martes, 2 de abril de 2024

HENRI MICHAUX (1899-1984): EL DRAMA DE LOS CONSTRUCTORES (1930)

El drama de los constructores es la primera obra de teatro del poeta y pintor francés Henri Michaux, y demuestra su constante interés por temas arquitectónicos.

Esta obra solo fue representada por vez primera en 1937, y desde entonces se ha vuelto a escenificar tan solo una vez. En verdad, Michaux quería que el texto se leyera, no que se representara.

No es un texto de Michaux muy conocido. Obra primeriza, surrealista o absurda, no está traducida al español o al catalán, y no se ha representado nunca en España.

La traducción que se ofrece aquí es aproximada (se puede contrastar con el texto original), y un traductor profesional debería encargarse de la traducción si se quisiera representar.

Se comunica como primicia.    








EL DRAMA DE LOS CONSTRUCTORES

Acto único

escrito en 1930, representado en París en 1937.


ESCENA I


Este acto tiene lugar en el paseo de los constructores, en las callejuelas del jardín

que rodean el asilo.

Hablan en parte por sí mismos, en parte por el Universo.

Su aspecto exterior: adultos, pensadores, perseguidos.

Los guardias se ven a lo lejos. Cada vez que se acercan, los

Los constructores se dispersan.


A. (con orgullo). - A menudo, jugando a los dados, me digo de repente:

"Con este dado, construiré una ciudad" y no termino la partida hasta que no he construido una ciudad.

construyen una ciudad.

Y sin embargo es muy difícil... y cuando tienes que encajar a los ingleses en un dado

Los dados, con la plaza que quieren a toda costa y su campo de golf, bueno, el que dice que es fácil, es el que dice que no lo es.

quien dice que es fácil, que lo haga. ¿Y por qué no lo ha hecho ya? No faltan

dados que faltan, supongo.


B. (amablemente). - Ahora escúcheme. Hágase primero con algunas pulgas.

No sólo pequeñas, delicadas, sino sobre todo saltarinas, las pulgas.

(Dirigiéndose a todos.) Venga, admitidlo. No te enfades, todos sabéis

Todos sabéis que una pulga vive saltando.


A. (con vehemencia). - Habéis alojado a unos ingleses en una pulga?

(Interrumpiendo.) ¿Podemos verlos? E intactos, ¿verdad?


B. - Intactos... ¿por qué no? No son más frágiles que otros; aquí,

Manchester está podrido de ingleses...


C. (suavemente, soñadoramente). - Construí una ciudad donde podríamos... donde podríamos haber esperado vivir en paz... ¡y sin embargo!

La construí... con calles tan estrechas que hasta un gato apenas podía pasar... Los ladrones ni siquiera intentaban escapar. Ya estaban atrapados, eso era fatal. Se quedaban allí, mirando con angustia...


E. (de pasada). -... Habrán tenido problemas, ¿no, con su pueblo? (Se detiene un momento a escuchar.) Oh, son malos... (Se marcha de nuevo.)


C. (continúa su sueño). - En mis teatros no había público.

Solía sentar telescopios en el palco. Se quedaban horas escuchando... fisgoneando el drama... y los gafitas en las galerías, inclinándose simpáticos... y mirando... mirando...


B. (pensando). - Sí, un telescopio, puede contar con ello.


C. (enérgicamente). - Oh, las gafas pequeñas también... (Luego, de nuevo, lenta y soñadoramente)

... Mis casas agotadas, en las tardes de septiembre, que de pronto se hundían, abriendo sus puertas y ventanas, mientras su chimenea se extendía, emanando como un pistilo... como un campanario...

... ¡Y mi ciudad de icebergs! Icebergs con barandillas y plantados donde la última de las morsas tiene su campo, y lo ara él mismo, con la masa de su cuerpo para trazar el surco...

Ballenas furtivas que se lavan en las calles de madrugada, atascándolo todo y esparciendo el olor de...


