lunes, 17 de octubre de 2011

Umma


NOTICIA DEL:  ARCHAEOLOGY NEWS NETWORK, 14/10/2011: 


Ancient Sumerian Umma rapidly vanishing!



Ajami Basheet, the administrative director of Al Rifa’i (Al Refiey) District in Dhi Qar Province in Southern Iraq, told Al Ssabah Newspaper that the ancient Sumerian city of Umma (Tell Jokha) is being vandalized and looted on daily basis! 

Umma (Tell Jokha), an ancient Sumerian town in southern Iraq dating from the Ur III period  (ca. 2500-2000 BC), is filled with looters’ pits, and is a major source of black market artifacts including cuneiform tablets [Credit: USAID]
He stated that the site is being destroyed by looters without any attempts from the local government to protect it.  

According to Mr. Basheet, the number of security guards protecting the site is five, and that these guards cannot protect the entire site. 

Detail of looters’ pits amid house foundations at Umma in March, 2004 [Credit: REUTERS/Luke Baker]
He also stated that the police always fails to catch the looters, because they have enough time to escape. Many archaeologist believe that the looters have permanently damaged the site. 

Recently, the Global Heritage Network released aerial images comparing the ancient site in 2003 and 2010. The two images show the level of devastation left by looters’ trenches during that time.   

Source: Babylon Chronicle/tumblr [October 13, 2011]


Véase también artículos sobre el patrimonio arqueológico iraquí en la página web del Global Heritage Fund:

Umma es una ciudad portuaria sumeria, conectada por canales a los río Tigris y Éufrates. El rey Lugalzagési (2340-2316 ac) la convirtió en una ciudad célebre, ya que fue el primer unificador de todas las ciudades-estado del sur de Mesopotamia, antes de caer derrotado por un nuevo poder, centrado en una nueva ciudad de Accad (aún no localizada, aunque se supone se ubicaba cerca de Bagdad, o podía ser la misma Bagdad -una ciudad refundada en el siglo VIII dC-), dirigido por el rey Sargon I, fundador del imperio acadio. La ciudad habría sido abandonada hacia el 1800 aC.
Las excavaciones arqueológicas, por la Dirección General de Antigüedades iraquí, empezaron en los años noventa, a fin de detener intensos pillajes (con vistas a nutrir en tablillas cuneiformes el mercado de antigüedades internacional) que han proseguido o aumentado desde 2003.  

sábado, 15 de octubre de 2011

Vatroslav Mimica (1923): Inspektor se vratio kuci (El inspector vuelve a casa, 1959)


Inspektor se vratio kuci (1959.) from f:HAF on Vimeo.

La Escuela de animación de Zagreb (Croacia), fundada en 1956, ha sido la más importante en Europa y quizá del mundo. Sus cortos cambiaron la manera de componer y de percibir la animación. Mimica es uno de sus mejores creadores, y´este corto, sin ser tan conocido como El solitario, premiado en el Festival de Cannes  en 1958- que se mostrará continuación, resume la manera de componer el espacio (no mimético y "realista" a la vez) de Mimica, sugiriendo la tercera dimensión a través de la superposición de planos, como en un teatrillo, del recurso al "collage", y de los saltos bruscos en los tamaños de los elementos. Obra maestra.

jueves, 13 de octubre de 2011

Tex Avery (1908-1980): The House of Tomorrow (1949)

Neil Coslett (¿1980?): Killing Time at Home (Matando las horas en casa) (2003)

La estatua de Enkidu

Uno de los primeros encargos de una "obra de arte" de la que se tenga constancia por escrito se halla enunciado en el Poema de Gilgamesh. Tras el fallecimiento de su amigo y escudero Enkidu, el héroe Gilgamesh, rey de la ciudad de Uruk, decidió erigirle una estatua (en acadio, salmum, que significa, literalmente, efigie o imagen).
Convocó a "herreros, tallistas, forjadores, orfebres, cinceladores, haced una estatua de mi amigo, como nadie ha hecho una estatua a su amigo."
La estatua tenía que estar fabricada con materiales preciosos: lapislázuli, el cuerpo de oro, alabastro, cornalina, alún.

