miércoles, 14 de diciembre de 2016

El juicio estético (en arquitectura)

¿Qué juzgamos cuando observamos uno obra de arquitectura del pasado? Un sueño; una imagen mental; una imagen obra de nuestra imaginación. El edificio ya no existe. Contemplamos una ruina: algunas columnas, un basamento, muros que apenas sobresalen de la tierra. En la mayoría de los casos, la tercera dimensión es casi inexistente. El tejado ha desaparecido; la misma planta, incluso, no es reconocible. La articulación de los espacios no se percibe siempre. Vemos una ruina pero juzgamos un edificio. Nuestra reflexión no se atiene a lo que percibimos -no se trata de pensar (en) una ruina cuando se piensa (en) una obra arquitectónica-, ni a la que creemos percibir, sino a lo que nos imaginamos.
Es cierto que esta imagen mental está azuzada por las ruinas que observamos, pero la reconstrucción imaginativa -que da pie a nuestra reflexión- se basa tanto en lo que vemos -unas pocas columnas, unos muros desvencijados sugieren un volumen completo- como en lo que sabemos y en lo que suponemos. Juzgamos lo que vemos con los ojos del alma. El juicio parte de una imagen recreada, es decir de una imagen imaginada, controlada por nuestra mente. Nuestra mente juzga su propia elaboración; se juzga a sí misma. Valoramos no lo que tenemos delante sino lo que somos capaces de idear.
La arquitectura del pasado -que constituye la historia- no existe salvo en nuestra imaginación. Teorizamos sobre una obra impalpable; una creación o recreación nuestra inmaterial. Las ruinas no pueden ser valoradas -salvo cuando las valoramos como ruinas- como obras de arquitectura: manifiestan carencias, vacíos, roturas. Ni siquiera acogen vidas -a menos que hayan sido utilizadas como soportes de construcciones como ocurría en el foro de Roma en la Edad Media, o las ruinas de Palmira antes de los años 60. Algunas estructuras romanas de Barcelona "estructuras" construcciones enteras muy posteriores.  Las ruinas tan solo manifiestas la resistencia "ética" de la arquitectura a su liquidación. Son una última imagen antes de su desaparición. La ruina nos habla de la capacidad de la arquitectura por conformar tenazmente un espacio habitable, pero también de sus limitaciones, de la imposiblidad de resistir a los envites del tiempo.
Una ruina es al mismo tiempo una muestra de dignidad y la asunción de una derrota -lo que no es incompatible con la dignidad; más bien es una muestra que la dignidad implica la asunción del tiempo. Juzgar una obra del pasado implica valorar nuestros sueños, nuestra capacidad imaginativa, nuestro deseo por preservar imaginativamente el pasado, nuestra necesidad de este pasado, recreado, inventado, de algún modo, a fin que podamos proyectar nuestros deseos, que podamos proyectarnos, para escapar a los estrechos límites temporales. Imaginar el pasado, como si éste estuviera presente, manifiesta nuestra capacidad -y nuestra necesidad- por escapar al tiempo. No juzgamos la arquitectura; nos juzgamos. Gracias a la arquitectura que ya no existe, percibimos nuestra fuerza y nuestra fragilidad.

ANDRÉS CALAMARO (1960): PÁNICO EN BENIDORM (2016)

martes, 13 de diciembre de 2016

FAZIL SAY (1970): MESOPOTAMIA, SINFONÍA NÚM. 2 (2012)



Sobre este pianista y compositor turco véase su página web

MORTON SUBOTNICK (1933): THE WHITE BULL (1968)



El compositor norteamricano Morton Subotnick es uno de los "padres" de la música electrónica".

Esta composición se basa en el mito del Toro Celeste -un emblema de la diosa mesopotámica de la guerra y el deseo Ishtar- vencido por el rey Gilgamesh en su lucha por purificar la ciudad de Uruk cuya muralla construyó

RENÉ MAGRITTE (1898-1967): LA CONDITION HUMAINE (LA CONDICIÓN HUMANA, 1935, 1948)




Ambas versiones de un mismo tema, la caverna platónica, alegoría del mundo -en la que el mundo de las sombras engañosas se representa mediante la imagen de un cuadro que confunde, pues se confunde con el motivo (una imagen de la tierra y del cielo), impidiendo ver el cielo directamente, ocultándo y revelando éste tan solo a través de una imagen, o a modo de imagen, convertido en imagen-, de Magritte, tituladas La Condition Humaine, pintadas en 1935 y 1948, de una serie de al menos cinco variantes, se incluyen en la muy bien estructurada -pero que incluye obras mediocres- antológica de Magritte, hoy, en el Centro Georges Pompidou de Paris.

