martes, 8 de junio de 2021

Trazas (Escritura y arqueología)



Myrtos, Creta.




Palaikastro, Creta


Un yacimiento arqueológico se asemeja a un escritura pictográfica (jeroglíficos egipcios, cuneiforme, en los inicios, mesopotámicos, glifos mayas, etc.). En ambos casos, signos, marcas, líneas se inscriben durablemente en una superficie. Las marcas pueden ser más o menos legibles, completas o no; pueden sufrir superposiciones, borrados o eliminaciones y reescrituras o nuevas hendiduras sobre un mismo plano. La dificultad interpretativa es doble: se tienen que reconocer los signos, y se deben leer: un signo pictográfico puede designar a la cosa representada, pero también puede utilizarse no por lo que muestra sino por su sonido, su valor silábico; por otra parte, incluso en el caso de una imagen reconocible, una misma imagen puede tener múltiples lecturas: así, por ejemplo, el signo de una boca puede leerse como boca, pero también como labios, así como silencio -boca cerrada-, comer, hablar, discreción, etc: lecturas naturalísticas, expresivas, simbólicas-. Esto implica saber no solo lo que significan aisladamente, sino conocer las reglas que los articulan, qué grupos forman, y a qué se refieren. Un signo suelto poco denota. Solo tiene sentido dentro de un grupo coherente, un conjunto de signos relacionados -incluso por partículas que se añaden a los signos y que se refieren a la función (sujeto, verbo, adjetivo, adverbio, complementos, etc.) de una palabra en una frase.

Las trazas de implantaciones (asentamientos) en el suelo también componen un texto que se refiere a la ocupación e instalación de un grupo humano en un lugar, pero también a cómo dicho grupo se relaciona con otros grupos, con el entorno, con los muertos y los inmortales. Un yacimiento habla de modos de vida, de la conciencia de estar en un sitio, de la relación con el tiempo y el espacio. Su lectura viene marcada por el reconocimientos de los signos y del conocimientos de las reglas que organizan su relación. Ambas tareas se superponen; están íntimamente relacionadas. Distinguir un signo o una unidad -un edificio- implica también intuir o descubrir qué relación mantiene con los signos vecinos. Salvo en contadas ocasiones (Pompeya, Delos), los yacimientos, sobre todo en Mesopotamia, ofrecen una visión plana -o una proyección horizontal, la planta- de un edificio: casi siempre los cimientos, o la planta baja de viviendas (no así templos, tumbas y palacios que pueden estar en mejor estado, y conservar  muros de cierta altura e incluso cubriciones). Raras veces se mantienen pisos superiores. Por tanto, éstos deben suponerse. Los pisos pueden disponerse de manera a ocupar toda la planta, una parte -creando terrazas- o invadir los niveles superiores de casas vecinas, lo que puede denotar una ocupación forzada, o una concepción de una unidad clánica, tribal, familiar, que se articula con otras, y teje relaciones con otras unidades o partes de una misma unidad. El tejido residencial así conformado -intuido o deducido-, las relaciones espaciales dicen sobre las relaciones humanas y la concepción de lo que es una unidad y de quienes la forman o son aceptados.

El reconocimiento de un signo -una casa- se basa habitualmente en los accesos a la misma desde la calle: una interrupción "natural" en un muro que limita con lo que se interpreta como una calle, "señala" una entrada. Mas ésta no siempre se encuentra, ya sea porque ha sido destruida, porque la casa ha sufrido reformas y aperturas han sido tapiadas, ya sea porque nunca existió una entrada desde la calle. el acceso a una vivienda puede llevarse a cabo desde la terraza -el acceso es un descenso-, como ocurre en Çatal Hüyük (un poblado neolítico en Turquía), o desde viviendas vecinas, lo que también ilustra sobre las relaciones entre unidades. 

La lectura de un yacimiento sólo es posible si se reconocen las unidades básicas y se conocen las reglas que las combinan, pero dichas reglas sólo se descubren en un yacimiento; o mejor dicho, por comparación, entre varios yacimientos, reglas que pueden depender del azar de los hallazgos, y que nuevas excavaciones pueden modificar o cancelar.  Un yacimiento se lee. Su sentido viene de su interpretación, y éste se basa en la observación y en la proyección de imágenes, conceptos y prejuicios que ya poseamos en lo que vemos. La lectura es inevitablemente personal. Tratamos de interpretar lo que percibimos, objetivamente, pero la lectura es sobre todo subjetiva, marcada, guiada por lo que ya sabemos y creemos. Esta aparente limitación es lo que proporciona la riqueza a una lectura, y permite nuevas lecturas. El significado de un texto o un yacimiento no se agota -hasta que las marcas en el plano desaparezcan, porque se borran o porque ya no las veamos, agotados por los esfuerzos en tratar de descifrar lo que significan. 