La estatua sería colocada de cara al dios sol, ya que el Sol (Shamash) fue la divinidad que alumbró el camino que Gilgamesh y Enkidu emprendieron hasta el Bosque de los Cedros donde moraba el monstruo Huwawa al que mataron.
La efigie sería erigida durante una ceremonia fúnebre.

El breve texto ofrece datos interesantes sobre la concepción  de una estatua y su significado.
La estatuaria implica el trabajo de artistas o artesanos que no eran picapedreros. Por el contrario, se trababa de un trabajo de precisión, propio de joyeros. Esta indiferenciación entre el escultor, el joyero y el orfebre también se daría en la Grecia arcaica. El patrón de los escultores (y los arquitectos), el primer escultor y arquitecto, Dédalo, era, sobre todo, joyero. Sus obras eran maravillosas precisamente por la precisión del trabajo : verdaderas filigranas.

La estatua tiene sentido en un contexto funerario. es decir, la estatua sustituye a la persona a la que representa. Estamos más cerca de la magia que del arte.  No se busca su encanto, sino el poder de simular -o poseer- vida.
Los materiales empleados son metales o piedras que juegan con la luz (que la dejan pasar), como el alabastro. Se trata de dotar a la figura del máximo brillo. Tiene que resplandecer o irradiar.

Existían unos seres capaces de irradiar siete veces, o de siete maneras: los dioses. Éstos se diferenciaban de los seres humanos por el brillo cegador de su figura, por el resplandor o el halo deslumbrante que emitían. Se imponían, por la fuerza, sino por el deslumbramiento. Un ser superior era, pues, invisible a los ojos de los humanos, porque éstos no podían soportar el resplandor del cuerpo divino.
Algunos reyes también irradiaban. Pero eran sobre todo las estatuas, hechas de placas metálicas, las que emitían luz. Se asemejaban a los dioses: no eran de este mundo. En verdad, eran el cuerpo de las divinidades. Brillaban porque la divinidad las poseía; el metal y el alabastro desprendía la luz que los dioses poseían, o la dejaban pasar. La luz era el signo de la grandeza divina.
La estatua, a su vez, es un potente foco de luz. Puede soportar los rayos del sol. El brillo, en este caso, denota su condición sobrenatural.
Las estatuas no eran de este mundo, o no estaban poseídas o animadas por seres de este mundo. Servían para que el espíritu de los difuntos se apareciera a los vivos. Dotaban a los espectros de un cuerpo, un cuerpo irradiante, y por tanto vivo, con el que podían regresar de entre los muertos -que vivían una vida en sombra en las tinieblas de los infiernos.
Las estatuas trataban, entonces, de mantener en vida a los difuntos. Eran un mecanismo para oponerse a la muerte. El oro es imperecedero, al igual que la piedra. El ser humano desaparecía pero su doble áureo perduraría.
La estatua se hallaba entre dos mundos. Gilgamesh precisaba que aquélla se hallaba, quizá -el texto está incompleto-, cerca de la "gran tierra" , es decir de la madre tierra, el espacio de los difuntos. Actuaba como un recordatorio de los desaparecidos -a los que dotaba de una ilusión de vida. Es decir, la estatua mediaba entre los vivos y los muertos.
Lo que no impidía que la estatua destacase la separación entre ambos mundos. Los relacionaba y los separaba. La estatua tenía el aura de los dioses, pero solo recordaba la condición mortal de los humanos. De algún modo, su irradiación daba la ilusión que el difunto había cobrado vida, pero también acentuaba, por contraste, la frágil y fugaz suerte humana. La estatua no era humana. Inhumana, más bien. Insensible, distante, se confundía con los dioses. Es decir, se alejaba de los hombres.

Gilgamesh preferirá hablar con el fantasma de Enkidu que con su doble imperecedero, la estatua. Al menos, el fantasma parecía tener la misma inconsistencia que los mortales.

En todas las culturas, las imágenes han servido para que los humanos perduremos. Pero adquiriendo la frialdad, la indiferencia de la piedra y el metal. La estatua miraba al dios-sol. No al desconsolado Gilgamesh.

