miércoles, 8 de abril de 2020

Como un retrato de Bacon...




La imagen de la persona que habla y gesticula, mientras mantiene los ojos entreabiertos, mirando hacia abajo, se detiene de pronto, componiendo un rictus, una posición extraña, unos ojos cerrados unas manos borrosas casi irreconocibles, como en un boceto de pintura impresionista. Se intuye, sin embargo, que esta posición no sintetiza una acción en una imagen significativa, sino que parece la imagen de alguien fulminado sin que lo esperara y pudiera adoptar una postura heroica. Encogido, el rostro -o las mitad superior del rostro, como si apenas emergiera de un pozo, hundido en la parte inferior de la pantalla-, arrugado  por una mueca , las manos como alas que no levantan el vuelo, la persona se ha convertido en una caricatura fija. Mientras, la voz se ha independizado y sigue con un tono metálico y hueco, hasta que, casi coincidiendo con la reanimación momentánea de la imagen, de nuevo congelado, la voz empieza a balbucear palabras entrecortadas, incomprensibles, atascadas en la garganta, gorgojea, tartamudea, farfulla, emite sonidos pastosos y agónicos, como si estertores  retumbaran en una tumba, antes del silencio. 
El rostro, de frente, está deformado; casi irreconocible, la nariz crece e invade la cara mientras los ojos saltones se columpian sobre sombrías ojeras que los colores lívidos de la pantalla crean o acentúan.  

De la persona solo queda una cara, a lo sumo un busto encajonado en un marco horizontal. Cualquier desplazamiento ante el diminuto objetivo de la pantalla emborrona la figura como si le hubieran echado un cubo de agua sucia: se asemeja a esas tallas o esos autómatas de madera de las que solo se detallan la cara y las manos, sostenidas, como en un tentetieso, por listones de madera recubiertos por amplios ropajes que crean la ilusión de un cuerpo intocable que apenas puede moverse so pena de desenfocarse y de desaparecer.. 
Una cara chata y tumefacta, una voz mecánica de ultratumba, unos ojos cansados en una pantalla parpadeante; conversaciones atropelladas, en las que las respuestas no coinciden con las preguntas, figuras fulminadas por un rayo católico, como las víctimas petrificadas de Pompeya, patéticamente caídas: en eso nos hemos convertido estos días, y los que vendrán.

SKYPE.... TEAM.... ZOOM.... MEET....:  palabras monosilábicas, sonoras, que pasan velozmente, casi escupidas, quieren simbolizar los tiempos nuevos de las encuentras instantáneos, mientras que los bustos parlantes se desperezan, se desesperan penosamente en una mortaja invisible que los atenaza en la pantalla.

Cuando nos veamos las pálidas caras de nuevo en directo, como tras una larga enfermedad, solo recordaremos nuestras máscaras, apenas nos reconoceremos, pero haremos ver que ponemos buena cara. ... 
Cuando nos volvamos a encontrar fuera de la reja de la pantalla, o ....


A DA y a LD

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