domingo, 3 de junio de 2018

JUAN MANUEL CAÑIZARES (1966): EL MITO DE LA CAVERNA 82018)






https://tienda.deflamenco.com/es/cds-guitarra-flamenca/11258-ca%C3%B1izares-el-mito-de-la-caverna-cd-8435307605290.html

Recién publicado, se pueden escuchar legalmente fragmentos de este disco dedicado al mito de la caverna platónico


Para VG, GL y TS, amantes del flamenco y/o de Platón

JUAN MANUEL CAÑIZARES (1966): METROPOLIS (2000)



Sobre este guitarrista flamenco de Sabadell (Barcelona), véase su página web

viernes, 1 de junio de 2018

FATHER JOHN MISTY (JOSHUA TILLMAN, 1981): THE PALACE (2018)



Véase la página web de este cantautor norteamericano

Golpe de vista

¿Cómo tenemos que entrar en contacto con las artes visuales que se exponen ante nosotros?: ¿a golpe de vista, o con una mirada larga y sostenida? ¿De un vistazo, o a años vista -con la mirada puesta en lo que vendrá con el tiempo, el estudio, nuestra predisposición y preparación para el encuentro?

Algunas obras llaman la atención: se muestran a primera vista. Mas no aguantan una segunda mirada. En francés, se las calificaría de tappe-à-l´oeil (literalmente que golpean el ojo: ostentosas, chillonas). Otras, por el contrario, pasan desapercibidas o se resisten a nuestra contemplación; solo con el paso del tiempo, lentamente se descubren. Y otras, finalmente, se exhiben pero son invisibles. Están ante nosotros pero no presentan ningún interés. Están hechas para pasar desapercibidas. Son y no son anodinas. Buscan no llamar la atención, pero quieren dar qué pensar. Su forma, sus cualidades son vulgares, inexistentes o imperceptibles. No destacan. Pero precisamente porque no destacan a la vista, no dejan de querer ser un misterio que no se puede resolver si no se cierran los ojos. Tal serían los objetos encontrados por Marcel Duchamp.

No todas las obras que nos hacen ojitos aguantan nuestra mirada. Nos guiñan el ojo para atraparnos. Pasado el impacto, unas son prescindibles. Merecen, caen en el olvido. Otras, en cambio, hipnotizan. Nos dejamos seducir;  nos sujetan. Nos convertimos en sus objetos de desvelo. La relación que establecemos es visual. Y el impacto es doble. Por sus características o cualidades, por la "forma" de mostrarse, por lo que parece querer comunicarnos, por la extrañeza o la inquietud que quizá nos suscite, por la turbación, la emoción o el temor -el temor y la compasión que Aristóteles detallara-,la obra no pasa desapercibida. Quedamos prendados. Estamos atentos, detenidos ante ella. La obra se nos revela de golpe, como si nuestros ojos se desorbitaran y se nos desvelara lo que hasta entonces no habíamos visto ni imaginado nunca.
La obra es una aparición. De pronto, se nos manifiesta, se nos descubre. Quizá estuviera ya delante de nosotros, pero no éramos "conscientes", no la veíamos. Estaba sin estar para nosotros. No habíamos establecido contacto visual alguno.
Ahora, sin embargo, nos deslumbra. La lengua francesa posee una hermosa expresión: nos "llena la vista" (elle nous en met plein la vue): es decir, la imagen se incrusta en nuestra pupila y la llena o la desborda incluso -el ojo es un lago, o un pozo-, impidiéndonos mirar nada más. Toda nuestra atención está ocupada por esta obra. Ésta colma nuestra mirada, nuestra atención y expectativas. Como si de un sueño hecho realidad se tratara. Una aparición emana de no se sabe dónde, desde luego, no viene de nuestro mundo o nuestro entorno. Pero se materializa, se encarna a la vista de todos o ante nosotros. Y es portadora de buenas nuevas o de hados funestos. Nos anuncia lo que vendrá o lo que acontece más allá, lejos de nuestra vista. Nos muestra lo que no alcanzamos a ver, lo que no queremos ver. Nos fuerza a abrir los ojos ante realidades que no concebimos o imaginamos a las que quizá hemos dado la espalda. La aparición nos obliga a reflexionar sobre lo que hasta entonces nos ha pasado desapercibido.
Nuestra mirada golpea la obra y abre sus puertas. Nuestros ojos fuerzan su sentido. Son un taladro que recorre, explora, documenta la superficie a la búsqueda de señales, de indicios que den pistas sobre lo que la obra encierra. No la tocamos, salvo con la mirada.
La imagen es una máscara que nos desenmascara lo que tememos o a lo que aspiramos -y que alcanzamos a través de la imagen, o en ella. La vista que nos abre nos golpea. Un golpe de vista es un doble golpe: se trata de una acción que, de súbito, descorre un velo, y el golpe que recibimos a la vista de lo que se nos muestra. La imagen nos apela. Frapper, en francés, no significa solo golpear, sino llamar la atención, sorprender. La imagen nos prende, nos enreda. Quedamos quietos, atados a y por lo que vemos. Nos mantiene en tensión. Ejerce una fuerza. Doblega nuestra voluntad. El efecto no siempre es fugaz. La imagen puede producir una impresión duradera, que puede cambiar una vida -como cuenta Proust en varios pasajes de A la búsqueda del tiempo perdido: la vida del protagonista está marcada por ciertas impresiones o imágenes plásticas o musicales imprevistas.  Una marca es el resultado de una fuerza. Se aplica fuertemente un ente sobre nosotros, que deja una huella imborrable. La vida, desde entonces, estará lastrada, influida por esta impronta. Don Quijote no habría partido a luchar contra los elementos si las novelas que leyó no le hubieran trastocado: tocado profundamente.

