miércoles, 10 de enero de 2024

JORGE OTEIZA (1908-2003) Y EL ARTE PRECOLOMBINO ( YACIMIENTOS DE SAN AGUSTIN, COLOMBIA)






 








Entre 1934 y 1948, el escultor vasco Jorge Oteiza, célebre por sus abstractas esculturas, de los años 50,  llamadas Cajas Vacías, que pretendían dar cuerpo al vacío, partió a Colombia, donde dio clase en Medellín  y fue invitado a fundar una academia de escultura en Bogotá, para poder estudiar los cuatro grandes yacimientos arqueológicos de San Agustín, al sur de Colombia, cercados por la selva, próxima al Amazonas, caracterizados por estatuas y recintos funerarios, algunos del cuarto milenio aC, y que constituyen yacimientos solo comparables, incluso por la altura, al mucho más reciente yacimiento peruano de Machu Pichu.

Aunque el reflejo del arte griego y romano, y en menor medida, egipcio, en el arte moderno, académico a menudo, es conocido de sobras, el arte precolombino inspiró a escultores como Henry Moore y arquitectos, también del siglo XX,  como Frank Lloyd Wright.
A su regreso de Colombia, Oteiza publicó un ensayo, Interpretación estética de la estatuaria megalítica americana, en 1952. En estos años, empezaba a proyectar y tallar las estatuas y los relieves de la basílica de Nuestra Señora de Aránzazu, en el País Vasco. Las imaginerías cristiana y precolombina se encontraban.

En el ensayo antes citado, Oteiza escribió: 

“Es una cultura matriz [se refiera a la cultura precolombina de San Agustin]. Creó y elaboró sus mitos, inventó en un impresionante proceso creador las formas megalíticas de su estatuaria. No es un pueblo que recibió ideas, no heredó, sino que, independientemente, buscó y descubrió las que tuvo y dejó expresadas a todo lo largo del fantástico repertorio de piedras, en las que se encierra el costo espiritual y el drama heroico de su fabricación original”.


A F. S-B

martes, 9 de enero de 2024

ROGELIO SALMONA (1927-2007): TORRES DEL PARQUE (BOGOTÁ, 1965)































Fotos: Tocho y Jorge Raedo, Bogotá , enero de 2024


 

Rogelio Salmona es, segun los estudiosos , el mejor arquitecto de Colombia, y uno de los mejores del siglo XX.
De origen francés, pero emigrado de niño a Bogotá, se formó como arquitecto en el estudio de Le Corbusier en Paris.
Por suerte, poco quedó de la influencia de aquél en su obra. 
Recordemos que Le Corbusier estuvo en Bogotá a finales de los años 40 y propuso un plan piloto, urbanístico, típico de los que proyectaba, consistente en el arrasamiento de la mayor parte de edificios antiguos, salvando unos pocos fuera de todo contexto, y rodeados de una trama de paralelepípedos todos iguales, militarmente ordenados, sin ningún rasgo distintivo, salvo algún volumen ocasional de mayor tamaño que empequeñece un proyecto de por si gigantesco. Bogotá aún se felicita de haber escapado a la masacre, si bien quedan rescoldos en una lluvia de monolitos (sedes bancarias, en la mayoría de los casos),  enclavados como estacas o espadas en la trama urbana constituida por un de do tapiz de edificios de planta y piso. 
 
La relación con la arquitectura precolombina, y en concreto, en el proyecto de las tres torres del parque, con las pirámides escalonadas, es mucho más perceptible.
Este proyecto, en perfecto estado, pese a los casi sesenta años transcurridos, es considerado su mejor obra.
Concebido como vivienda social, los rascacielos, hoy, están ocupados por artistas y arquitectos con posibles, dado el precio de los pisos.
Se trata de un proyecto, dispuesto en semi círculo (lo que evita la dispersión de las torres, habitual de la arquitectura moderna), que se olvida de altos muros, verjas y defensas, cuyos límites están marcados por muretes y vegetación, un conjunto de edificios de obra vista, ubicados en lo alto del hermoso parque nacional , volcados a una plaza de toros de estilo mudéjar ya existente, en medio de un amplio jardín que prolonga y corona el parque. La planta baja del conjunto es transitable a pie, conformándose casi como un arco de triunfo -nada triunfalista- que da acceso a la parte superior del parque. 
El proyecto, si estuviera en deficientes condiciones, lo podría haber firmado Ricardo Bofill o Juan Antonio Coderch.


Como comparación, el proyecto de Le Corbusier para Bogotá:








lunes, 8 de enero de 2024

Casas y habitantes precolombinos (Cultura Tumaco)














Maquetas de casas de las culturas Calima y  Tumaco, primer milenio aC, terracota, Museo del Oro y Museo Nacional de Colombia, Bogotá 














“Retratos” humanos, algunos con deficiencias o deformaciones físicas, cultura Tomaco, primer milenio aC, terracota o piedra, Museo del Oro, y Museo Nacional de Colombia, Bogotá 


Fotos: Tocho, Bogotá, enero de 2024


Agradecimientos a Jorge Raedó, doctorando de arquitectura 

Contrariamente a las obras de los grandes imperios precolombinos, las culturas del noroeste de Sudamérica, abocadas al océano Pacífico, entre Colombia y Ecuador, entre el primer milenio aC y mediados del primer milenio dC, en particular la cultura Tomaco conocida también como Tolita, produjo estatuillas antropomórficas, posiblemente de seres humanos y no de seres mitológicos, con un rostro muy humano, sereno pese a estar a veces marcado por enfermedades o deformaciones, libres de excesivas referencias al mundo sobrenatural, humanos en los que, hoy, creemos en ocasiones reconocernos.

Estas figuras, todas procedentes de tumbas, se acompañan de “maquetas” arquitectónicas que representan sencillos hogares -y no templos o grandes construcciones aparatosas-, construcciones de pequeño tamaño, con un tejado a dos aguas, que también forman parte de ajuares funerarios, en los que dominan objetos que parecen hacer referencia al mundo o el entorno cotidiano, habitual, plenamente conocido, como si éste, aceptado y apreciado, se prolongara en el más allá, mostrando a éste como formando parte de la existencia terrenal.