sábado, 17 de agosto de 2024

Parábola

Para los geómetras y los  matemáticos  la palabra parábola evoca el trazado de una curva, una línea que se curva y vuelve sobre sí misma, el perfil de un corte transversal inclinado con respecto al suelo de un cono.

Los literatos ven en la parábola una narración sagrada que describe la peculiar manera de enseñar, a través de un cuento, de la divinidad. La parábola, en este caso, fascina y educa, como lo hace el imprevisible trazado ascendente y descendente de un arco parabólico.

El origen de la palabra, sin embargo, no tiene tanta altura. En griego, el verbo compuesto para-balloo significa echar la comida a los animales: la tarea diaria de los granjeros en los corrales. Una acción muy alejada del vertido de palabras sabias de un profeta, aunque éste se presentara como un buen pastor.

El universo de la parábola se ensombrece o se enturbia aún más si sabemos que el verbo griego significa también desplazarse por un camino equivocado. 

Desde luego, el movimiento está presente en la parábola, pero el trazado que se sigue no es el esperable. Quien emite parábolas no sigue una senda trazada de antemano, sino que divaga, se pierde o, mejor dicho, da la sensación que se pierde o que se va a perder. Sigue un mal camino que no lleva a la meta deseada.

 La parábola sigue y se desenvuelve por los márgenes. Es un movimiento imprevisible, inesperado, que no responde a una norma establecida. 

De este modo, bien es cierto que la parábola es el camino del explorador que se aventura por territorios desconocidos, inexplorados. Abre vías hasta entonces inexistentes. 

El prototipo del que emite parábolas sería el dios Apolo cuando recorría el mundo, dejando un rastro perdurable por el que los que vendrían a continuación podrían hallar una senda segura. Los profetas que iluminaban el mundo necesariamente se adentran en territorios en la oscuridad y cuentan sus andanzas en relatos reveladores.

La marginalidad de la parábola parte de la existencia de un previo camino seguro que no se sigue, sino que la vía adoptada se dirige hacia la misma meta, pero por y desde el margen. La parábola traza un segundo camino. Dicho trazado permite establecer una comparación entre la senda conocida y aceptada y esta segunda senda aventurada. La comparación, junto con el movimiento, son consustanciales con el trazado parabólico. Parábola, en griego, también se traduce por comparación.

¿Por qué se toma una vía alternativa si ya existe una vía probada? Precisamente porque de tan probada y sabida su recorrido nada aporta, solo obviedades, nada que aclare el mundo. Es necesario entonces observar la vía conocida y sus logros y enseñanzas, que existen pero ya no ilustran desde los márgenes. La nueva senda, la parábola permite entender lo que el relato conocido cuenta pero que , por haberlo escuchado o leído tanto, nada (nuevo o fresco) nos dice. Solo por comparación entendemos la aportación de un texto al que ya no prestamos atención, o que se ha oscurecido. 

Fue necesario que un joven, encerrado, al igual que sus semejantes, en lo hondo de una gruta, como cuenta Platón en la parábola de la caverna, se alejara de las convenciones, las situaciones asumidas, para descubrir, desde un lugar inesperado, desde un punto de visto no adoptado hasta entonces, la realidad miserable y convencional en la que todos vivían. 

Mas, quien procede de este modo, avanzando desde  una vía paralela desconocida, se expone a un peligro. No conoce el terreno en el que se adentra. Su crónica, empero, expone los peligros con los que uno se puede enfrentar operando de un modo parecido. El relato es esclarecedor y alentador. Cuenta los peligros a los que uno se enfrenta y cómo solucionarlos (Paraballoo es exponerse, también, una consecuencia inevitable cuando uno se ubica en un margen que mira, necesariamente, a un espacio seguro, por un lado, y otro ignoto, potencialmente peligroso, enriquecedor o mortífero, por otro).. Pues el trazado de la parábola no se interrumpe. Sigue seguro todo y la ignorancia del medio por el que abre vía.