Golpes de vista, en el doble sentido de la expresión. Reflexiones, también una palabra con cara y cruz. Una movimiento hacia una imagen para que se nos abra -y abrirnos a ella-, y la flexión a la que nos somete con todo su peso, obligándonos a inclinarnos ante ella -hasta que quizá, la mirada gacha, ya no la veamos. Tales son las impresiones que este breve texto traduce: el juego de miradas, el cruce de miradas, miradas que alientan o fulminan, entre una obra y nosotros, entre una obra que obra en nosotros -porque puede con nosotros o porque nos dejamos cautivar, rendidos.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Espacio público

Cruces, banderas, pintadas.... el espacio público (plazas, calles, playas, paseos) español está invadido últimamente por "signos" de "diversos colores" (cárteles, pasquines, signos como lazos, banderas, pintadas etc.), plantados, atados, hincados, pintados para perdurar. Las actos parecen justos: se sitúan en un espacio público dónde, supuestamente, tenemos todos derecho a "manifestarnos". Los argumentos a favor o en contra de estas prácticas, empleados por representantes políticos y culturales, se apoyan precisamente en la libertad "de expresión" "pública", es decir el derecho que cada uno, o cada colectivo, tiene de hacer públicas sus sonoras, gráficas o visuales opiniones -"opiniones": es decir expresiones que no casan con "verdades"; los griegos distinguían bien entre la verdad y la opinión, siempre mudable.
Lo público es lo que pertenece al populus o pueblo, es lo que se puede publicar o manifestar libremente, sin temor al rechazo o la exclusión. Lo público es inclusivo -y exclusivo: pertenece "en propiedad" a todos. A todos (tal es otro de los significados de público).

