viernes, 1 de noviembre de 2019
Angelina en Babilonia
Tocho siempre atento a las más altas noticias culturales sobre el mundo mesopotámico....
Hasta ahora, los fieles situaban la Atlántida que Platón describió, en las Islas Canarias -no importara que el supuesto mito fuera una invención literaria de Platón.
La Atlántida era la imagen de la desmesura oriental coronada por un templo descomunal, abigarrado y reluciente de oro y pedrería. Por eso sucumbió: era la imagen de la desmesura. La Atlántida era como Babilonia.
Hoy, lógicamente, las Canarias (donde se filma la grandiosa, erudita película Los Eternos) acogen Babilonia.
La mítica Angelina Jolie fue la madre de Alejandro -en la película de Oliver Stone-; mítica, mágica, prodigiosa, en efecto; era más joven que su hijo (que el actor que lo encarnaba).
Alejandro conquistó Babilonia. Así que parece lógico que Angelina esté hoy en Babilonia.
La puerta de Ishtar, alicatada de ladrillos vitrificados de color azul, ya no está en Berlín ni en Mesopotamia: ahora se alza en el desierto canario.
Quizá haya tan solo una duda, pese a que "the historically accurate set design", el texto de promoción reza: "In real life, Babylon was the capital of historic Persia".
Hum....
Pelillos a la mar. Qué no perdonaríamos para que Angelina reine en Babvilonia.
Al parecer, podrían haber incluso "a spacecraft, perhaps".
Los babilónicos siempre han sido un poco marcianos.
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jueves, 31 de octubre de 2019
De regreso de Mosul
Viajando en un coche blindado, sin poder siquiera abrir las ventanillas, en medio de un convoy precedido por una tanqueta, circulando a velocidad constante sin detenerse, siquiera en los cruces ni en los semáforos, mientras los soldados del primer vehículo, de pie, armados en la plataforma posterior, piden paso con gestos rápidos, entrando en Mosul hasta el Campus Universitario, por tres horas, entre militares, antes de regresar en las mismas condiciones, ¿se puede afirmar que se ha, no conocido, sino tan solo visitado una ciudad? Una ciudad, la mitad de la cual -la parte este, tras cruzar el Tigris-, el casco antiguo, está destruido, minado y con franco-tiradores, y es inaccesible
La respuesta es obvia.
En otras condiciones -imposibles hoy-, y con más tiempo, pudiendo callejear ¿la primera impresión, cambiaría? ¿Cambiaría la percepción definitiva de la ciudad?
Mosul ya no es verdaderamente una ciudad. Durante una veintena de quilómetros, al acercarse a ella, se suceden descampados polvorientos, cubiertos de maleza seca, desperdicios, hierros retorcidos y charcos de agua negra -acentuados por una lluvia reciente (y necesaria)-, salpicados de hangares, talleres, viviendas ocasionales sin terminar, o destruidos, o medio en ruinas, con las fachadas marcadas, como un rostro acribillado por la viruela, por la metralla, sucias, dejadas o abandonadas, que contrastan con estructuras descomunales de autopistas y anillos elevados, y pilares de hormigón en construcción -aunque en parte interrumpidas-, cerca de puentes derribados que cruzan, caídos, un riachuelo de aguas contaminadas -solo se puede pasar por un estrecho puente provisional, colapsado por el tráfico. La carretera deformada, salpicada de baches, zigzaguea, hasta llegar a una calle central animada, entre puestos callejeros, comercios abiertos a la calle, almacenes y viviendas bajas ennegrecidas, entre casas caídas no se sabe si por explosivos o por bombas. Tan solo destaca el empalidecido color del minarete de una pequeña mezquita, seguramente moderna aunque envejecida, que se divisa entre estructuras de hierro elevadas que cruzan, no se sabe porqué, la calle. Al final de la calle, a la derecha, el muro continuo del campus universitario, al que se accede por un único puesto fuertemente militarizado.
Campus animado, destartalado, atestado de jóvenes; muchos varones excesivamente delgados, la piel marcada y, en ocasiones, aire ausente. Las mujeres, por el contrario, vestidas casi siempre con ropa ceñida de colores: faldas y mangas largas, cuellos altos y pañuelos que cubren el pelo de manera elaborada. Caminan más decididas, a veces solas, que los varones.
