martes, 8 de septiembre de 2015

(NOTA SOBRE) MIGUEL ÁNGEL Y LA TEORÍA DEL ARTE RENACENTISTA

El Renacimiento italiano, a partir de finales del siglo XV, se caracterizó por la recuperación de las formas y los ideales clásicos (greco-romanos). Éstos fueron considerados modélicos. Eran superiores incluso a las formas naturales. Éstas, pese a ser el fruto de la creación divina, eran imperfectas a causa de la resistencia de la materia bruta, por lo que el artista debía inspirarse en ellas, corrigiéndolas gracias a los modelos clásicos.
La Edad Media, en cambio, quedó marcado por la desconsideración del artesano que ya se daba en la Grecia clásica y en Roma. Su trabajo manual era relativamente apreciado, mas no su persona. Las artes liberales, en cambio, en las que el trabajo de la mano no era necesario frente a la capacidad reflexiva, eran tenidas en gran aprecio. Los poetas, los filósofos, los geómetras y los matemáticos formaban parte de la élite creativa. Los pintores, escultores y arquitectos, por el contrario, eran considerados desacreditados trabajadores manuales.

Fueron los artistas plásticos florentinos quienes se esforzaron en alzar el crédito de su arte a la altura de la poesía y la geometría. Quisieron demostrar que en su práctica artística también primaba la idea en detrimento de la manualidad. El arte plástico y arquitectónico plasmaba formas ideales cuya ejecución no requería ningún esforzado trabajo, porque las ideas, ubicadas en esferas superiores, eran brillantes y fugaces y debían cazarse al vuelo. Respondían a visiones interiores y no a la reproducción mimética de la naturaleza de la que, en cambio, se encargaban los artesanos.
Se estableció así una diferencia sustancial entre el artesano y el artista. Éste, por otra parte, poseía un don innato que se manifestaba en la creación plástica: el genio. Gracias a éste, el artista era capaz de alzarse hasta la esfera de las ideas, vetada a los artesanos, vislumbrarlas y plasmarlas plásticamente sin alterarlas. De ahí que en el Renacimiento se empezara a valorar los bocetos y las obras inacabadas porque expresaban bien el fulgor de las ideas. Su carácter inconcluso era el testimonio del talante visionario del artista.

Junto con Leonardo, Miguel Ángel fue el artista que mejor expresó la nueva concepción del arte renacentista. Practicaba diversas artes, al servicio de las cortes papales y ducales, pero sobre todo al servicio de su inquebrantable ideario artístico, lo que le llevó a renunciar a encargos y a enfrentarse a sus protectores en defensa de sus ideas: fue poeta, pintor, escultor y arquitecto. No necesitaba tener conocimientos prácticos específicos porque la brillantez de una obra no dependía del saber hacer manual sino de la capacidad de alzarse hasta las ideas. Sus esculturas y sus dibujos  presentan un carácter inacabado. Sus poesías son breves tratados filosóficos. Las formas plásticas no están desgajadas de la materia bruta; los trazos son borrosos o temblorosos porque tratan de traducir la evanescencia de las formas ideales. Esta característica no denotaba la incapacidad de Miguel Ángel por concluir una obra, aunque no se daba nunca por satisfecho. Era la prueba que el esforzado trabajo manual no era necesario para crear una obra singular, cuya brillantez residía, precisamente, en su inacabamiento, como si la idea que expresaba se mostraba etérea e impalpable, sin  estar contaminada por el sopor y la opacidad de la materia. Su obra más célebre, la creación de Adán, perteneciente al fresco que cubre la bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano, es una hermosa metáfora de la creación divina pero también artística: el creador no toca ni manipula la materia sino que ordena que las formas se desgajen de ella.


Las distintas facetas creativas de Miguel Ángel y su ferviente entrega a su obra, semejante a la de un profeta, tuvieron como fin el alumbramiento de un mundo (poetizado, pintado, esculpido o edificado) que reflejase la brillantez de la creación divina de la que Miguel Ángel se consideraba un humilde aunque constante servidor.



