lunes, 12 de febrero de 2018

ANILA RUBIKU (1970): HOUSES OF THE RISING SUN (CASAS DEL SOL NACIENTE, 2005)








Aunque la instalación de la artista albanesa Anila Rubiku tenga ya doce años, el conjunto de maquetas de casas de papel, iluminadas por dentro, convertidas en lámparas -hogares que emiten luz- sigue vigente. Sobre las fachadas se proyectan escenas de interior. La casa es transparente: protege pero no encierra. No oculta nada. Deja pasar la luz. Simboliza la vida interior. Ésta se proyecta, se expresa sobre los muros blancos de la casa. El secretismo no es de recibo. La vida que acoge, y de la es testimonio, es la vida de los gestos cotidianos, que van dejando huella en la casa. la vida interior la anima, y se imprime incluso en sus caras exteriores. El muro es una membrana. Filtra. La casa se convierte en un faro -por donde despunta la luz- que augura, ya a lo lejos, una vida de la que la noche ha huido.
Seguramente, un sueño. Son frágiles casas de papel.

ALVA NOTO (CARSTEN NICOLAI, 1965) & RYUICHI SAKAMOTO (1952): GLASS (2016, PUBLICADO EN 2018)

Alva Noto and Ryuichi Sakamoto site specific performance at the Glass House from The Glass House on Vimeo.

Esta composición está dedicada a -y fue estrenada en- la Casa de Vidrio (Glass House), Connecticut (EEUU),  del arquitecto Philip Johnson.

domingo, 11 de febrero de 2018

¿Qué representa una obra?

La interpretación habitual de una obra de arte inquiere acerca de lo que la obra representa y de los sistemas o formas de representación: pregunta sobre la forma y el contenido.
Una imagen tiene así sentido mientras podamos identificar lo que representa y valorar la manera de comunicar una determinada imagen del tema enfocado.
Estos datos sobre temas y formas de mostrarlo son importantes. Pero no siempre podemos identificar a qué se refiere la imagen. Nuestra imposibilidad de relacionar con cierta seguridad, la obra con un referente no impide, sin embargo, que no podamos preguntarnos acerca de la razón de ser de la obra, del significado o de la función que asumía.
Muchas estatuillas no naturalistas arcaicas han sido identificadas como representaciones anicónicas o alusivas de dioses o de dioses. ¿Estamos seguros de esta lectura? Por otra parte, esta interpretación pocos datos nos aportan que nos permitan imaginarnos porque esas obras fueron talladas.
Sin embargo, la representación es consustancial con la creación humana. Pero la obra se halla entre dos polos -que articula-: el tema o referente, y el humano que la crea o la posee. En ambos casos, la función representativa es un fin. Una obra puede representar a una figura -una divinidad, una persona o un ente, un antepasado, por ejemplo-, pero también puede "representar" a quien o quien se relacionan con este objeto. En este caso, la obra "representa", en determinadas situaciones o lugares, a quienes, porque no pueden alcanzarlos, encargan y disponen de aquélla. La obra, en estos casos, media entre distintos seres: distintos seres vivos o distintas comunidades que se relacionan a través del don o el regalo de objetos (del intercambio de los mismos), entre morales e inmortales, entre vivos y muertos, entre diversas generaciones que se comunican gracias a esas ofrendas. La obra teje una red de relaciones, y se inserta en ésta. La obra no está quieta. Viaje de mano en mano, de casa en casa, de lugar en lugar. Se dispone, pero también dispone de quienes se relacionan a través de ella. Una obra equivocada -un mal regalo, una ofrenda improcedente, una palabra mal dicha- y los enfrentamientos pueden producirse. Los objetos se transmiten, se heredan. Los testamentos pueden enumeran qué objetos legamos y a quién. Gracias a estos, se forjan, se fijan, se confirmas relaciones afectivas no solo entre seres vivos, sino entre seres del presente y del pasado -a punto de entrar a formar parte del pasado-, entre seres presentes y seres que viven solo en el recuerdo -pero que determinados objetos o imágenes mantienen, de algún modo, en vida.
El equilibrio entre comunidades, las buenas relaciones depende, pues de la capacidad representativa, comunicativa de la obra. Quienes no se sienten representados o bien representados por unas formas o unos colores, pueden darse la espalda. La obra puede producir rechazo, como si fuera un ente o un ser vivo que actúa negativamente, generando problemas o dificultades, siendo una fuente problemática, una fuente de oposiciones.
El estudio de las relaciones que se tejen alrededor de la obra -o que la obra teje- nos permite entender mejor cual es su sentido. No todos pueden tener acceso a ella; no todos puedes disponer impunemente de determinados objetos. La obra es selectiva. Escoge a quienes podrán disponer o disfrutar de ella. El rechazo, en este caso, la imposibilidad de llegar hasta la obra, también es un indicio cierto de su importancia y significado. Nos habla de la obra como un receptáculo de deseos y frustraciones, revela cómo nos proyectamos en objetos que nos "representan", simbolizan relaciones tejidas o rotas, expresan, por tanto, qué esperamos de los demás y del mundo. Quizá sea éste el "verdadera" significado de la obra. Media entre nosotros, media sobre todo cuando ya no parece que quepa mediación alguna: es una palabra o una imagen que hace saltar barreras -o que las erige. Las imágenes son poderosas e independientes. Pueden "hacernos" bien -o llevarnos a la ruina. Pero son, en ocasiones, nuestra única esperanza de vivir -bien- o en paz. Una obra es un símbolo de apertura.   

