miércoles, 12 de agosto de 2015
MATTEO MEZZADRI (1973): LE CITTÈ MINIME (CIUDADES MÍNIMAS, 2012)
El fotógrafo italiano publicitario Matteo Mezzadri construyó con distintos tipos de ladrillo una "maqueta" de ciudad, que fotografió. La serie, titulada "Ciudades mínimas" se ha expuesto recientemente en la pequeña ciudad italiana de Carpi, cerca de Bolonia.
martes, 11 de agosto de 2015
Iglesia hermosa (etíope, en Calais)
Quizá el arte y la arquitectura sea eso: construir lo superfluo sin lo que no se puede vivir. En la intemperie, la indignidad con la que se les trata, el rechazo que despiertan, la negación del futuro, la falta de recursos, de pronto, una obra maestra : una capilla, hermosa levantada por refugiados etíopes en un descampado en Calais (Francia), que una madre con un bebé en brazos contempla, ante la que unos emigrantes sin nada se sientan, como si tuvieran algo grande, que da sentido, que posee la forma exacta que suscita una sensación de belleza en medio de un solar pelado. Un signo, seguramente inútil, de que aún se puede construir (un edificio, una vida) cuando no se tiene nada.
Idea y ciudad (proyecto y construcción): la creación divina según Filón de Alejandría
Los dioses, en Grecia, no eran los entes supremos. Por encima de ellos, se hallaba el Destino, o las tres diosas del destino que manejaban los hilos de los que pendían y dependían incluso el propio padre de los dioses Zeus.
Fue posiblemente Platón que descubrió que existían también otros entes en lo alto de la jerarquía celestial, superiores a los dioses: las ideas. Las ideas (las formas ideales) preexistían y fueron utilizadas por los dioses para crear el mundo.
Esta concepción no cuadraba con la visión judía y cristiana del universo. Nada existía antes y por encima de Dios. Es cierto que las aguas ya estaban cuando el soplo de dios las arremolinó e hizo surgir de los fondos los cuerpos que configurarían el universo, pero el supremo creador seguía siendo la divinidad. Por tanto, las ideas -cuya existencia no se negaba- no podían estar fuera y por encima de dios sino en su testa.
Fue así cómo el teólogo helenístico judío, Filón de Alejandría (segunda mitad del s. I aC-primera mitad del s. I dC), de formación platónica, concilió las concepciones griega y judeo-cristiana acerca de las relaciones entre el Sumo Creador y las Ideas creativas.
Filón determinó que, del mismo modo que un arquitecto planifica mentalmente una ciudad antes de construirla, Dios ideó el universo antes de materializarlo, si bien no quedó perfectamente claro si estas ideas fueron formadas por él o ya existían en su mente. La creación exigía un modelo. Para que la creación fuera perfecta debía existir primeramente en tanto que proyecto ideal y luego reproducir dicha composición mental. La idea era lo que garantizaba la perfecta creación. Ésta dependía no en el hacer sino en el idear, aunque no se sabía si dicha idea preexistía en la mente del creador y se le imponía como una necesidad, o si el creador era capaz de idear primero antes de modelar la materia. Filón parece indicar que dios ideó, aunque no se indica cómo y a partir de qué ideó. Es posible que la creación ex-nihilo, un concepto que no se dio antes de la Edad Media, no fuera material sino ideal: Dios creó el mundo a partir de una idea que forjó y que luego plasmó en la materia preexistente. Esta manera de crar era la del arquitecto. La creación del mundo era similar a la creación de una ciudad. La imagen poderosa del dios arquitecto, que tanta relevancia tuvo a partir de la Edad Media, se apoya, en gran parte en Filón de Alejandria.
"16. Dios, en efecto, como que es Dios, conocía de antemano
que ninguna copia hermosa podría ser producida jamás sino a partir de un modelo
hermoso, y que ninguna de las cosas sensibles podría ser irreprochable si no
era hecha como copia de un arquetipo y forma ejemplar aprehensible por la
inteligencia. Y así, habiéndose propuesto crear este mundo visible, modeló
previamente el mundo aprehensible por la inteligencia, a fin de usarlo como
modelo incorpóreo y acabada imagen de la Divinidad en la producción del mundo
corpóreo, creación posterior, copia de una anterior, que había de encerrar
tantas clases de objetos sensibles cuantas de objetos mentales contenía ésta.
