domingo, 14 de mayo de 2023

Semblante

 La obra de teatro Falsestuff, de Marcel Borràs y Nao Albet, que se representa en estos momento en el Teatro Valle Inclán en Madrid, sobre la falsedad y la falsificación en el arte (el teatro, en particular) y en la vida, recurre a una sugerente expresión francesa: faux-semblant.

Tratar de la falsificación en el teatro -ésta se produce comúnmente en las artes plásticas, literarias y musicales: las incesantes y extenuantes, cansinas a veces, demandas judiciales por plagio así lo revelan- ahonda en la relación entre representación y reproducción. El engaño y el disimulo son consustanciales con el teatro. La expresión hacer teatro significa mostrarse o actuar como uno no es, fingir sentimientos que no se tienen, siempre con la intención de tomar por sorpresa a los demás, para salirse con la suya y dañar a los contrincantes, incapaces de reaccionar debido precisamente a la cortina de humo que él que “hace teatro” alza.

 El uso tradicional de máscaras en el teatro antiguo -y hoy el necesario recurso del maquillaje que transforma los rasgos- pone el acento en el llamado juego de máscaras gracias al cual quien las lleva logra pasar desapercibido engañando sobre sus “verdaderas” intenciones. La máscara revela y oculta al mismo tiempo. Es un medio que impide que los rasgos propios dejen traslucir lo que se piensa. Ante la máscara no se sabe cómo actual, porque es imposible prever qué hará quien la porta. De ahí que en la Grecia antigua la palabra con la que se designaba a quien hoy se denomina actor era hypokritas, y la relación entre máscara y ocultación ha llevado al significado actual de la palabra griega. 

La importancia de la máscara en el teatro revela la importancia de la cara para definir a una persona: quien es y como piensa, es decir para apreciar tanto su apariencia como su interior, partiendo del presupuesto que la cara y la mente están íntimamente relacionados, y que los rasgos físicos están en consonancia con los psíquicos, una relación que la máscara quiebra. Hace creer en una relación inexistente. La impavidez de la máscara oculta la turbulencia o negritud de los pensamientos o intenciones.

La expresión francesa faux -semblant, que Borràs y Albet agudamente utilizan, y que se puede traducir por pretexto -siendo un pretexto, literalmente, un tejido deslumbrante que se tiende para esconder lo que no se puede llevar a cabo a plena luz del día-, pone  el acento en la importancia del rostro (y de la máscara: curiosamente, la palabra latina persona, que designaba la máscara, hoy ha dado lugar a persona, entendida, en este caso, como lo contrario a lo que la palabra latina designa, como la presencia o manifestación visible de una integridad moral). Faux-semblant debería traducirse, literalmente por falso semblante: una cara que no corresponde con lo que recubre, es decir una máscara. Una cara que no parece lo que es. En francés ( y en catalán), el verbo sembler significa parecer (opuesto a ser), y ressembler, también se traduce por parecer pero alude a que el parecido se trasluce a través de la cara: un parecido facial (o un juego de máscaras) -un parecido que la teología Cristiana ha trabajado para manifestar la simultanea identidad y diferencia entre el Padre y el Hijo, que son y no son una misma persona. El rostro manifiesta la relación pero también el abismo, la proximidad y la lejanía, la existencia de una fractura interna insalvable.

La máscara es el arma de la ilusión y del engaño. Poner buena cara significa no dejar que la congoja -la tristeza, el dolor- se manifiesten, lo que suscita la temible compasión, la condescendencia o la exclusión: es decir los sentimientos humanos que disuelven lazos afectivos o comunitarios, que destejen las relaciones establecidas.

 El teatro es el espacio en el que se revela la ilusoria relación entre la apariencia (el rostro) y la esencia (nuestro interior). Que esta revelación, la desnudez del rey, se materialice o se configure a través  del recurso de la máscara -la máscara pone en evidencia a la máscara  como temible y necesaria arma para lograr sorprender, atraer o destruir al otro, a lo que se desea o se repudia- es una de las paradójicas grandezas del teatro que Marcel Borràs y Nao Albet manifiestan en su último maravilloso, complejo y necesariamente juego de espejos, sin duda la mejor obra de teatro del año en España.  