¿Qué ha ocurrido?
Retazos de conversaciones en inglés permiten intuir el horror de la ocupación del Estado Islámico durante tres años y de la ferocidad de la batalla de Mosul que duro meses hace menos de dos años.
No se puede saber mas.
La ciudad desfila, de vuelta, tras los cristales blindados.
Mosul no se borra fácilmente de la memoria.
miércoles, 30 de octubre de 2019
La hospitalidad (E. Kant: Hacia la paz perpetua, II, 3)
“El derecho cosmopolita debe ceñirse a las condiciones de la
hospitalidad universal (…). Este capítulo aborda cuestiones relativas al
derecho y no a la filantropía, por lo que hospitalidad significa aquí el
derecho de un foráneo a no ser tratado con hostilidad por aquel en cuyo suelo
ingresa. Puede rechazarse al extranjero siempre que tal cosa no le hunda, pero
mientras el foráneo se comporte pacíficamente en su lugar no cabe acogerle con
hostilidad. Esta reivindicación no se basa en ningún derecho de hospedaje, lo
cual requeriría un contrato especialmente generoso que lo convirtiera en
convecino por cierto tiempo, sino un derecho de visita para ser recibido en
sociedad que le corresponde a todo ser humano en virtud del derecho de
co-propiedad de la superficie del globo terráqueo, cuya superficie esférica
impide que nos dispersemos hasta el infinito y nos hace tener que soportarnos
mutuamente, pues originariamente nadie tiene más derecho que otro a estar en un
determinado lugar de la tierra. Partes inhabitadas de esta superficie esférica,
como el mar y los desiertos, dividen a esta comunidad, pero el barco y el
camello –el barco del desierto– posibilitan un acercamiento que sobrepasa estas
regiones sin dueño y el derecho a utilizar esta superficie que pertenece comunitariamente
a la especie humana para un eventual comercio. La inhospitalidad de algunas
zonas costeras, como las costas berberiscas, donde se roban barcos en los mares
colindantes y se esclaviza a tripulaciones de naves encalladas, o la
inhospitalidad de algunos desiertos, como el de los árabes beduinos, donde se
considera la vecindad con ciertas tribus nómadas como un derecho a saquearlas,
resultan por lo tanto contrarias al derecho natural. Ahora bien, un derecho de
hospitalidad que autoriza la llegada de foráneos no se extiende sino a las
condiciones de posibilidad de intentar comerciar con los antiguos moradores. De
esta manera, partes alejadas del mundo pueden entablar mutuas relaciones
pacíficas que a la postre se revistan de una legalidad pública y puedan ir
acercando así al género humano hacia una constitución cosmopolita. Si se
compara con ello el comportamiento inhospitalario de los Estados civilizados de
nuestra parte del mundo, sobre todo de los que se dedican al comercio, produce
espanto la injusticia que demuestran al visitar países y pueblos extranjeros,
lo que para ellos equivale a una conquista. América, las tierras de los negros,
las islas de las especias o el Cabo eran para ellos al descubrirlos países que
no pertenecían a nadie, porque no tenían para nada en cuenta a sus habitantes.
En las Indias orientales, el Indostán, introdujeron tropas extranjeras bajo el
pretexto de establecer sucursales comerciales, pero con ellas advinieron
también la opresión de los nativos, la incitación a entablar guerras cada vez
más vastas entre distintos Estados, las hambrunas, las sublevaciones, la
perfidia y todo cuanto cubra la letanía de todos los males que afligen al
género humano. China y Japón, que ya habían tenido algún trato con semejantes
huéspedes, han permitido sabiamente en el caso de China el acceso, mas no la
entrada y en el caso de Japón han permitido el paso a un único pueblo europeo,
los holandeses, a los que sin embargo excluyen de la comunidad con los nativos
como si fueran reclusos. Lo peor de todo esto, o tal vez lo mejor desde la
perspectiva de un juez moral, es que ni tan siquiera recogen los frutos de esa
violencia, dado que todas esas sociedades comerciales están próximas a la
quiebra, que las islas azucareras, sede de la esclavitud más cruel que pueda
imaginarse, no brindan un auténtico beneficio, sino que sirven indirectamente a
un propósito no muy loable, cual es el de instruir a la marinería para las
flotas bélicas y llevar de nuevo las guerras a Europa. Y todo ello lo hacen
unas potencias que pretenden hacer mucho en aras de la piedad y saberse
escogidas dentro de la ortodoxia, mientras sorben la injusticia como si fuese
agua. Al haberse avanzado tanto en el establecimiento de una comunidad más o
menos estrecha entre los pueblos de la tierra, hasta el punto de que la
violación del derecho en un lugar de la tierra repercute en todos, la idea de
un derecho cosmopolita no resulta una representación fantasiosa ni
extravagante, sino un complemento necesario del código no escrito del derecho
político y del derecho de gentes para con los derechos públicos de la humanidad
en general, de suerte que solo bajo esta condición cabe preciarse de
aproximarse continuamente hacia la paz perpetua.”