La comparación entre un obrar canónico y otro experimental permite exponer diferencias y paralelismos. Las similitudes y las variaciones saltan a la vista. La comparación es enriquecedora, pues desvela maneras de aprender el mundo fuera de toda norma, pero al menos tan eficaces como las que obedecen a reglas y normas asumidas. Quien no se sale del cambio trazado no puede descubrir lo que acontece fuera de los límites ni aprender de ellos. De algún modo, se desplaza sin tener que abrir bien los ojos. Quién emprende un camino inexplorado se desplaza a ciegas, sin duda. Más, todo lo que descubre es nuevo, y es, por tanto, esclarecedor: contribuye a un conocimiento más hondo del mundo. 

La parábola, en fin, es el relato de dicha exploración. El relato se construye a medida que se avanza, y concluye cuando se llega a buen puerto. Se trata de un relato moral que destaca el bien que hace el viaje a quien lo ha llevado a cabo. Expone la fortaleza física y moral de quien no se ha arrugado, de quien se ha enfrentado a sus debilidades y a sus miedos, que ha sabido luchar contra el medio y sobre todo consigo mismo. Acaba más sabio y más seguro tras la aventura exploratoria. Echa luz sobre las miserias humanas y la capacidad humana de sobreponerse, de luchas contra el destino y de no retroceder temerosa, timoratamente.

La parábola es el relato de un aprendizaje. Éste ha implicado no dar nada por sabido, sino descubrir el mundo por sí mismo, sin muletas ni orejeras. El aventurero es curioso y decidido. Y narra lo que vive y descubre. El relato de crecimiento personal puede servir de lección y de advertencia. Posee la grandeza de los relatos de aventuras, porque se adentra en territorios no hollados con apertura de miras que engrandecen la estancia y el tránsito en el mundo. Quienes hablan a través de parábolas son guías, profetas, sabios que cuentan sus experiencias para que aprendamos de ellos y actuemos como ellos.

Las parábolas son la narración aleccionadora de vidas modélicas. La narración no es lineal. Consta de una trama y de tramas secundarias que poco a poco enriquecen el relato. Un relato que permite que el oyente o el lector acaben la lectura o la audición transformado y con el deseo de iniciar un viaje que les permita descubrir el mundo y descubrirse, enfrentándose a sus prejuicios. La parábola nos invita a enjuiciar sabiamente el mundo y a los demás, facilitando la comprensión y la aceptación de otras maneras de ser y de pensar descubiertas en el viaje iniciático, la incierta y decidida procesión, con sus distintas estaciones, a la que la parábola nos llama y nos lleva.



jueves, 15 de agosto de 2024

ENRIQUE VILA-MATAS (1948): FIN DE VERANO (1970)

"Fin de verano" de Enrique Vila-Matas (1970) from Andrés Duque on Vimeo.


Enrique Vila-Matas quiso ser cineasta antes que escritor.

Realizó dos cortometrajes en Cadaqués, a los veintidós años, producidos por su padre.

Fin de verano es el único que se conserva. Fotografía de Xavier Miserachs. Con la actriz Ivonne Sentís.

Su padre cerró la fuente de financiación.

Vila-Matas partió a Paris y cambió el medio de recreación.

 

Quince de agosto



 






Un 15 de agosto, hoy hace exactamente ochenta años, en la Provenza francesa,  en el puerto militar de Toulon, un ejército compuesto de dos compañías, una norteamericana y otra francesa, formada mayoritariamente por colonos franceses del norte de África, desembarcó con éxito, tras el gran y más célebre desembarco en Normandía dos meses y medio antes, el 6 de junio de 1944.

Empezaba la debacle del ejército ocupante alemán. Era la primera vez que un contingente francés atacaba a Francia, en gran parte aliada del régimen nazi,  durante la Segunda Guerra Mundial.

El desembarco parecía condenado al fracaso. Desde luego, murieron unos cuarenta mil soldados, hoy en un cementerio abandonado -contrariamente a los cementeros que pautan, como las estaciones de la Cruz, los acantilados normandos.