17. No es legítimo suponer o decir que el mundo constituido
por las formas ejemplares se halla en un determinado lugar, pero sabremos cómo
está constituido si consideramos atentamente cierta imagen tomada de nuestra
propia experiencia. Cuando se va a fundar una ciudad para satisfacer los
ambiciosos proyectos de algún rey o gobernante que, apropiándose de un poder
sin límites y a la vez concibiendo brillantes ideas, busca añadir nuevo lustre
a su prosperidad, algún arquitecto experto, tras acudir una y otra vez al lugar
y observar sus ventajas de clima y posición, concibe primero en su mente el
plano de casi todas las partes de la ciudad que se está a punto de fundar:
templos, plazas, puertos, depósitos, calles, emplazamientos de murallas,
ubicación de casas y demás edificios públicos.
18. Luego, habiendo recibido en su alma, como en una cera,
las imágenes de cada una de ellas, lleva consigo la representación de una
ciudad concebida por la inteligencia; y después de haber retenido5 esas
imágenes mediante su innata capacidad de recordar, e impreso sus rasgos con más
intensidad aún en su inteligencia, comienza, como avezado artífice, con la
vista puesta en el modelo, a construirla con piedras y maderas, cuidando que
los objetos corpóreos sean iguales totalmente a cada una de las incorpóreas
formas ejemplares.
5 La mnéme = memoria, es, según Filón la facultad de
conservar presentes los recuerdos, a diferencia de la anamnesis =
reminiscencia, que es la capacidad de reactualizarlos tras el olvido.
19. Pues bien, en lo que a Dios hace hemos de pensar que
procedió de manera análoga; que, resuelto a fundar la gran ciudad 6, concibió primero las características de la
misma, y habiendo conformado mediante ellas un mundo aprehensible por la
inteligencia, fue produciendo en acabada forma también el mundo perceptible por
los sentidos, empleando para ello aquél como modelo.
6 Es decir, el mundo o universo.
20. V. Así, pues, como la ciudad concebida previamente en el
espíritu del arquitecto no ocupa lugar alguno fuera de él, sino se halla
impresa en el alma del artífice, de la misma manera el mundo de las formas
ejemplares no puede existir en otro lugar alguno que no sea el logos Divino,
que las forjó con ordenado plan. Porque, ¿qué otro lugar habría apto para
recibir y contener en su pureza o integridad, no digo todas, pero ni siquiera
una sola cualquiera de ellas, aparte de Sus potencias?"
(Filón de Alejandría: Sobre la creación del mundo según Moisés -De Opificio Mundi-, 16-20)
lunes, 10 de agosto de 2015
Espacio y bienestar (Filón de Alejandría: comentario al Génesis 2-3)
El comiendo del relato del Génesis, en el Antiguo Testamento, presenta numerosos hechos extraños. Yahvé crea dos veces a Adán y Eva: una primera vez crea a un ser hermafrodita, para luego modelar a un adán (que significa hombre de barro), llamado Adán, de cuyo costado extrae una mujer llamada Eva (Vida), tras llevar a cabo la creación del mundo en dos ocasiones; el mundo está poblado de Gigantes, de Hijos de Dioses, de innumerables mujeres, etc.
La causa de este revuelo reside seguramente en que los escribas recurrieron a varias tradiciones míticas que no lograron armonizar.
Uno de los elementos más extraños concluye la creación: la expulsión de Adán y Eva del Edén. En el Edén se hallaba el Árbol del conocimiento, y el árbol de la vida. La pareja primigenio es condenada, primeramente, por haber probado el fruto del primer árbol, pero es expulsada por la ingestión del fruto del segundo. En este caso, además, Yahvé comenta para sí mismo que puesto que el adán se ha convertido en un dios, tras haber ingerido el fruto del árbol del conocimiento, el del árbol de la vida le es vetado, puesto que le concedería la inmortalidad. Es decir, la sabiduría es incompatible con la vida eterna.
