jueves, 9 de abril de 2020

Procesión del Santo Entierro, Tarragona: el Paso del Santo Entierro



Filmación: Tocho, abril de 2019


Para quien sienta nostalgia de la procesión del Santo Entierro de Tarragona (véase entrada anterior), he aquí la filmación de los momentos principales del desfile del Paso del Santo Entierro, del Gremio de Navegantes (Marejants), Viernes Santo de 2019.

Agradecimientos al Gremi de Marejants y en particular a Francesc Seritjol, de la Agrupación de Asociaciones de Semana Santa de Tarragona, por los consejos y la autorización de filmar la procesión, a menudo desde la cabeza de la misma.


A Pilar Martorell

Procesión del Santo Entierro, Tarragona



Edición: Kerman Arranz, 2019


La procesión del Santo Entierro tiene lugar el viernes santo por la noche en Tarragona. Recorre durante cinco horas el casco antiguo de la ciudad y desciende hasta las Ramblas.

Se trata de una de las procesiones más antiguas de Europa. Originada en 1545, requiere la presencia de tres mil personas y es seguida por unas ciento veinte mil. Es la procesión con más asistentes de Cataluña tras la de Hospitalet de Llobregat.

La procesión exhibe pasos que documentan la pasión de Cristo.
Se caracteriza por el hipnótico redoblar de decenas de tambores que siguen la procesión, interrumpidos por súbitos momentos de silencio.
La cuesta final por la que desfila la procesión es tan empinada que, debido al peso del paso, debe realizarse a la carrerilla tras tomar impulso.

Esta filmación se centra en algunos momentos del paseo del paso del Santo Entierro, llevado por once personas, que cierra la procesión, desde la iglesia de Santo Tomás donde se guarda todo el año hasta la llegada a la plaza del Rey.

Las figuras fueron talladas por Isidre Espinal en 1713, restauradas por Vicente Roig en 1820, quemadas cuando los inicios de la Guerra Civil el 21 de julio de 1936, y reconstruidas por Salvador Martorell entre 1942 y 1944. El paso pertenece al Gremio de Navegantes (Marejants), uno de los más antiguos de Europa aún activos, dedicado a trabajadores del mar.

La filmación se llevó a cabo el año pasado, para documentar la función del paso, expuesto en el Pabellón Catalán de la Bienal de Arte de Venecia de 2019, dedicado al tema de la adoración y destrucción recientes de imágenes en Cataluña.


Agradecimientos al Gremi de Marejants y en particular a Francesc Seritjol, de la Agrupación de Asociaciones de Semana Santa de Tarragona, por los consejos y la autorización de filmar la procesión, a menudo desde la cabeza de la misma.

miércoles, 8 de abril de 2020

GUY BEN-NER (1969): HOUSE HOLD (2020)

Guy Ben-Ner | House Hold | 2001 from Sommer Contemporary Art on Vimeo.


"Clicar" sobre la marca azul para poder ver legalmente este vídeo del vídeo-artista israelí Ben-Ner.



https://sommergallery.com/gallery-news/online-special-three-films-by-guy-ben-ner/

Este vídeo se podrá contemplar también legalmente en este enlace hasta mañana jueves 7 de abril


Un confinamiento peculiar...

(Iconoclastia e iconodulia, parte 2: La imagen del cine ante la destrucción y la adoración de la imagen




Montaje: Kerman Arranz
Documentación: Albert García Alzórriz, Dolors Magallón

Este montaje de fragmentos de películas (y de un videoclip), unas célebres (de Buñuel, Cocteau, Eisenstein, Fellini, Antonioni, Berlanga, etc.), otras menos conocidas (de Val de Omar, por ejemplo), se realizó para la exposición permanente -To Lose Your Head (Idols)- sobre la persistente adoración y destrucciones de imágenes en Cataluña, hoy, y en el mundo, ayer y hoy, en el Pabellón catalán de la Bienal de Arte de Venecia de 2019.

El cine ha modelado nuestro imaginario, y ha sido y es un fiel traductor de nuestra percepción del mundo, al mismo tiempo que ha encuadrado y organizado dicha percepción.