Toda la costa mediterránea francesa e italiana estaba defendida por una sucesión de búnkeres. 

Se han conservados pocos. La mayoría fueron destruidos tras la rendición alemana.

Entre estos, se encontraba un búnker situado ante el Club Náutico, en el paseo de la Croisette, en el barrio de las Hesperides.

En 1946 reemprendió el festival de cine de Cannes, establecido en 1939, poco antes del inicio de la guerra.

El Club Náutico estaba en muy malas condiciones. El festival tuvo lugar en el casino municipal.

El Club Náutico y el búnker de hormigón fueron finalmente derribados con taladradoras . Sobre sus restos se edificó en 1949 el palacio del cinema que permanecería treinta años, hasta 1979, sustituido por una nueva sede inaugurada tres años después.

La primera película premiada en el nuevo palacio fue la mítica El tercer hombre, con -quizá de- Orson Welles, sobre los ambiguos y sombríos años de la postguerra.

Una sala de cine, oscura, una cápsula abierta sin embargo a un mundo distinto y más luminoso, se levantó sobre los restos de otra sala, tan oscura y tan oculta como una sala de cine, desde donde también se disparaba, no rayos de luz para echar luz sobre el mundo y sobre nosotros, empero, sino rayos o ráfagas cegadoras para apagar la luz para siempre. 

Una extraña metáfora difícil de interpretar. Esclarecimiento sobre aniquilación . Como si se necesitaran.


 



miércoles, 14 de agosto de 2024

MIGUEL MILÁ (1931-2024)






 1985. Bruselas dedicada el festival de Europalia a España.

Este festival se organiza a cada vez que un país europeo entra a formar parte de la comunidad Europea. Todos los medios se ponen a disposición del país para que pueda presentarse. 

Este festival tiende cada vez más a acontecer en raras ocasiones.

España acababa de entrar en la Comunidad . Podía exponerse, exponiendo sus creaciones más significativas. 

Ls lista de actos y exposiciones era amplia y variada. Muestras sobre los Iberos y los manuscritos ilustrados del Apocalipsis del beato de Liébana, alternaban con una exposición de arte contemporáneo puro y duro. El Siglo de Oro pictórico y escultórico también deslumbraba.

Diseñadores gráficos e industriales, y arquitectos, principalmente asentados en Barcelona, notaron la ausencia de las artes industriales en la lista de logros de la creación española.

Aunque el programa de exposiciones, conciertos, actuaciones estaba ya cerrado, el Ministerio de Cultura aceptó la tardía inclusión de una muestra de diseño.

Un comité organizativo se constituyó. Incluía a instituciones como la fundación BCD, el Fomento de las Artes Decirstivad, arquitectos como Carlos Ferrater, y diseñadores industriales como André Ricard y Miguel Milá, y diseñadores gráficos como Yves Zimmerman.. La muestra, que acabaría titulándose Diseño España, iba a ser la única organizada desde Barcelona.

El Ministerio nombró a un comisario general, el filósofo y catedrático de estética en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, Xavier Rubert de Ventós quien a su vez escogió a quien la representaría en las reuniones entre diseñadores que iban a tener lugar. Se calculaba que serían numerosas.

La lista de diseños industriales y gráficos de toda España no se limitaba a los años sesenta, setenta y ochenta, sino que apuntaba también no solo al diseño de los años treinta, cuando la ruptura con los oficios aún artesanales o manuales  en favor de la producción maquinal, industrial, sino que también hizo un hueco para las artes decorativas desde la edad media: arquetas, capiteles y muebles medievales y renacentistas también lograron el protagonismo.

El comité organizador nombró a Miguel Milá diseñador del montaje de la exposición que tendría lugar en el poco agraciado Design Centre de Bruselas.

