El brutalismo, un estilo arquitectónico de los años sesenta y setenta del siglo pasado, con mucha prédica en el Reino Unido, no ha sido ni es, pese a comités de defensa y arquitectos encarnecidos en la lucha por la defensa de este estilo, muy apreciado. Excesos (bloques grises desmesurados, prematuramente envejecidos e imposibles de restaurar) y mediocridades, han condenado el brutalismo, caracterizado por volúmenes masivos grises, siempre de hormigón “en bruto”, inspirado en el último Le Corbusier, cuya grisura y pesadez de acentúa con el paso de los años.
Fruto de los años de plomo de la postguerra, cuando se tenia que construir a toda prisa edificios sin complicaciones, y de la crisis del petróleo de principios de los setenta, el brutalismo ha sido considerado el espejo de años de crisis social. No se ha percibido, sin embargo, como el síntoma el reflejo o el símbolo de una crisis personal, una lectura que lady Gaga he realizado, pidiendo que la escenografía de su gira actual, dedicada a su disco Chromatica, se base en dicha arquitectura casi carcelaria, signo de los problemas de salud física y mental que la han afectado recientemente.
El escenario, obra del joven diseñador británico Lewis James ( 1997) fascinado por la arquitectura, recrea pesados y opresivos, casi siniestro volúmenes de hormigón, barridos por potentes focos de campos de concentración, tan difíciles de desplazar y montar que solo se instalan en algunas ciudades.
Queda por averiguar si la gira europea de lady Gaga redimirá o condenará definitivamente el brutalismo y su mundo ceniciento.
Para LD, defensor a ultranza del brutalismo ( y no sé si de LG)