martes, 8 de diciembre de 2020

¿El final de la universidad? (o: el vuelo -nocturno- de la lechuza)

 Agoreros o profetas auguran el final de la universidad (tal como la conocemos)

Una institución, que se remonta a la India en el siglo V aC, con etapas que pasan por Constantinopla, con la primera universidad occidental en el s. IV, el imperio árabe a partir del s. IX, y Bolonia, la primera universidad lo más parecida a lo que aún hoy es la universidad, en el siglo XI, podría tener los días contados, según brujos o visionarios.

La universidad, sostienen, funda su poder, y su razón de ser, en su capacidad, su autoridad en extender títulos válidos y reconocidos, que facultan a los agraciados el obtener determinados puestos de trabajo, toda vez que los títulos certifican la adquisición de conocimientos, o la superación de pruebas que ponen en jaque saberes y conocimientos adquiridos. 

Sin embargo, un título ya no sería necesario o imprescindible. La probada capacidad de trabajo, fuera de la universidad, se impondría como criterio a la hora de valorar y contratar a una persona. Tan solo medicina e ingeniería escaparían a esta valoración de la práctica en detrimento de la teoría, del saber hacer sobre el saber, del hacer sobre el pensar que dichas consideraciones establecerían.

Corporaciones que adquirirían universidades, o que crearían universidades al servicio de dichas empresas, que formarían en la práctica de toma de decisiones y de la habilidad en solventar problemas, o en plantearlos, basándose más en la intuición que el la probada experiencia del pasado. En verdad, el pasado dejaría de ser una fuente indispensable de conocimientos.

La fundación de la "no-universidad" Minerva, en Silicon Valley, una exclusiva institución sin clases, conferencias, aulas ni programas, sería, según algunos, la piedra contra la que chocaría la vieja nave universitaria, hundiéndose o convirtiéndose en un bote irrelevante, incapaz de levantar el ancla y afrontar nuevas tormentas.

En todo caso, un futuro incierto y quizá oscuro, que no podemos obviar.

¿La universidad se dirige ciegamente hacia los escollos?

¿Falsa alarma, alarma improcedente o irrelevante, o alarma cierta? Ciertamente, llegan avisos....

No lo sé, pero querría saberlo. O no.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Las voces del pasado: la representación moderna de obras de teatro antiguas

Una nueva puesta en escena "modernizada", adaptada a los tiempos actuales y a la moderna sensibilidad suscita de nuevo la pregunta acerca de cómo representamos, hoy, textos clásicos -tanto greco-latinos, como manieristas y barrocos?

La pregunta tiene más sentido en España que, por ejemplo, en Francia o en Inglaterra, donde los textos suelen representarse íntegros, a partir de traducciones canónicas -que, en ocasiones, se mejoran atendiendo a los últimos estudios filológicos y las últimas interpretaciones textuales

¿Por qué no se representa una obra de Aristófanes, como Los pájaros, como acontece hoy en Barcelona, tal como se la conoce? ¿Por qué no podemos enfrentarnos a los textos clásicos con las palabras con las que fueron escritos? ¿No somos suficientemente adultos para escucharlas? Si hacen falta aclaraciones para seguir la obra, el texto del programa puede aportarlas. 

Nos enfrentamos a tablas medievales con crípticas imágenes crísticas, pero no podemos juzgar textos teatrales sin “adaptaciones”, a menudo simplificaciones, empobrecimientos como si fuéramos simples de espíritu, incapaces de valorar textos que siempre valoraremos a partir de lo que sabemos y sentimos hoy, es decir, que siempre “modernizamos” el texto inevitablemente, sin necesidad que nos lo “modernicen”. 
Por otra parte, la extrañeza y la incomprensión parcial no son males sino el signo de que estamos vivos, y que asumimos y reconocemos  las diferencias entre el ayer y el hoy, respetando lo que se decía y nuestra capacidad interpretativa. 
Obviamente no podemos ver ni juzgar un texto clásico como lo hacían en la Atenas de Pericles o en una corte real o imperial barroca. Nuestra interpretación es tan valida como la de hace dos mil quinientos años, y es un signo de la vitalidad del texto. Asumir que no podemos entender todo, ni entender el texto como se entendía es un signo de respeto por la integridad, la potencia del texto y de su capacidad de suscitar múltiples y diversas lecturas, todas ellas válidas, porque demuestran que el texto llega a nosotros y se nos abre según cómo podemos abrirlo. 
Pero para eso tenemos que tener un texto no manipulado. No todo tendrá sentido. Habrán partes enigmáticas, otras sin sentido o prescindibles, pero también descubriremos significados que no se alcanzaron a encontrar en su momento. No somos mejores o peores espectadores de la obra que los atenienses de otrora. Reaccionamos de manera distinta, el texto nos reta o nos apela de manera distinta porque nuestras armas interpretativas son distintas. Si el texto que escuchamos nos llega de manera distinta, si está conformado por lo que somos hoy, quiero decir, si las palabras que entendemos están marcadas, filtradas por nuestra sensibilidad y conocimientos de hoy, ¿para qué cambiar el texto y adaptarlo, si inevitable y felizmente esta adaptación ya tiene lugar cuando interpretemos lo que Aristófanes escribió con el “bagaje” intelectual que hoy tenemos? El texto suena distinto, ayer y hoy, es distinto, pero para que provoque estas reacciones distintas, para que la distinción la establezca el espectador, a quien va dirigido el texto -el espectador que da sentido al texto-, es necesario que el texto no se modifique. Hay que respetar las palabras. No hacerlo es no respetar la libertad del espectador ni su capacidad para interpretar y disfrutar de lo que escucha con los conocimientos que posee.

Estas adaptaciones, esos cortes, esas expurgaciones de textos clásicos son maneras de abordar el texto distintas de la que se practicaba en el siglo XVII. Racine no adaptaba a Sófocles. Tenía en cuenta la versión del mito que Sófocles escribió, para ofrecer la suya, como Sófocles tuvo en cuenta a Esquilo para escribir su obra. Cada obra con un tema de mitología griega reescribe el mito, teniendo en cuenta escrituras precedentes. En verdad, ¿son versiones de un mito? No, son el mito contado en un determinado momento, de una determinada manera o formo. El mito, "en sí", no existe, fuera de las narraciones orales o escritas. No existe un "mito originario", del que se ofrecen "versiones", sino que el mito se compone a medida que se cuenta, se escribe y se escenifica, en un ritual, una imagen, una obra de teatro. El mito "está" en los textos, vive o revive en éstos. El mito es un relato intemporal pero que solo conocemos a través de las narraciones temporales. En este caso, cada época, cada cultura cuenta el mito a su manera, y esta manera personal o peculiar es el mito, forma parte del mito que no existe fuera de la narración, en un hipotético lugar ideal. No existe un "primer" mito. Cada narración, cada puesta en escena es "el" mito. 
Por el contrario, las adaptaciones modernas de textos clásicos se refieren a éstos, cuando deberían referirse al mito, es decir, a la suma de narraciones anteriores a las que se sumaría, con igual legitimidad, una nueva manera de contarlo, otra manera, inevitablemente distinta. Pero es obvio que Los pájaros de Aristófanes, como la mayoría de las comedias de este autor, se nutren de referentes míticos, sin duda, pero no interpretan ningún mito en concreto. Por tanto, no se puede prescindir del texto de Aristófanes a la hora de interpretarlo -si se pone en escena una obra titulada Los pájaros, o con cualquier título idéntico al de una obra clásica a la que obviamente se remite. Hay que atender a lo que dice, respetarlo, aportando cuantos datos, cuantas notas sean necesarias para entenderlo. Pero no se pueden alterar las palabras ni la densidad y textura del texto, pues no existe, al igual que el mito, un relato ideal del que Aristófanes ofrece una versión, sino que el relato es lo que Aristófanes escribió. Si queremos poner en escena su texto, se tiene que contar tal como se escribió -en traducción, sin embargo, traicionándolo, inevitable pero aun mesuradamente-. Si, por el contrario, se quieren trasmitir unas determinadas ideas, el texto debe escribirse de nuevo, mas ya no se trata de un determinado texto clásico, ni se tiene que anunciar así, sino un texto de un autor moderno. Que tenga o no interés, es otro "tema".   

domingo, 6 de diciembre de 2020

La pandemia y el coleccionismo (Fundación Ramón Plá Armengol, Barcelona)

 





























































Fotos: Tocho, Barcelona, diciembre de 2020

Los beneficios que produjeron el descubrimiento y la fabricación de la vacuna contra la tuberculosis, a principios del siglo XX, distribuida en todo el mundo, en Barcelona, permitió que una de las herederas del laboratorio farmacéutico barcelonés del doctor Ramón Pla Armengol y del veterinario Joaquín Ravetllat, activo hasta 1980, fuera configurando la primera colección privada europea de muebles antiguos, tanto de lujo como populares, sobre todo barrocos, que desde este año se expone en la gran sede palaciega de los antiguos laboratorios que se están rehabilitando, situados en medio de la finca de los mismos, convertida hoy en el último jardín público y seguramente el más hermoso, abierto, en una ladra de una de las siete colinas de Barcelona.
La colección privada se visita con reserva.
Aquí sólo se muestran algunos detalles ornamentales de los muebles.
 

sábado, 5 de diciembre de 2020

Universidad (Barcelona)

 

La universidad de barcelona se funda en 1450, sucediendo a unos estudios de medicina creados en 1401 por orden real.
La primera universidad del mundo tal como se entiende hoy data de finales del siglo XI y se funda en Bolonia, pero la primera universidad occidental se fundó en Constantinopla en el siglo IV aún con el Imperio Romano, y ésta a su vez se inspira o se asemeja a una institución hindu del siglo V aC. Por otra parte, el Imperio árabe tuvo centros de educación superior con varias materias desde el s. VIII, siendo la universidad de Fes, en verdad, la más antigua aún vigente.

La ciudad de Barcelona se oponía a la fundación de una institución controlada por la Corona de Aragon y finalmente en 1450 la universidad pasó bajo control municipal.
La creación de la universidad de barcelona contó con ls oposición de la primera universidad del Reino de Aragon, fundada en Lérida por Jaime II  en 1297, tras una bula pontificia -las universidades tenían que gozar de bula papal para que sus estudios fueron reconocidos en toda Europa. La universidad es la primera institución que forja una cierta identidad europea. La universidad de la corona de Aragon es la onceava más antigua del mundo occidental y la cuarta en la península, tras las de Salamanca, Valladolid y Murcia
Antes de la sede más antigua conservada, en la plaza de la universidad, la universidad de barcelona tuvo distintas sedes todas desaparecidas.
Durante ciento cuarenta años, la universidad de Barcelona fue desplazada a Cervera ya que esta ciudad apoyó a Felipe V.

Como hemos comentado, hubo en Barcelona un primer intento, rechazado por el consistorio, de lo que se convirtió, en 1450, en la primera universidad de barcelona: en 1398 el rey (Marti I) fundó el Estudio General de Medicina.
El bienestar, el cultivo de la mente, que aporta la universidad, se inició por el cuidado del cuerpo. Salud y cultura van unidos .
Salud viene del griego holos que significa total, completo, universal.
La palabra universidad viene del latín y significa comunidad: una comunidad bien avenida que piensa y actúa con una sola voz, un colectivo polifónico que armoniza las voces como si fuera una sola, única . Universitas viene de Unus.

Universidad significa comunidad.
Pero la comunidad perfecta no es humana sino divina.
El corazón de la universidad es el paraninfo. El de la universidad de barcelona es remarcable. Se trata del lugar donde tiene lugar el acto inaugural gracias al cual se anuncia el curso.
Paraninfo en griego significa vocero de las novias, de las ninfas (ninfa es novia, pero también divinidad de las aguas). Un ninfeo es un santuario urbano dedicado a las ninfas. En Roma, este santuario tenía la forma de una gran fuente pública. Sin el ninfeo, sin la presencia, el culto a las aguas, no había ciudad, comunidad.
El paraninfo es el corazón de la universidad, la imagen más cercana al cortejo (nombre nupcial), a la asamblea de los dioses. 
La universidad, simbolizada por el paraninfo, es una comunidad ideal.

jueves, 3 de diciembre de 2020

La última página

 





Fotos: Tocho, Barcelona ,noviembre de 2020


Hubo un tiempo en que los noctámbulos podían, de madrugada, comprar croasanes y ensaimadas, incluso rellenos, en la ventanilla de un antiguo horno en la calle Nou de Rambla (antes llamada, más sonoramente, Conde del Asalto), en el Raval (conocido otrora como el Barrio Chino) y adquirir, al alba, de regreso a casa,  la prensa recién distribuida en los grandes quioscos en la parte alta y central de las Ramblas de Barcelona, abiertos las veinticuatro horas del día, durante todo el año.

Antes....


Hoy, la ocasional venta de un periódico ya no permite mantener abiertos los quioscos, salvo unas pocas horas.

martes, 1 de diciembre de 2020

En clase

Una clase no es un recitado, o la lectura de un bando o de un informe. El profesor no recita una lección. Aunque se la sepa de memoria, no la comunica mecánica, maquinalmente.

Una clase no se construye fuera de la clase. El profesor trae, sin duda, notas, apuntes, referencias bibliográficas o de imágenes, que consulta o no durante la clase. Trae también, ocasionalmente, algún libro, una revista o algunas fotocopias, algún párrafo de los que quizá lea de viva voz. 

Pero un profesor no es un portavoz ni un locutor. Tiene el esquema de la lección en mente, pero, cuando empieza a hablar, tras unas primeras frases laboriosas, que se atienen a lo previsto, las palabras empiezan  a "pensar" por sí mismas, a vivir, a organizarse por sí misma. No son frases que el profesor tuviera en mente ni se dispusiera a pronunciar. Las enuncia casi por sorpresa. No es que no quisiera comunicarlas sino que no sabía que las tenía y que éstas salieran de su boca. Las frases se organizan, las palabras juegan entre sí, se llaman o se contradicen; se enfrentan o dialogan y el profesor asiste sorprendido, pero sin resistencia, a estos enunciados que no ha previsto. Solo cuando parece que las palabras han terminado de construir argumentos, imágenes y escenas, el profesor puede retomar las riendas de la clase, antes de volver a soltar lastre, dejando que nuevas frases se independicen de él.

Este dejar el paso a las palabras no es una renuncia sino un acto mágico. El profesor puede llegar a no saber lo que dice, a no haber nunca "pensado" lo que dice, no porque lo que explique sea incoherente, sino porque la coherencia de sus explicaciones es el fruto de un acuerdo de las palabras que se ponen de acuerdo para ir más lejos de lo que el profesor, antes de abordar la clase, tenía previsto.

Este pensar hablando, este hablar que piensa, solo se da en el aula, ante estudiantes, cuyos gestos y miradas actúan de señales, de advertencia o de paso, de veto o de aceptación. El escritor barroco francés Boileau anotó que lo que se piensa claramente se enuncia claramente. Posiblemente habría que darle la vuelta a la afirmación y aventurar que lo que se enuncia claramente se piensa con igual claridad. Las palabras iluminan las ideas, o les dan nacimiento. La forma alumbra el contenido.

En un aula sin estudiantes, como ocurre en algunas ocasiones, o ante un ordenador en casa o en un despacho, cuando el profesor habla a su imagen, las palabras no actúan en libertad. Si la clase se construye mediante vídeos grabados -más cómoda de seguir por el estudiante-, el profesor, que no habla, ya no tiene ocasión de pensar. Porque se piensa hablando o escribiendo, nunca se piensa pensando, pensando que se piensa. El pensamiento se construye a medida que se comunica, cuando las palabras, habladas o escritas, toman el mando, y exploran y se adentran por territorios en los que el profesor o el escritor nunca hubiera "pensado".

Es todo esto lo que perdemos hoy, con las inevitables clases virtuales. Clases a las que solo les queda la repetición. Sin pensar. Mecánicas y reiterativas.

lunes, 30 de noviembre de 2020

ROBERTO GERHARD (1896-1970): SOIRÉES DE BARCELONE, SUITE, OP. 1 (VELADAS DE BARCELONA, 1937-1938, 1972)


Sobre este gran compositor español exiliado a la Gran Bretaña tras la Guerra Civil, véanse, por ejemplo, estos enlaces 
Se celebra, estos meses, el cincuentenario de su muerte.