Miguel Milá no aceptaba el encargo. Estaba desanimado. El comité propuso entonces a dos jóvenes arquitectos y a un estudiante de arquitectura que trabajaran para Mila Milá. Liberándole de las tareas más ingratas, se esperaba que asumiera el encargo. Un encargo que iba a ser una demostración del talento y de la concepción del diseño de Miguel Mila. La exposición no se concebía sin él.

Miguel Mila aceptó la ayuda. Reunió a su colaboradora más cercana y al equipo propuesto en su estudio. Pidió entonces que nadie trabajara para él sino con él. Explicó entonces que él no trabajaría, sino que confiaba en el equipo creado y les daba plena libertad. Podrían contar con su ayuda, sus contactos para solventar problemas técnicos o constructivos. Pero no impondría una línea ni censuraría propuestas, sino que pondría sus conocimientos para hallar la mejor solución si se le requería. También ponía su estudio a disposición del equipo si éste lo necesitaba.

Pocas veces unos estudiantes y unos recién licenciados han podido trabajar con más libertad, consideración y apoyo de un maestro. Compartiera o no las ideas del proyecto y su materialización, consideraba que tenía que dejar vía libre a una nueva generación y ayudarla con su experiencia, conocimientos y sabiduría en las relaciones. Fue un maestro en todos los sentidos. 

Ls exposición llegó a buen puerto. Tras la clausura de Europalia, la exposición viajó al Centro Reina Sofía de Madrid, todavía en obras de habilitación, a Murcia y a la Feria de Muestras de Bilbao. 

Fue una demostración de maestría, de saber hacer, de atención al detalle, muestras del talento de Miguel Milá.

Ayer un maestro, discreto y brillante, educado y lleno de humor, desinteresado apasionado por su trabajo, visionario capaz de ver y de hacer ver, de enseñar y de educar, falleció. 

Desde hoy, allá arriba, vivirán más cómodamente.

https://www.museoreinasofia.es/sites/default/files/exposiciones/folletos/diseno_en_espana.pdf




martes, 13 de agosto de 2024

De brazos caídos: la deposición




























 Funerales de Héctor, frente de un sarcófago romano, 120 dC, mármol. París, Museo del Louvre, Departamento de Antigüedades Griegas, Etruscas y Romanas

Diversas representaciones pintadas y talladas del Entierro de Cristo: Botticelli, El Greco, Caravaggio, Tiziano, tallas anónimas tardo-medievales y renacentistas.


Una mediocre exposición sobre Aquiles y la guerra de Troya, ahogada por proyecciones de gran tamaño inspiradas en las películas norteamericanas de súper héroes, en el Museo de la Romanidad en la ciudad francesa de Nimes, incluye, entre numerosas obras prescindibles y no siempre relacionadas directamente con el tema, un hermoso relieve funerario romano, del siglo II: un frente esculpido en perfecto estado, de un sarcófago de mármol, con una escena del enterramiento de Héctor, el príncipe troyano, gran rival del griego Aquiles, y muerto por éste.

La muerte de Héctor sucede como un acto de venganza tras la muerte del amigo, escudero y quizá amante de Aquiles, Patroclo, a manos de Héctor -una flecha lanzada por Héctor, y guiada por Apolo, que defendía a Troya cuya muralla había edificado, acabó con Patroclo.

La devastación de Aquiles se tradujo en la devastación que causó en la familia real troyana, matando a Héctor y mutilando su cuerpo dejado pudrirse al sol, si bien, por fin, tras la patético súplica del anciano rey Príamo, padre de Héctor, a los pies de Aquiles, éste permitió que el cadáver fuera retirado y se le diera sepultura.

El relieve muestra el momento en que el cuerpo inane de Héctor es levantado y transportado hacia la tumba, precedido por la dramática escena del anciano Príamo, con un gorro frigio, a los pies de Aquiles -del que el relieve fragmentado solo guarda el detalle de un bastón, en el extremo izquierdo-, y sucedido por la desesperación de Andrómaca, esposa de Héctor, la desorientación del pequeño Astianactes o Astianax , su hijo, y la desolación de la anciana reina Hécuba, madre de Héctor.

