domingo, 9 de febrero de 2020

Tirinto (Museo de Tirinto)










































Fotos (salvo las dos últimas, sacadas de una publicación, por la imposibilidad de retratar la obra en directo debido a los reflejos): Tocho, febrero de 2020.
Todas las fotos, libres de derechos, salvo las dos últimas


Al contrario que en Micenas, una breve inscripción hallada en las ruinas indica que éstas son o deberían ser de una ciudad llamada Tirinto, nombre citado en la Ilíada de Homero.

Tirinto, al igual que Troya y Micenas, descubierta y explorada por el rico alemán aficionado a la arqueología Heinrich Schliemann, a finales del siglo XIX, también se distingue de Micenas por su tamaño.
Se trata más de una fortaleza, complejamente defendida por altas y gruesas murallas "ciclópeas" -de unos diez metros de anchura- y estrechas rampas secretas que conducen fatalmente a los posibles atacantes a fosos rodeados de altos muros desde donde se les disparaba flechas, que defendía un palacio y un santuario micénicos, de la segunda mitad del segundo milenio.
Como Micenas, y Pilos, el definitivo abandono de Tirinto, a finales del segundo milenio, por razones aún aclaradas -cambio climático, revueltas, o la llegada de nuevas poblaciones (los llamados Pueblos del Mar y, posteriormente, los dorios -si es que esta llegada se produjo)-, sin que volviera a ser ocupado nuevamente, ha permitido que los restos no se hallen sepultados por nuevos niveles de ocupación. Al igual que las ciudades o palacios antes citados, Tirinto se alza en medio de un paisaje incontaminado, sin apenas asentamientos humanos cercanos.

En efecto, el museo de Tirinto se halla en el pequeño puerto de Nauplia, un tranquilo -en invierno- villorio marítimo, no muy lejos de Atenas.
El nuevo museo, ubicado en una mansión renacentista, contiene, como el Museo de Micenas, una extraordinaria colección de obras micénicas, de mediados del segundomilenio, muy bien presentadas, entre las que destacan, como en Micenas, estatuas y estatuillas femeninas, quizá de divinidades, un collar micénico compuesto por sellos cilindro mesopotámicos, y algún sello cilindro mesopotámico suelto, hallado en un hogar -lo que prueba a los intercambios comerciales y culturales entre la Grecia micénica y el impero neo-asirio-, y, sobre todo, un escudo de terracota, de uso representativo, del siglo VIII, cuando Grecia, tras la debacle micénica, se recuperó (o recuperó la escritura, y los asentamientos volvieron a crecer, ya organizados como ciudades), tres siglos más tarde, pintado con una escena de la Guerra de Troya: el fatal momento en que Aquiles mata a Pentesilea, la reina de las Amazonas, que han acudido en ayuda de los troyanos, y mientras la degolla, la mira a los ojos, cruza su mirada, y cae, demasiado tarde, perdidamente enamorado de la reina, un gesto humano casi imposible en Aquiles (salvo por los desgarradores lamentos por la muerte de su amigo o amante Patroclo).

sábado, 8 de febrero de 2020

Micenas (Museo de Micenas)
























Fotos: Tocho, febrero de 2020


(De regreso de un viaje de estudios de ocho días, con estudiantes de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, siguiendo el viaje de los aqueos, de Micenas a Troya, tal como lo describe Homero en la Ilíada)

Sea o no Micenas la Micenas homérica -no existe ninguna prueba epigráfica que demuestre que la fortaleza que se alza no lejos de Corinto sea la Micenas a la que Homero se refiere, lo que no es ningún problema porque la Micenas homérica solo existe en la Ilíada y en las tragedias griegas, ni siquiera que la fortaleza que hoy visitamos se llamase Micenas-, amén de las imponentes ruinas de las murallas (entre las que destaca una rampa subterránea que lleva a un pozo), y de las tumbas, dentro y fuera del recinto, del segundo milenio cuya arquitectura es tan espléndida como las tumbas reales de Ur (Mesopotamia) -mil años anteriores- y más sobrecogedora que las tumbas egipcias, el nuevo museo del yacimiento, muy bien presentado, contiene algunas de las mejores obras micénicas jamás halladas.