(basado en el Poema de Gilgamesh, VIII, 4, 7, 8)

miércoles, 12 de octubre de 2011

Harold Pinter (1930-2008, Premio Nobel de Literatura en 2005): The Room (La habitación, 1957)

Una estancia acogedora: un salón, un comedor, o una antesala. Fuera, hace mucho frío. Hiela. Rose lo ve cuando se asoma. Los caminos son impracticables. El contraste entre el exterior y el interior, alrededor de una estufa, se acentúa. Una y otra vez, se hace observar el carácter hogareño de la estancia. Ésta no deja de estar presente en el "diálogo", incluso en el del casero, que entra por un momento, y en el de los visitantes inesperados. Es la hora del desayuno. Rose lo está preparando para su ¿esposo? enfrascado en la lectura del periódico. La tetera silba.  Como el viento gélido, fuera. Pero Bert, sin decir nada, saca el coche pese a la helada.

El señor y la señora Sands buscan una estancia de alquiler. Han recorrido, del sótano al último piso, el bloque. Una voz, detrás de una pared, les ha comunicado que una habitación se alquila en el bloque. Es el número siete. La que ocupan Rose y Bert.

Rosa aguarda a Bert. Llaman a la puerta. Entra Riley, un negro ciego. Porta un mensaje del padre de Rose. Éste la reclama. Rose acaricia el rostro sin vida de Riley. Bert regresa.

... o cuando lo doméstico no rima siempre con lo hogareño.
La obra más absurda y angustiosa, cortante como una risa seca, sobre el espacio interior, y sus profundidades.
De lectura imprescindible para arquitectos.

The Room









martes, 11 de octubre de 2011

Ella Fitzgerald (1917-1996): A House is not a Home (1969) / Bill Evans (1929-1980): A House is not a Home



Nobuhiko Obayashi (1938): Onomichi (1963)



Homenaje fílmico (poema visual) a la ciudad natal del cineasta japonés. Uno de los más hermosos poemas urbanos filmados

lunes, 10 de octubre de 2011

Jefferson Airplane: Kansas City (1966)

El retorno a casa

¿La etimología sería engañosa? Las palabras, ¿no querrían decir lo que dicen?
Todas las etimologías de los términos que nombrar al espacio privado, doméstico, evocan el enraizamiento. Morada, en español, está relacionado con el verbo demorarse: detenerse, instalarse, quedarse quieto (aunque sea por un momento). Una morada interrumpe un viaje o un deambular errático. En francés, "demeure" es un sustantivo que se traduce por morada, mientras que el verbo "demeurer" significa habitar. Las sedes, los asentamientos se relacionan con los asientos. Sentarse y asentarse son verbos vecinos. En todos los casos, el espacio limitado de una casa delimita un territorio en el que el ser humano se encuentra como en casa: cómodo, cómodamente instalado. Los deseos de partir parecen ya no tener cabida en la casa. Los sumerios no distinguían entre el hecho de morar o habitar y el de sentarse; ambas acciones se designaban con un mismo verbo: til. Igualmente, emplazar, presentar, sentar se decían del mismo modo: gar. En todos los casos, se trataba de colocar firmemente, de asentar sólida y permanentemente una ente en un lugar dado que pudiera protegerlo.

Pero los mitos no dicen lo mismo. En los mitos, el hogar es el espacio donde no se vive, no se está; la casa es el lugar desde dónde se parte para un viaje que dura una vida. se trata de la casa natal, la casa familiar. Espacio recluido que se abandona, hasta regresar. Los mitos se refieren al retorno al hogar tras una vida en el exterior.
La casa aparece como un inicio y un término: marcan un itinerario vital. En casa no se está; se regresa, quizá para no volver a partir más.
Casi todos los mitos cuentan un viaje: el abandono de la casa, que es el inicio de la vuelta a ella. En el Poema de Gilgamesh, que narra el viaje que el rey de Uruk, Gilgamesh emprende para descubrir la esencia del ser humano -su condición mortal-, lo que le permite retornar, sabio, ilustrado y desengañado, pero tranquilo; los mitos también explican la relación, entre la huida y el apego, que Ulises mantiene con su palacio en Ítaca, donde le aguarda Penélope, investida de unos valores opuestos a los que Circe y Calipso poseen -los valores de la permanencia y la renuncia, contrapuestos a los de la aventura, el descubrimiento y la transformación de las magas antes citadas; valores de seguridad, fidelidad y luz tenue y envolvente, la cálida o mortecina luz del hogar, que se enfrentan a los de la transgresión, la inconstancia, la llama (que alumbra los palacios de las hechiceras) y la quemazón (ya que es fácil quemarse en contacto con aquéllas)- hasta el regreso de Ulises -Ulises, que volverá a partir-; las leyendas narran la salida del hogar de Jesucristo, imbuido con una misión que no puede ceñirse al espacio cerrado doméstico, sino que requiere espacios abiertos en lo que se agolpan multitudes, espacios por los que Cristo transita sin cesar, poseído por la fiebre del viaje, hacia los cuatro puntos del orbe, antes de retornar a "la casa del Padre" -tras su muerte-, como literalmente enuncia; y las leyendas narran, al fin, el regreso del bíblico hijo pródigo, que parece cerrar una herida, y completar una casa (una familia) mutilada.