A Marcel Borràs y Nao Albert -y a todos los actores de Falsestuff -la falsedad sin la cual la vida sería imposible: la verdad no siempre es luminosa ni necesaria. Solo daña, rompe las máscaras, los roles, los papeles que asumimos o nos endosan sin los cuales la sociedad no se teje. Vivir en sociedad es aceptar que tenemos que componer una cara para ser aceptables y aceptados. Sino, quizá sólo quede la vía de la vida del anacoreta o el suicidio.









sábado, 13 de mayo de 2023

Terracotas africanas (Museo de arte africano. Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso, Valladolid)



















 Fotos: Tocho, mayo de 2023


La mejor y más amplia colección de terracotas africanas, de Centro-África occidental, entre los siglos V aC y XII, sobre todo (con obras del siglo XV y algunas más modernas), se encuentra, desde 2003, en el Museo de Arte Africano en Valladolid, con obras Nok, Djenné, de Ifé, etc. 

Expuestas en vitrinas individuales en un espacio único sumido en la oscuridad, el museo es el equivalente  del Prado para un arte que se aleja de la imagen de las máscaras y las estatuas de madera, casi siempre del siglo XX -la madera se pudre en el clima húmedo y la colonización y cristianización  llevó al abandono de cultos y del cuidado de figuras sagradas-, para revelar obras arqueológicas algunas de grandes dimensiones, de hace dos mil quinientos años.

Uno de los mejores museos de España, ubicado en un monumental palacio renacentista de finales del s.XV, la primera muestra de arte del Renacimiento en la península, cuyo arquitecto aún se desconoce.


martes, 9 de mayo de 2023

La familia unida…

 Érase una ciudad ideal en un lejano país imaginario. Sus autoridades cantaban la excelencia de su arquitectura y su diseño, y la promovían.

Organizaban festivales mundiales, incluso de arquitectura .

La ciudad poseía fundaciones dedicadas a la promoción de la arquitectura, que otorgaban premios reconocidos mundialmente.

La arquitectura de la ciudad estaba en menos de una autoridad que hacía y deshacía a voluntad. Era la segunda figura más importante de la ciudad ideal.

Tenia una pareja.

Ésta era socia del nuevo director de un museo dedicado a temas y exposiciones de diseño y arquitectura.

Dicho director a su vez tenia una pareja

Ésta había trabajado en el extranjero. Estaba recién llegada a la ciudad ideal tras haber sido destituida de un cargo anterior en otra lejana ciudad  por incompetencia. 

Fue entonces cuando se la nombró responsable de los festivales de arquitectura de la ciudad ideal.

Mas, aquéllos ya tenían a un responsable. Destituido.

Así todo quedaba en familia. 

Cosa nostra

lunes, 8 de mayo de 2023

JOSÉ DE ASPÍROZ Y ASPÍROZ (1895-1967): VOLADIZO DE ACCESO (FÁBRICA ROCA, 1957, ALCALÁ DE HENARES, MADRID)








 

José de Azpiroz (o Aspíroz): voladizo de hormigón del acceso a la fábrica Roca, 1957, Alcalá de Henares (Madrid)

Fotos: Tocho, mayo de 2023




Fotos: Docomomo.


José de Aspíroz fue un arquitecto de la primera generación de arquitectos racionalistas españoles, conocida como Generación del 25 -equiparada a la Generación del 27 literaria.

La fábrica Roca en Alcalá de Henares, un sobrio conjunto de ladrillo, destaca sobremanera por el voladizo de acceso -que no se suele mostrar: una delgada lámina de hormigón blanco de amplio vuelo que ondula y se levanta levemente por ambos extremos, tan solo apoyada en dos pilares de hormigón de sección paralelepipédica. Señala majestuosa -aunque discretamente, como un modesto arco de triunfo- el acceso, acompasa el movimiento, crea un alto de sombra, y marca el tránsito entre el espacio público de la avenida (que abraza la muralla que rodea Alcalá de Henares) y el amplio patio ante la fachada de la fábrica. Una hermosa obra que conjuga arquitectura e ingeniería, hoy un tanto perdida entre las copas de los árboles, pero que no la lastiman sino que acentúan la discreción de dicho voladizo de acceso.








sábado, 6 de mayo de 2023

Madrid, ciudad musulmana (Mayrit, s. X)

 





Fotos: Tocho, mayo de 2023


No, Madrid no surgió de la nada, en el centro de la Península, en el siglo XVI. Complutum, hoy Alcalá de Henares, fue una importante ciudad Romana, rodeada de villas de gran tamaño, y bajo el nombre de Mayrit fue una ciudad musulmana, cuyos restos, poco a poco, van saliendo a la luz.

El Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares, posee una pequeña maqueta de una puerta fortificada de Mayrit, del siglo X, un juguete o un pebetero, se especula; en todos los casos, un objeto precioso de pequeñas dimensiones, de terracota, que ofrece una imagen del sistema defensivo urbano árabe, con puertas de acceso dotadas de torres almenadas, un objeto singular, sino único, que invita al recogimiento, en su aparente fragilidad 





https://www.museoarqueologicoregional.org/cs/Satellite?c=MUSE_Pieza_FA&cid=1142579675734&language=es&pageid=1162525802635&pagename=Museos%2FMUSE_Pieza_FA%2FMUSE_pieza

viernes, 5 de mayo de 2023

CONEJO BLANCO




Foto: Tocho, mayo de 2023


Notas sueltas sobre el teatro desde dentro:

Para los que somos espectadores, cómodamente desde nuestras butacas, a oscuras, el escenario, bien iluminado, es un lugar lejano e inaccesible. Situado a cierta altura, el frente sobre el que descansa constituye un muro infranqueable. Nadie puede -ni se atreve- a saltar a la palestra. Es otro mundo, con trqnsfondos, cuyas reglas se desconocen.

El escenario también aparece lejano para quienes, no siendo los intérpretes, trabajan en una puesta en escena. Aquel es un espacio acotado rodeado de pasillos que zigzaguean, suben y bajan, angostos y oscuros, atestado de cables, de testigos luminosos, de mesas con innumerables mandos, y de pantallas en las se proyecta lo que acontece en el escenario. La altura de la caja del escenario es descomunal. El techo se pierde en la noche. Guías, cables, torres y escaleras metálicas de barco, un asedio de focos orientados amenazantes hacia el escenario, como ojos avizor que nunca se cierran, decorados y pantallas colgados, pasarelas, puertas cerradas que conducen hacia no sabe dónde, un bosque de vigas y tubos metálicos, cables dispuestos como lianas, es difícil e inseguro deslizarse por la trastienda del escenario, y aún más, por debajo de éste: aunque es posible caminar sin bajar la cabeza, el espacio subterráneo, como una cripta, atestado por lo que parecen estalactitas, invadido, como un templo olvidado en la selva, por el crecimiento desmesurado de conductos, detiene y desorienta en medio de un espacio de límites casi invisibles atenazado por la penumbra reinante que convierte la red de cables en inquietantemente inmóviles, mas al acecho, tensas sierpes enroscadas inmemoriales y sin duda mortales.

Lo más curioso ocurre detrás del escenario y en las profundidades de los camerinos. Se abre la puerta de un ascensor: sale una persona de apenas metro veinte de altura con amplio sombrero de vaquero que lo cubre casi completamente. Tres personas en silla de rueda se desplazan con dificultad por entre cajas, y colgadores atestados de disfraces de todo tipo, cuya  insólita apariencia apenas se adivina . Un deficiente asciende inseguro por una escalera interior: el mundo otro del teatro recuerda los pasadizos y los moradores de Notre Dame de París. Y fascina.Mientras, por el pasillo un actor con un abrigo de leopardo se cruza con una brigada de cuatro hombres uniformados de negro que desfilan formados no se sabe bien porque ni hacia dónde m. En un camerino, por la puerta entreabierta, se vislumbra a un actor cansado, la cara cubierta de trozos adhesivos para fijar el micro de oreja, que cena ante un taper de macarrones. Y al torcer la esquina, una bailarina embarazada ensaya ensimismada complejos  movimientos de brazos ante una fuente. Seguramente, el conejo blanco apresurado, con un reloj de bolsillo en la mano, habrá pasado minutos antes.

Un trabajo de locos -aún no resuelto- (el mundo del teatro es bendita mente de locos) es el de los técnicos, frente a mesas de sonido cubiertas de mandos y una red laberíntica de cables, y con mapas detallados que describen lo que cada actor hace, cuando interviene y desde dónde, que tienen que activar o desconectar, a un ritmo endiablado, los micros inalámbricos de oreja de cada actor en el momento en que interviene y deja luego de hablar, ajustando el volumen al tono de cada intérprete (algunos tienen vozarrón, otros hablan en voz baja) y al espacio, con más o menos eco, más cerca o no del público, en el que se ubica. 

Una labor infernal, agotadora, que puede hundir una obra, ya que el que texto llegue a los espectadores depende del trabajo de estos técnicos, que deben conjuntarse con los que mueven los telones colgados -que agrandan o empequeñecen el escenario, lo que afecta al volumen del sonido.


Tocho pasará las próximas siete semanas en el vientre de la ballena en una ciudad española