Lo público es propio de adultos (pubes, en latín), de personas que han entrado en la pubertad. Lo público pertenece a personas que han entrado en la edad de la razón, que son razonables. Que tienen razones que pueden y deben contrastar.
 Sin embargo, el espacio público es un un lugar donde manifestar o manifestarse, sino un espacio donde confrontar "ideas", "opiniones" o "puntos de vista". No se trata de imponer argumentos, sino de exponerlos, para que puedan ser contrastados. El espacio público es un escenario -acotado- donde se discuten y se dirimen diferencias. Se trata de un espacio de debate. Y éste tiene un tiempo de exposición y de reflexión. Se exponen, se contrastan y se resuelven distintas maneras de ver el mundo. Tras lo cual, el espacio público debe de volver a estar limpio de "símbolos identitarios". La discusión puede ser viva, acalorada incluso; siempre respetuosa. Tiene que tener sobre todo la capacidad de permitir la libre manifestación de cada manera de juzgar el mundo, a fin que todas las visiones puedan ser estudiadas antes de llegar a acuerdos. El espacio público es el espacio de los acuerdos. Lo acordado se aplica, se ejecuta. Ya no necesita defenderse.
Estas consideraciones sobre las características del espacio público, del que el ágora griega es un vivo y perdurable ejemplo, no implica que no se puedan ubicar "símbolos" o monumentos. Pero éstos tienen que ser aceptados por todos. En la Atenas clásica, por los ciudadanos y los dioses, y entre aquéllos, por las distintas "facciones". Pocos símbolos cumplen esta función: alguna bandera, alguna estatua, fiestas, cantos, celebraciones y procesiones (en la Atenas de Pericles, el altar de los héroes de la ciudad, un monumento a los dioses, la tumba del héroe fundador legendario: pocos signos, no siempre visibles, pero que cada ciudadano sabe que se encuentran y en los que puede soñar si no los percibe; en efecto, la tumba del héroe fundador o heroon se mantenía en un discreto lugar para no llamar la atención de los enemigos de la ciudad): elementos bien visibles -o imaginables- en los que cada ciudadano puede proyectarse y reconocerse. Símbolos asumidos por todos.
Estamos muy lejos no solo de la sabiduría clásico, sino del simple "sentido común".

martes, 29 de mayo de 2018

Patria (On the bitch)


"Entre los europeos de hoy no faltan esos hombres que tienen derecho a llamarse apátridas en un sentido que los distingue y los llena de orgullo; ¡qué a ellos en especial les sean encomendadas expresamente mi sabiduría secreta y mi gaya ciencia! Porque su suerte es dura, su esperanza incierta, cuesta muchísimo idear algo que los consuele. 

No, no amamos a la humanidad; pero, por otro lado, estamos muy lejos de ser lo bastante alemanes, en el sentido corriente en que se utiliza hoy esta palabra, para convertirnos en voceros del nacionalismo y del odio racial, para regocijarnos con esa infección nacionalista por la que hoy los pueblos de Europa se atrincheran unos contra otros y se acuartelan.

¿No es preciso que se encamine a eternizar la división de Europa en pequeños Estados?… Nosotros, los apátridas, somos demasiado variados y demasiado mezclados en cuanto a la raza y al origen, para ser «hombres modernos» y, por consiguiente, nos sentimos poco inclinados a tomar parte en ese exceso y en ese engaño que es la autoidolatría racial que hoy se exhibe en Alemania [y hoy en..... ] como distintivo de las virtudes alemanas, ya que tratándose de un pueblo con «sentido histórico» resulta doblemente falsa e inconveniente. En definitiva, somos —y éste será nuestro título más honroso— buenos europeos, los herederos de Europa, herederos ricos y satisfechos, pero herederos también infinitamente deudores de varios milenios de espíritu europeo."


(F. Nietzsche: La ciencia jovial, aforismo 377: "Nosotros los sin patria")

lunes, 28 de mayo de 2018

AGNÈS VARDA (1928): ULYSSE (1983)



Ulysse (1983). Agnès Varda (subtitulado). from Cátedra Gismondi on Vimeo.

Una cabra muerta -pronto mítica-, un niño que se llama Ulises y no se acuerda de haber estado en la imagen, y un hombre desnudo desconocido, mirando el mar, de espaldas a la cámara (cámara: habitación oscura: lugar donde reflexionar).

Una de las mejores "reflexiones fílmicas" sobre lo qué es una imagen.

Una imagen no es nada, no revela nada, no dice nada sobre cómo y cuándo aconteció. Por eso mismo, es una página en blanco que nos hace soñar, en la que podemos proyectar lo que la imagen, muda, silenciosa, sin embargo, nos cuenta.