No es cierto, como pensaba, que los arqueólogos, al contrario que los arquitectos, no tengan en cuenta la tercera dimensión. No ven los restos o las trazas arqueológicos, que no se levantan del suelo, solo en planta. Dos dimensiones, sin embargo, son espaciales -los ejes de las marcas en el suelo o el subsuelo (los cimientos de las construcciones, como ocurre en Mesopotamia)-, mientras que la tercera es temporal: marca la sucesión de niveles de asentamiento a lo largo de los siglos o los milenios.
Observación de la arquitecta y arqueóloga Elisa Vegué.
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