A. (furioso). - ¡Ballenas! ¡Ballenas! No quiero ninguna. Ya estamos bastante apretados. Sólo tiene que ocuparse de algo más pequeño. Trabajo en dados, yo

Intentan traernos ballenas. Sólo tiene que reducirlas. ¡Que las convierta en renacuajos! (Con voz terrible.) ¡Renacuajos!


B. a C. (conciliador). - Es que, entiéndelo, aquí estamos demasiado vigilados. Nos secuestran para nada. Te irías. Y luego nos ves quedándonos con ballenas. No los conocemos. Estas bestias aprovechan un poco de agua para empujar, dar tumbos y asustar. No sería muy pintoresco, ¿verdad, hermano mayor, gran constructor. (Paternal, tras pensarlo un momento.) A lo mejor podríais hacer unas ballenas de mentira y, cuando lleguen los espías, les pincháis, vuestras ballenas, y les estallan en la cara. Si te molesta (señalando a A.), lo mismo... pedo en la cara. ¿Una ballena? ¡Ballenas no! ¡Nada de ballenas! (Riéndose.) ¡La ballena se ha zambullido!

(Se ve a los guardias acercarse).


(A., B. y C. hacen pst... pst... Se callan y dan unos pasos hacia el final del escenario).


D. (que ha permanecido sentado, llorando). - ¡Hijos de puta! ¡Holgazanes! ¡Usurpadores!

(Sollozando.) ¡Me he metido tanto en el ojo que pronto voy a perder la vista! (Silencio.)

... No estaría bien, después de haber sufrido lo que he sufrido, que vinieran a quitarme otra vez mi propiedad.



ESCENA II


F. (Sentado, pensando profundamente, canturreando las palabras). - Una ciudad... hasta el más estúpido puede construir una ciudad. Quiero construir "correr", y luego dejar que corra... siempre... correr, ¡qué! E incluso correr durante veinticinco años seguidos no es fácil. Eso lleva al agotamiento. Pero voy a estabilizar todo eso. Corre, verás qué fácil será y...

encadenado.


G. - Ha habido un error, yo no construyo ciudades. Soy el constructor del proyectil para ir a la luna. Y no sólo fue allí, sino que la atravesó. ¿Eso no es nada?


DIOS PADRE. - No, correr durante veinte años seguidos, no queremos eso.

No es bueno para el hombre, ya tiene bastantes excesos sin ello.


B. (dirigiéndose a Dios Padre). - Tampoco deberías haber permitido que un proyectil llegara a la luna.


DIOS PADRE. - La luna no sintió nada, amigo mío, la tenía.


D. (corre presa del pánico, llorando). - Dios Padre, te lo ruego, ¡quítame la ciudad que me han 

metido en el vientre! Dios Padre, te lo ruego.

(Pero llegan los guardias. Los constructores se dispersan para reagruparse en cuanto se van los guardias).



ESCENA III


H. (con suficiencia). - Mi amigo, Eil de Cade, construyó una mosca del tamaño de un caballo. Con esta montura podría llegar lejos. ¡Vaya, vaya, vaya! Pero qué es un caballo-mosca comparado con las cien mil cosas que construí, que pueblan el universo y en muchos lugares lo constituyen por sí solas.


DIOS PADRE. - Que venga Eil de Cade. Ya ha apestado bastante mi creación.


H. - No tenía tanto talento.


DIOS PADRE. - Ya basta. Te reconocí. No hay dos barbas así en el Globo. ¡Un ejemplo ahora mismo! ¡Preparen la olla del infierno! ¡Venga!

¿Pero cómo diablos desperdiciaste moscas así? ¿No sentiste remordimiento cuando viste todos esos caballos angustiados? ¿Caballos que luego tuve que alimentar y enseñar? Porque no sabían nada, incapaces incluso de apoyar bien las pezuñas. ¿Y quién era proporcionarles yeguas? Yo, siempre yo. ¿Quién me dará un momento de descanso? (Aparecen los guardias. Los albañiles se dispersan).



