miércoles, 9 de mayo de 2018

EMMANUEL TUSSORE (1984): HOME & CITY (HOGAR & CIUDAD, ALEPO, 2017-2018)


























La ciudad siria de Alepo, cuyo centro histórico y algunos de cuyos barrios de la parte este han quedado dañados o destruidos tras la Guerra Civil que aún no ha concluido, es conocida por la fabricación de pastillas cúbicas de jabón (parecido al jabón de Marsella), de color pardo o verde oscuro, a partir de excedentes de aceite de oliva (los olivos abundan en el noroeste de Siria) -que también se venden en Europa, por ejemplo.

El jabón utiliza materia orgánica. En un ente vivo. Limpia pero se deforma hasta convertirse un una forma roma, informe, antes de desaparecer. La pureza que trae acarrea su disolución.

Emmanuel Tussore es un artista y fotógrafo francés, formado en Barcelona.
Recrea la ruina de una ciudad a partir de lo que la ha mantenido en vida: pastillas de jabón horadadas, rasgadas, talladas, que evocan casas en ruinas. El jabón es un material o un ente doméstico, necesario para el cuidado del cuerpo y del hogar. La seguridad, la salud que la casa puede brindar no tiene sentido sin la limpieza que el jabón asegura. Una pastilla inutilizable es signo de un pronto final. Los valores de la casa se deshacen.
Aunque la masa informe del jabón -los restos, los grumos- puede volver a moldearse.

Tussore expone en esos momentos en la Bienal de Arte de Dakar

Véase un vídeo de Tussore sobre su instalación: https://vimeo.com/233460633

martes, 8 de mayo de 2018

Exaltación o advertencia

Una reciente columna periodística del filósofo y teórico de las artes Féliz de Azúa -aguda y polémica- distinguía entre dos maneras de tratar un pasado vergonzoso: la existencia de negreros en las ciudades de Burdeos y Barcelona, hasta principios o finales del siglo XIX. Aduce el autor que mientras la ciudad de Burdeos cuenta su historia negra sin obviar su negrura -ni cargar las tintas-, Barcelona la esconde cuando el Ayuntamiento mandó retirar, no ha mucho, la estatua de Antonio López (traficante de esclavos, fuere no no verdad dicha actividad, o tuviere las consecuencias que imaginamos al oir la palabra negrero) de una plaza de Barcelona.
Es cierto que un museo y una estatua no cuentan de la misma manera, que una reciente exposición temporal, en Barcelona, expuso este pasado no muy lejano y, que si bien es cierto que el tráfico de esclavos en Barcelona no es muy conocido se puede considerar que la escultura de Antonio López no ha servido para contar y divulgar la verdad.
Pero, más allá de las bondades o maldades de la manera de contar o de ocultar un hecho vergonzoso -y que explica, no obstante, el origen de algunas de las grandes fortunas en ambas ciudades, vigentes aun hoy-, la retirada de la estatua, en Barcelona, revela una limitada concepción de lo que es un monumento, sin duda de raigambre cristiana.
Un monumento, como una estatua de bronce, no es solo -o siempre- una imagen exaltadora. La estatua puede convertir en un héroe a quien representa. Situada sobre un alto pedestal, en medio de un espacio público, la estatua se convierte en un objeto de culto -o transfiere el culto que recibe a la persona que representa o sustituye. Ésta alcanza así un estatuto sobrehumano, como si entrara en la mítica isla de los bienaventurados griega, o en el reino de los cielos.
Un monumento, sin embargo, es un útil de la memoria. Un monumento sirve de recordatorio de personas y acciones que no deben de caer en el olvido. Una estatua no siempre glorifica, sino que expone, a la vista de todos, figuras que preferiríamos olvidar. 
Retirar una estatua, como comenta Féliz de Azúa, no ayuda a tener presente figuras y, sobre todo, decisiones que tomaron, maneras de pensar, sociedades que simbolizan, que no pueden caer en el olvido si no queremos fabular sobre "nuestro" pasado, lo que nos lleva a creernos distintos, puros, superiores y, por tanto, aptos o destinados a dominar a los demás.    
Un monumento es una piedra en un zapato. Nos recuerda lo que ocurrió y nos advierte para que no vuelva a ocurrir. Una estatua de Antonio López no exalta necesariamente a esta figura, sino que nos pone ante la evidencia de una figura pública plenamente aceptada por una sociedad. Pues Antonio López no era un libre pensador. No iba en contra de las ideas recibidas, de las creencias asumidas, de lo que se aceptaba en la España finisecular. Su comportamiento no se distinguía del de muchos otros. Su figura representa bien una manera de concebir y tratar el otro convertido en mercancía, en fuente de beneficio que se tradujo en el deprimente esplendor modernista.
Es cierto que la estatua, tal como se presentaba, no ayudó a que percibiéramos el pasado tal como ocurrió o pudo ocurrir. Pero los monumentos necesitan ser explicados. Requieren un título y una aclaración. La obra nos recuerda que existió un personaje llamado Antonio López. Somos nosotros los que debemos entonces interrogarnos sobre quién era y porqué se le representa: ¿de qué nos quiere advertir su efigie? ¿Qué bondades o maldades encierra o expone?  Los poderes públicos tienen entonces la obligación de proporcionar los datos necesarios para, una vez que nos preguntemos por esta figura, poder interpretar la época y determinadas maneras de actuar y pensar del pasado (o del presente). 
La estatua, posiblemente, no hubiera tenido que ser retirada -como si se temiera recordar lo que evoca- sino que hubiera tenido que acompañarse de las claves necesarias para entrar en contacto con un pasado que se desvanece si ya no quedan testimonios visibles de lo que ocurrió y de quienes lo protagonizaron. La ausencia de monumentos casa bien con una sociedad profana y prosaica ue no quiere hacerse preguntas acerca de donde viene -y por donde hacia donde va.