Destacan sobre todo estatuillas y estatuas de terracota, algunas de unos sesenta centímetros de altura, en buen estado, de la segunda mitad del segundo milenio, que representarían a una divinidad femenina -que suele considerarse, sin ningún fundamento escrito, una "diosa-madre". Figuras, posiblemente, ligadas a la fertilidad, si leemos los pechos destacados, que la propia figura señala o exhibe, como símbolos de fecundidad (alguna estatuilla femenina mece un niño). Podrían también representar -o ser- humanas con un rango especial (sacerdotisas, reinas, heroínas....), dependiendo de cómo nos proyectemos en estas efigies.
Las figuras levantan los brazos, quizá como expresión de su manifestación, su aparición. Posibles divinidades celestiales (algunas estatuillas antropomórficas poseen una testa de pájaro, con un pico prominente), con conexiones con el infra-mundo, simbolizado posiblemente por una terracota en forma de una serpiente enroscada.
Las jarras ornadas con un pulpo, comunes en las culturas minóica y micénica, de los tercer y segundo milenios, representado de frente, con los ojos bien abiertos, aureolados por los tentáculos que les confieren un aspecto de Gorgona, invadiendo toda la panza de la jarra, revelan la fascinación que causaba este animal marino, emblema de la astucia, capaz de hallar soluciones a las dificultades (como así es, en verdad), y sobre todo, no dudando en provocar una cortina de humo (una nube de tinta), para esconderse, quieto, cuando vienen mal dadas, a la espera de  una ocasión más propicia. Por este motivo, Ulises era considerado un verdadero pulpo, astuto -y cruel.

jueves, 30 de enero de 2020

La guerra de Troya (entre Oriente y Occidente)

Griegos (aqueos) y troyanos (teucros) hablaban una misma lengua y poseían unos mismos dioses, aunque unos favorecían al ejército de Micenas y otras a la ciudad de Troya.
Los apoyos que recibían ambos bandos señalaban, sin embargo, una cierta diferencia. Las Amazonas, mujer guerreras, que se comportaban como hombres, mujeres bárbaras, no habrían combatido nunca al lado de los griegos, si bien el héroe griego por excelencia, Aquiles, cayó prendado de Pentesilea, la reina de las Amazonas, en el momento mismo en que la estaba matando.
La barbarie se adueñaba de ambos bandos, aunque los engaños y la violencia ciega, la crueldad más inaudita, prendieron más entre griegos que entre troyanos.
La guerra misma se desató por el adulterio de Helena, esposa del griego Menelao, aunque Helena lo engañó víctima de un enredo divino, y de Paris, el príncipe troyano que prefirió una mujer hermosa a trofeos militares y poderes políticos.

No queda claro a qué bando pertenecía Homero, ni qué imagen tenía de griegos y de troyanos, presentados a  veces casi como hermanos. Posiblemente Homero era jonio, es decir, un griego en Oriente. Quizá por eso, en ocasiones, lamenta el trágico sino de Troya.

Fue Virgilio, en la Eneida (VII, 222) quien ofrecio un retrato descarnado de dicha guerra. Se trataba "del choque de dos mundos, el de Europa y el de Asia". La guerra de Troya era la primera guerra entre oriente y occidente. Dos mundos opuestos se oponían y se diferenciaban violentamente, choque que las guerras médicas repetirían.
La frase de Virgilio ha marcado el imaginario occidental, marcando fronteras entre la "barbarie" (Troya) y la "civilización" (Micenas). La Guerra de Troya trazaba un mapa de dos bandos enfrentados.
Aun hoy, bebemos del comentario de Virgilio. El esquemático imaginario occidental de Oriente no se entiende sin esta lejana observación.

miércoles, 29 de enero de 2020

Orejeras

Una vez que el fundador, al fallecer, dejó de aportar dinero, la Fundación Tàpies, en Barcelona, a dos velas, está permanentemente a punto de cerrar.

Tras las drásticas disminuciones de las aportaciones públicas, y de las visitas turísticas -debido a cambios en el tipo de turistas y por motivos políticos-, cuyas entradas mantenían el centro, la Fundación Miró, tras el despido de una parte importante del personal, está también apagándose.

El Museo Nacional de Arte Catalán (MNAC), enteramente público, apenas dispone de fondos para pagar nóminas, seguridad y calefacción.