Nota: de una primera versión de un prólogo para un libro sobre Miguél Ángel, redactado por varios autores, de próxima publicación:

DALIBOR MARTINIS (1947): ODESSA/STAIRS/1925/2014 (ESCALINATA, 2014)



Sobre este artista serbio, véase su página web

lunes, 7 de septiembre de 2015

FRANK ZAPPA (1940-1993): JONESTOWN (1984, remezclado en 1992)



Jonestown es una de las últimas obras "clásicas" del compositor y músico de rock y de música contemporánea Frank Zappa, dirigidas por Pierre Boulez, quizá hoy un tanto olvidado, que denuncia el imperio de las religiones a través de la sombría evocación sonora de la ciudad donde un fanático fundador de un secta convenció a sus fieles que se suicidaran masivamente -o los asesinó- en 1978.

¿Existen los dioses?

Nadie se cometido asesinatos porque se considere que Edipo, Hamlet, Madame Bovary, Alicia, Gilda o el sin número de personajes de la novela La vida modo de empleo de Georges Perec no han existido nunca. Su inexistencia, por otra parte, no les ha restado un ápice de "verdad". Son figuras más creíbles y complejas que personas de carne y hueso. Encarnan sentimientos y pasiones humanas, a menudo antitéticas, de tal modo que aparecen como modelos de comportamiento a seguir o evitar. Cuando se piensa en una persona carcomida por los celos, Otelo es posiblemente el primer nombre que se nos ocurre, del mismo modo que el arribismo se ejemplifica a la perfección en Julien Sorel, protagonista de El Rojo y el Negro.
Sin embargo, existen personas que no solo se enfurecen sino que matan cuando se plantea la cuestión de la existencia de los dioses, lo que no implica menos precio alguno de su grandeza.
Los héroes y los dioses son creaciones humanas superiores, manifestaciones del talento para imaginar mundos y seres que encarnen a la perfección las capacidades y debilidades humanas.
Desde hace años, los estudiosos del antiguo testamento interpretan el Génesis como un relato a la altura de los mitos más complejos. Analizan el relato como una creación literaria que recurre a toda clase de figuras retóricas para dotar de entidad y misterio el relato de los orígenes, protagonizado por diversas figuras inigualables, entre las que destaca la propia divinidad. El escenario, la acción, los personajes, los sentimientos -amor, ambición, celos, suspicacia y decepción- se despliegan a través de los gestos y las palabras contenidas enunciadas por las figuras. En la vida real, situaciones parecidas pueden solventarse cuando se miran en lo que las narraciones sagradas cuentan. Cuentan lo que los humanos somos.
Los dioses existen sin duda; en nuestra imaginación y en los textos. Son creaciones que nos rebasan, que escapan a nuestro control, del mismo modo que Madame Bovary vive más allá de Flaubert. Quienquiera que se sienta coartado en sus deseos, sabe que Emma Bovary le abre el camino y le apunta un trágico final; del mismo modo, quien no entienda ni acepte qué le ocurre, podrá preguntar a Yavhé y a Caín: el Génesis aporta las claves para entender, y asumir, los deseos, confesables o no, humanos.
Los dioses existen porque los necesitamos. son verdaderos, tienen entidad porque viven en el mundo imaginativo que hemos creado para salir de los estrechos márgenes con la que la realidad nos constriñe. A través de su creación nos manifestamos como plenamente humanos, capaces de ver más allá del horizonte. Vencer o dar la vuelta a la realidad es una tarea o un don exclusivamente humano, que nos acerca a nuestras mejores creaciones, los dioses.
Matar en nombre de dios no es una acción humana, pues impide soñar (en otros mundos): los dioses no cobran entidad ni independencia. No tienen vida propia, que permita dialogar con ellos. Un ser humano que no sueña no es humano. ¿Por qué, entonces, los dioses querrían relacionarse con nosotros y redimirnos, si solo fuéramos animales?

domingo, 6 de septiembre de 2015

BRUNO BOZZETTO (1938): VITA IN SCATOLA (LA VIDA EN UNA LATA, 1967)

BRUNO BOZZETTO (1938): IL SIGNOR ROSSI A VENEZIA (1974)



Sobre este gran animador italiano, véase su página web.