ESCENA IV


D. (de nuevo en escena; entregándose a un feliz recuerdo). - En el pasado, construí sobre Júpiter... un suelo excelente; un subsuelo perfecto, pero las mujeres no consiguen complacerse en el exterior. Lo mío... lo entiendes, pero llegará a su fin. He encontrado polvo HDZ. (Haciendo rodar arena en su mano.) Con esto, nos vamos solos. (Señalando a los guardias.) Pueden mirar todo lo que quieran, pft... adiós. (Dirigiéndose a los demás.) Venid a Júpiter, venid, hay trabajo para todos. Nos iremos esta tarde.

Algunas dicen: "¡Nos vamos esta tarde! ¡Nos iremos esta tarde! Los guardias se acercan y los constructores se dispersan).


F. (Sentado solo, pensando seriamente mientras mira a los guardias, como si fuera a hechizarlos, y, sacudiendo la cabeza con aire de convicción definitiva). - No hay error, lo que hace falta es convertirlos en estatuas... sencillamente.



ESCENA V


C. (se levanta bruscamente, realiza una serie de pases para hipnotizar a los guardias que están de espaldas y toma como testigos a los constructores).


C. - ¡Allí! ¡Ya está, ya está! Pronto terminará, allí, bien suave... bien duro... (De repente, los guardias se mueven).

¡Los listos! ¡Justo a tiempo!


B. (riendo). - ¿Y si los cambiamos en chimeneas, pfi... pfi... en

Locomotoras, pfi... pfi... pfi... pfi... pfi... pfi... pfi... pfi... (imitando el sonido de un tren que parte y diciendo adiós con la mano). ¡Adiós! ¡Adiós! - 


D (suavemente a B.) - déjalos, soy yo quien quiere irse


A (que hasta entonces caminaba nerviosamente de un lado a otro, irguiéndose en medio de ellos) - No te preocupes más. Mis tártaros están allí, al otro lado. A las dos en punto de esta tarde, lo prometo. A las dos en punto...

(Gesticulando como indicando que van a destruirlo todo, se marcha bruscamente). ¡Exterminados, nuestros pequeños soplones!


DIOS PADRE (también se enfada y se dirige a los guardias). - Pecadores arraigados en vuestro mal comportamiento hacia mí, lo habréis querido.

(Dirigiéndose a los albañiles) Os los entregaré. (Se marcha, con cara de juez).



ESCENA VI


C. (mirando a lo lejos). - ¡Todos aquellos a quienes he convertido en llanuras! Mirad esta extensión. Todos estos fueron guardianes alguna vez. Aquel árbol de allí era un guardián.

Un viejo astuto. Lo agarré mientras dormía. Todo lo que tenía que hacer era levantarlo...

Se necesitan guardianes, vamos, un horizonte como ese. Voy a hacer unas cuantas colinas más por allí (señalando un punto lejano en el horizonte) con los que quedan. Esta tarde... te mostraré mi país en detalle.

¡Un país construido enteramente a base de guardias!



ESCENA VII


A. (volviendo al escenario, con mala cara, balanceando la cabeza de izquierda a derecha, se acerca a E., cogiéndole una oreja y luego la otra, examinándolas rápidamente). - ¡Muy bien! Dame uno. Este o aquel, como quieras. Se lo devolveré.

Haré que todos los sordos vuelvan a oír. (E. huye gritando, cogiendo la oreja de C.).

Ven aquí. Déjame ver. Dámela. Te la devolveré enseguida, y te la arreglaré a lo grande. Construiré una ciudad en tu oreja. Un infierno de ciudad. Una ciudad propia, con trenes, metro y ballenas también, ya que las querías. Ballenas. Desencadenar ballenas. (Emocionándose.) Ballenas en el aire, buceando, girando, volando; fuera, dirigibles. (Mientras C. grita por culpa de su oreja, que A. no suelta.) Qué alboroto va a ser esto. Nada más que ballenas. Se acabó el refugio. Ahí están. ¿Quién habla de retroceder? (Llegan los guardias.)

