viernes, 17 de abril de 2009

EL PRIMER VIAJE DEL PRIMER ARQUITECTO, PARTE DOS



Segunda nota a los versos 216-294 del Himno Homérico a Apolo

El viaje que Apolo emprende desde el hogar de su madre Leto -la isla de Delos- y de su padre Zeus -el monte Olimpo- hasta su propia morada que fundará en Delfos, es un verdadera aventura de explorador. Asciende a las cumbres del Olimpo, de Pierio, de Ceneo en la isla de Eubea; atraviesa cordilleras; desciendo en valles profundos, tenebrosos, en gargantas estrechas; cruza bosques y selvas, pasa por prados, por terrenos pantanosos; cruza ríos, brazos de mar; recorre una isla; rodea un lago, y pasa por poblados, algunos salvajes.

La tierra no posee sendas ni caminos (kelenthos, v. 227), caminos rectos, se entiende (atropoi). Las vías por las que Apolo circula se desvían siempre; no llevan a ninguna parte; constantemente dan rodeos, quizá giren incluso sobre sí mismas, sin rumbo. Siempre avanzan de lado, hacia uno u otro lado, impidiendo avanzar rectamente. No se trata de caminos bien trazados, rectos -en todos los sentidos de la palabra, geométrico y moral-. Apolo los endereza, los pone por el buen camino.
Mas estos constantes desvíos no son un obstáculo para que Apolo avance. En dos ocasiones, Homero canta a Apolo "que va más lejos": proteroo (vv. 229, 239). Este adverbio está emparentado con el sustantivo proteros, que denomina al que va delante, que guía, que encabeza un grupo. En este caso, el grupo se reduce a Apolo, lo que no corta para avanzar con la cara bien alta, de manera decidida. La naturaleza se doblega a su paso o, más bien, se endereza, se pone recta , firme ante el avance de la divinidad. Apolo rectifica las sendas por la que transitarán los humanos.

Por fin llega a su meta (o, al menos eso cree, pues deberá abandonar Telfusa, en el que empezó a erigir su santuario, en favor de Delfos, a pie del Parnaso). Al alcanzar Telfusa, piensa que su viaje exploratorio y ordenador ha terminado. Y entonces decide construir un templo suntuoso -o rico en bienes- desde el cual dirá la justicia (jus dicere): eso es lo que, literalmente, el texto griego enuncia: themisteúoimi (v. 253). Este verbo se construye a partir de la palabra -o del concepto- de themis: norma o ley divina, es decir, justa e irrebatible, que sanciona lo que es recto. La relación entre Apolo y la themis viene de lejos -pese a que Apolo no debe tener más que unos días de vida-: ha mamado, literalmente, de la ley sobrehumana. Themis, la diosa Themis, la ley divinizada, Ley, lo amamantó a petición de su madre la diosa Leto, según cuenta el Himno. Apolo ingerió la ley, consustancial con él. Sus edictos, entonces, son justos, porque brotan de su interior. Cumple, kantianamente, con lo que tiene que hacer: lo justo no viene derimido por una norma ajena, sino por una categoria interna, por un imperativo categórico que le dicta lo que tiene que hacer.
En la descripción del final del viaje de Apolo camino de Delfos, La themis se declina en tres ocasiones, se manifiesta de tres modos: en dos versos (vv. 253, 254), Apolo edicta normas de actuación, disposiciones incuestonables: tras ordenar el espacio (themisteúoimi), "dietheke themelia": establece los cimientos del santuario. La themis resuena tres veces, como los tres golpes fatídicos que sellan la aplicación de una norma. El verbo que se traduce por disponer o establecer, diatithemi, es un compuesto de themis; y los cimientos, las bases de la arquitectura, del espacio habitable, son los themela (sobre los que Detienne ha escrito páginas admirables), diríamos que la themis petrificada, solidificada, imperturbable y sólida como una roca: sobre esta piedra... Son los cimientos eternos sobre los que se yergue el espacio de los humanos, ahora sí plenamente humanos.

Los seres humanos, ahora, pueden dar gracias a Apolo. Estos son, según Homero, seres que viven en los alrededores: periktiones (v. 274). Periktiones proviene del verbo ktidzoo, que significa construir casas o ciudades, asentar construcciones, fundar. Esos humanos que honran a Apolo que les ha ordenado el espacio, ya no son los selváticos e impíos flegios, sino verdaderos ciudadanos. Periktiones también significa vecinos. Son los vecinos de Delfos los que saludan a la divinidad; mas, para que eso acontezca, ha sido necesario que se establezca, se ordene una vecindad, que se dicten normas de buena vecindad. Los vecinos son huumanos que se sienten parte de un vecindario. Ya no viven aislados, encerrados en sí mismos, como los Cíclopes, sino que comparten espacio, costumbres, normas, y cantan o rezan juntos: a Apolo, el creador del espacio comunitario. Quizá la mayor grandeza del verdadero dios de la arquitectura.