El viaje que el héroe emprende puede ser luminoso o terrorífico. Pulgarcito y sus hermanos pequeños tratan de regresar a casa buscando una salida al intrincado bosque  en el que sus padres, sin recursos, han querido perderles. Su retorno simboliza la vuelta a la vida. Del mismo modo, el padre, que acoge al hijo pródigo, partido desde hace una eternidad, y organiza un banquete para recibirle y honrarle, explica que su hijo estaba muerto y ha regresado a los vivos. ¿Qué  otro milagro, una verdadera resurrección, se podría bendecir? El héroe vuelve al hogar tras una vida, plena o errante, vida que ha sido vida o muerte; pero vuelve a la vida -para morir: vuelve de su último viaje. La casa que fue su cuna acaba siendo su tumba. Toda una vida se resume en la partida y el regreso.

Los despegues, las huidas o los viajes que se emprenden desde la casa no implican necesariamente que la vida hogareña se haya vuelto un infierno, ni que el retorno cure. Harold Pinter, en la obra teatral El regreso al hogar (The Homecoming) (1965), ya mostró que la vuelta hace saltar las llaves que hasta entonces mantenían secretos a buen recaudo. Es cierto que Freud, en un ensayo reiteradamente citado, ha desvelado la cara oculta de la bondad del hogar: espacio de proximidad, que acaba constituyendo en un infierno, precisamente porque todo está a la vista, a merced de la mirada amable o inquisitiva del otro, de la que no se puede escapar: la casa se convierte en una cárcel.
La casa es una cárcel, o así se vive , aunque no atesore secretos que pueden salir a la luz. Se quiere descubrir el mundo, más allá del muro, la tapia que impide la vista, de las cuatro paredes. Incluso  aquéllos a los que no les queda más remedio que vivir recluidos necesitan el viaje, siquiera mentalmente, como Funes el Memorioso que Borges pintara -un pobre inválido, inmóvil en una silla,que logra escapar de su estancia gracias a la imaginación y a su prodigiosa memoria; ni siquiera necesita sentarse ante la ventana para escapar.

Quiénes se aprestan a partir, sabiendo que las experiencias ajenas, de todos modos, no sirven-. La casa siempre es la última casa. Se está siempre de vuelta. Vuelta del viaje que es la vida, como Ulises comprendió:

Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage,
Ou comme cestuy-là qui conquit la toison,
Et puis est retourné, plein d'usage et raison,
Vivre entre ses parents le reste de son âge !

Quand reverrai-je, hélas, de mon petit village
Fumer la cheminée, et en quelle saison
Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,
Qui m'est une province, et beaucoup davantage ?

Plus me plaît le séjour qu'ont bâti mes aïeux,
Que des palais Romains le front audacieux,
Plus que le marbre dur me plaît l'ardoise fine :

Plus mon Loir gaulois, que le Tibre latin,
Plus mon petit Liré, que le mont Palatin,
Et plus que l'air marin la doulceur angevine.