Filón de Alejandría (Preguntas y respuesta acerca del Génesis) fue un estudioso judío de la primera mitad del siglo I dC. Escribió una lectura personal del Génesis. Según él, Yahvé creó realmente dos adanes: uno, de barro, desinformado, resultado de la mezcla de carne y espíritu (una concepción más neoplatónica que propiamente judía), y otro, a imagen suya, educado. El primer adán trabajaba en el Edén porque necesitaba elevarse, el segundo no requería formación alguna. Era como un dios.
El adán de barro cultivaba el árbol del conocimiento, cuyo fruto no estaba vetado. Este cultivo era real y metafórico, ya que mientras cuidaba del árbol se formaba, se educaba, lo que l permitió disfrutar de una "alegría espaciosa". Su alegría, su vitalidad venía de no hallarse constreñido. Halló su lugar. El conocimiento le permitió hacerse con el espacio, y encontrarse bien, habiéndose encontrado a sí mismo. Esta importancia del árbol de conocimiento llevó a los gnósticos a postular que Jesús fue la serpiente quién tentó a los humanos a probar del fruto de este árbol, y la expulsión del Edén no tuvo como consecuencia la muerte sino la ignorancia, la pérdida de un lugar propio, la des-ubicación, la sensación de extrañeza ante el espacio.
Esta observación podría contradecir la creencia en la oposición entre el edén, un espacio incontaminado, libre de actuaciones u obras humanas, y la edificación. Sin embargo, el Génesis bíblico indica que Adán tenía que cuidar y defender el edén. Filón de Alejandría dotó de un contenido alegórico el trabajo agrícola del adán. Éste se formaba porque cuidaba del espacio. Intervenía en él; cuidaba de que se adaptase a sus necesidades. el edén existía para el adán. Se trataba de un espacio preparado y mantenido diariamente para el hombre. Y de esta perfecta relación entre el espacio y el humano, de la perfecta habitabilidad del edén, resultaba la vitalidad, la buena vida del adán. El ser humano trabajaba el espacio parra hacérselo suyo; la conformación del espacio convertía al adán en un ser plenamente humano, formado porque había había encontrado su lugar en la vida.
La causa de este revuelo reside seguramente en que los escribas recurrieron a varias tradiciones míticas que no lograron armonizar.
Uno de los elementos más extraños concluye la creación: la expulsión de Adán y Eva del Edén. En el Edén se hallaba el Árbol del conocimiento, y el árbol de la vida. La pareja primigenio es condenada, primeramente, por haber probado el fruto del primer árbol, pero es expulsada por la ingestión del fruto del segundo. En este caso, además, Yahvé comenta para sí mismo que puesto que el adán se ha convertido en un dios, tras haber ingerido el fruto del árbol del conocimiento, el del árbol de la vida le es vetado, puesto que le concedería la inmortalidad. Es decir, la sabiduría es incompatible con la vida eterna.
Filón de Alejandría (Preguntas y respuesta acerca del Génesis) fue un estudioso judío de la primera mitad del siglo I dC. Escribió una lectura personal del Génesis. Según él, Yahvé creó realmente dos adanes: uno, de barro, desinformado, resultado de la mezcla de carne y espíritu (una concepción más neoplatónica que propiamente judía), y otro, a imagen suya, educado. El primer adán trabajaba en el Edén porque necesitaba elevarse, el segundo no requería formación alguna. Era como un dios.
El adán de barro cultivaba el árbol del conocimiento, cuyo fruto no estaba vetado. Este cultivo era real y metafórico, ya que mientras cuidaba del árbol se formaba, se educaba, lo que l permitió disfrutar de una "alegría espaciosa". Su alegría, su vitalidad venía de no hallarse constreñido. Halló su lugar. El conocimiento le permitió hacerse con el espacio, y encontrarse bien, habiéndose encontrado a sí mismo. Esta importancia del árbol de conocimiento llevó a los gnósticos a postular que Jesús fue la serpiente quién tentó a los humanos a probar del fruto de este árbol, y la expulsión del Edén no tuvo como consecuencia la muerte sino la ignorancia, la pérdida de un lugar propio, la des-ubicación, la sensación de extrañeza ante el espacio.
