domingo, 12 de octubre de 2014
WILLIAM EGGESTON (1939): MUDDY MEMPHIS (AÑOS SETENTA) -FROM B&W TO COLOR, FUNDACIÓN CARTIER-BRESSON, PARIS, 2014-
Los mismos moteles, las mismas gasolineras desvencijadas, los mismos aparcamientos vacíos bajo una sucia mancha de luz. William Eggleston revisa la iconografía de los suburbios y asentamientos norteamericanos, pero enciende el color. Y el color empapa la imagen, le da casi cuerpo, como si fuera sangre: crudo y turbio. Las imágenes en blanco y negro de tantos fotógrafos, revelan la verdadera naturaleza de cruces, anuncios, postes, casuchas e interiores falsamente lujosos, que el blanco y negro ennoblecía. Los colores chillones, los materiales barato, los desconches, y la hiriente luz de los fluorescenrtes, o los colores eléctricos y falsos del atardecer muestran la vulgaridad de espacios urbanos vacíos, y de interiores demasiado grandes, vistos desde el punto de vista de un perro, a veces, o en los que algunos paseantes o habitantes miran de refilón o parecen huir como si tuvieran algo que esconder. Y, sin embargo, en éstos Eggleston encuentra humanidad y una insólita poesía en las esquinas grasientas, en el encuentro grotesco de unos rulos y una taza de váter de un cuatro de baño de lo que no pude ser sino un motel de carretera. Eggleston pone el acento en el paso de los aun sobrios años cincuenta y sesenta a los chirriantes años setenta en los que los colores y materias demasiado brillantes ponen al descubierto una mayor soledad y abandono. Son imágenes de espacios mugrientos, en los que la sucierdad, o la realidad acaba imponiéndose sobre los brillos y la tersura de formas y materiales hechos para deslumbrar por poco tiempo. Como si un sueño concluyera. Las imágenes parecen el retrato de los residuos de una fiesta en las que, en el fondo, nadie se lo hubiera pasado bien todo y habiendo fingido -y quizá sentido- alegría. Una fiesta muy humana.
La Fondation Cartier-Bresson de paris organiza una muestra antólogica, From B&W to Color, de la obra de este fotógrafo norteamericano.
viernes, 10 de octubre de 2014
PATRICK MODIANO (1945): L´HERBE DES NUITS (LA HIERBA DE LAS NOCHES, 2012)
Hierba, o mal hierba, nocturna, aves de mal agüero que alzan el vuelo de noche. Recuerdos sepultados bajo las hierbas que los invaden. Hierbas que crecen al azar, introduciendo una maravillosa sensación de libertad -y de abandono y desolación, también- por las severas calles vacías de una ciudad.
Gracias a las notas que tomó en su día en un carnet de tapas negras que aún guarda, y a las preguntas de un comisario de policía que le interroga acerca de sus andanzas cuarenta años antes, el protagonista parte a la búsqueda de una mujer que conoció y amó quizá, y de su banda de amigos y conocidos, reunidos al fondo de las salas de café, de madrugada, antes de que desaparecieran. Pero no se trata de una novela policíaca aunque lo parezca. El misterio no cuenta. Y la indagación tampoco se dirige hacia la mujer y sus amigos sino, en verdad, acerca de un barrio de París que ya no es: el barrio de Montparnasse, a principios de los años 60, el distrito 13.
Al igual que hiciera entonces, recorre las calles de noche. Un barrio lúgubre solitario, no solo por la hora a la que lo explora, sino porque alberga una cárcel y un inmenso hospital, parapetados detrás de altos muros ciegos que dibujan una interminable barrera por la que solo se mueven las sombras de los paseantes ocasionales cuando transitan cerca de la luz de las farolas o cuando quedan atrapados bajo los focos de un coche que circula a gran velocidad por la calle desierta.
Busca a figuras, pero contempla fachadas, tras las cuales se esconden, quizá, los secretos que no quiere descubrir. Recorrió pisos de noche, bajo luces tamizadas ocasionales, cuidando de correr gruesos cortinajes cuyos dueños u ocupantes habían salido, y vivió en casas de campo en las que no hubiera tenido que estar. Se interna hoy por pasillos, a cuyos lados se abren puertas de despachos impersonales, en la planta baja de un edificio anónimo, que siguen, sin duda, las trazas de un callejón sin salida que ha desaparecido. Busca y no encuentra. Los recuerdos se fragmentan, forman un libro del que se hubieran arrancado páginas, debido, no tanto al paso del tiempo sino a la visión, siempre parcial e incompleta, vista bajo el movedizo haz de un óculo de luz, del mundo por el que deambulaba.
Casas, calles y cafés, hogares y hoteles que han cambiado, de aspecto o de nombre, de clase o de función, o, por el contrario, han permanecido igual, como si hubieran quedado momificados, sin el menor resquicio de vida.
"Le quartier étai neuf, assaini, comme s´il avait été reconstruit sur l´emplacement d´un îlot insalubre. Et si la plupart des immeubles était les mêmes, ils vous donnaient l´impression de vous trouver en présence d´un chien empaillé, un chien qui avait éte le vôtre et que vous aviez aimé de son vivant."
L´herbe des nuits: un maravilloso deambular, bajo la cruda luz eléctrica, por calles y manzanas de un barrio que ya no es, porque ya no puede ser como fue, siguiendo el hilo de las breves notas de un diario, los recuerdos, las preguntas cansadas del investigador, planos y mapas urbanos y de carreteras, tratando de reconstruir los viajes del pasado, y la trama de París de hoy en día, que solo existe en el recuerdo del protagonista, una imagen inmune al tiempo y por tanto irreal.
La novela del último Premio Nobel de Literatura ha sido traducida en castellano y catalán
jueves, 9 de octubre de 2014
Avatar (la encarnación de un dios)
Los hombres de todos los tiempos saben y han sabido que las fuerzas sobrenaturales son invisibles. Los dioses, los héroes, los antepasados, los espíritus, los fantasmas son entidades desencarnadas e informes. Son fuerzas que escapan a la humana visión y comprensión. Ningún humano ha creído verdaderamente que los dioses tuvieran forma humana, animal o híbrida. Tampoco han creído que las estatuas, los fetiches y las piedras fueran dioses. Éstos no tienen cuerpo ni ocupan lugar alguno. Escapan o son inmunes a las limitaciones temporales y espaciales: no nacen ni mueren, o nacen y mueren cada año, y están en todas partes y en ningún sitio. Por eso se les puede rogar simultáneamente en todo momento y en cualquier lugar.
Pero los humanos también sabemos que no podemos esperar nada del más allá si no logramos ver el rostro del ente sobrenatural. Éste tiene que manifestarse sensiblemente a fin que sepamos hacia dónde y a quien remitir nuestras plegarias. En ocasiones, la divinidad se esconde tras un fenómeno natural que señala así, de manera indirecta, la presencia velada de aquélla: una zarza ardiendo, o una espesa nube negra en lo alto de una montaña son indicios que denotan que teas estos fenómenos la divinidad aguarda.
En la mayoría de las culturas, sin embargo, los dioses invisibles se revelan de tanto en tanto a los ojos de los humanos. Esta manifestación corpórea es un avatar, un concepto que procede de la religión hindú, pero que se puede aplicar a la mayoría de las concepciones sagradas del mundo. Un avatar en una divinidad que se revela físicamente. El avatar es y no es la divinidad. Se trata de la divinidad proyectada en el tiempo y el espacio. El avatar es una imagen sensible. Emana de la divinidad. Revela un rostro de la misma. Pero no es la divinidad que, por definición, no tiene rostro. Por tanto, un avatar nace o brota de una divinidad. De algún modo es su hijo: procede de aquélla. La divinidad y su avatar son y no son una misma entidad. Son la misma divinidad, pero el avatar nace de aquélla, la cual actúa de padre, o de emisario del mismo. Lo emitido el agente emisario, el padre y el hijo se parecen, sin duda. Uno es carne del otro. Procede de sus entrañas. Pero padre e hijo son también distintos, entre otras razones, porque los hijos suceden a los padres. No existen desde siempre. Los hijos convierten a la divinidad emisaria en un padre. Le otorgan una distinta condición.
Así, Krishna es el avatar de Vishnu y, se podría llegar a decir, que Cristo es el avatar de Yahvé. El avatar -siempre visible- y la divinidad -invisible- de la que ha emanado, son una misma divinidad, pero también son dos divinidades. Rogar a Cristo es rogar a Dios, sin duda, pero solo se puede rogar verdaderamente a Cristo. El avatar media entre el hombre y la divinidad. Pero no necesita de la divinidad. Puede actuar libremente. La divinidad le concede este poder. Representa en todo lugar y bajo cualquier condición a la divinidad. Es su representante en la tierra y está facultado para atender y responder a los humanos.
Esta concepción también se dio en Grecia bajo una forma peculiar. Los dioses olímpicos son invisibles, no cabe duda. Adoptan formas humanas cuando se dirigen a los humanos: es decir, se esconden tras unas formas humanas o se disfraza de éstas. Pero también se manifiestan en determinados lugares de una manera singular, con formas y atributos propios. Así, un griego nunca rogaba a Zeus, necesariamente inconcebible e invisible, sino al Zeus de Dodona, que era una manifestación o avatar, ligado a un lugar dado, de Zeus. Del mismo modo, La Artemisia de Éfeso era distinta de la Artemisia de Brauron y ambas eran avatares de la invisible Artemisia. Eran y no eran la misma diosas. Los avatares eran las estatuas de culto, imprescindibles al culto precisamente porque revelaban un rostro de la divinidad. Esta necesidad imperiosa de las imágenes también se ha dado en el cristianismo, donde los iconos reflejan una faz humana, perceptible y comprensible de Cristo que, recordemos en un dios que es una imagen cuya imagen el icono fija y multiplica como en un juego de espejos.
¿Significa eso que los humanos han creído en una única divinidad? No, han creído en una única fuerza o sustancia divina, peto han dirigido sus plegarias a las múltiples y variopintas manifestaciones divinas, a sus múltiples rostros, siempre adaptados a las necesidades humanas en un lugar y un momento dados..
miércoles, 8 de octubre de 2014
NICHOLAS NIXON (1947): THE BROWN SISTERS (LAS HERMANAS BROWN, 1975-¿?)
Al ver a su mujer junto a sus hermanas, un día del verano de 1975, el fotógrafo americano Nixon les pidió si estarían de acuerdo en que las fotografiara juntas cada año. Aceptaron. Acodaron que se dispondrían del mismo modo, sin prestar atención al vestuario, el corte de pelo y la pose. Debían estar allí simplemente: cuatro presencias. Acuerdan y conjugan agendas y se reúnen un día. Nunca han faltado a la cita ante el ojo de Nixon.
Mirar o no a la cámara. Nixon no se interesa ni le interesa qué expresan, sus vidas, de las que nada sabemos. Solo son un nombre y cuatro seres ante nosotros. No hay alegría ni dolor. Tan solo podemos intuir, por algún gesto imperceptible -una mirada, la posición de los labios, una mano o un brazo- qué les ocurre, sin que podamos estar seguros, vanos o fatuos intentos de ir más allá de la imagen. Y, sin embargo, vemos que no son máscaras ni seres reducidos a un apariencia. Son y están ante nosotros, y quizá estén más vivas que nosotros. Nos miran sin sentir ningún interés especial. No atraen ni rechazan la cámara. Ésta es el órgano que atestigua que están aquí, y que quizá incluso les de el ser que en la vida puede que -sin duda- no tengan. Pero no son imágenes, sino que la imagen crea -y revela, al crearla- su entidad. Son en la imagen. aunque intuimos que su vida, juntas o separadas, acontece lejos de la cámara.
También intuimos que el tiempo es el factor que constituye la serie. No solo porque muestra el paso del tiempo en rostros y cuerpos, sino porque genera y da sentido a la serie. Esta tiene que concluir. Un año, quizá pronto, ésta se interrumpa, por la desaparición del fotógrafo, o una o varias hermanas. Y este momento es próximo, más próximo que cuando la serie, un día de estío en los Estados unidos, esta serie que ya incluye treinta y nueve retratos de grupo, se inició. Una vida
Las Brown Sisters es una de las series fotográficas (en proceso de realización -y acabamiento-), y uno de los retratos más sobrecogedores y enigmáticos del siglo XX y XXI.
El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) expondrá la serie completa completa -a la espera del próximo verano, quizá- el próximo mes de Noviembre.
Existen siete ejemplares. Una serie completa se halla en la Fundación Mapfre de Madrid. Debería ser de obligada visión.
martes, 7 de octubre de 2014
KINDNESS (ADAM BAINBRIDGE, 1982): HOUSE (2012) / GENEVA (2014)
http://www.mp3boo.com/mp3/247764-kindness-geneva-2014
https://soundcloud.com/terrible-records/kindness-house o
https://community.musixmatch.com/es/letras/Kindness/House
Dos temas del cantante y músico británico Adam Bainbridge que poco a poco se imponen
La página web del artista es: http://www.adambainbridge.com/
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