Estatuas, autómatas, muñecas, entes que pareces seres .y quizá lo sean- inmóviles o articulados, dotados de movimiento pero no de palabras, figuras mudas que crean una ilusoria impresión de vitalidad, seres que parecen depender de nosotros cuando en verdad nos llevan pendientes de ellos, ante cuya fascinante presencia no podemos dejar de reaccionar. Son entes o seres de otro mundo pero están entre nosotros. Representan a dioses y a humanos, pero no son humanos sino inmortales -hasta que intervenimos. Nos seducen, nos fascinan, nos provocan, no podemos dejar de pensar en ellos, de seguir su senda, su juego. Somos títeres entre sus manos. Nos manejan, como si fuéramos su sombra. A veces nos rebelamos, otras caemos. Los proscribimos, los condenamos, pero no podríamos vivir sin ellos. Forman parte de la comunidad, sobre la que intervienen. La vida es más satisfactoria, y a la vez más vacua gracias a ellos; creaciones nuestras que nos modelan, y de las que no podemos desprendernos.  Si rompemos el espejo, nos quedamos sin nada; cae el acceso a otro mundo que nos libera de éste. Ya no hay escapatoria. 


Notas:
Se pagaron los derechos y siempre se buscaron los propietarios de los derechos de las películas posteriores a 1952
Se permite la visión, pero no se puede cobrar por este montaje.
Los fragmentos se muestran sin sonido para evitar la confusión que generaría conversaciones al vuelo, fuera de contexto, y para potenciar la fuerza de la imagen plástica.

Como un retrato de Bacon...




La imagen de la persona que habla y gesticula, mientras mantiene los ojos entreabiertos, mirando hacia abajo, se detiene de pronto, componiendo un rictus, una posición extraña, unos ojos cerrados unas manos borrosas casi irreconocibles, como en un boceto de pintura impresionista. Se intuye, sin embargo, que esta posición no sintetiza una acción en una imagen significativa, sino que parece la imagen de alguien fulminado sin que lo esperara y pudiera adoptar una postura heroica. Encogido, el rostro -o las mitad superior del rostro, como si apenas emergiera de un pozo, hundido en la parte inferior de la pantalla-, arrugado  por una mueca , las manos como alas que no levantan el vuelo, la persona se ha convertido en una caricatura fija. Mientras, la voz se ha independizado y sigue con un tono metálico y hueco, hasta que, casi coincidiendo con la reanimación momentánea de la imagen, de nuevo congelado, la voz empieza a balbucear palabras entrecortadas, incomprensibles, atascadas en la garganta, gorgojea, tartamudea, farfulla, emite sonidos pastosos y agónicos, como si estertores  retumbaran en una tumba, antes del silencio. 
El rostro, de frente, está deformado; casi irreconocible, la nariz crece e invade la cara mientras los ojos saltones se columpian sobre sombrías ojeras que los colores lívidos de la pantalla crean o acentúan.  

De la persona solo queda una cara, a lo sumo un busto encajonado en un marco horizontal. Cualquier desplazamiento ante el diminuto objetivo de la pantalla emborrona la figura como si le hubieran echado un cubo de agua sucia: se asemeja a esas tallas o esos autómatas de madera de las que solo se detallan la cara y las manos, sostenidas, como en un tentetieso, por listones de madera recubiertos por amplios ropajes que crean la ilusión de un cuerpo intocable que apenas puede moverse so pena de desenfocarse y de desaparecer.. 
Una cara chata y tumefacta, una voz mecánica de ultratumba, unos ojos cansados en una pantalla parpadeante; conversaciones atropelladas, en las que las respuestas no coinciden con las preguntas, figuras fulminadas por un rayo católico, como las víctimas petrificadas de Pompeya, patéticamente caídas: en eso nos hemos convertido estos días, y los que vendrán.

SKYPE.... TEAM.... ZOOM.... MEET....:  palabras monosilábicas, sonoras, que pasan velozmente, casi escupidas, quieren simbolizar los tiempos nuevos de las encuentras instantáneos, mientras que los bustos parlantes se desperezan, se desesperan penosamente en una mortaja invisible que los atenaza en la pantalla.