El Museo Arqueológico de Cataluña, también financiado públicamente, está, desde hace años, bajo la amenaza de cierre, uniendo sus colecciones al Museo de Etnología -apenas visitado- y a las del Museo de Tradiciones Populares -quizá cerrado.

El Museo de Las Culturas del Mundo recibe, los días de más visitas, apenas una decena de personas, que recorren salas sin nadie.

El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona se asemeja a cualquier museo de arte contemporáneo internacional, como el museo de Los Ángeles, por ejemplo, con la diferencia que apenas recibe visitas y que sus colecciones no son públicas sino que pertenecen a un consorcio privado que en cualquier momento puede retirar las obras que ha adquirido. El museo público casi mantiene una colección privada. 

El Ayuntamiento de Barcelona ha rechazado una sucursal privada del museo del Hermitage de San Petersburgo, temiendo que las colecciones y las exposiciones no se enraícen en la singularidad cultural de Barcelona. Su rechazo debería beneficiar a los museos ya existentes. ¿Cómo y en qué? Un nuevo museo privado ¿arruinaría unas "ruinas"?

El maravilloso Museo de Arte de Gerona, público, admirablemente dirigido, se cae. Y nadie ha amenazado con una "franquicia".

Tarragona posee restos romanos que son patrimonio de la humanidad. Las ruinas están cerradas. Su visita es peligrosa por falta de mantenimiento. El Museo Nacional de Arqueología  de Tarragona, con una de las mejores colecciones de España, exponía obras sobre estanterías que cubrían radiadores, como en un museo de un país del este en los años cincuenta.
Y tampoco El Hermitage asedia Tarragona.

Mientras, cuesta creer que los mejores museos del área metropolitana, y unos de los mejores museos de Europa, desconocidos mayoritariamente (pero visitados internacionalmente), como el Museo Arqueológico de Badalona y el Museo de las Minas de Gavá (junto con el excepcional museo del yacimiento romano de Montmeló-Montornés del Vallés) fueren a sufrir de una modesta instalación museística del Hermitage en el puerto de Barcelona.

martes, 28 de enero de 2020

La paja y el mármol

"Cualquiera de vosotros que desee pasar la vida en paz debe evitar en la medida de lo posible estos beneficios pegajosos que lastimosamente nos engañan también en esto: en que creemos poseerlos y quedamos sujetos a ellos. Esta carrera conduce al precipicio. El término de esta vida encumbrada es la caída. Luego que la prosperidad comienza a empujarnos fuera de camino, no es posible detenernos o, al menos, hundirnos con la nave derecha, o de una sola vez. La fortuna no nos derriba, sino que nos va volteando y nos estrella.
Mantened, por lo tanto, esta sana y provechosa forma de vida: que concedáis al cuerpo cuanto es suficiente para la buena salud. Se le ha de tratar con bastante dureza, para que no se someta al espíritu con rebeldía: que el alimento calme el hambre, que la bebida apague la sed, que el vestido aleje el frío, que la casa sea defensa contra las inclemencias del tiempo. Nada importa que sea el césped o el mármol jaspeado de país extranjero lo que la haya erigido: sabed que al hombre lo protege igualmente la paja que el oro. Despreciad todo aquello que un esfuerzo inútil pone como adorno. y decoración; pensad que nada, excepto el alma, es digno de admiración, para la cual, si es grande, nada hay que sea grande."

(Séneca: Epístolas morales a Lucilio, I, 8)

Deberíamos leer a Séneca, desde sus epístolas hasta sus tragedias. Durante años, logró contener a Nerón

domingo, 26 de enero de 2020

Followers

Parece que no podemos vivir, hoy, sin "followers", "seguidores" virtuales de lo que publicamos sobre nuestras actividades (emprendidas para ser divulgadas).

Los "followers" no son un "invento" moderno. "Seguidores" -de figuras públicas- existen desde siempre. Mas, se conocían, en la antigüedad, "followers" que, aún sin internet, respondían casi exactamente al perfil del "follower" actual.