La muerte de Héctor se sugiere a través de un cuerpo inerte, aún hermoso, pero con el brazo izquierdo colgando, sin fuerza ni tensión, dejado ir, hacia el suelo, una imagen que evoca bien la falta de control del cuerpo, el brazo caído signo de entrega ante la victoria de la muerte. El cuerpo derrotado solo es un peso muerto, aunque su magnificencia aún impresiona.

Esta iconografía que compone derrota y esplendor, lo que acrecienta el patetismo de la escena por lo que pudo ser y se ha perdido para siempre, que pone ante los ojos, la inmensa pérdida irreparable, se repite en la iconografía del entierro de Jesús. 

La referencia a la iconografía fúnebre de Héctor salta a la vista, si bien se requerirían estudios para desvelar si esta relación es directa o es fruto solo de una misma consideración sobre los efectos de una muerte heroica o divina en el ánimo de los hombres, la conciencia que la historia ha dado un giro. 

La pérdida de Héctor que acarreó la caída de Troya, como la muerte de Jesús que llevó a la destrucción de Jerusalén pocos años después, fueron el germen de la nueva capital imperial, la nueva Troya, la nueva sede del poder imperial y religioso: Roma.


https://museedelaromanite.fr/exposition-temporaire/archives/achille-et-la-guerre-de-troie/lexposition

lunes, 12 de agosto de 2024

ATENEO & LIMENIO : HINMOS DÉLFICOS A APOLO (132-128 AC)

 

 


La ceremonia de clausura de los juegos olímpicos en París en 2024, ayer noche, incluyó la interpretación del Himno Délfico a Apolo.

Puede sorprender que unos juegos olímpicos, dedicados originalmente en Olimpia en honor al padre de los dioses Zeus, incluyera un himno dedicado a su hijo a Apolo, que se interpretó por vez primera en la Pitaida o fiesta dedicada al dios oracular Apolo -cuya sacerdotisa o pitonisa recibía el nombre de Pitia, en referencia a la primera divinidad de Delfos, Pitón, una divinidad en forma de serpiente contra que que Apolo tuvo que luchar, vencer y matar para poder asentarse en Delfos y fundar su santuario. Los restos de Pitón, como si fueren los restos de un sacrificio, se hallaban enterados bajo el gran templo de Apolo.

Las relaciones entre Olimpia y Delfos no eran inexistentes. Un oráculo de Apolo ya anunció que en Olimpia se fundarían unos juegos.

Estos eran unos juegos fúnebres. Estaban dedicados a la memoria de Oenomaos, un héroe, el desgraciado ( en todos los sentidos de la palabra) padre de Hipodamia. Éste no aceptaba que su hija se esposara. Todo pretendiente debía competir con él en una carrera de carros que Oenomaos ganaba siempre, ordenado entonces la ejecución del incauto pretendiente perdedor.

Entonces, llegó Pelops, padre de los  habitantes del Peloponeso. Era amante del dios de los mares Poseidón. Éste le había regalado unos caballos alados, más veloces que el viento.

Pelops tenía todas las de ganar. Para asegurar su victoria y la obtención de la mano de Hipodamia, empero, sobornó a un esclavo del rey para que alterara el eje del carro. Éste se quebró. El rey murió aplastado. 

Pelops mandó ejecutar al esclavo para evitar que cantara, pero no pudo evitar que maldijera a sus descendientes, los Átridas, encabezados por Agamenón, y sus hijos Orestes y Electra. Las vengativas Erinias, sedientas de sangre, los perseguían con su furia, tras la cadena camorrista de asesinatos que asolaron la familia: el sacrificio de Ifigenia ejecutado por Agamenón para suplicar la victoria en la guerra de Troya , la ejecución de éste ordenada por su esposa Clitemnestra para vengar la muerte de su hija, y la venganza de Orestes, instigado por su hermana Electra, asesinando a su madre. 

