viernes, 5 de septiembre de 2014
JOEL SIMON: MACROPOLIS (2012)
http://www.maker.tv/video/8JFiX6pOY6Ko/maker/thewrap/series/drinking-with-the-stars
Véase también: http://www.macropolis.tv/about.html
Buen corto de animación, que no cesa de obtener premios, del joven animador belga, que trabaja en Hollywood en... Irlanda, Joel Simon.
"Clicando" en el primer enlace, se puede ver legalmente el cortometraje.
El mito de Baucis y Filemon (o de la hospitalidad. Andrea Palladio & Giovani Battista Zenotti: frescos en la Villa Foscara, o Malcontenta, s. XVI)
Fotos 1 & 2: Tocho, Villa Foscari (llamada Malcontenta), agosto 2014
Érase una pareja de ancianos muy pobres que vivían en un mísera choza apartados de la gran ciudad. Apenas tenían pan y algo de vino para alimentarse. La urbe, radiante, se asentaba en medio de unas marismas que ríos alimentaban, mientras que la choza, a duras penas se mantenía con las cañas que sustentaban los muros.
Júpiter y su hijo Mercurio, desde lo alto del Olimpo, quisieron conocer cómo vivían los humanos y qué opinión los dioses olímpicos les merecieron. Adoptaron una forma humana, modestamente vestidos, y fueron suplicando ser alojados en la ciudad. llamaron a mil ciudades. Mil puertas entreabiertas se cerraron de un golpe seco. Cayó la noche, y los dioses, divisando lumbre a lo lejos, se presentaron, como unos viajantes, desorientados y a la intemperie ante Baucis y Filemon, quienes se ufanaron en acogerlos y ofrecerles todo lo que tenían que no era casi nada. Baucis les preparó un lecho de algas que cubrió con la mejor tela que solo extendían los días de fiesta, y aun así se avergonzaba del raído tejido. Calzaron la mesa renqueante sobre la que dispusieron algo de queso, nueces, manzanas y un cuenco con miel dorada que iluminaba la estancia, junto con la resplandeciente bondad de la mirada de Baucis y Filemón.
Luego Baucis trató de avivar la lumbre, que un día alumbraron,sepultada por las cenizas. Pronto, Filemón descubrió que las copas en la que Júpiter y Mercurio bebían no se vaciaban nunca, por lo que pensaron que los visitantes eran personas de renombre, quizá unos magos, a los que tenían que atender aun más dignamente. Se retiraron, rezaron, y cogieron una única oca que tenían, que les guardaba el hogar, pero, en el momento de sacrificarla para poder ofrecer un plato a los inesperados huéspedes, el animal voló con facilidad -Filemón apenas podía desplazarse- se refugió en el regazo de Júpiter quien les dijo entonces que no prepararan nada más.
Los dioses descubrieron quiénes eran, y pidieron a Baucis y Filemon que abandonaran su casa y ascendieran a un monte en cuya cumbre estarían a salvo, pues un diluvio se abatiría sobre la inhóspita ciudad. Al día siguiente, los ancianos descubrieron que eran los únicos supervivientes de la tierra anegada, y que su choza, convertida en un templo deslumbrante, cuyo reflejo en las aguas lo aureolaba, era la única construcción a salvo. Los dioses les pidieron que deseaban y los ancianos, tras un breve conciliabulo, se atrevieron a solicitar ser los guardianes del templo al servicio de los dioses hasta el final de sus vidas. Cuando la hora llegó, se convirtieron en árboles, plantados para siempre en el patio del templo, donde aun hoy se encuentran.
Este mito, que el poeta romano Ovidio cuenta en las Metamorfosis (VIII), fue pintado por Giovanni Battista Zenotti en la bóveda de la parte central de la planta noble de la villa palladiana Foscari (segunda mitad del s. XVI) -concebida como un universo-, y completaba un segundo fresco: un humano ahogándose, ante la mirada de un hombre de pie a punto de entrar en una barca gigantesca que una henchida ola ya levanta: el bíblico diluvio.
El fresco de Zenotti -al que la exposición sobre El Veronés, pintor que también trabajó con Palladio, en Verona, hoy, invita a recordar- es una alegoría de la hospitalidad sin duda, pero también recuerda que las villas que los nobles venecianos mandaron edificar a lo largo del canal del río Brenta, entre Venecia y Padua, y que ocupaban en verano, eran hogares a salvo de la declinante Venecia siempre asediada por las aguas: hogares libres del mal, aptos para acoger a quienes querían escapar -inútilmente, empero- de las seducciones e ilusiones de la laguna.
jueves, 4 de septiembre de 2014
WILLEM DE KOONING (1904-1997) Y EL ARTE SUMERIO
A finales de los años cuarenta, un joven pintor holandés, Willem de Kooning, emigrado a los Estados Unidos, visitó las salas expositivas del Departamento del Próximo oriente Antiguo del Museo Metropolitano de las Artes de Nueva York. Se fijó en una estatua sumeria de unos treinta centímetros de alto, en buen estado, si no fuera por la pérdida de los pie (que impíde que la estatua se mantenga por si misma). Representaba a una figura masculina, de pie -aunque, irónicamente, sin miembros inferiores-, con una larga falda de piel de cordero -la vestimenta tradicional de los sacerdotes sumerios durante los rituales-, las manos juntas en signo de admiración, respeto o sumisión, y los ojos desmesuradamente abiertos. La estatua quizá estuviera pintada enteramente, si bien, hoy solo guarda trazas de color en la barba, y conserva aun las incrustaciones coloreadas de los ojos, como un mosaico de pupilas.
Se ha interpretada esta figura, como la mayoría de las estatuas sumerias, como un sustituto de un orante que, a través de la estatua, depositada ante o cerca de la efigie de la divinidad, en el corazón del templo, gozaría de la protección divina para la eternidad.
Esta figura fue el detonante de una serie inicial de seis cuadros al óleo -acompañada de dibujos, grabados y otros cuadros de similar temática, que que no forman parte de la emblemática serie-, que representan a gruesas mujeres, de pie, en la que destacan, no solo o no tanto, la exuberancia de las formas, sino los ojos desmesurados, óculos negros remarcados por gruesas figuras de rombos.
De Kooning pintó la serie, titulada Mujer (Woman, I-VI), en telas de diversos tamaños -algunos muy grandes-, entre 1950 y 1953. Los colores y las pinceladas tenían la violencia de los últimos cuadros de Rubens, con los que se han comparados a veces. Sumer, y no tanto Rubens, fue el acicate, empero.
Se ha considerado que abrió la vía para un nuevo -ismo: el Expresionismo abstracto, que rompía con el surrealismo aún imperante. Esta apertura vino marcada por el descubrimiento del arte sumerio, aún poco apreciado en los Estados Unidos, y aun menos exhibido.
Una próxima muestra, Arqueología y Estética. El Pasado como Presente, en el Instituto de Estudios del Arte Antiguo (ISAW), en Nueva York, a partir de febrero del año que viene, expondrá conjuntamente por vez primera, una de las "Mujeres" de De Kooning junto a la estatua sumeria, desencadenante de una nueva manera de concebir y practicar el arte (de la pintura) y de relacionarlo con el mundo.
El arte sumerio aún no ha librado todos sus secretos
miércoles, 3 de septiembre de 2014
LUIGI NONO (1924-1990: PROMETEO (1984-1985)
Las demás filmaciones de este extraordinario "oratorio" sobre el dios griego de las artes se hallan junto al primer vídeo, visible y audible legalmente en Youtube.
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