(Declamación.) Entonces, resueltamente, se lanzó a la ballena. (Cargó contra los guardias; éstos le contuvieron; sin embargo, cargó contra ellos rítmicamente después de cada una de sus frases).

Así que, con el corazón encogido, se zambulle en la ballena. (Retrocede un poco, luego se lanza de nuevo contra ellos, gracias a la fuerza de su rabia).

Entonces, angustiado, ¡se arrojó a la ballena!

Entonces, cerrando los ojos, ¡se zambulló en la ballena!

Entonces, apartando las montañas de cuerpos áridos... (Pero se lo llevan).


C. (que no se ha movido y ha contado los guardias, pensando con calma). - ¡Quedan siete sauces por plantar! Será mañana por la tarde... O siete arboledas... o siete... colinas; decididamente, sí, las colinas siguen siendo las más seguras.


(CORTINA)


domingo, 31 de marzo de 2024

Mal estar

 Enfermedad se dice en catalán malaltia, maladie, en francés.

Estas dos palabras, en francés y en catalán tienen un mismo origen. Derivan de una expresión latina medieval: male habitus.

Una enfermedad es un mal hábito. ¿Qué significa? Un mal hábito es una mala costumbre, que atenta contra el cuerpo y no atiende a sus ritmos. Un sin vivir. O un mal vivir.

Un mal hábito, efectivamente, es un mal habitar. Puesto que habitar nos define como seres, ya que no podemos sino habitar o estar en el mundo, un estar que requiere que nos habituemos al mundo y lo habilitemos para poder estar o permanecer, y no desaparecer al momento como almas en pena, habitar mal nos impide estar, no solo estar cómodos, bien, bien con nosotros y con el mundo, sino tan solo estar o perdurar. 

Una enfermedad nos separa de nosotros mismos y de los demás. Nos encoge, nos encierra. Le enfermedad provoca dolor, y éste nos lleva a encogernos, plegados por la dolencia, como si quisiéramos protegernos de su ataque. La enfermedad nos aísla. Los asilos segregan; nos impiden estar con los demás, y a buenas con nosotros. 

Un mal habitar nos daña. Nos impide ser lo que querríamos ser. Impide que podamos aspirar a ser. La enfermedad nos coarta, nos corta, nos barre. Abre la puerta para que desaparezcamos.

Habitar bien, habitar a gusto conlleva a expandirse, a abrirse, a poder relacionarse. Nos abre los ojos. Podemos ver el mundo y vernos en el mundo, con los demás. Nos invita a vivir en comunidad y, antes, a fundar una comodidad, que genera bienestar. 

La enfermedad, obviamente, nos causa malestar. Estamos mal con nosotros mismos y con los demás. No queremos saber nada de nadie. No queremos oír nada, que nos hablen. Nos cerramos en banda. La enfermedad nos habita, impidiéndonos habitar, es de ir, estar a buenas con el mundo.

Malestar, en francés, malaise; una “aise” mala, dañina o dañada. Aise es comodidad. Prendre ses aises, es ponerse cómodo. Dejar de estar tensos, bajar la guardia. Confiar en el sitio y en los demás. Abrirnos a los demás.

Un malaise es una sensación de incomodidad; no nos sentimos bien donde estamos y con quien estamos. ¿Por qué? Aise, en francés, viene del latín adjacens. Lo adyacente es lo que tenemos a mano, lo que yace al lado nuestro, con nosotros. Es lo cercano, lo conocido, lo que forma parte de nuestra vida. El malaise nos aleja del mundo. De pronto éste nos aparece lejano, es decir, extraño. Ya no lo reconocimos. Ya sentimos que no formamos parte de él. No sabemos qué es y qué nos deparará. Tenemos que cerrarnos en banda, defendernos de un mundo que se nos ha vuelto hostil. Cortamos puentes, canales de comunicación. La apertura al mundo, digno de que estamos bien con él, ha concluido. Estamos aislados, solos. 

