lunes, 15 de febrero de 2010

Amplitud de miras (o con chador y a lo loco)



"Destrás de cada tradición hay un enorme sistema de valores y creencias que no pueden borrar teniendo en cuenta uno solo de sus aspectos (...) Es como el veto contra el velo de las mujeres musulmanas que ignora las nociones sobre lo secreto, lo privado y lo público en esas sociedades. La vida es cruel. Y en todos los continentes hay mayores vejaciones que éstas contra los oprimidos", sentenciaba hoy John Berger en el diario El País, mientras disertaba sobre la crueldad de la vida degustando una merluza en salsa verde en un restaurante de Madrid.


Conozco una arquitecta iraquí musulmana (chiíta) de unos cuarenta años. Vive en Bagdad. Porta un pañuelo negro en la cabeza. Está casada con un arquitecto mayor que ella, que no parece obligarla a nada. Es muy religiosa o practicante. El pañuelo, sin duda, es una expresión de su fe, "de la noción de lo secreto", según los términos de Berger.


Otra arquitecta iraquí (que no es chiíta), que también vive en Bagdad, amiga suya, me devolvió a la realidad. Hasta el inicio de la segunda guerra del golfo, en 2003, aquella arquitecta no portaba pañuelo alguno. De hecho, nada revelaba su religión o su adscripción a confesión alguna. Vestía como quería. Desde luego, de manera muy distinta a como viste hoy. Es la presión, cada vez más creciente, de la comunidad chiíta que, por miedo, le lleva a cubrirse el velo y vestir con ropas anchas.

Se comporta como la mayoría de las mujeres chiítas del barrio de Khadimiya, alrededor de uno de los grandes santuarios del islam. Todas llevan el chador. No se veía ninguno, sin embargo, hace solo seis años.


He visto al imán del barrio admonestar a una mujer por no taparse suficientemente el pelo; he escuchado los "consejos" sobre cómo vestirse en este barrio: guantes negros, pañuelo negro, chador (con un velo que cubre casi todo el rostro), medias negras. La tela es sintética. Fuera hace más de cuarenta y cinco grados. Los hombres íbamos en tejanos o pantalanes de lino y camisetas cortas y ceñidas de manga corta. A las mujeres se las tiene que preservar (es decir, encerrar, como los valores y los tesoros). A los hombres no. Antes de la guerra, las mujeres iban en pantalones y los brazos descubiertos.


Mientras la iglesia y la derecha atenazaban a las mujeres en España en los años cincuenta del siglo pasado, el centro de Bagdad se asemejaba al barrio latino de París. Había más mujeres, y ni una tapada, en la Universidad.


Quienquiera haya visitado Damasco o Teherán, hace diez o quince años, recordará las mujeres musulmanas. Ninguna se escondía tras un velo negro. Solo en el campo se llevaban pañuelos de colores. Hoy, en Damasco, y aún más en Aleppo, mujeres, enteramente recubiertas de un tupido sudario negro que cela incluso el rostro (pese a que... llevan gafas de sol negras), se van dando de bruces contra las farolas porque no ven nada. Absolutamente nada. Los cánceres de piel, las enfermedades oculares se multiplivcan. ¿En nombre de los valores del secretismo? Valores sorprendentes, que han aparecido y se han extendido (es decir, impuesto) en menos de diez años.


¿Tan distintos somos? A lado y lado del Mediterráneo, ¿tenemos valores tan opuestos? Hasta 1977, la mujer, en España, no podía hacer nada sin el consentimiento del padre, primero y, luego, del marido. En los años cincuenta, las mantillas, los trajes enlutados para las viudas eran de rigor. Las risas, los espectáculos estaban prohibidos los días que precedían Pascua. Había que tener mucho cuidado con lo que se hacía, no fuera que un vecino te denunciara. En Menorca, en los años cuarenta, se exigía el certificado de haber comulgado en la misa del domingo para tener trabajo. ¡Ah! eran las costumbres, las sacro-santas (nunca mejor dicho) costumbres. Es una pena que se hayan perdido. Las mujeres españolas, mediterráneas y occidentales son hoy una perdidas, ya se sabe. Mientras que antes...


Valores, costumbres, tradiciones; el imaginario: no son leyes naturales, que no se pueden cambian; los humanos los hemos inventado; y los podemos modificar (como lo prueba, cínicamente los cambios recientes en algunas ciudades del Próximo Oriente) . O eliminar. España (e Italia, Grecia) e Irak (e Irán, Siria, etc.) cambiaron: en sentido contrario.


Valores, por otra parte, sobre cuya identificación podríamos preguntarnos. En el año 2000, uno de los relaciones públicas del ayuntamiento de Isfahan (Irán), cuya mujer no podía ser vista si no estaba tapada, incluso en su casa, trató de secuestrar y forzar (dejémoslos así) en Irán a una de las relaciones públicas del ayuntamiento de Barcelona. El asunto fue ocultado. Aquella persona alardeaba de beber como un cosaco e invitó reiteradamente a las mujeres españolas a soltarse y ponerse en bikini al aire libre, ya que estábamos todos en un recinto para "miembros del gobierno" -mientras las patrullas de la moralidad patrullaban fuera del área de recreo gubernamental. Y no bromeaban.