sábado, 26 de octubre de 2019
El pan de cada día (entre Erbil y Mosul)
Carretera de Erbil a Mosul (Iraq), transitada sobre todo por camiones. Cinco y cuarto de la mañana. A la derecha, yendo hacia Mosul, en un descampado polvoriento, está abriendo al público un horno de pan de leña, ubicado en un pequeño hangar de plancha metálica.
Trabajan cuatro personas: quien amasa en una máquina rotatoria accionada a mano, levantando y depositando una masa informe, casi blanca, que le cuelga de los brazos, y da forma a panes individuales en forma de huso en una estancia vecina; quien los coloca en bandejas alargadas de madera, tras desplegar una tela blanca en el fondo de las bandejas, y las entrega al panadero; quien, con una larga pala, los cubre con agua azucarada, los emplaza en el horno y, cuidando cuando se abomban tras un par de minutos (los panes, con apenas levadura, son huecos), los saca, dorados y brillantes, con la pala y los echa, haciéndolos resbalar por el mango de la pala, en una gran caja situado al pie de la mesa de trabajo, donde un cuarto trabajador los recoge y los distribuye en bolsas de plástico cuando se venden, mientras el panadero ya coloca una nueva hornada, y abre o cierra una compuerta del horno para que entre más o menos aire y avive o atenúe el fuego.
Los desplazamientos, los gestos de las cuatro personas, en silencio, están casi coreografiados: gestos repetidos día a día, incesantemente, cada dos minutos, precisos, minuciosos y elegantes, gestos de los brazos, de las manos, del cuerpo incluso, contenidos y exactos, atentos a la vida del pan que se infla y pronto cede, una breve vida.
Fotos y filmaciones: Tocho, octubre de 2019
viernes, 25 de octubre de 2019
Lamassu en Mosul
La ciudad de Bagdad tenía que haber organizado una gran exposición sobre los tesoros de las tumbas reales neo-asirias de Nimrud, uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes en el Próximo Oriente en los últimos años, cuyas piezas de oro y de marfil se habían salvado del saqueo del Museo de Bagdad de 2004 gracias al gesto de un conservador que guardó las obras, sin decir nada -temiendo filtraciones- en cajas fuertes del Banco Nacional de Iraq.
La exposición hubiera incluido réplicas a tamaño natural de los Lamassu de la Sala del trono del palacio del rey neo-asirio Asurbanipal II, en Nimrud, que se hallan en el Museo Británico de Londres.
La exposición fue confiada a una empresa privada danesa.
Ésta quebró. La exposición se canceló. La empresa, sin embargo, en posesión de un contrato -que aún no ha sido invalidado-, denunció al estado iraquí y exigió una indemnización de cien millones de euros -la petición aún colea-. Ningún responsable de ningún museo se atrevió a ir en contra de la poderosa -aunque fallida- empresa danesa.
Las réplicas fueron realizadas por una empresa, fundada por un artista inglés, ubicada en Madrid. Las estatuas originales fueron escaneadas. Con los datos obtenidos, una máquina esculpió un modelo en porexpan que sirvió para realizar un molde de silicona en siete partes. Una mezcla de escayola coloreada, una masa fileteada, se fue aplicando por capas en los moldes. Dichas capas, cubiertas de esteras vegetales y de escayola, constituyen el cuerpo de las réplicas, pintadas y recubiertas de yeso.