Fue Apolo quien salvó a Orestes de una muerte segura -las Erinias no le perdonaban el asesinato de su madre- cuando el joven, huyendo de palacio, se refugió en el templo délfico del dios.


En honor de Oenomaos, Pelops, avergonzado (más que cínico), fundó los juegos olímpicos.

El himno delfico a Apolo es una composición tardía, del siglo I AC. Consta de dos partes, de dos autores distintos, un cantante y un compositor.

No se conserva entero. Pero se trata de la composición musical con partitura más antigua conservada, aunque no la más entera, con anotaciones musicales legibles e interpretables.

La obra fue descubierta grabada en unas placas en las ruinas del edificio que acogía las ofrendas de la ciudad de Atenas a Apolo. El descubridor fue un arqueólogo francés, quien estudió, transcribió la letra y la interpretó.

Fue tocada en los primeros juegos olímpicos modernos, en Atenas en 1896, en una versión armonizada por el compositor francés Gabriel Fauré

Esta es la versión que se cantó ayer noche en el estadio de Francia en París.

Recordemos que Apolo es el dios que ordenó el mundo, fundó el primer templo y transmitió a los humanos las técnicas edilicias.

Sin Apolo seríamos aún unas bestias.

Dejemos la duda de si logró su propósito 


 Escuchad, vosotras, cuyos dominios son el Helicón de los bosques profundos, hijas de Zeus de armas hermosas, venid con cantos a celebrar a vuestro hermano Febo, el de los cabellos de oro, que sobre las cumbres gemelas de esta montaña, el Parnaso, acompañado por las famosas doncellas de Delfos, acude a las corrientes del manantial de Castalia cuando visita su oráculo en la montaña


He aquí que el Ática con su gran ciudad (Atenas) está en oración, moradores de la tierra no conquistada de la diosa armada Tritoniana (Atenea); y en los altares sagrados Hefesto (es decir, el fuego) consume los muslos de los terneros de toro; y junto con el humo, el incienso árabe se eleva a los cielos. Y el aulós, estridente y sonoro, teje una melodía con notas revoloteantes, y la kithara, dorada y de voz dulce, se mezcla con el canto de alabanza.


Venid a esta ladera de picos gemelos del Parnaso con vistas lejanas, (donde los bailarines son bienvenidos), y (guiadme en mis canciones), diosas Piérides que moráis en los peñascos nevados del Helicón. Cantad en honor de Febo Pitio, de cabellos dorados, hábil arquero y músico, a quien la bendita Leto dio a luz junto al célebre pantano, agarrando con sus manos una robusta rama del olivo verde grisáceo en su tiempo de parto.



sábado, 10 de agosto de 2024

Cercanía

 “Rogamos apaguen su micro y desconecten la cámara”. Este doble indicación ha sido una de las frases más pronunciadas en el mundo académico y laboral desde 2020 y su vigencia no ha cesado. Si bien las clases telemáticas ya no son tan habituales, sí lo son las reuniones de trabajo, y siguen precedidas por el enunciado de la recomendación o de la orden antes citadas. Se evitan así interferencias que confunden, una mezcla desordenada de imágenes y sonidos, hasta la interrupción de la comunicación. La clase cesa.

Durante dos años al menos, durante dos cursos completos, las clases se han impartido a ciegas. Los estudiantes veían al profesor en pantalla, pero éste solo veía letras mayúsculas inscritas en un círculo en su ordenador. No sabía qué cara teniendo los estudiantes, no podía, como se dice popularmente, poner una cara a un nombre. Hablaba sin saber si lo que contaba llegaba a los estudiantes, ni podía ver y valorar la reacción ante sus palabras. El contacto visual estaba impedido. De algún modo, prohibido, pues una cámara encendida podía dificultar o interrumpir la conexión.

