Salustiano García (1965): Cristo, 2024
Alberto Durero: Autorretrato, s. XVI
El Greco: Jesucristo, s. XVI
Miguel Ángel: esculturas y dibujos de Jesucristo, finales del s. XV y principios del s. XVI
Francisco Bayeu: Jesucristo en la Cruz, s. XVIII
Mariano Maella (copia de Joaquín Gómez): dibujo de joven posando como Jesucristo atado, s. XVIII ó principios del s. XIX
Retratos, casi siempre femeninos, barrocos sevillanos, del pintor Francisco Zurbarán, por ejemplo, solían mostrar a la figura retratada vestida (o disfrazada) de Santa, o bien imágenes de santas (y santos) podían estar dotados de faces de nobles o aristócratas, dando lugar a cuadros que eran tanto retratos profanos como imágenes sagradas, y que recibieron el nombre de retratos a lo divino.
Esta manera de unir lo sagrado y lo profano ya fue practicada por Durero en un célebre autorretrato, presentando al artista de frente, mirando fijamente al espectador, con una pose y una actitud que no podía sino remitir a la imagen icónica de Jesucristo.
No olvidemos, por otra parte, que todas o casi todas representaciones de Jesucristo se basaban en modelos masculinos, casi siempre jóvenes miembros del taller, como se puede ver en un dibujo decimonónico de Mariano Maella en el que un joven posa en el taller como Jesucristo detenido.
Recordemos que la tradición cuenta que las efigies icónicas de Jesús y de Cristo se basan en un supuesto retrato humano, la impresión del sudado rostro de Jesús, portando a hombros la pesada cruz, un paño de tela que le tendió Santa Verónica en la penosa ascensión hacia el monte Golgotha.
No era extraño que imágenes clásicas bi- y tridimensionales de Jesucristo (previas a la crucifixión) y de Cristo (tras la resurrección) mostraran a un varón desnudo, como la célebre talla de El Greco, y diversos dibujos y esculturas de Miguel Ángel. La desnudez, a veces disimulada con el llamado paño de pureza, simbolizaban la perfección divina y la falta de doblez del hijo de Dios.
Un cartel reciente sevillano ha suscitado cierta sorpresa, que revela cierto desconocimiento de la representación y el simbolismo cristológicos.
Sin embargo, la elección del artista parece no haber causado sonrojo
Para C.C.