¿Acaso la arquitectura, la ciudad, hoy, serían la causa de nuestros males, de nuestra imposibilidad de estar a gusto en el mundo?

PS: guerra, guerre, war son palabras que derivan todas del germánico -con la amenazante sonido del redoble de la erre, o ese inquietante ulular que la suma de la vocal u y la erre final alimentar y alertan- que significa desorden. 

El desorden nos trastoca, nos desorienta. Perdemos las referencias. Ya no sabemos dónde estamos. Porque ya no estamos en ningún sitio. El mundo que habitábamos ha desaparecido. Ya nada nos ata a la tierra, puesto que ésta ya no es nuestra tierra, la tierra que hemos hecho nuestra, con la que hemos confraternizado. La guerra destruye el mundo para que nos sintamos perdidos, perdidos los ligámenes con el mundo. Por eso las guerra busca aniquilar espacios civiles, reducir el hábitat a la nada. Aniquilados estos, la población civil ya no puede habitar el mundo. Solo le queda desaparecer. 

sábado, 30 de marzo de 2024

GUSTAVE FLAUBERT (1821-1880): PENSAMIENTOS SOBRE EL ARTE (PARTE 2)

Texto traducido

 1.- La primera cualidad del arte y su objetivo es la ilusión; la emoción, que a menudo se obtiene mediante ciertos sacrificios de detalles poéticos, es una cosa completamente diferente y de orden inferior. Lloré con melodramas que no valían ni cuatro centavos y Goethe nunca me humedeció los ojos, excepto con admiración.

 

2.- Pintarás el vino, el amor, las mujeres, la gloria, a condición, buen hombre, de no ser un borracho, ni un amante, ni un marido, ni un alocado. Insertos en la vida, la vemos mal, la sufrimos o la disfrutamos demasiado. El artista, en mi opinión, es una monstruosidad, algo fuera de la naturaleza, todas las desgracias con las que le abruma la Providencia provienen de su terquedad al negar este axioma: sufre por ello y hace sufrir por ello a los demás. Preguntemos sobre esto a las mujeres que han amado a los poetas y a los hombres que han amado a las actrices.

 

3.- Estamos todos hundidos al mismo nivel, en una mediocridad común. La igualdad social ha sido traspasada al 
espíritu, hacemos libros para todos, arte para todos, ciencia para todos, del mismo modo que construimos 
ferrocarriles y calderas de calefacción pública. La humanidad está enojada por la degradación moral y la culpo 
por ser yo parte de ella.


Texto original:

1.- La première qualité de l’art et son but est l’illusion ; l’émotion, laquelle s’obtient souvent par certains sacrifices de détails poétiques, est une tout autre chose et d’un ordre inférieur. J’ai pleuré à des mélodrames qui ne valaient pas quatre sous et Gœthe ne m’a jamais mouillé l’œil, si ce n’est d’admiration.


2.- Tu peindras le vin, l’amour, les femmes, la gloire, à condition, mon bonhomme, que tu ne seras ni ivrogne, ni amant, ni mari, ni tourlourou. Mêlé à la vie, on la voit mal, on en souffre ou on en jouit trop. L’artiste, selon moi, est une monstruosité, quelque chose hors nature, tous les malheurs dont la Providence l’accable lui viennent de l’entêtement qu’il a à nier cet axiome — il en souffre et en fait souffrir. Qu’on interroge là-dessus les femmes qui ont aimé des poètes et les hommes qui ont aimé des actrices.


3.- Nous sommes tous enfoncés au même niveau, dans une médiocrité commune. L’égalité sociale a passé dans l’esprit, on fait des livres pour tout le monde, de l’art pour tout le monde, de la science pour tout le monde, comme on construit des chemins de fer et des chauffoirs publics. L’humanité a la rage de l’abaissement moral, et je lui en veux de ce que je fais partie d’elle.