Se trataba de los hequetai, unas figuras, de la Edad de Bronce, existentes en la sociedad micénica, en la segunda mitad del segundo milenio aC.
Los hequetai eran reyes "provinciales" o de "distrito", sometidos al wanax o basileus, el gran rey, sin duda asentado en Micenas, la gran capital de la Grecia del segundo milenio aC.
Hequetai es un nombre plural en griego muy arcaico. En griego clásico se decía epetai, que se traduce por seguidores -también por servidores. Este sustantivo, epetes o epetas, está relacionado con el verbo epoo. Epoo significa unirse a (en francés existe el verbo s´attacher à, que implica una relación de dependencia, pero afectiva: quién se "ata" a otra persona no lo hace forzado, reducido, sino voluntariamente. Uno se ata a quien admira, a quien tomo como modelo -de vida).
Epoo, que a veces se traduce por seguir los pasos, no implica necesariamente una relación de dependencia sino de complicidad, de igualdad. Implica también la existencia de cierta distancia, contrariamente a lo que pudiéramos pensar de alguien que sigue a otro. En efecto, epoo significa también seguir con el pensamiento, es decir comprender -simpatizar, aceptar. El seguimiento, en este caso, no es ciego, sino que se ejerce lúcidamente sabiendo porque se sigue, y sin ser siempre un seguidor: siguiendo solo aquellos aspectos o preceptos que se asumen y se valoran.

Los seguidores, en la Grecia antigua, no tenían orejeras. Reflexionaban sobre los modelos que escogían. Y seguían siempre desde cierta distancia (irónica: eirooneia: disimulo; se sigue como si no se siguiera, haciendo ver que no se sigue, con la capacidad de reírse de quien se sigue, y de abandonarlo a su suerte en cualquier momento), a fin de no cometer los mismos errores que las personas que seguían. Los seguidores se formaban.
¿Followers? Sí, pero no al Instante(gram); sino, tras debida reflexión.
¿Twitt, twitt?: no, eso no.

sábado, 25 de enero de 2020

(Tras ) la tempestad

Quizá porque los esquifos eran frágiles, las casas inseguras y los muelles y barreras de corto alcance, pero los antiguos padecieron tempestades que habrían hecho empalidecer las que sufrimos, al menos según lo que cuentan las crónicas. Sin embargo, supieron cómo enfrentarse a ellas.
Cuando la Primera Guerra Púnica, el general L. Cornelio Escipión (s. III aC) se las vio con una tempestad en alta mar, cabe las costas de Cerdeña, que hundió unas quinientas naves, la casi totalidad de la flota romana. Fue entonces cuando Escipión prometió a Tempestad un templo en Roma si le permitía guarecerse en un puerto -y ganar la perdida batalla. La tempestad cesó.
Apenas de regreso a Roma, Escipión cumplió la promesa. Edificó un templo a Tempestad en las afueras de Roma, en la vía Appia, no lejos del Campo de Marte y de donde, siglos más tarde, se edificarían las termas de Caracalla. El templo ha desaparecido, pero se conserva la cripta inserta en en una villa romana privada aún en pie.

Los romanos eran, más que religiosos, supersticiosos. Rendían culto a miles de dioses. Cada elemento de la ciudad y del campo, por ínfimo que fuera, estaba al cuidado de un espíritu al que había que honrar cuando se pasaba cerca. No se salía de casa como lo hacemos hoy, apresuradamente, las llaves en la mano y la chaqueta a medio vestir. Antes de pisar la calle, se tenía que rendir culto al dios de la puerta, del pomo, de la cerradura, de la llave...., so pena de enfurecer a una fuerzas de las que poco se sabía.
Los dioses romanos no tenían historia. Nada se sabía de sus vidas, contrariamente a los dioses de otras culturas antiguas. No tenían personalidad alguna. Tan solo estaban unidos a un objeto que protegían, pudiendo impedir que cumpliera la función a la que estaba destinado si la oración y el ritual no había sido convenientemente recitado y practicado.
Sin embargo, es posible que Tempestad no fuera solo el genio de un violento fenómeno atmosférico. Tempestad quizá fuera la versión latina de un dios etrusco, a su vez originario del Próximo Oriente, un dios hitita, Tarhun, dios protector de la ciudad de Troya -de la que Roma se decía heredera. 
Virgilio describió en la Eneida el culto a Tempestad: cuando ésta (se trataba de una diosa) se acercaba, el capitán del barco de Eneas zarandeado sacrificó una cordera y, coronado con hojas de olivo, echó vino clarete (transparente, según Virgilio) a las aguas, junto con las visceras del animal. Y las aguas se aquietaron.

Si aún perduraran esas creencias y esos ritos, quizá....
Sic transit Gloria....