Debido a los saqueos y destrucciones del Estado Islámico en los yacimientos neo-asirios de Nínive, en Mosul, y de Nimrud -yacimiento devastado- en 2014 y 2015, el Museo de Leiden organizó una exposición sobre el arte asirio. Las réplicas fueron incluidas en la muestra.
El actual embajador español en Bagdad, el Excmo. Sr. Hansi Escobar, logró que el Ministerio de Defensa español, el Museo Británico y el Museo de Leiden, aceptaran donar dichas réplicas a Mosul.
Han sido llevadas a Mosul desde Madrid en un avión militar Hércules, que llevan material y bienes a la base militar española en el sur de Iraq.
El jueves 24 de octubre de 2019, dicha donación se hizo oficial ante una numerosa delegación española, inglesa e iraquí.
Las réplicas se han colocado en grandes urnas de vidrio a lado y lado del acceso al nuevo centro de estudiantes en el centro del Campus universitario de Mosul, cerca de la biblioteca incendiada por el Estado Islámico.
Los Lamassu eran genios alados asirios, de rostro humano y cuerpo de animales -toros, leones y águilas: los animales de los Evangelistas, tomados de la iconografía asiria-, que se ubicaban en los límites de los espacios que debían proteger mágicamente; en particular, velaban sobre la sala del trono de los palacios imperiales, que eran una imagen del cosmos. Hoy guardan el acceso del único edificio reconstruido o restaurado del campus de la universidad de Mosul, aun malherido.
Nunca podré agradecer bastante a Hansi Escobar por la generosa invitación a asistir a dicho acto, junto con la delegación española, facilitando la entrada imposible en territorio iraquí, cabe Mosul. Los agradecimientos se extienden al cuerpo de seguridad.
Agradecimientos también a la misión arqueológica francesa de Qasr Shemamok, y en particular a la Dra. Mariagrazia Masetti-Rouault. Gracias a la misión, se ha podido ir a Mosul desde Erbil donde se aloja la misión.
Concierto en Mosul
Filmaciones: Tocho, octubre de 2019
La embajada de España, a través del Excmo. Embajador Hansi Escobar, organizó ayer un concierto gratuito al aire libre de jazz y flamenco, a cargo de los músicos excepcionales, tres de los cuales son de Barcelona o viven en Barcelona, Luis Robisco (guitarra española), Alba Bioque (cantante), Paquito Escudero (percusión) y Gautama Valerio (saxo), con Carolina Morgado (bailarina), en el Campus de la Universidad de Mosul, frente al edificio de la biblioteca universitaria, incendiado por el Estado Islámico hace tres años.
El concierto duró media hora, y estuvo controlado en todo momento por guardias de seguridad, ya que algunos estudiantes varones consideraban que un escenario era "haram" (Prohibido).
Carolina Morgado solo bailó una vez, mesuradamente, sin levantar el vestido de cola, debidamente vestida hasta el cuello, cubierta por un chal; el resto del concierto, batió palmas, para evitar problemas. Tampoco disponía de camerino para cambiarse.
Los varones asistían en primera fila, las mujeres en un segundo término, sin ver nada.
La entregada interpretación, bajo un sol de justicia, sin sombra, y la reacción entusiasta del público fueron emocionantes.
Era la primera vez que ocurría, tras la expulsión del Estado Islámico -aún en la ciudad, sobre todo en la parte oeste- hace menos de dos años.
La extrema delgadez, las marcas en la cara, de muchos estudiantes varones, el aire ausente, perdido, de algunos, testimonian del infierno vivido.
Arte en Mosul (bajo el Estado Islámico)
Óleos, pintados en Mosul, a escondidas, durante la ocupación de la ciudad por el Estado Islámico, por estudiantes de arte, expuestos en el Centro de los estudiantes en el campus de la Universidad de Mosul.
Angustiosos. Figuras del pasado y del presente enfrentados. Una misma violencia. Pero el pasado resiste y, en medio de la mutilación, parece vencer. La rana, símbolo de hombre ignorante, de la materia informe, acecha.
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