lunes, 7 de junio de 2021

La condición humana (Plinio el Viejo -s. I dC-, Historia Natural, VII, 130-132)

 "Juzgar que un hombre ha disfrutado de la mayor felicidad, nadie puede, porque cada uno determina la felicidad de una manera, y otros de otra, y cada uno, según sus propios sentimientos. Si queremos un juicio justo, y una decisión de dejar de lado todas las ilusiones de la riqueza, no es feliz ningún mortal.

Ser aliado de la fortuna es positivo y bueno, que podemos decir con razón que no era infeliz. De hecho, no mencionando el resto, es siempre el temor a la infidelidad de la fortuna, que existe el miedo, una vez admitido, no hay reconocimiento más sólido de no ser enteramente venturoso.

Pero, ¿qué mayor desventura que ningún mortal es sabio a todas horas? (...) La humanidad es frágil e ingeniosa en engañarse a sí misma, que hace como los tracios, que ponen en una caja piedras de diferentes colores, para memoria de las alegrías y las desgracias del día, para hacer el cálculo de cada uno en la fecha de la muerte, y decidir sobre el resultado de la vida contando qué tipo de piedras fueron más.

Sin embargo, los días indicados con una piedra blanca, ¿no han sido fuente de problemas del día siguiente? (...) ¿cuantos no han sido víctimas de los poderes que se han atribuido? ¿cuántos se han perdido por sus propios bienes, entregados a la última agonía? Debido a que llaman a éstos bienes que a los sumo han proporcionado una hora de placer. Tenemos que juzgar que el día después lo es del día anterior, y éste el último día es el que juzgará a todos, por lo que no debemos confiar en ninguno. Observe que los bienes no son iguales a los males, incluso cuando son iguales en número: La mayor alegría no se puede comparar con el menor duelo, !Cálculo inútil y poco razonable! procuramos vivir larga vida, pero buscando el pesar."

domingo, 6 de junio de 2021

Sacarse el sombrero

 




























Cualquier antiguo documental sobre una multitud en la calle o una plaza de una ciudad muestra que el sombrero era una prenda ineludible en el vestuario masculino y femenino en la primera mitad del siglo XIX. No se concebía salir a la calle  sin llevar el debido sombrero encasquetado, un güito, un gorro, un bonete, un chambergo, un chapeo, una montera, una pamela para las damas que tomaban el té, una púdica cofia, una boina, un birrete, una escarcela, una chichonera infantil incluso , un capelo, un solideo, un casquete, un fieltro, una chistera de la que nada salía, un  bombín para las ocasiones, un hongo, o un canotier veraniego (hoy solo los jóvenes y algunos comisarios modernos no tan jóvenes se insertan gorras deportivas de vuelta y media, o portan una sudadera con la capucha puesta, llueva o haga sol, frío o un calor infernal). Sombrero que, apenas se entraba en una casa, o en un espacio cerrado, ante una autoridad, civil o sobre todo religiosa, debía retirarse. Era necesario, en estos casos, descubrirse, sosteniendo  el sombrero con los brazos estirados, recogidos sobre el vientre, la cabeza gacha si fuera indicado. Del mismo modo, el reconocimiento, la admiración ante una persona lleva a que nos saquemos el sombrero -sombrero imprescindible aún hoy en fiestas y ceremonias “de la alta sociedad”-. Quedamos desprotegidos ante la grandeza que asumimos y reverenciamos.

Un sombrero, una corona, una mitra indican “status” : un signo bien visible de superioridad. En Mesopotamia incluso, solo los dioses se coronaban con una alta tiara que no hubieran desdeñado los surrealistas, levantada con astas apiladas que le daban un aspecto vagamente amenazante y cuyo peso solo los dioses inmutables eran capaces de soportar.

Pero bien es cierto que los sombreros son también un signo de humildad. Aquéllos se interponen entre el cielo y la tierra e impiden que los dioses dirijan sus influjos, influencias y favores hacia ciertas cabezas. Como bien ocurre aún hoy en día en ciertas religiones, el kepi y la mantilla son de obligado porte en todo momento, cuando se va al encuentro de un ministro del Señor o cuando se accede a un templo. Cubrirse la cabeza demuestra que los humos y la vanagloria no han subido a la cabeza.   