ERMANNO OLMI (1931-2018): TRE FILI FINO A MILANO (TRES CABLES HASTA MILÁN, 1958) & UN METRO LUNGO CINQUE (UN METRO DE CINCO METROS,1961)



 El documentalista y cineasta italiano Olmi, fallecido ayer, produjo toda una serie de cortometrajes sobre la industrialización (y urbanización) intensivas italianas en los años cincuenta que desbarataron y acabaron con modos de vida inmemoriales, aún campesinos.

domingo, 6 de mayo de 2018

EGON SODA: DILUVIO UNIVERSAL (2015)



Sobre este grupo barcelonés, véase, por ejemplo, este enlace.

La noción de límite espacial en Mesopotamia

Nota: Fragmento del texto de presentación de la exposición Gimme Shelter. Maps and Models in the Ancient Near East (Abrígame. Planos y Maquetas en el Próximo Oriente antiguo) que podría tener lugar lugar en Nueva York en otoño de 2019 -sobre la que se informaría puntualmente.


Physical limits were important vehicles of symbolism in the Ancient Near East. Ki-sur-ra (ki means land, sur: to divide), in Sumerian, means borders but also territory: a territory, a delimited space in which it is possible to settle and live, is an entity defined by its borders. A border implies a bordered space.


Boundaries articulate the horizontal and the vertical. The Sumerian word In-dub-ba means also boundary, a word that includes the nom dub, which means a pole-pin. A boundary is not only a straight horizontal line –a boundary is also a horizon, two notions designed by the same word in Sumerian (oros, in Greek, means limit, boundary)-, but it also implies a succession of vertical items that make visible the limit. A boundary limits or fixes not only a surface, but also a space. Kudurrus were markers of space. Kudurrus were vertical black stones, planted on the delimitated land, covered with symbols securing the divine protection for the field. 

The notion of limit notion implies that two worlds are being established and opposed or confronted: the inner and the outer worlds, the low and high worlds, the visible and invisible worlds, the mundane and transcendent worlds. At the same time, the fixation of limits implied the necessity of possible connections between the two worlds through passages, gates, stairs, pillars, etc.
Each world is characterised positively and negatively, each one is in the hands of different “ontological” beings: the living and the dead, the natural and the supernatural beings, mortals and immortals. At the same time, some beings, such as heroes, were able to mediate between both worlds, beings able to reach the far away limits and to cross them, as it is clear in the Gilgamesh Poem. Gilgamesh travelled until the end of the world and crossed the borders of waters to enter the world of the dead to speak with Utnapištim (who survived the Flood).

The fixation of limits was an essential activity. In the so-called Sumerian Paradise myth, Enki, the god of arts (architecture, in particular), crafts and magic, the “trickster” god, was the one who completed the creation of the world by establishing limits around the inhabited space.
Limits were a sign of power, a paradigm of manmade creation. We have to remember the first and last Gilgamesh words looking at the walls of the city of Uruk he had decided to build. Those walls –his creation- were going to be able to maintain his name and fame after his inevitable death.