(Foto: Apolo, Museo de Delfos)

LA PRIMERA PIEDRA

jueves, 16 de abril de 2009

El mejor corto de arquitectura del año

LOS MEJORES LIBROS DE ARQUITECTURA DEL AÑO

Adam Sharr: La cabaña de Heidegger. Un espacio para pensar, Gustavo Gili, Barcelona, 2008 (primera edición inglesa, 2006)

Adélaïde de Caters: El despertar de la materia. Aalto, Eisenstein y Proust, Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona, 2007

Los más brillantes y mejor escritos. Con textos así no haría falta construir nada más

EL PRIMER VIAJE DEL PRIMER ARQUITECTO


Apolo es uno de los dioses griegos ligados a la arquitectura, junto con Atenea, Prometeo, Hefesto, y divinidades muy arcáicas como les Telquines. Sin embargo, poetas como Calímaco sostenían que el inventor de dicha arte, el que la puso en práctica por vez primera y el que enseñó a los hombres a construir, fue Apolo. Sin sus enseñanzas, los humanos no habrían sabido planificar el territorio ni construir.
Apolo nació en la isla de Delos. No bien la diosa Leto lo hubo alumbrado, Apolo levantó un altar, sostenido por poderosos cimientos, en medio de un círculo bien delimitado, para dar gracias a Zeus, su padre, y honrarse a sí mismo. A poco, siendo un bebé de pocos días -o pocas horas- abandonó la isla, cruzó el ponto y llegó a la Grecia continental.
Se dirigió al monte Olimpo donde moraba la compañía de los dioses presididos por Zeus. Irrumpió en el palacio, ante la mirada complacida de sus progenitores Zeus y Leto. Tras ser bendecido, emprendió un nuevo viaje.

El Himno homérico a Apolo describe con precisión la ruta: De Tracia, al norte, donde se hallaban los montes Olimpo y Piero -en cuya cima moraban las Musas, así como Orfeo, el primer poeta-, descendió hacia el sur, a través de Tesalia, y llegó a la región de Beocia. Se dirigió hacia la isla de Eubea, a través del estrecho de Euripo. Regresó entonces al continente, dirigiéndose hacia el oeste a través de una zona pantanosa o inundable hasta que alcanzó el monte Parnaso, cerca del cual fundaría su santuario, en Delfos, con la ayuda de los arquitectos Trofonio y Agamedes, nacidos gracias a la ayuda del propio Apolo.

El viaje iniático de Apolo aconteció cuando los orígenes del mundo. Por el aquel entonces, Grecia estaba cubiera de densos bosques, casi selváticos. Como en una incantación, la expresión "bosque poblado de árboles" es citada varias veces en el Himno (vv. 220, 235, 245). La tierra está cubierta por bosquecillos (v. 230) o por bosques; incluso ciudades como Tebas parecen estar cercadas o invadidas por una densa arboleda (ulai, vv. 225, 228). La hierba -las malas hierbas, quizá- lo invaden todo; se confunden incluso con los árboles formando una espacio impenetrable. Según Homero, Teumessos estaba en medio de un prado cubierto de hierba. El romano Estacio (Tebaida, I, 485), sin embargo, supo discernir lo que Homero quería decir: Teumessos estaba, al igual que el resto de los pueblos, no en un idílico paraje sin en medio de un bosque. Los caminos que unen las poblaciones no existen aún: "no había entonces sendas ni caminos en la llanura tebana" (v. 224).
Puede sorprender la existencia, en los albores de la creación del universos, de pueblos, quizá de ciudades. Pero éstas, como la de los flegeos, éstaban habitadas por pueblos violentos, marcados por la hybris, la desmesura (v. 278) -tan opuesta a la templanza, la sofrosyne, que gobernaría las comunidades civilizadas (tras el paso de Apolo)-, viviendo al aire libre, sobre la tierra desnuda (v. 279, sin ni siquiera preocuparse (alegoo, v. 279) por el culto de Zeus. Su rey, Flegias, fue condenado a las tinieblas por su impiedad. El comportamiento de los flegios no se distinguía demasiado del de los denostados Cíclopes que encarnaban los valores opuestos al de la urbanidad: la contención y la piedad. La ciudad de Haliarto dependía del nieto de Sísifo, un hereje que aún sufren torturas en los infiernos. Encuanto a la urbe de Onquesto, estaba sometida al hermano de Tersites quien, según los griegos, encarnaba la maldad, la ruindad. El mundo estaba, pues, en manos de los bárbaros y las alimañas.

