domingo, 3 de enero de 2016

JEAN-LOUP FELICIOLI (1960) § ALAIN GAGNOL (1967): PHANTOM BOY (2015) (ANUNCIO)



No sé si esta película de animación se proyectará en España.
Sería una pena que no ocurriera.

ÉTIENNE DAHO (1986): AU COMMENCEMENT (EN EL PRINCIPIO, 1996 -DEL DISCO EDEN)

ÉTIENNE DAHO 81986): PARIS SENS INTERDIT (PARÍS, DIRECCIÓN PROHIBIDA, 2015 -COMPUESTA EN 1986)



Véase la página web de esta compositor y cantante franco-argelino, de la "nueva canción francesa" junto con Biolay.

sábado, 2 de enero de 2016

Año nuevo

El año nuevo en Occidente empieza, al menos desde hace casi un milenio, en día de la circuncision de Cristo. De este modo, el renacer del mundo coincide con el establecimiento de las condiciones más favorables para dar vida. Se elimina el pliegue que recuerda un odre vacío, muerto (del que la vida se extrae y ya no necesita protección para proyectarse), el replegarse sobre si mismo, se invita a la apertura, al estableciendo de vías de contacto que actúan en favor de la vida. 
Pero también se simboliza que la vida nueva que se inaugura no es eterna y que tendrá un corte cuando el sol descienda para siempre.

La circuncisión es la señal por la cual los circuncidados, unidos a la divinidad, se segregan de quienes no están en gracia de aquélla. Mas puesto que Cristo (el Uncido), que no solo es un humano sino que representa (en el sentido fuerte del término: es el papel que asume, sin marcar distinción alguna entre su condición humana y su representación humana, su adquirida y asumida condición humana) a todos los humanos,  se somete a este sacrificio, toda la humanidad, representada por él, recibe la gracia, borrando la diferencia entre gentiles y agraciados. La luz -la nueva luz que el año nuevo anuncia y aporta- recae en cada ser humano. 

La circuncision, por otra parte, acentúa, y recuerda, la condición humana de Cristo. De este modo, el año (el paso del tiempo, el ciclo temporal que se orienta hacia el futuro, mira hacia el futuro y no hacia el pasado, como el tiempo pasado, el tiempo de los antiguos, de los pagamos, que carecen de una luz ante ellos que les orienta) es plenamente humano, pero se trata de un año en el que Cristo vive, se encarna y comparte con los humanos, abriéndose a ellos. Se trata al mismo tiempo de su primer y doloroso sacrificio para remarcar su asunción de la condición humana marcada por la vida necesariamente breve. La circuncisión sella la entrada de la divinidad en el mundo humano al tiempo que lo ilumina. Señala que la condición humana es necesariamente corta pero está liberada de la oscuridad de la muerte que la circuncisión simboliza al desvelar el conducto de la vida.

Dioses y hombres en la ciudad antigua

Los dioses, antiguamente, solían ser los dueños de las ciudades que habían fundado, cuyo gobierno delegaban en los reyes. Moraban habitualmente en sus templos edificados o mandados construir también por ellos. Todos los habitantes de las ciudades, incluso los monarcas, estaban subordinados a ellos. Eran sus súbditos. Ninguna decisión se tomaba sin consultarles. Podían obligar al rey, a quien ordenaban en sueños, a emprender determinadas decisiones. Si los dioses no estaban de acuerdo con la actitud y las decretos reales, abandonaban la ciudad a su suerte. En este caso, entregada a la merced de los enemigos, sin la protección divina, la ciudad caía, por lo que el nuevo rey tenía que esforzarse en convencer a la divinidad, mediante un costoso programa de construcción de templos y de suntuosos ritos, de reintegrar la urbe.Tal era, por ejemplo, la relación entre los ciudadanos y los dioses en las ciudades mesopotamicas. 

Quizá el cambio más importante en la concepción de la vida urbana se produjo, no en Grecia, sino en Roma. La ciudad griega poseía un espacio profano bajo en control de los ciudadanos. Los dioses solo disponían de un recinto sagrado situado en las alturas, el acrópolis, en el que mandaban. Pero todas las decisiones humanas requerían la aprobación divina, y el abandono de la ciudad por parte de los dioses protectores de la urbe conllevaba la pérdida de ésta. Los ciudadanos tenían una mayor libertad en la toma de las decisiones, pero seguían bajo el control de lo alto.

La ciudad romana, Roma en particular, también acogía a sus dioses. Éstos no le daban la espalda, sino que habitaban en ella. Los ciudadanos seguían teniendo que rendir culto a los dioses. Pero la relación entre éstos y los humanos era distinta. Los dioses no estaban por encima de los ciudadanos. Eran ciudadanos. Júpiter Máximo era el dios de Roma. Moraba en su templo. Éste se asentaba en lo alto del Capitolio. Pero Júpiter era un "simple" ciudadano. Era el primer ciudadano, el más importante, sin duda, pero su rango o su condición no era distinto ni más elevado que el de cualquier ciudadano. Ciudadanos eran todos los varones, humanos y divinos. 
Por este motivo, las ceremonias religiosas no tenían como finalidad mantener una estrecha relación con los dioses ya que éstos tenían los mismos derechos y las mismas prerrogativas que cualquier ciudadano con plenos derechos. El rito no era el medio de asegurar que los dioses siguieran  protegiendo la ciudad. Puesto que los dioses eran ciudadanos participaban, al igual que otros ciudadanos, en los rituales, los cuales, en este caso, tenían como fin mantener los lazos entre los ciudadanos y la ciudad. La ciudad existía gracias al pacto sellado con los habitantes, no con los dioses. De algún modo, la ciudad era sagrada no porque acogiera a los dioses o fuera la exclusiva morada de éstos, como había ocurrido en Mesopotamia, sino por el espacio que los ciudadanos, dioses incluidos, se daban para vivir en comunidad. Era un espacio compartido, de convivencia. La ciudad griega ya era concebida de este modo, pero se trataba de una concepción de la que solo los humanos eran partícipes y de la que los dioses, porque estaban por encima de los humanos, se excluían. No estaban sometidos a este pacto, ubicados en lo alto.
Roma fue la primera cultura que dispuso a hombres y dioses al mismo nivel. Roma no era por este motivo una cultura laica ni descreída. Antes bien, sentía un temor reverencial por todas las fuerzas sobrenaturales. Pero sabia que la vida en comunidad solo era posible si hombres y dioses, si todos los ciudadanos compartían el mismo espacio, disponían de los mismos derechos y beneficios y estaban obligados por deberes idénticos. Esta visión no estaba exenta de consecuencias que afectaban la concepción de la vida: la nivelación entre lo alto y lo bajo, la igualación entre hombres y dioses y la desaparición de éstos, en cierta medida, que caracterizará la ciudad moderna, a la que la existencia de una nueva divinidad enteramente humana acabará por definir.  