Cuando nos veamos las pálidas caras de nuevo en directo, como tras una larga enfermedad, solo recordaremos nuestras máscaras, apenas nos reconoceremos, pero haremos ver que ponemos buena cara. ... 
Cuando nos volvamos a encontrar fuera de la reja de la pantalla, o ....


A DA y a LD

martes, 7 de abril de 2020

Iconoclastia e iconodulia



Montaje y edición: Kerman Arranz
Documentación: Dolors Magallón


Ambos vídeos se realizaron para la exposición, titulada Perder la cabeza (ídolos ) o To Lose Your Head (Idols), del Pabellón catalán de la Bienal de Arte de Venecia de 2019.

La muestra estaba dedicada a presentar hechos recientes en Cataluña: la destrucción o retirada de imágenes en el espacio público, pero también su culto- y "reflexionar" sobre un fenómenos, llamado Iconoclastia (o rechazo y destrucción de imágenes o iconos) e Iconodulia (adoración de imágenes), comunes en todas las culturas y todos los tiempos, que revelan el impacto que las imágenes, naturalistas sobre todo, ejercen sobre nosotros, capaces, pese a ser entes, objetos inanimados, de provocar reacciones pasionales, que van de la entrega al rechazo, como ni siquiera un ser vivo es capaz de suscitar.

Ambos breves videos no se han mostrado fuera del Pabellón, clausurado desde el mes de noviembre pasado -tras la desbordante aquaalta que sepultó a Venecia bajo las aguas.

En dos próximas entregas haremos públicos dos otros videos realizados expresamente para dicha exposición.

Teoría (Contemplación)

La teoría, para nosotros es un ejercicio de reflexión. Éste se ejerce ante un problema. El ejercicio exige alejarse de aquél para poder observarlo mejor y tener una visión completa del entorno y de sus conexiones. A partir de entonces, se podrá tratar de solventarlo, y de evitar que se produzca de nuevo. Si sobre lo que se reflexiona es un hecho o un acontecimiento, la reflexión trata de descubrir o de dotarlo de sentido, cómo se relaciona con nosotros, si y cómo nos puede afectar.

La teoría del arte es particularmente ilustrativa de este complejo movimiento de acercamiento y de retirada, seguido de un detenimiento. Una obra de arte se interpone ante nosotros. No es evidente. No acabamos de saber porqué está aquí, ante nosotros, qué pretende, qué quiere comunicarnos. La teoría es un intento por descifrar una obra, partiendo del presupuesto que toda obra encierra un contenido manifestado o traducido en clave, bajo una forma no legible de inmediato (pese a las indicaciones de los comanditarios desde la Edad Media hasta el barroco, en el cristianismo) que exigían a los artista que sus obras sean legibles de inmediato incluso para iletrados; que los ilustraran; obras que se contraponían a otras, ya secretas, que también encerraban un misterio que debía ser extraído, pero solo al alcance de unos iniciados.
Este ejercicio, que requiere detenerse y ensimismarse  para hallar la lengua con la que una obra está compuesta, y el significado que las formas traducen, se opone en principio, al ejercicio del artista. El espectador contempla; el artista actúa. La vida contemplativa de quien teoriza se opone a la vida activa del creador; dos vidas contrapuestas y sin embargo relacionadas, ya que el movimiento, el gesto del artista tiene como fin, concluye cuando el espectador se detiene -deja de actuar- y empieza a hacerse preguntas ante la obra, tratando de responder a las preguntas que la obra le plantea. La imagen de Edipo, quieto ante los enigmas que le lanza la Esfinge, ante las puertas de Tebas, traduce bien lo que es e implica un trabajo teórico: trata de solventar un problema vital, sin cuya solución la vida empalidece. 