Sin embargo, este mundo primigenio, oscuro y salvaje, fue ordenado por Apolo. Allí por donde pasaba, trazaba caminos, asentaba los cimientos de la civilización, de los espacios donde habitar. Una y otra vez sus acciones son las que el arquitecto (y el carpintero, mas carpinteros y arquitectos operan del mismo modo, entrelazando vigas y jácenas, de madera, piedra u, hoy, hormigón) realizan: el verbo teuchoo es el único que describe reiteradamente el proceder de Apolo (vv. 221, 245, 247). En verdad, Apolo se comporta no solo como un constructor sino también como un urbanista -como destacó brillantemente Marcel Detienne en su estudio fundamental Apolo el cuchillo en la mano-. Sus pasos y sus gestos ordenan, estructuran, delimitan el espacio, y edifican recintos en los que los ombres se asientan, se calman.
La tierra dejó de ser una selva y los hombres se apciguaron. La civilización se instauraba, es decir que Apolo instauraba el espacio de la ciudad. Sin él, aún seríamos unas bestias; aún más.
(Foto: seguidores de Apolo debajo de la palmera, en el centro de la cicládica isla de Delos, a los pies de la cual Apolo nació después de que su madre, la diosa Leto, hubiera hallado un refugio bajo su nervada cúpula)

miércoles, 15 de abril de 2009

HUB, ¿HUG?

Barcelona va a contar con un nuevo museo. Las obras están a punto de empezar. Se trata del museo del diseño, llamado -el nombre existe antes que la cosa- HUB. El arquitecto es Oriol Bohigas. El encargo es fruto de un encargo o un concurso -no recuerdo bien; ¿acaso hay mucha diferencia?-.
El edificio se ubica tan cerca del anillo elevado de las Glorias que una parte de él se dispone en voladizo sobre la calzada. La ubicación es insólita. En los alrededores se encuentran solares vacíos separados de la autopista urbana suspendida. Y, sin duda, Barcelona dispone más espacios donde edificar un museo. De hecho, las autoridades barajaron varias posibilidades. Pero la que se escogió está empotrada contra la calzada.
El volumen del museo está condicionado por la ubicación tan peculiar. Se asemeja a una L invertida. La forma resultante es tan poco adecuada a las necesidades del museo que, discretamente, el proyecto fue confiado a un segundo equipo de arquitectos para que trataran de sugerir mejoras. No lo consiguieron. El proyecto es imposible. ¿Cuál es, entonces, su razón de ser?
Entre los proyectos más controvertidos de la era olímpica se halla el anillo vial de las Glorias. Pese a los intentos de "humanizarlo" por un lado, plantando un jardín en el espacio interior circundado por las calzadas elevadas, e "integrarlo" por otro, dándole una forma de Coliseo, se trata de una obra denostada e ineficiente. Pero defendida a capa y espada -al menos hasta hace poco, cuando la dirección del viento cambió- por las autoridades, sobre todo por el arquitecto público responsable.
El volumen del museo, su perfil, está marcado por la presencia intrusiva del anillo circulatorio. Éste, de pronto, adquiere una razón de ser. Tiene una influencia, incide en el entorno. Un museo se doblega ante su presencia. Por tanto, tanto la situación cuanto la forma de aquél responden quizá a la necesidad de dar un sentido a lo que se ha considerado que no tiene, el falso Coliseo.
Sin embargo, ésta ha caído en desgracia. Ya no tiene razón de ser. Va a ser derribado, sustituido por carriles subterráneos. Lo que se elevaba, desciende, se entierra. Por el contrario, el museo no se reubica; ni su volumen se modifica. Cuando esté construído presentará un saliente considerable suspendido en el vacío, como el inexplicable edificio de Catalana de Gas de Enric Miralles.
¿Qué razón sigue imperando para que no se altere el proyecto del museo? Posiblemente ninguna. El diseño, industrial sobre todo, a menudo es gratuito. Se trata de variaciones sin sentido de una forma consolidada, casi arquetípica. Nada ni nadie requieren una nueva versión. Tan sólo es un juego. ¿Qué mejor envoltorio para lo que no tiener razón de ser que un edificuio sin sentido? En este sentido, el HUB, al igual que el programa de sus exposiciones, es perfecto. Un capricho al servicio de nada. La nave va...

LUIS BAGUÉ: LOS MISTERIOS DE TOLEDO

"La rutina invisible del acero
fue forjando en sus calles
una alquimia
de leyendas y mitos
que ha ulcerado los muros
de viejas catedrales, mezquitas, sinagogas
levantadas con láminas de niebla.

Nunca el leve fulgor de la ruina
fue un árbitro tan justo en su reparto
de ortiga y mansedumbre.
La celosa vigilia de los siglos
vistió su desnudez con una capa
de hollín, fuego y derrota,
y la antigua ciudad volvió a mirarse
en el remanso de sus noches.

En esta hora desierta, cuando todo
camina hacia el olvido,
un lejano resplandor anuncia apenas
la vana orfebrería de la ceniza
que perdura en el eco de unos pasos
donde se confabulan
la página gastada de la historia,
el rostro mineral de los turistas
y tantas otras cosas que se esconden
tras la huella doméstica del tiempo."
(Luis Bagué Quílez: Un jardín olvidado,, XXII Premio de Poesía Hiperión, Hiperión, Madrid, 2007, pág. 22)