miércoles, 24 de octubre de 2018

El distinto legado de los imperios asirio y romano

El imperio asirio, que llegó, en su momento de máxima extensión, en la primera mitad del primer milenio aC,a ocupar toda Mesopotamia, Anatolia y Egipto -no parece, en cambio,  que Grecia, que tanto atrajo al imperio persa, llamara la atención de los asirios-, tuvo dos grandes periodos, en el segundo y en el primer milenio aC.
El imperio asirio desapareció para siempre a mediados del primer milenio aC, en manos de Babilonia. No dejó ningún rastro que no fueran trazas arquitectónicas difícilmente visibles. Su visión del mundo no dejó huella alguna. Sus creencias y su forma de vivir súbitamente se desmoronaron sin haber influido en otras culturas.
Se ha comparado, a menudo, el imperio asirio con el romano. Aunque la extensión de ambos imperios y el afán de dominios fueran o pareciera que fueran parecidos, asiria y Roma son incomparables.
Los asirios dominaron el mundo por razones comerciales. Banqueros y comerciantes necesitaban vastos territorios para transacciones económicas. Conquistaban mercados, no territorios o pueblos. Pero nunca quisieron "asirianizar" el mundo.
Los asirios no impusieron sus dioses ni un culto imperial, su lengua (el asirio, una variante del acadio, una lengua semita), sus creencias ni sus mitos. El imperio era un tejido de reinos vagamente relacionados con Asur, la capital. Por el contrario, Roma dispuso que todas las ciudades tuvieran templos, construidos en el foro -el centro urbano comercial, administrativo y político-  dedicados a la triada capitolina (es decir, a los dioses principales de la ciudad de Roma, asentados en el monte Capitolio: Júpiter Óptimo, Juno, Minerva), así como santuarios dedicados al culto imperial; impusieron el latín como lengua oficial y de cultura, determinaron que el mito fundacional de la capital imperial se extendiera a todas las nuevas ciudades -todas fueron fundadas como Roma, por Rómulo y Remo-, extendieron la noción de ciudadanía a todos los sujetos -sujetos de y por el emperador- y legislaron la vida por medio del derecho romano. Después de mil setecientos años de la desaparición del imperio romano, aún nos organizamos gracias a dicho derecho, aún somos romanos.
Los romanos entendieron que el sometimiento de los pueblos se ejerce no mediante el dominio militar o comercial sino cultural o ideológico. Desde pequeños, los niños fueron educados en los valores y creencias romanos, fueron modelados por costumbres, por maneras de expresarse propiamente romanos.
Hoy esta práctica de conformación de una visión del mundo se sigue practicando en escuelas infantiles de algunos países tanto para determinar la vida en común como el enfrentamiento de y entre los ciudadanos.
Éste es el verdadero legado romano y el "error" asirio. El ser humano debe de ser educado, marcado y constreñido desde el nacimiento para seguir sendas y creencias determinadas. La libertad de culto y de creencias, en cambio, no deja trazas perdurables. "Somos" lo que nos dicen o nos imponen que seamos -sin que seamos conscientes de este marcaje.


Desde cerca de Mosul. Agradecimientos a la dra. María Grazia Masetti por sus explicaciones.

martes, 23 de octubre de 2018

Los criterios del arqueólogo

No es cierto, como pensaba, que los arqueólogos, al contrario que los arquitectos, no tengan en cuenta la tercera dimensión. No ven los restos o las trazas arqueológicos, que no se levantan del suelo, solo en planta. Dos dimensiones, sin embargo, son espaciales -los ejes de las marcas en el suelo o el subsuelo (los cimientos de las construcciones, como ocurre en Mesopotamia)-, mientras que la tercera es temporal: marca la sucesión de niveles de asentamiento a lo largo de los siglos o los milenios.

Observación de la arquitecta y arqueóloga Elisa Vegué.

El agua en Mesopotamia

Aunque Mesopotamia significa, en griego, Tierra entre dos Ríos, hoy se sabe que los ríos Tigris y Eúfrates jugaban un papel mucho menor al pensado en las comunicaciones. Contrariamente a lo que ocurría en el valle del Nilo, que se podía navegar en ambas direcciones, gracias a corrientes regulares, y a vientos que soplaban en dirección contraria, los cursos del los ríos que atravesaban Mesopotamia eran demasiado erráticos, el del Eúfrates sobre todo, y los márgenes muy inestables, para que el transporte pudiera efectuarse por vía fluvial.
Las vías terrestres eran decisivas, como las que pasaban por la capital imperial neo-asiria de Kilizu (llamada Tueh  a mitad del segundo milenio) -donde excavamos-, en un cruce entre dos grandes vías de comunicación norte-sur y este-oeste -de centro Asia al desierto siro-arabígo, convirtiéndola en la urbe más importante de toda la Mesopotamia del norte en los segundo y primer milenios.