La palabra teoría viene directamente del griego antiguo. Theoria, en griego, significa mirada, contemplación, precisamente. Designa un ejercicio eminentemente visual. Se trata de observar detenidamente un ente que a "simple" vista no es "evidente", a fin de, yendo más allá de las "meras apariencias", hallar qué puede significar y "ser", un ejercicio que, sin embargo, solo se puede llevar a cabo fijando la mirada -y los demás sentidos, en ocasiones- para atender a lo que la forma o imagen del ente "expresa". La teoría es una reflexión a partir de un reflejo (los reflejos revelan a menudo lo que no queremos ver porque tememos lo que podríamos descubrir: nuestro rostro tal como lo ven los demás, vernos a través de ojos ajenos, capaces de dar con lo que no queremos mostrar): una mirada que escudriña la superficie de las cosas a la búsqueda de indicios que revelen el sentido de lo que se interpone en nuestro camino. La teoría confía en la capacidad de la mirada para otear lo que no es manifiesto de buenas a primeras. El teórico es un excelente observador.
La teoría solo se ejerce ante lo que se muestra; o, mejor dicho, ante lo que posee suficientes cualidades sensibles o visibles que nos llaman la atención. La obra de arte es una llamada de atención, que nos advierte de lo que puede ocurrir, que nos expone, ante la vista, lo que acontecerá. La obra de arte es un anticipo de la realidad, profetiza -hacer ver ante nosotros- lo que aún no somos capaces de ver  ni de concebir por nosotros mismos.

La theoría designaba, así también, no solo la visión de un contemplador sino lo que contemplaba: un espectáculo; algo digno de verse, lo que nos sorprende y nos obliga a mirar dos veces ante un cuerpo extraño, inesperado. Un teórico, en la Grecia antigua, era un espectador. ¿Cabía espectáculo más singular que una procesión -como las que estas Pascuas no podrán tener lugar?  Una theoría formaba parte de un ritual.
¿Qué función cumplía dicho ritual?  Establecer contacto con el mundo sobrenatural (dioses o antepasados) para expresarles respeto y rogarles protección. De la correcta ejecución del ritual, del buen desarrollo de una theoria dependía la vida de una comunidad. Cualquier gesto o palabra fuera de lugar rompía el cordón umbilical que los mortales mantenían con los inmorales; aquéllos quedaban a su suerte. Una theoria era un gesto de buena voluntad. Mediaba entre la tierra y el cielo,a fin que éste iluminara a los hombres y les permitiera hallar soluciones a los conflictos y a las preguntas sin respuesta.
Una theoría era, pues, una embajada, un organismo y una acción que tiene como objetivo tender puentes entre comunidades enfrentadas o que se ignoran -pero que se necesitan-, haciendo saltar barreras, en la medida de lo posible- ideológicas, culturales o religiosas.

En la Grecia clásica theoria dejó de ser un nombre común. En el siglo V aC, en las comedias de Aristófanes, por ejemplo, Theoria se convirtió en una divinidad que, junto con  Opora, entró a formar parte del séquito de la diosa Irene (Eirene, la Paz); una personificación de la theoria.
Opora era una diosa selvática. Estaba también al servicio de Dionisos, el dios de la vegetación desbordante. Opora seguía a Dionisos portando cestas desbordantes de frutos, que auguraban o aseguraban la prosperidad de una comunidad que no debería endeudarse en una guerra que Irene frenaba.
Así como Opora gesticulaba, cantaba, expresaba el vigor de la naturaleza primaveral, Theoria era callada. Caminaba en silencio, ensimismada. Mas, su presencia no era menos efectiva que la de Opora. De hecho, era la acompañante más cercana a Irene. El silencio, la meditación que ejercía e imponía acallaban los rumores y facilitaban la labor y la presencia de la Paz.
Theoria era una procesión, un peregrinaje que tenía como finalidad la petición y obtención de bienes por parte de los dioses, cuando los festivales religiosos: la paz exterior, pública, e interior; la sensación de no hallarse perdido, en la oscuridad, sino gracias a la luz de la procesión -un movimiento lento, que combina el avance, el descubrimiento y el detenimiento- o de una obra, una ofrenda portada por los comulgantes. Theoria era un bien, un don, una ofrenda que aplacaba los ánimos y facilitaba los contactos, el diálogo; Theoria era una mediación entre lo terrenal y lo ideal, un camino que tendía hacia la Paz.
No se puede vivir sin Theoria, y su objeto de estudio, la obra de arte.