jueves, 31 de diciembre de 2015

Sexo y arquitectura: creación y procreación de los dioses arquitectos

Fue el antropólogo Lévi-Strauss quien clasifico los dioses de las artes y las técnicas dentro del grupo de los dioses astuciosos (llamados tricksters). Esas figuras eran capaces de solventar cualquier problema a cualquier precio. Nadie les pedía cuentas por la manera cómo arreglaban los desperfectos del mundo y se las arreglaban. No eran dioses creadores, no tenían la potencia de las grandes divinidades cósmicas, sino que podrían visión e ingenio para discernir fallos y hallar medios para poner remedio a creaciones defectuosas o incompletas. De ahí que este tipo de divinidades estuvieran más cerca de los hombres que de los dioses, aunque en ningún caso dejaron de pertenecer al mundo divino. 
Una de las manifestaciones más singulares de su ingeniosidad y de su proximidad con los humanos era la decisión y ejecución de la creación de aquéllos. Éstos debían su existencia a estos dioses; una creación que, por otra parte, era una manifestación de su agudeza, ya que los humanos, considerados como unos títeres, habían sido modelados y engendrados para trabajar al servicio de los dioses y remediar así ciertas necesidades básicas del cielo que, por un defecto o insuficiencia de la creación del mundo, no habían quedado debidamente cubiertas.

Fue Lévi-Strauss uno de los pocos estudiosos que puso el acento en una de las características propias de los dioses artesanos: su potencia sexual. Ésta era propia de todas las divinidades, pero los dioses artesanos poseían órganos sexuales desmesurados y necesidades que sobrepasaban las de cualquier dios. Esta potencia no era gratuita sino que era el símbolo de su capacidad por regenerar el mundo, devolviéndole la vitalidad perdida a causa de una primera creación defectuosa.
Si las diosas madre, madres de todos los dioses, poseian una vagina descomunal o eran una matriz, los dioses y las diosas artesanos eran sexualmente voraces o manifestaban un comportamiento sexual singular.
Enki, el dios constructor mesopotámico, tenía la capacidad de llenar los canales vacíos que los dioses creadores habían dejado a medio hacer con su semen abundante y espeso, vital, obtenido mediante la masturbacion, un gesto propio de dioses artesanos egipcios. En Grecia, Hermes, el ordenador del espacio, se exhibía con el miembro viril desmesurado en erección. Nadie, ante él, tenía la sensación que su vida estaba en peligro, abandonado a la intemperie, sin saber dónde ir. Hefesto, el dios deforme -la deformidad solía ser también una característica física de los dioses que daban forma o reformaban el mundo, ya que solo unos dioses deficientes podían entender, valorar y solventar las deficiencias del mundo con las que estaban tan íntimamente familiarizadas-, eyaculaba sobre la tierra dando nacimiento así a los primeros atenienses. Atenea, la diosa carpintera y tejedora, era reacia en cambio a las relaciones sexuales acostumbradas aunque sus ataques podían ser implacables y el número de amantes incontables. Esta contención (de ahí a que fuera partenos, es decir no esposada) expresaba su capacidad ideadora, no lastrada por necesidades materiales; no estaba ligada a ninguna solución, por lo que podía rechazar a amantes o agotarlos. Atenea no era una diosa sexualmente sometida, al igual que Ártemis diosa protectora de las ciudades.
La potencia y la inventiva sexual testimoniaba de la relación de los dioses artesanos con el mundo terrenal y su capacidad de dotar el mundo de una nueva vida. Creaban comunidades, abrían espacios de convivencia y los defendían, ordenaban el espacio a fin que los humanos no se perdieran o se dispersaran: decisiones y gestos que la capacidad engendradora, que incidía en la tierra y en los grupos humanos, simbolizaba. 
Esta capacidad, por otra parte, era creadora, pero también podía ser destructora. La furia de los dioses artesanos engañados o decepcionados disolvía de inmediato lo anteriormente reparado o regenerado. Eran tanto dádores de vida cuanto dioses vengativos y destructores. Quizá por eso los magos, los artesanos y los artistas, representantes en la tierra de esas deidades, han causado admiración y temor: forman y deforman, siguiendo así los implacables ciclos vitales.

El dios de la fecundidad Min, erecto, se manifestaba como el artesano y constructor Khnum cuando modelaba a la humanidad 

miércoles, 30 de diciembre de 2015

MOTÖRHEAD: METROPOLIS (1979)



Hacan algo mas que ruido

In memoriam...

Cada vez quedan menos