Agradezco a la doctora Maria-Grazia Masetti-Rouault (École Practique des Hautes Études, París) esta observación.


domingo, 21 de octubre de 2018

Tocho en Mosul

Tocho se encuentra en una misión arqueológica cerca de Mosul, en Iraq, con poca cobertura telefónica e informática.
Si todo va bien, seguirá a partir de final de octubre
Inch’ Allah

sábado, 20 de octubre de 2018

Iconoclastia

“A la pregunta de por qué se habían alejado de la Iglesia, replicaron que en los templos se veneraba a dioses de madera, fabricados por la mano del hombre, y que en las Escrituras no solo se dice eso, sino que los profetas afirman justamente lo contrario. Cuando Misaíl preguntó a Chúiev si era cierto que llamaban tablas a los santos iconos, este respondió: “Coge cualquier icono, dale la vuelta y lo verás tú mismo”.”

(Lev Tolstói: El cupón falso)

La iconoclastia o denuncia de la falsedad de las imágenes sagradas, virulenta hacia el año mil en el imperio bizantino ortodoxo, seguía vigente en la segunda mitad del siglo XIX en el imperio ruso también ortodoxo. La abstracción de Malevitch tuvo sólidas razones para rehuir el naturalismo.

jueves, 18 de octubre de 2018

Desfiguración

El atentado contra obras de arte -estatuas, monumentos- es un hecho habitual en culturas y épocas diversas. Este daño no siempre lleva a la destrucción parcial o total de la obra, pero sí al vertido de líquidos -pintura, aceite- que manchan la obra y su buen nombre, manchas que no siempre son fáciles o posibles de eliminar.
El daño físico -vertidos, golpes, rayado, hurgado- se centra, casi siempre, en la cabeza -el cuerpo se decapita- y, en particular, en el rostro. La nariz es un órgano que a menudo sufre. Se suele arrancar. Pero son los ojos los que reciben los desvelos de quienes atentan contra la estatua.
Desfigurar es el verbo que designa el acto de dañar a una obra. To deface, en inglés. Ambos términos se componen con la partícula negativa de, y el verbo figurar -to face-. Figurar tiene dos significados, antitéticos. Por un lado, significa estar en un lugar determinado, estar presente. Figurar es mostrarse. Pero también significa aparentar. La apariencia es la cara visible de un ente o un ser, pero también designa solo la cara visible, dando a entender que el ente o el ser no tienen nada detrás de dicha fachadas. Son entes o seres planos, huecos, en cierta medida, que no son -no son nada- lo que parecen. Son entes o seres que engañan sobre lo que "verdad" son. Simular ser, pero son una cortina de humo, entes o seres sin ser, insustanciales. Quimeras.
Sin embargo, el sustantivo figura, en latín, posee significados que, si por un lado, se inclinan hacia el engaño -el verbo fingo significa modelar, pero también inventar falsedades, de ahí fingir: hacer ver lo que no se es-, por otro, implica una sólida y probada presencia. Figura, en latín, nada tiene que ver con la apariencia, sino con la "esencia" (figura, en lenguas latinas modernas, significa ilustración o ejemplo: una manera de mostrar lo invisible, de dar cuenta de la existencia de entes ideales. La expresión francesa cas de figure significa hipótesis, situación concebida, en francés: situation envisagée, del sustantivo visage: rostro; una situación que desvela su rostro, que muestra sus intenciones, que puede ser juzgada pertinentemente, cuya visualización permite calibrarla, y qu revela que el pensamiento implica la necesidad de una imagen para que "veamos" -imaginemos, preveamos- lo que nos espera): figura significa estructura (también modelado: una manera de hacer u obrar para dar forma y quizá vida a un ente o un ser), también manera de ser: la figura es el modo que adopta el ser para mostrarse, modo que le caracteriza y define. Cada ser tiene su personal modo de "figurar" -de presentarse, de estar presente, de tener una presencia.
