sábado, 22 de julio de 2023

Librería Shabander en Bagdad, un refugio















Fotos: Tocho, julio de 2023
 

El café Shabander fue creado en 1917 en un edificio que había sido una editorial. Está ubicado en la callejuela peatonal Mutanabbi, en el centro histórico, otomano, de Bagdad, que desemboca perpendicularmente al río Tigris. La calle acoge los viernes y sábado  un mercado de libros de segunda mano, y de revistas antiguas. Se pueden aún encontrar publicaciones como la siguiente, editada por el Ministerio de Planificación Urbana, en 1980, dedicada a viviendas individuales compuestas a base de módulos. Una publicación que es una rareza, dada la pérdida de los archivos y bibliotecas municipales saqueadas cuando la invasión de Iraq en 2003, que supuso la desaparición o destrucción de la historia escrita de Iraq.






En 2007, en plena mortífera guerra civil o religiosa, un coche bomba suicida estalló en la calle, matando a cien personas, todos iraquíes, derribando la mayoría de los edificios, barriendo los puestos de los libreros y dañando el café que, aunque devastado interiormente, se mantuvo en pie, sin embargo.
La calle fue restaurada -enteramente edificada de nuevo- por el ayuntamiento en un año y medio, y los dueños del café, que perdieron a hijos y nietos, rehabilitaron el interior, recomponiéndolo tal como estaba. Se trata de uno de los cafés antiguos más conocidos del mundo, siempre lleno, donde sirven un té excelente y se fuman pipas de agua, sentados en bancos de madera situados alrededor de pequeñas mesas, desde primera hora de la mañana.

A través de una entrada independiente, pero también por una escalera interior que arranca del café, se accede al piso superior que acoge a una pequeña librería, con una extensa lista de libros, que es a la vez un centro cultural donde tienen lugar habitualmente una programación de charlas y presentaciones de libros desde los tiempos de la creación del café hace más de cien años.  
Se trata de un espacio acogedor, en cuyo centro se encuentra un espacio donde dialogar sentado bajo una bóveda translúcida, en el que se olvida y no se olvida a la ciudad en el estado presente, precisamente por el tan abrupto contraste con la realidad de la ciudad, fuera de los límites de un lugar siempre lleno, en el que se pueden también  consultar y leer libros y revistas,  sin dejar de tomar un té. Un lugar que el tiempo y la barbarie no han vencido, pese a la pérdida de pátina por la devastación, aunque no del espíritu con el que se fundó y se mantiene activo.


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Vidas en Bagdad

 Ejemplos de vidas de casi todos los iraquíes.

Un joven con trabajo -un favorecido por la suerte, entonces- cuida a su padre que tuvo un cargo político con Saddam Hussein, fue capturado y llevado a la infame cárcel norteamericana  de Abu Ghrabi, y enloqueció. Liberado, ya no sabe cuidarse y solo su hijo menor puede atenderle, pues el hijo mayor no tiene trabajo y está en la miseria.

Mientras, un empleado (otra persona con suerte por tener trabajo), también joven, perdió su madre a los ocho años, ya que fue arrestada por orden del presidente Saddam Hussein, torturada y finalmente ejecutada en la cárcel, a consecuencia de lo cual su padre perdió la cabeza, fue sacado de Iraq y llevado al extranjero a toda prisa, y hoy malvive en Baghdad al cuidado de su hijo.

Son solo dos historias verídicas y no excesivamente dramáticas, como tantas otras, más trágicas, empero, que recorren las familias iraquíes. Probablemente no se encuentre ninguna familia marcada por situaciones semejantes. Las muertes violentas por el gobierno del presidente Saddam Hussein -alabado en su momento por su oposición al gobierno teocrático iraní-, las guerras civiles, entre Irán e Iraq, y las dos guerras del golfo, junto con la invasión del país en 2003, y el desmantelamiento de la administración iraquí en este mismo año, y las masacres religiosas  del Al Qaeda y del Estado Islámico, han aniquilado a dos o tree generaciones, desde finales de los años setenta del siglo pasado, y el exilio de las clases más preparadas -no necesariamente pudientes.

Ningún niño ha escapado a la visión de cadáveres abandonados en la calle de buena mañana, no se ha librado de contemplar muertes en directo por disparos y bombas,  durante la guerra civil entre 2005 y 2009, y que hoy despunta de nuevo en ocasiones.



viernes, 21 de julio de 2023

JUAN NAVARRO RAMÓN (1902-1989): MELANCOLÍA








































 















Unas exposiciones en Barcelona y Madrid, en 1987, que celebraban el cincuentenario del pabellón español en la exposición internacional de París de 1937, célebre por haber acogido el cuadro Guernica de Pablo Picasso, mostró que decenas de pintores expresionistas y surrealistas españoles, con más o menos talento o acierto, enviaron obras desinteresadamente en favor del gobierno de la República  española. 
La casi totalidad de estas obras se habrían perdido al acabar la guerra civil española si un centenar de éstos cuadros y esculturas no se hubiesen hallado casualmente en un desvencijado desván del museo nacional de arte de Cataluña en Barcelona, entre los que destacaba la maqueta de la escultura abstracta de Alberto Sánchez que presidía el acceso al pabellón. 
El pintor valenciano Juan Navarro Ramón participó con unos  grabados de denuncia de la guerra -que no se han hallado. Al acabar la guerra tuvo que refugiarse en el sur de Francia, regresando a España tres años más tarde, aunque no cesaría de exponer en París en los años cincuenta. Su obra, naturalista, surrealista o abstracta, pareció quedar marcada por la guerra. Tristeza, melancolía, silencio, casi petrificación, pese a colores vivos, emanarían de sus obras, entre las que destacan vistas minerales y solitarias de pueblos mediterráneos vacíos, y retratos de figuras ensimismadas, perdidas, incapaces de actuar o dejándose ir. Melancolía es el título de algunas obras.
Si no hubiera sido por una exposición actual en el museo francés de Collioure, en el que Juan Navarro vivió, que incluye obras de este artista pintadas durante la guerra civil, entre la pintura metafísica de Carrá , y la nueva objetividad alemana, no habría conocido a este artista pese a que su ciudad natal de Altea le ha dedicado un museo, y que el museo Reina Sofía de Madrid posee la mejor obra de Juan. Navarro Ramón, una de las mejores pinturas naturalistas españolas de los años treinta.