Thanks to images and items, such as tablets with architectural plans, cuneiform tablets, kudurrus, and “models” (different types of items in the shape of dwellings), we can imagine the function of these items and the notion of limits they embody and display. At the same time, we can glimpse what an inhabited, an orderly space might have meant in a land made of deserts and at the mercy of demons and enemies. Limits were barriers but they were also paths thanks to which a mediation, a negotiation could be established with the “others”- whether divinities, evil spirits, monsters or human enemies. Limits were walls and doors at the same time.

jueves, 3 de mayo de 2018

Estética y anestesia

La estética (del griego aesthesis: sentido, lo sensible) es el estudio del mundo a través de los sentidos. Es también el estudio de cómo podemos estudiar a través de los sentidos, de cómo y porqué podemos confiar en ellos, en los datos del mundo que nos traen, que tienen que ser veraces -aunque no siempre comprobables- para que podamos tener confianza (o de) en ellos y en lo que nos dicen sobre lo que nos rodea. Los sentidos se fijan en la apariencia de las cosas, en cómo éstas se manifiestan, se nos muestran y nos llaman la atención; los sentidos -o, mejor dicho, nuestra razón, aliada con los sentidos- nos descifran lo que el mundo tiene a bien decirnos. Toda vez que algunas impresiones sensibles particularmente sorprendentes o agudas se plasman, a veces de inmediato, se traducen en obras de arte de cualquier género, la estética es también el estudio de las condiciones que se tienen que cumplir para interpretar correctamente una obra a través de la percepción sensible, así como el estudio de lo que la obra nos cuenta -o nos puede o quiere contar.

El mundo es arisco e inmisericorde; insensible. No atiende a sentimientos; no los tiene. Nace, crece, se despliega, se desvanece y muere, antes de despuntar nuevamente sin atender a nuestras necesidades y nuestras plegarias. El mundo nos rechaza. O, más bien, se muestra indiferente ante nosotros. No nos tiene en cuenta ni puede atendernos. Al igual que los dioses del Olimpo, el mundo no simpatiza con nosotros.
Vivimos en el mundo como unos extraños, a menos que nos sometamos a sus leyes. Pero, entonces, dejamos de poder despegarnos y poder observarlo -y estudiarlo- desde cierta distancia, con perspectiva. El arte nos miente. Nos anestesia ante el dolor que el mundo nos provoca o puede causarnos en cualquier momento. Nietzsche utiliza la palabra anaestheticis (La ciencia jovial, 326) para designar los paliativos -"aturdimiento, prisa febril del pensamiento, situación tranquila, buenos y malos recuerdos, intenciones, esperanzas..".- par designar los paliativos contra el dolor. No menciona al arte, si bien en su obra de juventud El nacimiento de la tragedia, la figura de Apolo y las artes bajo su responsabilidad, hechas de mesura, contención y luminosidad, son descritas como velos que cubren la hiriente y dolorosa realidad acerca de la vida que Dionisos simboliza, y la hacen soportable, conscientes, sin embargo, de su irrealidad, aunque nadie se lleva a engaño: Apolo es un dios ficticio, que maneja la ficción, que los hombres se dan voluntaria y conscientemente para soportar la dureza, el desgarro ineludible de la vida de los que no dudaban). El arte es un velo que se interpone para que nos hagamos ilusiones, y creamos de buena fe que seremos capaces de entrar en su juego, como cuando tratamos de entrar en el salto de la comba. Los sentidos dolidos por el mundo, las imágenes dolorosas que éstos captan -el rechazo que sienten que el mundo manifiesta ante nosotros- se lamen sus heridas con las imágenes que el arte, que se despliega ante nosotros, os muestra, oscureciendo, disimulando o deformando lo que en verdad deberíamos descubrir descarnadamente, sin la anestesia -el amortiguamiento, el adormecimiento de los sentidos, para no sentir, no descubrir la verdad- que el arte nos proporciona.
La estética es el estudio de cómo el arte apacigua los sentidos contándole historias para que nos durmamos y no descubramos, no caigamos en las historias para no dormir que el mundo nos desvelaría.       

JUNGLE: HOUSE IN L.A. (UNA CASA EN LOS ÁNGELES, 2018)



sobre este grupo inglés, véase este enlace