miércoles, 15 de junio de 2011

Espacios sagrados







Oasis de Siwa, en el desierto egipcio-líbico, y santuario del oráculo de Amón, en Siwa (s. IV aC) (Fotos: Tocho)


Los dioses, se ha escrito, fueron inventados para legitimar el poder de los reyes sobre las nacientes primeras ciudades de la historia, hace unos seis mil años, en el sur de Mesopotamia.  Los reyes mandaban porque eran los únicos que mediaban con el cielo, y eran capaces de lograr bienes y beneficios que desde lo alto recaían en los humanos. A los dioses se les destinaban espacios acotados, construidos o no, en los que solo reyes y sacerdotes estaban autorizados a entrar. Estos recintos, desde los puntos más elevados, dominaban las ciudades construidas a sus pies. Los palacios, empero, se subordinaban con dificultad al imperio de las alturas.
Espacios sagrados, espacios profanos como las ciudades, reyes y panteones eran organismos con los que los hombres fueron dominando el mundo.  No se concebía la existencia de las divinidades en ausencia de la cultura urbana. La sociedad divina estaba hecha a imagen de la humana, y los dioses eran como reyes inalcanzables –salvo para los mismos monarcas que debían su poder de un don celestial.
Este modelo explicativo de la historia ha estado vigente hasta hace unos diez años. Pues fue entonces cuando, en lo que es hoy el sudoeste turco, sobre un modesto montículo cercano a la ciudad de Urfa, conocida hasta entonces por haber sido la patria de Abraham, y de las fuentes de los ríos Tigris y Eúfrates, un arqueólogo alemán halló unos restos arqueológicos que han desmontado tan bien construida, y quizá, cínica o desencantada, historia. Hace casi doce mil años, a finales del paleolítico (las pinturas parietales de la cueva de Altamira son de hace catorce mil años), unos hombres, aún nómadas, que desconocían la ganadería y la agricultura, y que desde luego no vivían en ciudades ni tenían reyes –la primera ciudad de la historia quizá haya sido Uruk, hoy en Irak, fundada hace unos seis mil quinientos años-, levantaron el primer santuario de la historia: un conjunto de unos veinte espacios sagrados, de planta circular, posiblemente con una cubierta vegetal sostenida por doce monolitos  perfectamente tallados y esculpidos, de grandes dimensiones, en cuyo centro se alzaban dos monolitos aún mayores, pero tan bien esculpidos, que quizá representaran a dioses, ancestros o a seres de otro tiempo, de los inicios de los tiempos. Este santuario, en medio de la naturaleza, situado en lo alto de una colina, a cuyos pies se extiende la llanura mesopotámica, que se pierde en el horizonte, vertida hacia el golfo pérsico, a miles de quilómetros de distancia, llamado Gobekli Tepe, constituye, además, la primera muestra de arquitectura de la historia, en un momento en que los hombres eran nómadas (cazadores-recolectores) o vivían en modestas chozas de ramas y hojas secas.  Eran todavía hombres de las cavernas. Y, sin embargo, construyeron lo que sin duda eran santuarios para seres que no eran humanos: demasiado altos y altivos, dioses o seres primordiales. La invención de los dioses y del espacio sagrado, entonces, no estaba ligada a la realeza ni a la ciudad. Precedía estos modelos espaciales y políticos unos siete mil años. ¿Por qué, entonces, Gobekli Tepe fue construido? ¿A qué respondía?