Ciertamente, existen sacerdotes católicos que violan a niños. ¿Rito iniciático-educativo (que debe de ser, pues, tolerado)? Como la opresión está en todas partes, y siempre es defendida como una manifestación cultural., ¿debe ser aceptada?


Los valores de lo secreto y lo privado son decretos que los humanos (por no emplear el ambiguo término de "hombres") nos hemos forjado -para defendernos de nuestros miedos.


¿Existen mayores vejaciones que la imposición de cubrirse de los pies a la cabeza sin poder ver nada? No lo sé. Habría que preguntar a quienes caminan debajo del chádor integral (que cubre incluso el rostro) -a cuarenta o cincuenta grados, en ocasiones con un cien por cien de humedad.


De todos modos, quizá sea preferible ajusticiar que torturar; que torturar durante unas horas que durante semanas; crucificar que entregar a las fieras. ¿Debemos, entonces, ya que existen grados en la "opresión", tolerar el ajusticiamiento o la tortura?


Después de todo, todas las culturas han practicado el sacrificio humano. Un número ingente de víctimas han sido ejecutadas, para que su vida o su sangre alimente a los dioses (véase, tan solo en la tradición occidental, los funerales de Patroclo descritos en la Ilíada, donde decenas de prisioneros son degollados para honrar al difunto héroe griego). ¿Acaso no existe una costumbre más valiosa que contentar a los poderes sobrenaturales, costumbre que, además, forja a los pueblos y los mantiene unidos? Ciertamente. Pero es curioso que los sacrificados siempre han sido prisioneros, condenados, y nunca hombres y mujeres que, voluntariamente, entregan su vida en favor de los inmortales.


Se ha pensado que quienes eran inmolados iban a la muerte contentos sabiendo el destino luminoso que les esperaba en el más allá. Así, por ejemplo, los centenares de ajusticiados en las tumbas nobles de Ur (Mesopotamia), cuyos cadáveres fueron hallados armoniosamente dispuestos en el sepulcro. Todo parecía indicar que se habían entregado al sueño eterno libremente a fin de acompañar a su señor en su viaje postrero. Recientes investigaciones, sin embargo, han enturbiado esta visión feliz. Fueron torturados, drogados y golpeados salvajemente con un objeto punzante. Al igual que ocurría con los sacrificados en las culturas precolombinas.


El sacrifico humano ha sido practicado durante milenios en todas las culturas. Hasta el siglo XX, las ejecuciones eran espectáculos públicos en Barcelona. Tenían como fin servir de lección. Eran, por tanto, altamente educadoras. Fortificaban el ánimo. Como, sin duda, lo hacen las lapidaciones (en Sudán, o en Irán, donde, por cierto, no se practicaban hasta hace poco) ¿Debemos lamentar su desaparición? La cultura ¿ha perdido algo fundamental? ¿Somos más pobres de espíritu desde que no sacrificamos a humanos y no ajusticiamos (públicamente o no)?


¿Hemos perdido desde que las mujeres no se arrojan a las piras de sus difuntos maridos, o no se lapida a los adúlteros -y, sobre todo, adúlteras?


La cultura, en tanto que invento humano, ¿no puede evolucionar? ¿Acaso no se forjó para no confundirnos con los animales? La carne, ¿tenemos que comerla cruda -como se hizo durante centenares de miles de años?


Ya pueden servir el postre. Y una copa de vino

4 comentarios:

  1. Es difícil matizar tantas cosas, como las que usted describe en su texto. Soy mujer y me hago muchas preguntas, pero vamos a ir por partes. ¿ las mujeres musulmanas van tapadas porque quieren o las obligan? De todo hay !!!! En los últimos años, creo que muchas van tapadas para reivindicar sus creencias, en ciudades como Istanbul cada vez se ven mas mujeres con chador y mucha presión teóricamente no tienen, otras por miedo!!!.Si lo hacen por que quieren, cap problema!! Con nuestra mentalidad occidental no podemos juzgar otras culturas, entre otras cosas y quizás la mas importante porque no somos depositarios de la "verdad". Pero y si realmente las obligan?? Ellas y nosotros no deberíamos hacer algo mas? Salimos en manifestación contra la guerra del Iraq...grandisima hazaña!!??? y después....todos en casa a mirar por la tele como bombardeaban Bagdad, pero después fue Afganistán, Irán y un largo etc.¿que hacemos? ¿Debemos hacer algo, o seguimos filosofando?

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  2. Glauka -por cierto, la cola de sirena, ¿es su decisión?-

    ¿......"suyas" -las creencias-, o las del entorno?

