidades comunicaban con los vivos y los muertos.
La asociación del santuario con el mundo de los muertos se acrecentaba por la relación que la diosa mantenía con una divinidad masculina fúnebre. Ambas divinidades controlaban el ciclo de la vida. El tránsito de una etapa de la vida a otra, hasta cerrar el círculo se realizaba mediante un rito de paso que conducía al joven de la diosa de la luz al mundo de las tinieblas al que se asomaba desde el umbral; a lo largo de éste, incrustado en el suelo, destacaban tres grabados en piedra: un recipiente rectangular, quizá para ofrendar a los muertos y invitarles a ascender de las profundidades, un ojo con el que obtener la visión del futuro, y una oreja que escuchaba las plegarias.
De este modo, la fertilidad de la tierra, la fecundidad humana, el conocimiento del destino, a través del curso de los astros, y las voces del interior de la tierra -como en el Canto XI de la Odisea-, y el tránsito por las etapas de la vida se aseguraban, y se conducían a buen término gracias a la presencia del santuario que, desde lo alto de la colina dominaba el asentamiento así como el territorio circundante.
Nota: Agradecimientos al profesor Joaquín Ruiz Jiménez, de la Universidad de Jaén, y arqueólogo de Puente Tablas, por las detalladas y luminosas explicaciones
sábado, 12 de julio de 2014
Íberos y Mesopotámicos: El yacimiento (oppidum) íbero de Puente Tablas
Fotos: Tocho, julio de 2014
Para quienes tenemos una imagen del mundo íbero como el de unos pueblos bárbaros a los que fenicios, griegos y finalmente romanos trataron, no siempre exitosamente, de civilizar, el yacimiento de Puente Tablas, en la cercanía de Jaén, sorprende.
Situado en una colina, como habitualmente ocurre con los poblados íberos, Puente Tablas es un oppidum -un asentamiento permanente fortificado que controla un territorio y, en este caso, ejerce de puesto fronterizo, y cobra impuestos por el tránsito de mercancías que, desde todas partes de Mediterráneo (Rodas, Egipto, Atenas, Cartago, etc.) se adentran por el sur de la Península- bien defendido, que prosperó entre los siglos VI y II aC, con un trazado urbanístico singular.
Una red de calles, de tres metros de separación, organiza unas manzanas de veintiocho metros de anchura, que comprenden dos viviendas adosadas, separadas por un doble muro medianero, y que miran, ambas, a las calles adyacentes. Las viviendas son amplias. Se organizan alrededor de un amplio patio. Comprenden elementos propios de otras culturas mediterráneas, como salas y antesalas porticadas.
Estas viviendas no obedecen a un caprichoso, sino a un proporcionado trazado. Responden a las proporciones 1, 12 y 13: estas medidas organizan la distribución de los espacios. Son, junto a las cifras, 3, 4 y 5, las que permiten trazar triángulos rectángulos, cuyos catetos y cuya hipotenusa posee un número sin decimales. Este juego de proporciones es fundamental. Los triángulos a los que da lugar permiten triangular el plano y el espacio y proyectar y construir cuadrados y rectángulos que son las figuras en las que se basan los proporcionados y regulares espacios domésticos de Puente Tablas.
Este juego de proporciones, que Pitágoras demostró, es de origen mesopotámico, y llegaría a la península seguramente gracias a los fenicios. Se aplicaba por la facilidad con la que se trazaban figuras regulares con ángulos rectos que permitían una parcelación equilibrada del territorio urbano. La primera muestra de este sistema proyectual se halla en la ciudad sumeria de Lagash, a finales del tercer milenio aC. Como demuestran los arqueólogos de este yacimiento íbero, la célebre estatua de acéfala, de diorita, del rey neo-sumerio Gudea, sentado, con una tablilla de dibujo en el regazo (hoy en el Museo del Louvre de París), incluye una regla, en la que están destacadas las muescas correspondientes a las cifras 1, 12 y 13, que permiten, mediante sumas y abatimientos, construir un triángulo rectángulo con el que ordenar el espacio.
La parcelación proporcionada del oppidum de Puente Tablas revela un conocimiento, sin duda práctico, de técnicas orientales, y demuestran, una vez más, los serios contactos culturales entre las riberas opuestas mediterráneas y la aculturación de las sociedades íberas, con una técnicas urbanas complejas, anteriormente a la conquista romana.