Las clases telemáticas, como las conferencias, reuniones, presentaciones y evaluaciones de trabajos, concursos y oposiciones, es decir, toda clases de reuniones laborables y académicas que recurren al medios telefónicos o, más habitualmente, telemáticos, a través de cámaras y micrófonos de o en ordenadores y teléfonos móviles, posiblemente ya no cesen nunca. 

Esta modalidad de reunión presenta una diferencia con respecto a clases y reuniones llamadas presenciales caracterizadas por la presencia en un mismo lugar de todos los asistentes, por la cercanía de los mismos.

La cercanía define una clase. El desarrollo de la misma sigue un esquema conocido. Una clase es una actuación en directo. La sala, en ocasiones, es un anfiteatro. El nombre no es caprichoso o gratuito. La sala comprende unas gradas en las que se disponen los asistentes, y una tarima o estrada a la que sube quien imparte la clase, profesor o conferenciante. Delante suyo, una mesa con o sin un ordenador, una cámara, un proyector, o un atril.  A su lado, o detrás suyo, una pizarra, una pantalla. Es decir, el espacio del aula es el propio de un teatro con un escenario ocupado por quien interviene, y unos asientos en los que se disponen los asistentes, detrás de la invisible -pero existente- pared, que debe ser cruzada para facilitar una aproximación entre alumnos y profesor. Una clase es una acción o, mejor dicho, una actuación, en directo: un acto que se desarrolla ante los estudiantes, a la vista de los asistentes.

La vista juega un papel destacado en el desarrollo de una clase. La “buena” marcha de una lección en una aula  requiere lo que la clase telemática niega: el contacto visual.

La efectividad del cruce de miradas requiere que ambos bandos, los asistentes y el docente, estén cerca en uno de los otros. Pese a que ambos ocupen su propio espacio, separados por una pared invisible, la cercanía es indispensable. Disminuye o se anula efectividad, la “bondad” de una clase impartida por un profesor que apenas se reconoce cuando una clase o una conferencia se imparte en un anfiteatro excesivamente amplio, y que requiere el uso de pantallas. para acercar su imagen a los asistentes.

La cercanía bienvenida acerca aún más una clase a un espectáculo teatral. Aún más, a un ritual durante el que todos los asistentes comparten conocimientos, beben las palabras del predicador (el docente) y comulgan con lo que les ofrece. La cercanía exige una disposición en círculo. La comunión, sin embargo, se opone a una ingesta en una sola dirección. El estudiante no se limite a abrir la boca para recibir lo que el docente le suministra, una imagen próxima de la ganadería. Ambos, por el contrario, comparten alimentos, conocimientos. Una clase es un espacio de intercambio de valores, saberes y puntos de vista. Una clase se basa en el equilibrio, sin que nada ni nadie domine. Reprima, desautorice. 

Estar cerca no solo designa una ubicación espacial, sino también jerárquica y social. Lo que se encuentra cerca de nosotros se dispone alrededor nuestro. La buena relación elimina la exigencia del censo o del recuento , el cálculo, del listado.  La aproximación es de recibo -la proximidad y la aceptación de un cálculo a ojos vista, porque la confianza no requiere el cálculo puntilloso que expresa suspicacia o desconfianza. No se requiere la enumeración de los asistentes para excluir quienes no pueden formar parte del círculo. 

Todos son bienvenidos, sea cual sea su número, porque todos son próximos. Se han convertido en seres próximos, como si formaran parte o si hubieren entrado a formar parte de nuestro círculo íntimo de amistades o, incluso, de nuestra familia directa. Son cercanos, nos son cercanos. Los conocemos, no manifestamos reticencia ni recelo ante su presencia. Los dejamos acercarse y asentarse en torno a nosotros.

La calificación espacial -la proximidad- conlleva la clasificación social: atienden, asisten a una clase son nuestros prójimos.