Parece que los humanos sintieron la necesidad de ir más allá del mundo natural o visible. Buscaron o se imaginaron lugares en los que podían entrar en contacto con entes que solo podían alcanzar con la imaginación, o con los ojos interiores que se abrían cuando, en trance, dejaban de ver lo que tenían alrededor. De algún modo, los humanos de finales del paleolítico ya supieron que no formaban parte enteramente de la naturaleza, contrariamente a los animales, y que estaban destinados, o legitimados, para dominarla. Fue, entonces, cuando decidieron crear las instituciones y los mecanismos que les permitieron hacerse con el mundo. Esta revelación aconteció en un espacio sagrado como Gobekli Tepe. Allí, se sintieron en conexión con algo que les rebasaba –algo que también crearon con la imaginación. El ser humano se reveló como el que fue capaz de dotar el mundo de sentido, sentido que plasmó en obras de arte o de arquitectura como, por ejemplo, los primeros espacios sagrados.
Templum es el nombre que en latín designaba al espacio sagrado. Templum no se refería solo a un templo. La traducción moderna del término latino circunscribe el espacio sagrado a una construcción o a un conjunto de edificios. Sin embargo, la palabra latina se refería solo a un espacio acotado. En verdad, templum nombraba al rectángulo imaginario que el sacerdote (el augur) trazaba con su cayado en el cielo, y que servía para “leer” el destino en el vuelo de los pájaros que cruzaban esta figura, según la dirección y el ángulo de vuelo, para determinar buenos o nefastos augurios. El porvenir sería aciago si los pájaros “entraban” por la siniestra (la izquierda), mientras que los días venideros serían luminosos si las aves volaban desde el oeste, siguiendo  el alzamiento del  sol. Templum derivaba del griego antiguo temenos. Este sustantivo significaba terreno acotado. En efecto, temenos estaba emparentado con un verbo, temnoo, que se traduce por cortar, deslindar. En sánscrito, tamâlas, es un cuchillo. Un templum, entonces, es un lugar separado del espacio circundante. Se trata de un puesto especial, cuyas fronteras están nítidamente marcadas. Contenga o no edificaciones, un templum requiere la presencia de muros o de surcos visibles que visualicen los límites. ¿Por qué?
  El adjetivo sagrado proviene del latín sacer. Ocurre que este adjetivo, en latín, se refería sobre todo a lo que tenía que ver con el mundo infernal. Cuando se calificaba a una persona de “sagrada”, en verdad, se la condenaba: podía ser ejecutada sin que hubiera cometido crimen alguno, y entregada o sacrificada a las potencias infernales. Sacer se traduce más bien por maldito (persona o lugar de los que solo se puede hablar mal, ya que el mal es lo que causan). Todo lo sagrado, pues, tenía que ver con los muertos, y los hombres tenían que cuidarse mucho de los lugares sagrados, pues en ellos se entraba en contacto con el infra-mundo, poniendo la vida en serio peligro.
Otro adjetivo latino, sanctus,  acentúa la inquietante realidad de lo sagrado. Sanctus significaba inviolable. Un lugar o una figura santos no podían estar al alcance de cualquiera. No se les podida tocar ni hollar. El contacto solo podía ser indirecto. La razón residía en el peligro que encarnaban.
Entrar en un lugar sagrado sin la debida preparación conducía muy probablemente a la muerte, pues se entraba en directo contacto con lo invisible. Es por este motivo que solo determinadas personas (reyes y sacerdotes) estaban capacitadas para penetrar, sin poner su vida en grave peligro, en los espacios acotados, sagrados. Los muros, los surcos tenían una doble función: advertir al hombre común de la peligrosidad del lugar, y protegerlo evitándole entrar por descuido en contacto con las fuerzas que emanaban del mundo de los muertos. Los lugares sagrados estaban, entonces, proscritos. Requerían una larga preparación para poder ser hollados; preparación que pocas personas estaban en condiciones de obtener.