LEONARDO (1452-1519) DE VINCI Y MIGUEL ÁNGEL (1475-1564): DOS RETRATOS ANTAGÓNICOS





Una gran exposición (Florence. Portraits à la cour des Médicis) sobre el retrato florentino a principios del siglo XVI en el Museo Jacquemart-André en París (Francia), que se inaugura el 11 de septiembre de 2015, plantea cuestiones acerca del tan diverso estilo retratístico de Leonardo y de Miguel Ángel.
Ambos realizaron figuras. Pero mientras Leonardo llevó a cabo numerosos retratos, Miguel Ángel no pintó o talló ninguno; lo que compuso son figuras (rostros, cuerpos) ideales.
La teoría del arte barroca francesa se caracterizó por la oposición entre seguidores de Poussin y de Rubens. Para los primeros, la "virtud" del arte se hallaba en el dibujo, es decir en la importancia de la línea para la definición de las figuras, para su caracterización, mientras que los "rubenistas" sostenían que la primacía recaía en el color.
Esta lucha no fue sino una repetición de la visiones antagónicas de los pintores venecianos y florentinos, que se podría centrar en la visión del arte tan distinta de Leonardo (quien influyó en el arte veneciano del siglo XVI) y de Miguel Ángel.
Para Miguel Ángel la línea lo era todo. El contorno definía, es decir, segregaba. Las figuras quedaban nítidamamente separadas del fondo, Al mismo tiempo, las distintas figuras no se confundíam. Cada una tenía su espacio, y su "personalidad". Esta voluntad de distinguir las figuras de los fondo obedecía a una razón moral, o metafísica. Los fondos representaban la naturaleza, la materia: el mundo sensible alejado de la luz. Por el contrario, los contornos impedían que las figuras y las formas se mezclaran o se perdieran, se desperdigaran en la materia. El contorno desmaterializaba la figura. Concedía importancia a una línea en detrimento de la carne. De este modo, las figuras eran formas o seres ideales aparecidos en el mundo visible que podía retornan en cualquier momento a la luz. La visibilidad no era, en sí un mal. Como buen seguidor de los neoplatónicos, en particular de Plotino, Miguel Ángel pensaba que las formas celestiales podían hacer su aparición en el mundo material, siempre y cuando no se desmembraran. El contorno era lo que impedía la disolución de las formas, que no podían adquirir excesivos rasgos materiales, personales. De ahí la ausencia de retratos en el arte de Miguel Ángel.
Por el contrario, Leonardo pensaba que las formas visibles actuaban en sintonía con la naturaleza. Su visión o concepción era "panteísta". Las formas vibraban con el entorno. Una misma pulsión agitada todas los formas, cercanas y lejanas, visibles. A fin que figuras y fondos "comulgaran", vibraran al unísono, era necesario hacer saltar las barreras entre las formas, disolviéndolas, por el contrario entre sí. El "esfumato", es decir, la dispersión del contorno en favor de zonas de transición entre las formas permitía fundirlas en un todo. Las formas aisladas no tenían "sentido", vida propia, so no actuaban o se mostraban conjuntamente.
Ambos pintores concedían igual importancia al alma, a lo invisible, pero para Miguel Ángel el alma solo se manifestaba si se libraba de la materia, según el esquema que Platón definiera en el Fedro, y que tanta influencia tuvo en la concepción neoplatónica del mundo, mientras que Leonardo sostenía que solo existía el alma del mundo, y que las almas individuales solo eran una parte de esta alma común que vibraba a través de las formas singulares que tenían que estar, necesariamente, conectadas entre sí y al todo.