(Joachim du Bellay: Heureux qui comme Ulysse, c. 1550)





The Beatles: She´s Leaving Home (1966)




The Rolling Stones: Prodigal Son (1968)

Klaudia: Cozy Home (2011)

domingo, 9 de octubre de 2011

Zvonimir Lončarić (1927-2004): Bijeg (La huida) (1969)

Pablo Picasso (1881-1973): La mesa del arquitecto (1912)



Óleo sobre tela, 72,6x59,7 cm
The William S. Paley Collection, Museo de Arte Moderno (MoMA), Nueva York


Cuadro fundacional del cubismo. En la mesa del arquitecto se descomponen las formas. ¿Una alegoría de la creación -o de la imposibilidad de la creación? La creación de un mundo nuevo, que el cubismo impone, ¿comparada con la creación arquitectónica (que establece nuevos espacios)?, ¿creación fallida, equiparada a una destrucción?, o ¿creación que requiere la destrucción previa del mundo antiguo y caduco, del cuadro renacentista, para poder alumbrar una nuevo espacio, o perspectivas nuevas sobre el espacio?

Quizá el cuadro más importante del siglo XX.

La memoria y el olvido

La saga del rey mesopotámico Gilgamesh, de la ciudad sumeria de Uruk, sumadas las versiones sumerias y acadias del relato mítico, se construye a partir de la oposición entre la memoria y el olvido, que se resuelve o se simboliza en la figura del propio Gilgamesh. Éste posee una parte de divinidad y dos de humanidad. En tanto que dios es inmortal, mas el peso de su condición humana lo convierten en un ser mortal. Es esta dualidad, o este desgarro, que Gilgamesh trata de resolver, no solo para sí mismo, sino en tanto que representante de todos los seres humanos. En Mesopotamia -como ocurrirá también en Grecia-, los mortales eran considerados unas sombras: seres evanescentes, creados solo para servir penosamente a los dioses. Mas los humanos, moldeados con barro, poseían una espurna divina. La suerte de la humanidad estaba ligada a la de Gilgamesh y simbolizada por la de este rey.

Gilgamesh trata de perdurar para siempre, cultivando su lado divino. Sabe, empero, que deberá esforzarse, pues su destino es la muerte. Tiene, pues, que torcer el hado funesto.
Una primera tentativa pasa por la preservación del cuerpo, sede del lil, el espíritu o soplo. Parte, pues, en busca de la planta de la inmortalidad. No la busca para si mismo, ciertamente, sino para devolver a la vida a su fiel amigo y escudero Enkidu, recientemente fallecido por culpa de las ambiciosas aventuras de Gilgamesh. pero también sabe que esa planta podría redimir a todos los hombres: una planta dotada de espinas de la que Gilgamesh desconfiará -podría devolver los muertos a la vida, o envenenar- y que perderá para siempre.
Pero Gilgamesh también busca que su nombre perdure. Busca "hacerse un nombre", alcanzar el renombre.

Su partida hacia el intrincado Bosque de los Cedros, situado más allá de las siete montañas y los siete desiertos, donde moran los dioses, encabezados por el Dios del Espíritu (Enlil), vigilado por el monstruo divino Humbaba, solo tiene una finalidad: colocar (gar) su nombre (mu), emplazarlo (gub). Algunos intérpretes piensan que lo que Gilgamesh trata es de erigirse un monumento en el Bosque de los Cedros que celebre y recuerde su gesta: su enfrentamiento a muerte con Humbaba, y su victoria final. La búsqueda de la fama, que redima del olvido en el que le conduce su condición humana, impregna toda la saga. Una y otra vez, Gilgamesh trata de emprender acciones heroicas que sean dignas de ser recordadas para siempre.

A la vuelta de sus aventuras, cansado, tras haber perdido a Enkidu, y haber temido los efectos de la planta de la inmortalidad, Gilgamesh descubre que el monumento gracias al que su buen nombre perdurará ya existe: son las espléndidas murallas de la ciudad de Uruk, donde reina, levantadas bajo sus órdenes. Esta obra es  como una estela funeraria. Recordará para siempre a todos los mortales la existencia de Gilgamesh, impedirá que su nombre caiga en el olvido, nombre, que una vez pronunciado o recordado, devolverá, por un momento a Gilgamesh a la vida. Su imagen aparecerá, se destacará de la penumbra infernal que atenaza a todos los mortales.

Las murallas de la ciudad se asentaban sobre unas sólidas fundaciones o cimientos. En éstos descansaba un texto. Unas tablillas de lapislázuli habían sido depositadas durante el ritual de fundación de la ciudad. en éstas estaba escrita la vida de Gilgamesh, el Poema que los lectores tienen aún en las manos. El texto está incluido en el texto. La narración cuenta o recuerda un ritual fundacional que contiene esta misma narración. Se trata de una narración circular, como el cuerpo de una serpiente inmortal cuando se vuelve sobre si misma.