Ce qui me semble à moi le plus haut dans l’art (et le plus difficile) ce n’est ni de faire rire, ni de faire pleurer, ni de vous mettre en rut ou en fureur, mais d’agir à la façon de la nature, c’est-à-dire de faire rêver. Aussi les très belles œuvres ont ce caractère, elles sont sereines d’aspect et incompréhensibles quant au procédé, elles sont immobiles comme des falaises, houleuses comme l’océan, pleines de frondaisons, de verdures et de murmures comme les bois, tristes comme le désert, bleues comme le ciel — Homère, Rabelais, Michel-Ange, Shakespeare, Gœthe m’apparaissent impitoyables, cela est sans fond, infini, multiple. Par de petites ouvertures on aperçoit des précipices, il y a du noir en bas, du vertige, et cependant quelque chose de singulièrement doux plane sur l’ensemble ! C’est l’idéal de la lumière, le sourire du soleil, et c’est calme ! C’est calme ! et c’est fort.


L’œuvre de la critique moderne est de remettre l’art sur son piédestal. On ne vulgarise pas le beau, on le dégrade, voilà tout. Qu’a-t-on fait de l’antiquité en voulant la rendre accessible aux enfants ? Quelque chose de profondément stupide ! Mais il est si commode pour tous de se servir d’expurgata, de traductions, d’atténuations, il est si doux pour les nains de contempler les géants raccourcis ! ce qu’il y a de meilleur dans l’art échappera toujours aux natures médiocres, c’est-à-dire aux trois quarts et demi du genre humain. Pourquoi dénaturer la vérité au profit de la bassesse ? 

jueves, 28 de marzo de 2024

No todo es barroco lo que reluce



Urbano Fos: obras no incluidas 


























 

Fotos : Tocho, marzo de 2024

El postulado decimonónico que clasificaba el arte por países, en detrimento de las antiguas escuelas y de los talleres, y de las cortes reales, parecía  superado. 

El nuevo museo del barroco catalán retoma esta clasificación. Contrariamente al Museo Nacional de Arte de Cataluña (que no Catalán) en Barcelona, que, pese a la inclusión ideológica de la palabra nacional, expone obras de arte creadas o expuestas en los territorios de la Corte de Aragón (más que en Cataluña), sean de escuelas italianas, flamencas, hispanas o de centro Europa, el nuevo Museo del Barroco solo acoge obras de artistas nacidos en Cataluña que desarrollaron su carrera en los territorios de la antigua Corona de Aragón -en unos años de declive . Sea debido  a este criterio, sea por la imposibilidad de obtener préstamos de larga durada, el museo no acoge ninguna obra del mejor pintor barroco catalán, Francisco Ribalta. Tampoco de un notable pintor, con pocas obras conocidas, como Urbano Fos, porque, habiendo nacido en la provincia de Tarragona, desarrolló su carrera en Valencia. 
Sí se expone una obra de Juan Ricci, un notable pintor y arquitecto madrileño, autor de tratados de pintura y de arquitectura, que fue monje benedictino del monasterio de Montserrat, con una sola obra referida a dicho monasterio.
El criterio selectivo de la colección permanente, compuesta en gran parte por obras procedentes de otros museos, siempre de Cataluña, lleva a que la colección tenga el interés que tiene, que el griterío estilístico o formal de la restauración y adaptación del edificio del museo trata de suplir buscando centrar la atención a costa de la que merecen las obras.
Los audiovisuales (cercanos a los No-Do), los textos de los folletos, buscan convencer de la calidad y necesidad de unas obras que, extrañamente no son todas barrocas, ya que algunas, decimonónicas, son neoclásicas (como se puede observar en una imagen).
Una visita al museo ofrece un contrapunto a estas afirmaciones optimistas..
Una visita por cuenta y riesgo del espectador.