La “malignidad” del lugar sin duda explica que los espacios sagrados se hallen habitualmente fuera de los espacios habitados. Son lugares remotos y de acceso difícil. Ubicados en cumbres, en grutas, o en valles profundos; en el desierto o en islas inaccesibles. Configuran espacios casi imaginarios ya que solo la imaginación los alcanza a reconocer.  Hasta llegar al umbral, el peregrino debe emprender un largo y dificultoso viaje, durante el cual se prepara espiritual y físicamente para soportar o afrontar lo que le aguarda. El viaje, por tierra o por mar, conlleva la ruptura con el mundo cotidiano. Se parte pero no se sabe si se retornará. Pero incluso si uno vuelve, lo hace transfigurado, tan cambiado que parece “otra” persona, que nada tiene que ver con lo que fue cuando partió. Se diría que el peregrino hubiera renacido. Y de un nuevo nacimiento se trata, pues, en efecto, el peregrino ha afrontado peligros mortales de los que ha salido fortalecido,  como si hubiera vuelto a vivir. La mayoría de los mitos cuentan que los grandes santuarios se hallan siempre allende las fronteras. El camino es incierto. Conlleva esfuerzo e incertidumbre. El gran santuario panhelénico, Delfos, en los que moraba el dios Apolo, a quien se imploraba para conocer el futuro, se ubica en lo alto del monte Olimpo, al que, aún hoy, se accede a través de una senda empinada y serpenteante, abocada al abismo. El peregrino exponía su vida cuando decidía emprender el viaje a Delfos e iniciar el temible ascenso. Ya en el umbral del santuario –un santuario que, en época arcaica, no poseía templo alguno, sino tan solo una piedra “sagrada”, llamada ónfalo, que en griego significa ombligo, y que muestra bien que Delfos, al igual que todo espacio sagrado, tenía la paradójica virtud de estar lejos de todo, en los confines del mundo, y de ser, al mismo tiempo, un centro, el centro u ombligo del mundo-, el peregrino tenía que pasar una o varias noches, solo, en la oscuridad de una sala del santuario.  Se enfrentaba así a su propia muerte. La cámara oscura evocaba el mundo de los muertos. Y su soledad, la ruptura con los vivientes. Solo tras la debida preparación, se le consideraba apto para dirigirse hacia la capilla más recóndita donde se hallaba el dios Apolo. De un modo parecido, cuando Alejandro decidió conocer su destino, viajó durante semanas, a través del desierto de arena –cruzó, pues, un espacio muerto, se retiró en él-, hacia el oasis de Siwa donde se hallaba el santuario de Amón, sobre el único montículo rocoso que se alza por encima de las nervaduras de la cúpula de las palmeras, alrededor de un lago de aguas templadas, grises y azules como el acero. 
¿Por qué los hombres escogieron unos espacios en detrimento de otros? Seguramente es imposible o vano responder a esa pregunta o, al menos, ofrecer una única respuesta. La mayoría de los espacios sagrados, ciertamente, poseen hitos naturales: piedras, picos, fuentes, ríos que los singularizan. Las piedras y las montañas parecen haber sido elementos naturales predilectos. Piedras que podían llegar a parecer el cuerpo de alguna potencia superior. En la Biblia, el patriarca Jacob se durmió en un lugar donde acontecieron hechos sorprendentes. Apoyó la cabeza sobre una piedra, y tuvo un sueño en el que vio a seres alados subir y bajar por una escalera que unía el cielo a la tierra. El nombre con el que se designaba esta piedra o este betilo es asherat. Pero asherat es también un nombre propio: Asherat es el nombre de la diosa-madre y esposa de Yavhé (al menos hasta que los sacerdotes del templo de Jerusalén trataran, en el siglo VI aC, de borrar las huellas de esa diosa, a quien Salomón rendía culto en el templo de Jerusalén).
Quizá la forma de un o unos picos, semejantes a las astas de un toro, de unos valles o laderas montañosas, que evocaran a una gran vagina,  de unos estanques de aguas mansas y profundas, en las que pueblos como los sumerios veían una gran matriz que, al romper aguas, alumbró al mundo, fueron los indicios que permitieron que esos lugares se cargaran de “sacralidad” y se convirtieran en lugares que no podrían hollarse impunemente. Se tenía la sensación que algo decisivo había estado en juego en esos espacios, quizá la creación del mundo, de los dioses o de los hombres.  Lugares a los que, pues, era necesario rendir el debido culto, tomando todas las precauciones, lugares a los que se acudía para recobrar la fe, es decir, la confianza en la vida; lugares en los que la vida de los fieles se transfiguraba porque eran, quizá, lugares donde los humanos habían visto la luz por vez primera.
 Hoy en día, los espacios sagrados siguen estando presentes y vigentes. Su número y tipo ha aumentado incluso. A los santuarios más comunes e inmemoriales, en los que el humano se siente renacer, se suman hoy museos y estadios; quizá centros comerciales, a los que se rinde culto al consumo: espacios perfectamente acotados en los que la multitud comulga con sus astros y dioses, del espectáculo, el arte y el deporte. Hoy, más que nunca, lo sagrado se infiltra en un mundo que, paradójicamente, caracterizamos como profano y descreído.