El prójimo: una palabra densamente moral. Requiere la afinidad, el compartir espacios, valores y fines, el trabajo, la vida incluso, conjuntos. La particular adverbial con establece relaciones de complicidad. Las barreras, las defensas caen. El prójimo es el cónyuge, que no designa exclusivamente al esposo o la esposa, sino a toda persona con la que estamos uncidos. El yugo implica una atadura física pero sobre todo espiritual. El yugo une. Los uncidos están juntos, bien juntos, muy cerca el uno del otro. Se entienden, se ayudan. Forman una pareja que solo pares, es decir iguales, sin diferencias jerárquicas impuestas, pueden formar.

La cercanía es lo que caracteriza a una gran familia. Comparten maneras de ser, de percibir el mundo, de estar en el mundo. Las diferencias no han lugar. Saben solventar sus diferencias sin enfrentamientos. La indiferencia, la distancia no rige. Una clase no permite, no entiende que el asistente, el docente o el estudiante, se muestre distante, altivo. Todos están a la misma altura. 

La cercanía permite la inmediata comprensión. Los miembros de una familia intuyen lo que los demás saben y sienten, presientes sus reacciones, sus sentimientos. Brindan consuelo, actúen desinteresadamente. Buscan el bien común. Los lazos son estrechos. Se preocupen los unos de los otros. Piensan más en los demás que en sí mismos. Se desvelan para que la armonía reine. Las opiniones, la percepción del mundo, las decisiones se contrastan, se completan, se compenetran, sin abolir el libre arbitrio, el libre pensamiento. Todos los miembros tienen voz. Nadie debe ser acallado. A nadie se le ningunea. No es necesario poner a nadie en su sitio, pues todos pueden actuar en nombre de todos, y los puestos y voces son intercambiables, igualmente válidas y respetables. El respeto, que implica el reconocimiento de lo que el otro es, debe reinar. Todos tienen un nombre y se les llama por su nombre.

El reconocimiento, la aceptación de la singularidad, de la presencia y entidad, del valor de cada miembro exige que todos nos mostremos y desvelemos nuestra cara. Nada puede estar oculto. No se puede actuar a escondidas o a espaldas, no se puede practicar nada que vaya en contra de la vida y del bienestar del colectivo. 

Una clase es una lección moral. Requiere la aceptación, el verse las caras. Nada debe callarse. Nadie debe tener decir lo que piensa. Por otra parte, la callada por respuesta expresa desprecio. 

El diálogo entre pares es lo que funda un grupo de seres que se sientes partícipes de un mismo proyecto (vital). Una clase no puede estar formada por extraños, seres que no se reconocen ni se aceptan o soportan. La diferencia no es un obstáculo. La igualdad no implica impersonalidad. La indiferencia ante las opiniones, actuaciones, maneras de ser y vidas ajenas si está proscrita, pues disuelve los lazos que ligan a los prójimos. 

Las pantallas son cristales. Las jaulas de cristal impiden la comunicación, más allá de la visual. Un muro invisible se interpone al acercamiento. Tender la mano no lleva a ningún sitio. El contacto físico está impedido. La cercanía es ilusoria. El engaño se asienta, y destruye la comunidad de principios.

Una clase debe desarrollarse a la vista de todos, lo que implica confianza mutua, cercanía. Una conferencia reciente se interrumpió porque los asistentes, pese al número limitado e éstos, la cercanía del conferencia y el tamaño comedido de la sala, no veían la cara del ponente, sentado, sin tarima, tapado por los asistentes de la primera fila. Lo asistentes oían. Pero no veían. Por tanto, no podían prestar atención. Era como si charla no tuviera lugar, o fuera una intervención callada, inaudible. La clase es el espacio ejemplar donde los valores humanos, que nos definen como humanos, se crean, se manifiestan y se comparten. Sin lecciones que nos aleccionen, sin lecciones de vida, seremos unos extraños, aislados o encerrados, incomprendidos, sin nada que contar ni que ofrecer ni compartir. Objetos y ya no sujetos. Una clase nos hace humanos. Siempre que podamos estar cerca los unos de los otros, viéndonos las caras. Los ojos bien abiertos, apagando las cámaras.