Esta observación podría contradecir la creencia en la oposición entre el edén, un espacio incontaminado, libre de actuaciones u obras humanas, y la edificación. Sin embargo, el Génesis bíblico indica que Adán tenía que cuidar y defender el edén. Filón de Alejandría dotó de un contenido alegórico el trabajo agrícola del adán. Éste se formaba porque cuidaba del espacio. Intervenía en él; cuidaba de que se adaptase a sus necesidades. el edén existía para el adán. Se trataba de un espacio preparado y mantenido diariamente para el hombre. Y de esta perfecta relación entre el espacio y el humano, de la perfecta habitabilidad del edén, resultaba la vitalidad, la buena vida del adán. El ser humano trabajaba el espacio parra hacérselo suyo; la conformación del espacio convertía al adán en un ser plenamente humano, formado porque había había encontrado su lugar en la vida.
domingo, 9 de agosto de 2015
GEORGES PEREC (1936-1982): LES CHOSES (LAS COSAS, 1964)
Los arquitectos modernos tienen como libro de cabecera Especies de espacio del novelista francés Perec: una enumeración de tipos de lugares usuales.
No se trata de la única referencia arquitectónica y urbanística en la obra de Perec que llegó hasta a iniciar un texto, inacabado, abandonado por la imposibilidad de redactarlo, sobre distintos lugares de París con los que se relacionaban, descritos minuciosamente siguiendo una reglas muy precisas. Como explicaba el novelista, no reproducía lugares, sino que los creaba. La escritura, un trabajo que no obedecía a la inspiración sino al esfuerzo regulado, interponía un velo entre el escritor y el entorno descrito, de tal modo que el texto sustituía el tema tratado, la ciudad, casi siempre.
Su primera novela se titula Las Cosas. La escribió a los veintisiete años, la edad de los protagonistas en el momento en que concluye el relato: una pareja joven contrapone sus sueños con la vida que llevan. Tanto en la realidad cuanto en los anhelos, las cosas los envuelven, los fascinan y los marcan. La lista de cosas que aprecian, a las que aspiran, o que menosprecian es interminable: alimentos, enseres, espacios: libros, discos, recuerdos, muebles, ropa, platos, plantas. La búsqueda de las mismas define su vida.
La casa de los sueños, junto con las casas que habitan -sin desearlas-, descritas paso a paso o, mejor dicho, enumeradas, son los espacios en los que se proyectan los personajes, que los reflejan. Son aquello que querrían tener, o que poseen, son los espacios en los que querrían vivir, en los que viven o en en los que nunca podrán estar.
la novela está escrita en pretérito imperfecto o en futuro: los protagonistas no dejan, cada día, de soñar en lo mismo (la posesión de objetos inalcanzables que les llegarían milagrosamente, por azar, una herencia, etc., es decir, sin esforzarse, sin tener que sucumbir a las reglas de juego de la sociedad, a las costumbres, a lo que se espera de ellos), o sueñan en lo que acontecerá (o querrían que aconteciera); la novela empieza, sin embargo, en condicional en pasado, largas páginas que parecen contar lo que no había ocurrido ni ocurriría, como si la narración, pese al "realismo", no tuviera que ver con el presente, porque narra lo que hubieran querido, antes de que la realidad se impusiera.
Los protagonistas trabajan en empresas de publicidad. Realizan encuestas sobre los gustos, los modos de vida, la relación con los objetos: cómo se usan, si se usan (los hombres, ¿comen yógur? ¿con los dedos, a sorbos o con una cuchara? ¿que les lleva a escoger uno? ¿ el sabor, el color, el olor, la textura?). Los entrevistados se definen a través de su relación con los objetos, manera de presentarse, de ser, que también afecta a los jóvenes encuestadores.
Aspiran a poseer más, a disponer de cosas que se hallan siempre tras una vitrina. pasan los días de fiesta, los atardeceres paseando, "lamiendo vitrinas", como se dice en francés. Se ven reflejados en las lunas, se ven poseyendo lo que está más allá; el único contacto que establecen con las cosas es visual, cuando las ven, cuando descubren su cara espectral reflejada superpuesta a las cosas expuestas; y cuando sueñan.