RECUADRO 1:

¿Por qué los hombres de las cavernas se adentraron en los hondo de las grutas para pintar animales (toros y caballos, principalmente) y manos?
Ahora ya se sabe que las cavernas no fueron hogares. Las pinturas parietales se hallan, casi siempre, en las partes más recónditas, muy lejos del acceso, incluso en zonas casi invisibles y en las que no cabía un adulto. Los hombres de la prehistoria vivían en cabañas en los valles o, en todo caso, en la entrada de las cavernas de mayor boca, allí dónde había aire y luz (huesos, restos de alimentos y sílex así lo confirman). No es fácil llegar hasta las todas cuevas pintadas. No podían constituir espacios comúnmente habitados. Su ubicación dificultaba su ocupación, y los primeros grupos humanos eran pocos y estaban demasiado dispersos para enemistarse.
Es por ese motivo, por lo que la razón de ser de las cuevas no es funcional. No son hogares, espacios profanos. Eran, posiblemente, espacios sagrados. ¿En qué o quién creían? No se sabe. ¿Qué ritos practicaban? Tampoco. Pero lo que sí es probable es que las cuevas fueran lugares de reunión, ocupados periódica y temporalmente, en días “de fiesta”. Las cavernas suelen estar en puestos elevados. Desde la boca se divisa el paisaje, se controla el paso de las manadas, se vislumbra una ancha franja del mundo, se está  más próximo a lo más alto. Se requiere una cierta preparación para emprender el camino hacia la cueva. ¿Evocarían las profundidades, húmedas y oscuras, el vientre de algún ente sobrenatural? Tampoco se sabe a fe cierta. Pero lo que sí es obvio es que quienes pintaron las paredes de las cuevas se enfrentaron a sus temores y a toda clase de dificultades: falta de luz, espacios angostos, frío y humedad. Los frescos no eran visibles; a la luz de las antorchas solo se divisaban algunas formas que danzaban a la incierta luz y entre el humo. Las figuras, entonces, debían parecer efigies de otro mundo, quizás emanadas de la roca.  ¿Por qué se pintaban, si su contemplación era casi imposible? Es posible que señalaran lugares en los que los humanos practicaban ritos de paso; es decir, lugares en los que tenían lugar transformaciones que afectaban –y pautaban- la vida de los jóvenes.
Las cuevas, entonces, eran espacios donde los humanos se enfrentaban a seres cuya faz se inscribía en la roca. Tras el encuentro, empezaba una nueva vida, o una vida renovada. Las cuevas prehistóricas quizá constituyan los primeros espacios sagrados. Responden a –o determinan- todas las características de los lugares de culto. Espacios fuera del control de los humanos en los que los hombres se juegan la vida.



RECUADRO 2:
Acteón era  un joven héroe griego, nieto del dios Apolo, educado por el centauro Quirón que vivía en una cueva en medio de un bosque. Por ese motivo, estaba acostumbrado a los espacios indómitos. Era un excelente cazador que, un día, se adentró con sus perros de caza en la tupida selva, persiguiendo a un ciervo herido que se le escapaba.  Tan encarnizada era la persecución y tan intrincado el bosque que Acteón, lejos ya de la ciudad, no se dio cuenta que el bosque se abría de pronto y que los árboles rodeaban un claro, en cuyo centro destacaba un lago de quietas y cristalinas aguas: un claro de luz. Acompañada por las ninfas, la diosa Diana (la cazadora) se bañaba. Acteón quedó deslumbrado. Ningún humano había podido contemplar el cuerpo desnudo de la diosa. Sorprendida, Diana se enfureció. Metamorfoseó a Acteón en un ciervo sobre el que su propia jauría, cegada por Diana, se precipitó hasta despellejarlo.
Desde entonces, los hombres saben que existen lugares inaccesibles puesto que mágicos, en los que moran divinidades, a los que hay que aproximarse tomando toda clase de precauciones, porque la vida, inevitablemente, sufrirá un cambio  definitivo. No se retorna  indemne de un espacio sagrado. 

(Versión de los textos de un artículo con dos recuadros adicionales, de próxima publicación en una revista)




lunes, 13 de junio de 2011

Emmylou Harris: Home Sweet Home (2011)



Véase también este enlace : http://www.youtube.com/watch?v=nxCBRinJ6mw&feature=fvwrel

¿La mejor canción del año?

Para Nuria Fradera

Marjetica Potrc (1953): Arquitectura tejida


Hybrid House, 2003-2004


New Orleans: Shotgun House, 2008

 Caracas: House with Extended Territory, 2003-2004

Prishtina House, 2006/ 2007


Acre: Architecture is a Social Structure, 2007


All Architecture Comes from Weaving, 2007


La eslovena Marjetica Piotrc (Ljubljana, 1953), considerada una de las artistas contemporáneas más influyentes (Premio Hugo Boss, 2000), es también -o sobre todo- una arquitecta.
Toda su obra consiste en una reflexión plástica sobre cómo la construcción influye y define a los habitantes, y cómo éstos se "expresan" a través de sus casas.
Ha construido. Se ha implicado en cómo la construcción puede cambiar la vida urbana. Dotó de sanitarios a una barriada de Medellín.

