EGIPTO
MESOPOTAMIA
GRECIA
PRECOLOMBINO
La fachada y el interior del museo, del arquitecto post-moderno Michael Graves, hacen temer lo peor.
El origen de la colección tampoco invita al optimismo. Al igual que las colecciones del Museo Bíblico de la Abadía de Montserrat (Barcelona) y de tantos otros museos internacionales (Museo Bíblico del Instituto Católico de París), una parte importante de la colección del museo Carlos procede de compras que un profesor de la Universidad metodista Emory de Atlanta emprendió a tierra santa a principios del siglo XX.
Que la Universidad Emory esté ligada a la familia dueña de Coca Cola, y a la iglesia Metodista, así como el origen de la fortuna del filántropo Carlos sea oscura -quizá proceda de su padre, distribuidor de vinos durante la Ley Seca-, tampoco invita al optimismo.
Algunos asuntos judiciales -la compra de una colección completa de arte egipcio que incluía una momia, posiblemente de Ramses I, que tuvo que ser devuelta a Egipto- no ayudan a aclarar la imagen del museo.
Sin embargo, se trata de la segunda colección arqueológica universitaria de los Estados Unidos en importancia, con piezas adquiridas y procedentes de misiones arqueológicas en el Levante financiadas por la Universidad, con piezas deslumbrantes de las grandes culturas antiguas mediterráneas, precolombinas, africanas y de los indios nativos de América del norte, y piezas insólitas como una momia egipcia del Imperio antiguo de cuando los cuerpos se momificaban recostados de lado y no acostados mirando al cielo, una de las pocas que se conocen en el mundo. La colección de amuletos mesopotámicos es también excepcional.
El museo merece ser estudiado y visitado.