Modernamente, fue el modisto o sastre de alta costura español  Cristóbal Balenciaga (1895-1972), instalado en París, quien diseñó los sombreros femeninos más hermosos, pequeños construcciones en forma de bóvedas o torres de Babel, por ejemplo,. 

Una exposición en el Museo del Diseño de Barcelona  exhibe algunas de sus mejores creaciones a partir de la donación de mejor colección del mundo de sombreros de Balenciaga, de Ana María  Torres de Gili: sin duda, la exposición del año en Barcelona.


Para Mònica Gili, a quien agradezco la información, y a Victòria Garriga, quien mejor ha proyectado exposiciones de Balenciaga. 

 

sábado, 5 de junio de 2021

Alerta urgente: Excavaciones arqueológicas ilegales

 La Dirección General de Antigüedades del Kurdistán iraquí, asentada en la ciudad de Erbil, acaba de avisar que el ejército turco está desforestando en la provincia de Duhok, no lejos de la castigada ciudad de Mosul, en el norte del Kurdistán en Iraq, y practica excavaciones arqueológicas ilegales.

El objetivo sería la persecución del partido kurdo PKK fuera de Turquia .






Fotos: divulgadas por la Dirección General de Antigüedades del Jurdistwn Iraquí, Erbil

Notificación: Dra. Mariagrazia Masetti-Rouault (EPHE, Paris, directora de la misión arqueológica de Qasr Shemanok, Erbil, Iraq) 

La puerta del diablo

Conocemos los puentes del diablo, medievales: puentes con arcos tan aventurados, sobrevolando el abismo, que no podían haber sido concluidos sin una ayuda dantesca. Mas, quizá sepamos menos de las puertas del diablo. 

Los templos paganos se orientaban al este. Como eran la casa de la divinidades, en la que los mortales no podían  entrar, solo aquéllas, representadas por su estatua de culto, situada al fondo de la cámara central, sobre un alto pedestal, mirando hacia la puerta, tenían el honor de recibir los rayos del sol.

El templo cristiano, en cambio, ya no es la morada de la divinidad, sino de la comunidad. Más precisamente, es el lugar donde se produce el encuentro entre el inmortal y los mortales. Éstos son bienvenidos. tienen acceso a la iglesia, aunque deban inclinarse, recogerse, al cruzar el umbral: la puerta de acceso es mucho más pequeña de lo que debería si se compara con la amplitud y altura de la fachada principal. El recorrido hacia el altar está guiado por la luz que entra a través de las vidrieras del ábside: la iglesia cristiana está siempre orientada hacia el oeste, de modo que la luz penetra por la parte posterior e ilumina a los fieles que avanzan por la nave central.

Mas el demonio ronda. trata de acceder al templo. Sin embargo, no puede entrar por el portal principal ni por la puerta de la fachada sur. El acceso por la fachada lo reduciría a cenizas -el diablo rehúye la luz de dios- y el sol que penetra por la fachada lateral sur no puede acompañarle: el demonio no trae la luz sino las tinieblas. Por este motivo, solo tiene acceso por la puerta norte, siempre en sombra. A sus pies, se extiende el cementerio de quienes han fallecido sin haberse confesado, en pecado, en manos del demonio. Esta puerta, común en iglesias románicas, semi-oculta, discreta, se solía ornamentar con relieves que representaban actos nefandos: desde actos impuros hasta escenas de bestialismo, que simbolizaban el mundo demoníaco, de lo que acontecía cuando uno se apartaba de la luz. La existencia de esta puerta, siempre modesta, puede sorprender, toda vez que parece invitar al diablo a penetrar en el templo, mas constituye, en verdad, una salida precipitada, lejos de la luz, de aquél, si el demonio hubiera accedido gracias a un alma funesta, de una persona -un recién nacido, por ejemplo- que, no habiendo sido aún bautizado, no hubiera tenido tiempo ni ocasión de expulsar el demonio aferrado a su alma.

Al diablo lo que es del diablo

 

viernes, 4 de junio de 2021

AJAY BOSE & PETER COMPTON: THE BEATLES AND INDIA (1968, 2021)

Después de Babilonia, cuatro años más tarde, en 1968, los Beatles volvieron a Oriente, esta vez aún más al este, a la India (algo mucho más sabido que sus juegos con los héroes babilónicos)


  

WLADIMIR CARVALHO (1935): BRASILIA SEGUNDO FELDMAN (1979)


Eugène Feldman (1921-1975) fue un diseñador gráfico, tipógrafo y editor norteamericano que documentó la construcción de la ciudad de Brasilia y las condiciones laborales de los albañiles.