Su obra también se expone. Muestra, a través de dibujos, maquetas y construcciones, como las relaciones, los conflictos, las influencias culturales se manifiestan en las casas, como las fachadas son pieles que dicen de los deseos y los miedos de los habitantes, no solo de sus gustos, sino del lugar que quieren ocupar, de cómo se enfrentan a conflictos reales o inventados.
Para Piotrc, la arquitectura, tal como cuentan muchos mitos, está "íntimamente" relacionada con el tejer; no solo porque se trenzan soportes y vanos, sino porque la casa se halla y se construye en el cruce de normas (urbanísticas, sociales, culturales), gustos, deseos, necesidades y posibilidades. La casa es un tejido en el que se trenza, se cose, se expone el lugar que ocupamos en el mundo.

Una de sus últimas exposiciones, en Nueva York (2010) estuvo dedicada a la Cabaña Primitiva:






"Primitive Hut reminds us of certain basic human needs - for shelter, water, and communication - while offering a 21st-century reinterpretation of Abbé Laugier's famous 18th-century "primitive hut". A drawing of this primitive hut first appeared as the frontispiece for Laugier's Essay on Architecture (1755). A response to Vitruvius' theory of architecture, the essay presented ideas about basic forms of shelter and architectural archetypes: A man is a tree is a column for a house. The main elements of the Primitive Hut are four tree trunks, a simple roof, and a large water tank that captures rainwater from the roof. Other simple infrastructural solutions are seen in the flexible solar panels, which provide energy, and the antenna, which represents communication with the outside world".


Véase éste y otros textos, así como imágenes, en su apasionante web

Modern Art



David Sipress, New Yorker, 29/03/2010

sábado, 11 de junio de 2011

Tom Sachs (1966): L´Unité d´Habitation (Le Corbusier) (Bienal de Arquitectura de Venecia, 2010)



Tom Sachs, arquitecto y artista.

Recomendado por Octavio Learco Borgatello

Christian Marclay (1955): Drag Guitar (1999-2000)



Ver con el volumen al máximo.

El video adquiere extrañas resonancias cuando se sabe que rememora una acción parecida: en esta misma carretera tejana, un año antes, el joven negro James Byrd Jr. murió descuartizado, su cuerpo atado, arrastrado por una camioneta durante decenas de quilómetros, mientras aullaba de dolor hasta expirar.

Dominik Lang (1980): La arquitectura según... (obras, 2004-2007)

 Column, 2006
Column, 2007


Cube, 2006

Houses, 2004

Moving Walls, 2007

Stairs, 2004


Wall, 2006-2007

Three Doors, 2007
 Kitchen, 2007

Living Room, 2007

Living Room, 2006-2007
Room, 2007

El artista checo Dominik Lang (representante de la República Checa en la Bienal de Venecia 2011) compone unas obras en la facultad de Bellas Artes o en su casa que reflejan su gusto y su lectura de la arquitectura, del espacio habitable y habitado.
Todo el esfuerzo está dedicado a un largo trabajo manual; el resultado, sin embargo, parece casual, hecho al momento, casi  imperceptible. Contundentes intervenciones en el espacio que apenas se distinguen. Construye un cubo blanco, de suelo a techo, adosado a un muro, que parece formar parte de la sala, a la espera de que obras de arte cuelguen de él -lo que no es posible, pues la obra es el supuesto soporte de una obra-. Levanta columnas que se asemejan a monolitos sobre una peana, o cuartos de cilindro, adheridos a una esquina, que diluyen la frontera entre un elemento estructural (necesario) y otro decorativo (casi como si fuera una moldura insólitamente situada).
Muros sobre railes, que son una obra y no un soporte -un panel corredizo, muy común en un espacio expositivo-, que se desplazan lentamente según desfilan los visitantes, modificando constantemente el espacio, logrando que aquéllos tengan una cambiante percepción del espacio que ya no depende solo de su movimiento.
Esculturas que consisten tan solo en un tronco de pirámide adherido a una pared, transformándola en un elemento estructural o divisorio inestable, afectando la pecepción del espacio, de nuevo, como si aquélla fuera a derrumbarse.
Escalinatas de madera que recubren escalinatas de piedra, convirtiendo el acceso monumental a un edificio en un acceso inseguro: los escalones crujen, parecen hundirse, como si el edificio estuviera en obras y no se pudiera acceder a contemplar las obras -obras que son el mecanismo que facilita el encuentro.
Y estancias comprimidas literalmente reducidas a los pocos y viejos muebles que la poblaban, agrupados, amontonados temerosamente en el centro de la sala, formando una pila o una pira, lo único que queda cuando la vida se ha ido -si bien, paradójicamente, constituyen patéticos tótems, los últimos símbolos aún perdurables de un espacio abandonado.
Quizá Dominik Lang sea uno de los artistas que mejor se preguntan por las condiciones -y la fragilidad y el sentido- del espacio habitable.
Suyas son construcciones donde los elementos sustentantes, los que lo definen y lo aseguran, los que dan acceso y garantizan la habitabilidad, se vuelven inseguros, y donde las huellas del pasado marcan decisivamente la vida del espacio, donde el peso de la memoria incide en la aparente frialdad o "neutralidad" de los muros y los pilares.