Es, por tanto, el Poema de Gilgamesh lo que preserva para siempre el nombre de Gilgamesh, que lo mantiene en vida. Gilgamesh vivió para contar su vida. Y contándola, contando lo que vivió, alcanzó la inmortalidad.
La ficción venció a la realidad. El poder de la ficción es lo que nos mantiene en vida.

jueves, 6 de octubre de 2011

Yoko Ono (1933): White Chess Set (Juego de ajedrez blanco) (1966)



Yoko Ono: PLAY IT BY TRUST aka WHITE CHESS SET (1966)

Play it for as long as you can remember
who is your opponent and
who is your own self.

Para Gregorio Luri (Blog El Café de Ocata)

Arte y Fetiche

Debe de ser una casualidad que las primeras expediciones arqueológicas en Egypto, y un poco más tarde, en el Próximo Oriente,  a la búsqueda de obras antiguas singulares, empezaran cuando el arte en Europa dejara de tener sentido, o se convirtiera en algo decorativo o que tenía que ser contemplado desde cierta distancia, como un cuerpo un tanto extraño y un tanto prescindible.

Hasta finales del siglo XVIII, en Europa, el arte, tal como lo entendemos hoy, no existía; no existían obras de arte que tuvieran que ser apreciadas por sus cualidades (superficiales). Las grandes obras de arte, religiosas o mitológicas (incluso las obras de género como los bodegones) eran considerados como unos fetiches. No importaba demasiado cómo habían sido manufacturados; fueran hermosos o feos (calificativos en los que pocos pensaban), lo importante era la capacidad de las obras de ser lo que representaban. Los crucifijos sanguinolentos, las pinturas de santos y mártires, eran, no admiradas, sino adoradas. Es cierto que lo que hubiera tenido que suscitan devoción era, no la imagen, sino la figura representada; ella era la que hubiera tenido que despertar pasiones; pero las obras más apreciadas eran las que eran capaces de transportan al espectador (o, más bien, al fiel) hasta los santos y los mártires, o eran capaces de que éstos se encarnasen ante los angustiados devotos. La obra era idéntica al modelo figurado. Tocando la estatua o la pintura, el devoto tenía la sensación de entrar en contacto con el cuerpo dolorido o transfigurado del santo, que se mostraba, como Cristo, ante los sentidos de los hombres, para redimirlos. El que la talla o la pintura hubiera sido habilidosa o hermosamente representada contaba poco a la hora de valorar la imagen. Ésta tenía que transportar al devoto, dándole la sensación que estaba ante el cuerpo presente del ser sobrenatural.

Esta creencia en la magia de la imagen decayó desde el Siglo de las Luces (aunque los vídeos de Lady Gaga y Justin Bierbier, como hace poco, los de Hannah Montana -que Dios la preserve- siguen suscitando el delirio, como si aquellos se hubieran materializado). Las imágenes, los fetiches, más bien, se convirtieron en obras de arte. Dejaron de estar imbuidos del poder, el aura de las figuras representadas (o, mejor dicho, encarnadas). Las obras ya no se podían tocar: eran inertes. Frágiles bibelots que se quebraban y se quiebran con el solo roce. ¿Cabe imaginar que los rudos fetiches tenían que vivir entre algodones? Su fuerza no aminoraba ante los ocasionales desperfectos. Si los fetiches no se tocaban no era porque se temiera dañarlos sino porque inspiraban terror:  si se tocaban, sin la debida preparación, uno podía caer fulminado. Las efigies, los fetiches mataban; las obras de arte solo podían ser observadas, distraidamente y desde lejos (de cerca se descubría la superchería: eran falsos idolos, sin poder alguno, meros objetos planos) de modo que la factura, ahora sí, se convertía en un elemento que cualificaba la creación.

La creencia en el poder efectivo e inmemorial de las imágenes había disminuido o cesado. De algún modo, hacía falta hallar sustitutivos. Las imágenes de los astros (de la música y del deporte) aun no existían. Los nuevos fetiches no podían ser contemporáneos de los espectadores. Ya nada creía en la fuerza de las imágenes. