lunes, 12 de abril de 2021
RHIANNON GIDDENS (1977): CALLING ME HOME (2021)
ERITHACUS ARQUITECTOS: IGLESIA Y CASA PARROQUIAL DE SANT FRANCESC DE PAOLA (POBLE NOU, BARCELONA, 2004-2015)
domingo, 11 de abril de 2021
Eritropsia
Fotos: Tocho, abril de 2021
Érase un conocido fotógrafo profesional español, formado en Alemania, que, tras la Guerra Civil española, con la dictadura fascista, temeroso de las fotografías que había tomado que documentaban desmanes de ambos bandos enfrentados a muerte, decidió cambiar de registro, dedicarse a la fotografía comercial y turística y guardar para siempre los centenares de negativos y copias en papel de las fotos tomadas entre 1936 y 1939 en una caja de cartón roja (en verdad, quizá por el tiempo pasado, más bien entre rosa y ocre). Esta caja maltrecha y su contenido no serán descubiertos por los herederos hasta la muerte del fotógrafo y entregados a un museo de Barcelona que ha decidido organizar una gran exposición fotográfica.
Por alguna razón, se pensó que la simple y escueta, sobria presentación de la fotografías, sobre todo de las copias de época de pequeño tamaño, no sería suficiente para atraer la atención del público, así que se optó por pintar las paredes de rojo chillón y del color que mejor cuadra con el rojo, el marrón terroso, inclinar hacia un lado, como si fueran trapecios, los muros construidos para la ocasión y confiando a la buena de dios su encuentro con los muros rectos , y los paneles y los textos de la exposición (con varios tipos de letra, en diversos tonos), evocando sin duda el grafismo vanguardista de los años 30 que practicaba este fotógrafo, ampliar fotografías -que el fotógrafo imprimía a pequeño tamaño- a tamaño de cartel publicitario sobre el que se colgarían las copias de época enmarcadas, y exponer las fotografías formando todo tipo de figuras sorprendentes, escaleras, círculos, aquí y acullá, pero nunca en línea recta o en filas ordenadas, como se suele hacer convencionalmente, de modo que el espectador tuviera la sensación que habría visto un gran y colorístico espectáculo.
No existe el equivalente a los importantes premios Razzie de cine en montajes de exposiciones.
viernes, 9 de abril de 2021
AARON COPLAND (1900-1990): OUR TOWN (NUESTRA CIUDAD, 1940)
¿De la sartén al fuego? El incierto y cambiante destino de la obra maestra de José Luis Sert: la antigua embajada norteamericana en Bagdad (Iraq), de los años cincuenta
Noticia del viernes 9 de abril de 2021:
Cuando parecía que la obra maestra del arquitecto español José Luis Sert, que cuando era decano de la Universidad de Harvard en los años 50 fue escogido por el gobierno norteamericano para construir una gran embajada en Bagdad (Iraq), bombardeada en 2003 -utilizada como cuartel y como cuadra, y cada vez en peor estado-, iba a ser definitivamente derribada, pese a los desesperados intentos de arquitectos iraquíes por rehabilitarla, hoy se halla en manos de la milicia multi-confesional, mayoritariamente chiita, al-Hashd ash-Sha´bī, recordada internacionalmente por el devastador ataque de la nueva embajada norteamericana, el primero de enero del año pasado, después que el interior del edificio principal haya sido alterado no se sabe hasta qué punto.
Pero pronto se tendrán noticias del estado del complejo.
jueves, 8 de abril de 2021
Huellas
Lo primero que tiene que hacer un ladrón es cuidarse de dejar huellas; huellas digitales, sobre todo. Éstas son testigos inapelables. No solo demuestran que un daño se ha cometido sino que conducen directamente al responsable. Con una huella encontrada e identificable, no es necesario tener más pruebas del delito cometido. Una huella es como una imagen verídica. No lleva a ningún equívoco. No existe ninguna duda. Una huella digital solo puede haber sido impresa por una mano en concreto, reconocible entre todas las manos del mundo. No existen dos huellas idénticas. La huella está íntimamente relacionada con el dedo que la ha marcado. La confusión, el error son imposibles. Quien las ha dejado está ya sentenciado.
Una huella es una imagen, como un dibujo o un grabado. Una huella impresa, como la huella de un pie o un zapato, cumple la misma función que una huella digital. Son marcas que llevan directamente a quien las ha producido.
En la teoría del arte occidental, marcada por las consideraciones sobre el estatuto y la función de la imagen en los diálogos de Platón, las imágenes han quedado a menudo minusvaloradas como meras fantasías o como figuras irrelevantes o insustanciales, incapaces de revelar nada sobre el mundo. Las imágenes son papel mojado, perfectamente prescindibles, molestas incluso por el equivoco que pueden suscitar, haciendo creer en la existencia de seres o entes que no existen o que no son en absoluto como la imagen los muestra, llevando a conclusiones erróneas, falsas sobre lo que las cosas son.
El cristianismo, sin embargo, pese a estar impregnado de platonismo -lo que explica el desprecio por el mundo profano o inmanente en favor del mundo trascedente, inconmensurable en relación con lo que percibimos con los ojos físicos-, defendió un tipo particular de imágenes: las imágenes impresas. Como el nombre indica, una impresión exige el ejercicio de una presión. Lo que presiona es un ente o un ser, y sobre lo que presiona, una superficie impresionable. La presión es física, efectiva, no meramente sicológica. Una parte del cuerpo, al menos, se apoya en una superficie hasta dejar una marca -una señal, una impronta, una huella en negativo. Esta marca no se desmarca de lo que la ha impreso. Todo lo que se ha apoyado fuertemente en la superficie ha quedado reflejado en ésta. Huella digital, en francés, se dice "impresión " (empreinte): la huella digital es el prototipo de toda huella, una huella ejemplar que remite, sin lugar a dudas, a lo que la ha marcado.
El velo de la Verónica, el paño que una mujer tendió para secar rostro sudado y sangrante de Cristo mientras ascendía al Calvario, es una huella perfecta, pues al retirar el paño, la mujer descubrió que los rasgos del rostro de Cristo habían quedado marcados; esta imagen no había sido pintada por mano humano alguna, sino que se había impreso mágicamente, por el simple contacto del rostro en la tela. Se trataba, pues de una imagen espejeada, de un doble del rostro. Ningún rasgo que el rostro poseyera no había quedado marcado. Por tanto, la contemplación de la imagen en el paño permitía entrar en contacto con el rostro de Cristo. No había ninguna diferencia. La imagen no engañaba ni escondía ningún rasgo. Dicha imagen adquirió pleno sentido cuando Cristo desapareció. El único testimonio de su pasada presencia era, precisamente, esta huella.
La huella, por tanto, revela lo que ha ocurrido. Demuestra la viva presencia de un ser en el tierra. Pero la huella, paradójicamente, no demuestra una presencia, sino la ausencia de una presencia, ya que la huella se hace visible cuando el dedo o el rostro, aquella que se ha apoyado fuertemente en la superficie, se retira. Las huellas en la arena son un testimonio veraz que una persona anduvo en la playa; pero esta persona está ya lejos. Sin embargo, podremos esperar llegar a ella, siguiendo sus trazas. Una huella es, por tanto, un vehículo que nos conduce a un modelo, a la verdad, a lo que realmente aconteció en un lugar, de lo que tan solo quedan huellas.
¿Qué mejore lugar para hablar de las huellas que retransmitir y filmar una clase desde la playa, como aconteció ayer a las ocho y media de la mañana?
Fotos: Oscar Poggi, abril de 2021