viernes, 10 de junio de 2011

Louis I. Kahn: Building a View (Edificando una vista) (2011)



Tres dibujos de las canteras de Aswuan (Egipto), 1951




Tres dibujos del paisaje entre Stockton y Oakland (Cafifornia), c. 1940

La galería Lori Bookstein, en el MeatPacking District de Nueva York (inmensa, sin divisiones interiores, austera, de muros blancos y columnas de hierro, blancas también, y pavimento contínuo gris, como todas) presenta una muestra de dibujos, acuarelas y pinturas del arquitecto Louis Kahn (1901-1974), renombrado también, precisamente, por sus dibujos.

La exposición demuestra que si Kahn era un acuarelista correcto y un abochornante pintor (peor que el peor pintor de la española Escuela de Paris, lo que no impide que sus cuadritos estén a la venta a ciento setenta mil dólares), era una gran dibujante (a lápiz y a tinta), a la altura de su fama, y que solo por las tres pequeñas y extraodinarias vistas de las canteras de Asuán en Egipto, a tinta, entre Henry Moore y lo que haría Philip Guston veinte años más tarde, la exposición merece una visita.

The Kinks: Scrapheap City (1973)

El único enlace posible a esa canción: http://youtu.be/oV_WwzqXx0Q 
o
Scrapheap City 
There ain't no beauty
And there ain't no style,
There's no quality
And there's no purity.
Honour's dead and buried
Because it's unnecessary.

Look at all the people,
Why they all look the same.
They're walking to the factory
In their cloth caps and trilbies.
They've got no style,
Ain't it a pity.

They're tearing old quality down
Without any pity,
Now they're coming to take me away
To Scrapheap City.
They say that good manners belong on a heap,
They say they're outdated and they're obsolete,
And now they're coming to take me away
To Scrapheap City.

There's no quality
And there ain't no style
Just miles and miles
Of Scrapheap piles.
There's no quality
And there's no purity.
They're digging up all of the flowers
Because they look pretty
And erecting identical concrete monstrosities.
They're killing off all of the animals too,
The only ones left are the ones in the zoo.
Now they're coming to take me away
To Scrapheap City.
Ain't it a pity,
Scrapheap City

(Arquitectura y arqueología) Jan Svankmajer (1934): El castillo de Otranto (1973-1979)



Sobre este fundamental animador, padre de la animación contemporánea, véase su web

jueves, 9 de junio de 2011

Hogar moderno


Todo hogar moderno tiene que tener en cuenta el catálogo del sublime Designtoscano, que arrasa en los Estados Unidos.

Véase, es un ejemplo, esta imprescindible escultura para jardines y terrazas:

http://www.designtoscano.com/product/garden+statues/religious+statues/garden+statues+on+sale/ten+commandments+sculptural+tablet+-+db43010.do

Por no hablar de este delicado ángel o Cupido que tan bien queda sobre el aparador:
http://www.designtoscano.com/product/indoor+statues/angel+and+cherub+statuary/sleepy+time+sculptural+angel+-+ng34033.dor

Tocho siempre en favor del hogar moderno

Jay Scheib (1969): This Place is a Desert (2007)


This Place is a Desert from Jay Scheib on Vimeo.

