De pronto, una fotografía salta a la vista. En mucho mejor, más dura, mejor compuesta, libre de artificios y alusiones a la pintura, ajena al sentimentalismo y la anécdota. Se trata, precisamente, de la fotografía que inmediatamente precede esta breve presentación. Atraído y curioso, el espectador se acerca y lee la cartela; con sorpresa. El fotógrafo es, para este cronista, desconocido. Un autor español, José Martínez Sánchez, nacido cuando el emperador francés Napoleón I dominaba España.
Este fotógrafo valenciano, establecido en Madrid, cuya obra se conserva en gran medida en Nueva York -aunque existen colecciones de su obra en diversos archivos españoles- fue uno de los primeros fotógrafos españoles. Recibió el encargo del gobierno monárquicamente de documentar la industrialización del país, en especial la instalación de la red de ferrocarriles, lo que exigió la construcción de numerosos puentes metálicos, y de estaciones, en una imagen muy alejada de los tópicos de Carmen.
Al mismo tiempo, José Martínez Sánchez (o su socio, el fotógrafo francés Juan Laurent -1816-1886-), retrató los numerosos faros que se iban edificando, un signo de la importancia del transporte marítimo.
El punto de vista, la desnudez de las composiciones, el forzado contraste entre la ligereza de las estructuras de hierro y la sorda obcecación de las montañas atravesadas por las lanzaderas de los ferrocarriles, convierten estas obras de encargo en espléndidos archivos seriados que registran las a veces imperceptibles variaciones en estas solitarias construcciones industriales.