Por tanto, desfigurar tiene una doble lectura: la neutralización de un ser o un ente "aparente", un ser cuyo engaño queda en evidencia, cuyo daño sufrido tiene como finalidad, desvelar y anular la ilusión que produce. Este tipo de atentado es fruto de la creencia, fundada o infundada -las creencias están al margen de fundamentos-, en el peligro que acarrea la "presencia" de una imagen, del contacto con ésta, del impacto o de la influencia que ésta ejerce, influencia necesariamente juzgada perniciosa. La imagen nos hace creer en lo que no es, y nos expone ante un vació (de sentido, o existencial) en el que podemos caer y perdernos. La imagen nos aparta de la "realidad" y nos aboca a un mundo sin sustancia, detrás del espejo o la imagen.
Pero desfigurar también significa desmontar una figura. El daño se dirige a lo que la sustenta, o a su carácter, su vida, su modo de ser. La figura queda así "despersonalizada", convertida en un ser o un ente sin rasgos propios, in una mirada o una voz personales. El daño afecta a lo propio, lo singular de un ente o un ser, aquello que lo convierte en un ente o un ser con el que se puede entrar en contacto o dialogar. La figura se convierte en un pellejo, un ser sin atributos.
La personalidad se manifiesta a través de la manera de mirar el mundo. Cada figura posee y expresa un punto de vista personal. A través de cada figura podemos entender el mundo, pues cada una encierra una comprensión de lo que nos rodea, de lo que somos. Este punto de vista es fruto de la agudeza visual, de la luz de inteligencia que emanan de los ojos. La desfiguración, por tanto, afecta a los ojos. Las figuras se ciegan. Los ojos se rayan o se sacan. Desde siempre, los ojos de las estatuas han sido los órganos más "sensibles", aquellos de los que hay que cuidarse, o que se tienen que cuidar. Arrancando o cortando los ojos a una estatua, impedimos que ésta nos mire mal, nos lance el mal de ojos, nos haga daño. La estatua deja de ser una presencia, una figura  en cuyos ojos nos podemos perder. Los ojos son espejos que atrapan nuestro reflejo, óculos que encierran nuestra imagen reflejada. robándonos una parte nuestra, desposeyéndonos  de nuestra imagen, convirtiéndonos en sombras, en seres invisibles, sin proyección alguna.
La desfiguración es una manera de protegernos, pero también una retorcida -pero efectiva- manera de reconocer la capacidad de la imagen de entrar en contacto visual con nosotros, de encararse con nosotros y de imponerse, hipnotizándonos. La desfiguración hace que la imagen pierda la cara, que su estatuto físico y moral se reduzca a nada. Ningunea a la imagen, sin que nos demos cuenta que sin imágenes no podemos vivir: la imagen es un reflejo de lo que somos, un testimonio de nuestra vitalidad, de nuestro modo de ser en el mundo. Los muertos y las sombras no se reflejan. La desfiguración baja el telón sobre el mundo, apaga la luz. Ya no podemos estar.

martes, 16 de octubre de 2018

MICHAEL HEIZER (1944): CITY (CIUDAD, 1972-¿2020?)












Aunque City -calificada de la escultura más grande del mundo, de dos quilómetros de largo por medio quilómetro de ancho- no está concluida -faltarían aún un año y medio de obras-, está a punto de ser inaugurada y abierta al público.
Situada en el desierto de Nevada, desde hace cincuenta y seis años, el escultor norteamericano Heizer abre, talla e instala monolitos de piedra y hormigón, inspirándose en construcciones precolombinas, egipcias y mesopotámicas. El ordenador, que guía las máquinas que cortan la piedra y moldean el hormigón, ha permitido acelerar las obras. Una sucesión de plazas, esplanadas, muros rectos y curvos, taludes, puertas de acceso y grandes pirámides truncadas componen un recinto vacío, en el que alternan volúmenes y huecos que, lejos de conjugarse con las montañas circundantes, se cierra sobre sí mismo precisamente para ordenar un espacio que no dependa de la naturaleza -aunque la ubicación esté en relación con el entorno (que rehuye), y que formalmente, City se asemeje a una intervención de Land Art, no juega con elementos naturales sino creados para la ocasión, y recurre a formas geométricas y al hormigón para configurar una ciudad de los muertos que sorprende por sus evidentes conexiones con el arte del remoto pasado.
Hoy Heizer expone en Londres.