Nota: la visita se ha llevado, gracias a la ayuda del ISAW de Nueva York, el Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, y la generosidad del profesor Joaquín Ruiz Jiménez, arqueólogo de Puente Tablas, para la documentación para una posible exposición sobre las culturas íberas, en Nueva York, en 2017.
lunes, 7 de julio de 2014
Arquitectura y naturaleza en la arquitectura islámica (El Alhambra, Granada)
Patio de los Leones, Alhambra (Granada)
Foto: Tocho, Julio de 2014
Los mitos sumerios se distinguen de la mayoría por no relacionar la aparición de las artes y la arquitectura con la caída y el mal. En los inicios, la tierra solía ser un Edén. No necesitaba nada; espacio perfecto e incontaminado donde la vida se desarrollaba en armonía. Tras la primera falta, de súbito, la tierra quebró. Hubo de trabajarla para sobre vivir. cultivar los campos, abrir canales y levantar murallas y techos para defenderse de unos enemigos y de las inclemencias hasta entonces inexistentes. El ser humano se volvió un creador como consecuencia de un primer acto destructivo.
Por el contrario, unos mitos sumerios describen la tierra de los inicios como un lugar inhóspito, en el que se vivía "mal" -hambre, enfermedades y una vida sin sentido reinaban-, que tuvo que ser completado y perfeccionado por el dios de la arquitectura, quien transmitió a los humanos las técnicas adecuadas para hacer fructificar bienes.
La mitología árabe coránica y pre-coránica que sustenta la construcción del Alhambra en Granada logra reunir ambas concepciones antitéticas de los tiempos primigenios.
Los palacios árabes miraban a los jardines del Generalife. Éstos evocaban el Paraíso: lo reconstruían. El espacio primigenio no era virgen: por el contrario se trataba de un espacio muy construido. Generalife significa el jardín del arquitecto. La perfección originaria no se oponía al primer gesto creador, que abre un surco o levanta un muro con tierra que ha arrancado de otro lugar, abriendo profundas heridas en la tierra, sino que resultaba de un trabajo físico e intelectual. el creado era un arquitecto, como ya ocurría en la Biblia, y su primera creación era el edén que un jardín rememoraba.
Los palacios del Alhambra no son construcciones, o, mejor dicho, son construcciones naturales; no se presentan como el fruto de un acto creativo que se desmarca de la naturaleza, sino que crea la misma. El patio de los Leones está erizado por ciento veinticuatro columnas, que son las ciento veinticuatro palmeras del Paraíso. Las acequias son los ríos paradisiacos por los que fluyen los cuatro líquidos que alimentan a los dioses: el vino, la leche, la miel y el aceite. Los leones defienden el Edén de enemigos externos -el mal no es consecuencia de ninguna caida, sino que es consustancial con los bienes que la creación conlleva; toda verdadera creación auna la luz y la noche; también defienden de la negrura que ocasionalmente oscurece el alma humana.
Las salas del palacio se cubren con cúpulas de las que gotean innumerables estalactitas (múcaras). Estas formas no recuerdan un techo sino la bóveda de una gruta. y, en efecto, las estancias son grutas: espacios naturales. fue en una gruta donde el arcángel Gabriel dictó el Corán a Mahoma; las palabras descendían de lo alta y se grababan en las paredes cuyos estucos recogen la inscripción del texto sagrado.
El Alhambra, y la arquitectura islámica en general, manifiesta el gesto creador. Éste no intenta reparar ningún daño provocado por un acto criminal o impío. No se aparta de la naturaleza herida. por el contrario, canta a la naturaleza de los orígenes: es la naturaleza originaria, donde se produce la revelación, donde la luz y la palabra anidas. La arquitectura es la construcción, no de un techo que nos oculta una naturaleza que se ha vuelto inclemente, sino de la naturaleza, en un estadio originario, capaz de acoger a la divinidad. El primer gesto creador no hiere la naturaleza sino que la desvela. Ésta solo se puede concebir como un espacio construido, porque así se convierte en un espacio humano, un lugar que acoge el encuentro de hombres y dioses, la iluminación de aquéllos.
sábado, 5 de julio de 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)