Jay Scheib es uno de los directores de teatro, escenógrafo y músico más innovadores hoy. Sus obras combinan bel canto, teatro, música, cine y arquitectura. Norteamericano, enseña en el MIT de la Universidad de Harvard en Cambridge, Mass.

This Place is a Desert es una recreación de la película La aventura del director de cine  italiano  Michelangelo Antonioni, y que ha cambiado la manera de concebir la puesta en escena teatral.

Actualmente presenta Bellona, Destroyer of Cities, segunda parte de la trilogía Simulated Cities/Simulated Systems 2, en el Institute for Contemporary Arts de Boston.

Véase la web del artista, y su biografía.

miércoles, 8 de junio de 2011

¿Dónde está Woolley?, (o Misterio en Mesopotamia)


 Katherine Keeling y Charles Woolley en Ur


Katherine Keeling



Leo & Katty en Ur (fotos. Archivos de Ur, UPennMuseum, Filadelfia)




Max Mallowan, Agatha Christie y Charles Woolley en Ur








Carta recibida por Woolley, y transcripción a máquina



Sir G.B. Gordon, director del Museo de la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, remitió una carta a Charles Leonard Woolley, director de la misión arqueológica conjunta de los museos Británico de Londres y de Filadelfia en Ur (Mesopotamia, Irak) el 8 de Julio de 1926. Se trataba de un asunto "personal y confidencial". Le comunicaba que no había sabido nada más de lo que Woolley le había mencionado por carta el 30 de noviembre anterior: una noticia que algunos turistas ocasionales ingleses y norteamericanos, de visita por Iraq y Palestina, le habían confirmado indignados y de la que ningún responsable de la misión le había vuelto a hablar, por lo que suponía se trataba de un hecho serio sobre el que era mejor callar. Una mujer Katherine Keeling, formada en Oxford, había visitado sola el campanento de Ur un año antes, y había regresado como ayudante para trabajar en la misión al año siguiente; nuna mujer entre cuatro hombres. Los rumores se habían disparado. Algún arqueólogo podía llegar a dar más importancia a la presencia de Mrs. Keeling que al mismo ziggurat. "In any case I should be a little apprenhensive that a woman in that situation might incur the risk of becoming the subjetct of inconsiderate remarks which though as matter of indifference by you or anyone in a responsible position."
Sin sacar valor  a su trabajo, Gordon pedía que, en aras del buen nombre de la misión y de la propia Mrs. Keeling, pese a un cierto libertinaje árabe según el cual ciertas licencias podían ser concebibles -pero no tolerables-, no se la aceptara más y se le pidiera que regresara. Los comentarios insidiosos de los visitantes podían hacer mucho daño (e impedir que la misión siguiera recibiendo sustanciosos fondos privados).

La epístola de respuesta de Woolley, del 8 de Agosto de 1926, enviada ya desde Oxford, ocupa más de dos largas y densas páginas (Archivos del UPennMuseum, Filadelfia). Argumentaba que una mujer podía trabajar en una misión arqueológica, que Mrs. Keeling no se había ofrecido espontáneamente sino que su presencia había sido requerida para dibujar todas las piezas excavadas -algo que Woolley, demasiado ocupado por la dirección de la exploración no podía ya asumir-, que se ocupaba, además, de las tareas domésticas y en limpiar, o en ordenar a los cuatro sirvientes que limpiasen la casa que los arqueólogos se habían hecho construir, en guiar a los visitantes por el yacimiento (lo que liberaba a Woolley de una tarea que le hubiera ocupado tiempo) y, por fin, que tenía cuarenta años, era viuda desde hacía más de siete, y no venía en pos de un marido. Sostenía, además, que los arqueólogos, que se podían casar, estaban solo centrados en su trabajo."Finalmente, pienso que la presencia de una dama tiene un positivo efecto moral sobre los jóvenes arqueológos en el campamento y los mantiene despiertos (keeps them up to standard)". "Quizá", añadía, "éste -rumores acerca de su conducta e intenciones- sea el precio que las mujeres deban aún pagar para cooperar en tareas científicas".