TAYSIR BETNIJI (1966): MA MÈRE, DAVID ET MOI (DAVID, MI MADRE Y YO, 2012)

Taysir Batniji - Ma mère, David et moi from Lowave on Vimeo.


Una reflexión sobre lo que es un casa -que vive en el recuerdo (si es que puede estar en otro lugar)

Sobre este artista palestino, véase su página web


GEORG TRAKL (1887-1914): A los enmudecidos (La locura de la gran ciudad, 1913)

A los enmudecidos

Ah, la locura de la gran ciudad cuando al anochecer,
junto a los negros muros, se levantan los árboles deformes
y a través de la máscara de plata se asoma el genio del mal;
la luz con látigos que atraen ahuyenta pétrea noche.
Oh, el hundido repique de las campanas del crepúsculo.

Ramera que entre escalofríos alumbra una criatura
muerta. La ira de Dios con rabia azota la frente de los poseídos,
epidemia purpúrea, hambre que rompe verdes ojos.
Ah, la odiosa carcajada del oro.

Pero una humanidad más silenciosa sangra en oscura cueva
forjando con metales duros el rostro redentor.



Sobre este poeta austriaco, que se suicidó tras participar en una batalla durante la Primera guerra Mundial, véase, por ejemplo, este enlace

sábado, 10 de febrero de 2018

ISRAEL GALVÁN (1973): LA CASA (2006)



Sobre este bailarín y coreógrafo español, véase este enlace

Agradecimientos al arquitecto y profesor de la Escuela de arquitectura de Barcelona, Marc Marín, por esta información

Satrapía

La ciudad-estado de Atenas, en el siglo V aC, se sentía orgullosa de su sistema político. El territorio se gobernaba desde la capital. Las leyes y su aplicación estaban en manos de diversas asambleas, muchas de las cuales tenían su sede en el centro de la ciudad -el ágora. Unas asambleas dictaminaban leyes y otras velaban por su correcta aplicación. Estas asambleas, a su vez, se dividían en vez: asambleas en la que participaban representantes de los diversos estamentos -político, económico, militar- y distritos (instituidos de manera a que acogieran a personas y familias no unidas por lazos de sangre a fin de evitar presiones y corruptelas) que configuraban la ciudad-estado, y asambleas, con un número menor de participantes, formadas por representantes de las distintas facciones de las asambleas mayores. De este modo, la aplicación de la leyes era más efectiva y rápida. Al mismo tiempo, quienes formaban parte de las distintas asambleas, siempre elegidos por votación, no podían permanecer en el cargo más de un tiempo limitado; en ocasiones, la rotación se producía cada veinticuatro horas.
Los atenienses sostenían que su sistema político se oponía al de las satrapías persas. Éstas consistían en delegaciones locales, a manos de sátrapas, del poder imperial. El emperador estaba refugiado en una capital lejana -situada en Persia-, voluntariamente aislado de todos, rodeado tan solo por una corte de fieles, pero sus órdenes imperiales debían cumplirse, aplicadas por delegados suyos, los sátrapas, con escaso o nulo poder de decisión. El ordenamiento y la gestión del territorio, la dirección de súbditos dependía del buen querer del emperador. Éste obtenía el cargo hereditariamente, nombrado por el padre o el padre espiritual, mientras que los sátrapas, bendecidos por el emperador, eran escogidos por un consejo cercano al monarca.
El imperio persa duró lo que un suspiro.
Si hoy es martes...