lunes, 12 de diciembre de 2016

CARL ANDRE (1935): PÍRAMO Y TISBE (1998-2000)


"Era Píramo el joven más apuesto y Tisbe la más bella de las chicas de Oriente. Vivían en casas contiguas, allí donde se dice que Semíramis ciñó de muros de tierra cocida su elevada ciudad. Su proximidad les hizo conocerse y empezar a quererse. Con el tiempo creció el amor. Hubieran acabado casándose, pero se opusieron los padres. Aunque no les dejaban verse, lograban comunicarse por señas y por gestos; no pudieron los padres impedir que cada vez estuvieran más enamorados: y cuanto más ocultan el fuego, más se enardece el fuego oculto. La pared medianera de las dos casas tenía una pequeña grieta casi imperceptible que se había producido antaño, durante su construcción, pero ellos la descubrieron y la hicieron conducto de su voz. A través de ella pasaban sus palabras de ternura, a veces también su desesperación. Muchas veces, cuando de una parte estaba Tisbe y de la otra Píramo, y habían ellos percibido mutuamente la respiración de sus bocas, decían:” Pared envidiosa, ¿por qué te alzas como obstáculo entre dos amantes?. ¿ Qué te costaba permitirnos unir por entero nuestros cuerpos, o, si eso es demasiado, ofrecer al menos una abertura para nuestros besos? Pero no somos ingratos; confesamos que te debemos el que se haya dado a nuestras palabras paso hasta oídos amigos" (Ovidio, Metamorfosis, IV, 55-70) 

 Píramo y Tisbe eran dos jóvenes de Babilonia, ciudad construida por la mítica reina Semiramis con con ladrillos de adobe. Vivían en casas antiguas. Pese a que se amaban, no les era permitido comunicar hasta que, en secreto, hallaron una grieta en el muro medianero que transmitía las palabras que soplaban. Quedaron en huir de la ciudad y encontrarse cabe una fuente bajo una morena de pálidos frutos. Llegaron por separado. Una leona, la boca aun ensangrentada tras devorar a una presa, bajó a la fuente. Tisbe se asustó y huyó, escondiéndose tras una morera, dejando una estola que portaba en el suelo. La fiera jugueteó con la tela manchándola y regresó al bosque. Píramo, al llegar, vio la estola enrojecida, las huellas de la leona. Creyendo que lo peor había pasado, se suicidó. Cuando Tisbe se atrevió  a volver a la fuente, no pudo sino clavarse el puñal que Píramo aun sostenía. La sangre vertida por los jóvenes empapó la tierra y la morera enlutó. Desde entonces, sus frutos tienen el color de los fúnebres velos de Pascua.

El escultor minimalista norteamericano Carl Andre recreó este mito en una instalación de finales de los años noventa, Expuesta hoy en una muestra antológica en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París. 
Dos conjuntos de madera compuestos por varias escuadras formadas por gruesos prismas se disponen a lada y lado de un muro que separa dos salas contiguas. Los bloques podrían encajar si el muro no mediara. Se hallan adosados, muy cerca el uno de otro, pero no se pueden tocar. Ambos no pueden ser contemplados conjuntamente. Parecen dos obras independiente ubicadas contra un muro, hasta que se entiende que constituyen una unidad imposible. Nunca podrán articularse, aunque tampoco pueden separarse. El muro forma y no forma parte de la obra. Actúa como soporte y como agente. Permite que los bloques se aproximen pero les impide fundirse. Por otra parte, si se aprecia cada bloque frontalmente, se diría que se trata de una pieza extrañamente incompleta, absurdamente empujada contra la pared. Solo la imaginación restituye la unidad, que nunca se alcanzará.

Se ha escrito, y lo así lo han corroborado los artistas minimalistas, que sus obras no remiten a nada más que a sí mismas. Y, sin embargo, pocas versiones modernas de un mito son tan evocadoras y tan sobrias, con la dureza de vigas de madera -un elemento de sostén y de unión que solo cobra sentido entre paredes, que solo puede llevar el peso de la casa sobre sus espaldas.   






PAVVLA (PAULA JORNET, 1996): HOME (2016)






http://www.primaveraclub.com/artistas/pavvla

Se puede escuchar un fragmento de esta canción. Íntegramente, con el programa Spotify (legal y gratuito en modo básico pero suficiente para escuchar una canción).

Véase la página web de la cantante