Un año más tarde, Wooley y Keeling se casaban. Woolley pidió entonces que la señora Woolley fuera pagada, después de años de trabajo gratis.
Se dijo, desde entonces, que Katherine Wooley acaparó a su esposo. Gertrude Bell (noble británica que, junto con Lawrence de Arabia y Churchill, trazó las fronteras del reino de Irak en los acuerdos de El Cairo, tras la Primera Guerra Mundial, y creó y dirigió el primer museo iraquí: el Museo Nacional en Bagdad) la describieron como una mujer peligrosa. Fue odiada u admirada. Murió en 1945.
Agatha Christie, casada con el joven arqueólogo Max Mallowan, quien excavaba con Woolley en Ur (y que, en 1930, cobraba dos veces y medio menos que Mrs. Woolley), la convirtió en la protagonista de su novela Asesinato en Mesopotamia.

Artic Monkeys: Brick by Brick (Sound City) (2011)

martes, 7 de junio de 2011

La ciudad y los niños

MONUMENTAL MOSAICS










PERSONAL PLACES: PAST AND PRESENT






Las dos imágenes anteriores son detalles de la pimera obra de esta serie




El Museo Guggenheim de Nueva York presenta la que posiblemente sea la mejor pequeña exposición en años: A Year With Children 2011.
Se exponen trabajos de colegiales de entre cinco y ocho años, de escuelas públicas de los distintos barrios de Nueva York. Destacan dos ejercicios, cuyo texto de presentación transcribo parcialmente:


1.-
"Mosáicos monumentales::
 "¿Cuál es la razón de ser de los hitos arquitectónicos y urbanos?"
Después de estudiar estructuras icónicas de Nueva York y de fuera (como la torre de Pisa), los alumnos descubrieron porqué estos monumentos fueron construidos y cómo el público se relacionaba con ellos (...) Inspirados por artistas como Marc Chagall y Robert Delaunay, los alumnos trabajaron para captar la "esencia" de un lugar renombrado y también para reinterpretar el lugar utilizando teselas coloreadas."

2.-
"Lugares personales: pasado y presente:
"¿Cómo la historia de un lugar nos conforma tal como somos?"
Las obras expuestas incorporan imágenes de lugares de Nueva York que son importantes para los alumnos cubiertas de mapas y de imágenes del aspecto que estos lugares tuvieron en el pasado."

Ante estas pequeñas y luminosas, en ocasiones inquietantes obras, la descomunal e impresionante instalación de Hans-Peter Feldmann, Premio Hugo Boss 2010, consistente en cien mil billetes de un dolar (equivalente al premio) clavados con una aguja en las altas paredes de una sala que cubren enteramente, de suelo a techo, y que denuncia, obviamente, según la comisaria, la mercantilización actual del arte, y la confusión entre valor y precio, sobrecoge; y deprime. 

Matali Crasset: (1965): Spring City (2008)



Matali Crasset, arquitecta estrella de la muestra Hyperlinks. Architecture and Design en el Art Institute de Chicago. Véase su web y su blog

lunes, 6 de junio de 2011

David Byrne & Brian Eno: Home (Hogar) (2008)



1. HOME
The dimming of the light makes the picture clearer
It's just an old photograph
There's nothing to hide
when the world was just beginning
I memorized a face so it's not forgotten
I hear the wind whistlin'
Come back anytime
And we'll mix our lives together
Heaven knows- what keeps mankind alive
Ev'ry hand- goes searching for its partner
In crime- under chairs and behind tables
Connecting- to places we have known
(I'm looking for a)
Home- where the wheels are turning
Home- why I keep returning
Home- where my world is breaking in two
Home- with the neighbors fighting
Home- always so exciting
Home- were my parents telling the truth?
Home- such a funny feeling
Home- no-one ever speaking
Home- with our bodies touching
Home- and the cam'ras watching
Home- will infect what ever you do
We're Home- comes to life from outa the blue
Tiny little boats on a beach at sunset
I took a drink from a jar
& into my head
familiar smells and flavors
Vehicles are stuck on the plains of heaven
I see their wheels spinning round
& ev'rywhere
I can hear those people saying
That the eye- is the measure of the man
You can fly- from the stuff that still surrounds you
We're home- and the band keeps marchin' on
Connecting- to ev'ry living soul
Compassion- for things I'll never know

Lewis Klahr: Altair (1995)

domingo, 5 de junio de 2011

Riki Blanco (1978): Todo sobre la casa (2011)

Todo sobre la casa from Editorial Gustavo Gili on Vimeo.


Publicado por Gustavo Gili, Barcelona.
Texto de Anatxu Zabalbeascoa.

Riki Blanco es uno de los mejores ilustradores de textos infantiles españoles