Sueñan con ciudades que no sean la gris y provinciana Sfax, en Túnez, donde pasan un año enseñando, o la cerrada y burguesa Burdeos donde se instalan, que no sean los inquietantes o siniestros barrios de París donde se inician. Sueñan con el Paraíso y las casas de cristal que pintara El Bosco en el Jardín de las delicias, o Patinir en la barca de Caronte:
"pasaban ante fachas de acero, maderas exóticas, vidrio, mármol. En la entrada, a lo largo de un muro de vidrio tallado que reenvíaba millones de arcos iris a la ciudad, brotaba del piso quincuagésimo una cascada que vertiginosas escaleras de caracol de aluminio rodeaban.
Ascensores los transportaban. Seguían pasadizos zigzagueantes, ascendían por escalones de cristal, recorrían galerías bañadas de luz donde se disponían en fila, hasta donde la vista alcanzaba, estatuas y flores, donde corrían limpios riachuelos sobre lechos de guijarros de múltiples colores.
Puertas se abrían ante ellos. Descubrían piscinas a cielo abierto, cámaras silenciosas, teatros, palomares, jardines, acuarios, museos minúsculos, concebidos para su uso personal donde se exponían, en los cuatro ángulos de una pequeña estancia de paneles cortados, cuatro retratos flamencos. Había salas que no eran más que rocas, otras que eran junglas; el mar se rompía en otras; finalmente, pavos reales se paseaban en otras. Del techo de una sala circular colgaban estandartes. Músicas suaves resonaban en laberintos inagotables; una sala de formas extravagantes parecía no tener otra función que desencadenar interminables ecos; el suelo de otra, según las horas del día, reproducía el esquema variable de un juego complicado.
En los subterráneos inmensos, hasta el infinito, funcionaban máquinas dóciles".
La novela, quizá menos conocida, maravillosamente escrita, traducida por Anagrama al español y por la Magrana al catalán (existe una edición previa, descatalogada, en Seix Barral) , merece ser leída para saber qué somos, dónde vivimos.
A los veintiocho años apenas, Silvia y Jerónimo se rinden. Aceptan, como los amigos a los que ya no veían, un puesto de trabajo fijo en una empresa que no les gusta y en una ciudad en la que no sueñan. Son ya como los demás.
No se trata de la única referencia arquitectónica y urbanística en la obra de Perec que llegó hasta a iniciar un texto, inacabado, abandonado por la imposibilidad de redactarlo, sobre distintos lugares de París con los que se relacionaban, descritos minuciosamente siguiendo una reglas muy precisas. Como explicaba el novelista, no reproducía lugares, sino que los creaba. La escritura, un trabajo que no obedecía a la inspiración sino al esfuerzo regulado, interponía un velo entre el escritor y el entorno descrito, de tal modo que el texto sustituía el tema tratado, la ciudad, casi siempre.
Su primera novela se titula Las Cosas. La escribió a los veintisiete años, la edad de los protagonistas en el momento en que concluye el relato: una pareja joven contrapone sus sueños con la vida que llevan. Tanto en la realidad cuanto en los anhelos, las cosas los envuelven, los fascinan y los marcan. La lista de cosas que aprecian, a las que aspiran, o que menosprecian es interminable: alimentos, enseres, espacios: libros, discos, recuerdos, muebles, ropa, platos, plantas. La búsqueda de las mismas define su vida.
La casa de los sueños, junto con las casas que habitan -sin desearlas-, descritas paso a paso o, mejor dicho, enumeradas, son los espacios en los que se proyectan los personajes, que los reflejan. Son aquello que querrían tener, o que poseen, son los espacios en los que querrían vivir, en los que viven o en en los que nunca podrán estar.
la novela está escrita en pretérito imperfecto o en futuro: los protagonistas no dejan, cada día, de soñar en lo mismo (la posesión de objetos inalcanzables que les llegarían milagrosamente, por azar, una herencia, etc., es decir, sin esforzarse, sin tener que sucumbir a las reglas de juego de la sociedad, a las costumbres, a lo que se espera de ellos), o sueñan en lo que acontecerá (o querrían que aconteciera); la novela empieza, sin embargo, en condicional en pasado, largas páginas que parecen contar lo que no había ocurrido ni ocurriría, como si la narración, pese al "realismo", no tuviera que ver con el presente, porque narra lo que hubieran querido, antes de que la realidad se impusiera.
Los protagonistas trabajan en empresas de publicidad. Realizan encuestas sobre los gustos, los modos de vida, la relación con los objetos: cómo se usan, si se usan (los hombres, ¿comen yógur? ¿con los dedos, a sorbos o con una cuchara? ¿que les lleva a escoger uno? ¿ el sabor, el color, el olor, la textura?). Los entrevistados se definen a través de su relación con los objetos, manera de presentarse, de ser, que también afecta a los jóvenes encuestadores.
Aspiran a poseer más, a disponer de cosas que se hallan siempre tras una vitrina. pasan los días de fiesta, los atardeceres paseando, "lamiendo vitrinas", como se dice en francés. Se ven reflejados en las lunas, se ven poseyendo lo que está más allá; el único contacto que establecen con las cosas es visual, cuando las ven, cuando descubren su cara espectral reflejada superpuesta a las cosas expuestas; y cuando sueñan.
Sueñan con ciudades que no sean la gris y provinciana Sfax, en Túnez, donde pasan un año enseñando, o la cerrada y burguesa Burdeos donde se instalan, que no sean los inquietantes o siniestros barrios de París donde se inician. Sueñan con el Paraíso y las casas de cristal que pintara El Bosco en el Jardín de las delicias, o Patinir en la barca de Caronte:
"pasaban ante fachas de acero, maderas exóticas, vidrio, mármol. En la entrada, a lo largo de un muro de vidrio tallado que reenvíaba millones de arcos iris a la ciudad, brotaba del piso quincuagésimo una cascada que vertiginosas escaleras de caracol de aluminio rodeaban.
Ascensores los transportaban. Seguían pasadizos zigzagueantes, ascendían por escalones de cristal, recorrían galerías bañadas de luz donde se disponían en fila, hasta donde la vista alcanzaba, estatuas y flores, donde corrían limpios riachuelos sobre lechos de guijarros de múltiples colores.
Puertas se abrían ante ellos. Descubrían piscinas a cielo abierto, cámaras silenciosas, teatros, palomares, jardines, acuarios, museos minúsculos, concebidos para su uso personal donde se exponían, en los cuatro ángulos de una pequeña estancia de paneles cortados, cuatro retratos flamencos. Había salas que no eran más que rocas, otras que eran junglas; el mar se rompía en otras; finalmente, pavos reales se paseaban en otras. Del techo de una sala circular colgaban estandartes. Músicas suaves resonaban en laberintos inagotables; una sala de formas extravagantes parecía no tener otra función que desencadenar interminables ecos; el suelo de otra, según las horas del día, reproducía el esquema variable de un juego complicado.
En los subterráneos inmensos, hasta el infinito, funcionaban máquinas dóciles".
La novela, quizá menos conocida, maravillosamente escrita, traducida por Anagrama al español y por la Magrana al catalán (existe una edición previa, descatalogada, en Seix Barral) , merece ser leída para saber qué somos, dónde vivimos.
A los veintiocho años apenas, Silvia y Jerónimo se rinden. Aceptan, como los amigos a los que ya no veían, un puesto de trabajo fijo en una empresa que no les gusta y en una ciudad en la que no sueñan. Son ya como los demás.
sábado, 8 de agosto de 2015
Confucio y el lugar
"Un hombre debería decir: no me preocupa no tener un lugar, lo que debería preocuparme en saber cómo habitarlo"
(Confucio, Anacletas, IV, 14)
Nota: el texto puede referirse también a un lugar en la sociedad y no en el espacio
(Confucio, Anacletas, IV, 14)
Nota: el texto puede referirse también a un lugar en la sociedad y no en el espacio
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