    Es cierto, sin embargo, que algunas mujeres de clase alta, en Siria, han vuelto al chador (negro y liso) como signo de distinción, para diferenciarse de las mujeres campesinas que van con puñuelos y vestidos de telas de colores.
    En este caso, no sería una imposición, sino una elección (de la que podemos pensar lo que sea, pero elección, al fin, en principio. Y, en efecto, las carísimas marcas -legales- de las gafas de sol y de los zapatos denota que son personas acomodadas, en muchas ocasiones).

    Esto ocurre en Damasco, pero no en Teherán o Bagdad. El que exista en Irán una "guardia de la moralidad", ya denota que mucha libertad en la vestimente femenina -ya que solo esa se controla- no existe. Como sabe un teórico en arte como Berger, en arte, la aparienc´çia sí cuenta, sí es significativa. La imagen es la esencia -o el viático hacia la esencia-.

    Y, desde luego, recuerdo el peso -literalmente- de las palabras (pesadas, pesantes) con las que se advertía a mujeres en Bagdad, que visten como quieren o les apetece (aunque siempre con cuidado, ya que el temor existe, temor que los hombres no tenemos, incluso llevando pantalones cortos), sobre los peligros (morales y sus consecuencias: físicos) que corrían si seguían por la senda equivocada. Si yo hubiera sido mujer, creo que también me hubiera tapada atemorizado. Las advertencias, en estos casos, no eran de familiares, sino de personas públicas (clérigos, funcionarios) que controlan la vida de los habitantes de un barrio. Una situación no muy distinta a la que imperaba en España en los años cincuenta -aunque aquí no se ejecutaba ni se lapidaba a nadie por vestir "mal"-. Si nos parece normal haberla "superado", en nombre de qué (¿del tipismo, de la "autenticidad" que los occidentales tanto nos gusta cuando vamos de parranda por paises "exóticos"?) tenemos que pensar que en Irak, Irán, Siria o Turquia (tan Mediterréneos como nosotros, "mediterraneismo" que asociamos con la alegría de la huerta, menos en los países musulmanes) (donde aún se cometen crímenes de honor" -véase el caso reciente de una adolescente atada de manos, enterrada viva por su familia porque había hablado a unos muchachos-), dichas admonestaciones, estas imposiciones son parte de su cultura (¿cultura? ¡la cultura es lo que nos aleja de los animales, no lo que nos convierte en bestias!) que debe ser preservado?

    Bueno, la arquitectura nos salvará

    Y tápese usted hoy, no se vaya a constipar -a menos que guste hacer de enfermera chachi...

    Tocho más tocho que nunca

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  3. Esta claro que los arboles no nos dejan ver el bosque!!!!! Yo naturalmente no comparto la idea de acatar según que normas ( casi ninguna, a mi edad), es obvio, pero no se trata de esto. Creo que el problema, es que solo nos escandalicemos de la vestimenta!!!!, A mi esto al lado de lo que esta pasando con hombres, mujeres, niños, es muchísimo peor que la vestimenta y nos quedamos impasibles sin hacer nada ¿ quien es mas bestia ?

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  4. Estimada Glauka

    La vestimenta es un símbolo. Si uno (una) ya no tiene ni siquiera la libertad de vestirse como quiere.... Uno puede imaginarse cómo serán las "reglas" -reglas, fustes, de madera, con las que se pega- que rigen la vida diaria.

    Es cierto que no tenemos entera libertad: así, en muchas empresas obligan a portar traje chaqueta (para las mujeres) y traje con corbata (para los hombres). ¿Qué pensamos de esas empresas?

    Mas, en estos casos -tan antipáticos- el control que la empresa ejerce (control de la apariencia y, a través de ésta, de los valores de las personas afectadas) no llega hasta la absoluta anulación de la persona.

    En estos casos, el uniforme exigido -esto es lo que es, un uniforme, que anula las diferencias entre los miembros, y los distingue de los que no pertenecen a la empresa o el club- es similar a otros uniformes: afirma la adscripción a una sociedad (la empresa, el ejército, un club -deportivo, por ejemplo), adscripción a la que uno puede renunciar -perdiendo, sin duda, el trabajo, ciertamente-. Pero no la vida. No se azota a nadie por no llevar traje. Se manda a casa, supongo.

    Podemos ir a una ceremonia sin corbata. Nos mirarán mal. Pero nos dejarán entrar, frunciendo el ceño. En Arabia Saudí, la mujer que se atreve a salir a la calle el pelo suelto no lo cuenta. ¡Qué se atreva! ¿Cien latigazos? Nadie la ha podido contar.

    Por cierto, la última película de Michel Haneke, La cinta blanca, se refiere precisamente a un componente del vestido como símbolo de todo un órdenes de valores que se tienen que acatar. El porte de una cinta, como el porte de un chador -que digo de un chador, de una tela que cubre enteramente el cuerpo, rostro incluido-, es la máxima imagen de la sumisión, es decir de la opresión ejercida sobre un cuerpo, por tanto sobre una persona.

    Los vestidos no son banales o superficiales. Dicen lo que somos, cómo nos vemos, y cómo queremos que nos vean. Bien lo saben quienes imponen reglas vestimentarias -reglas que solo existen para las mujeres en algunos países.

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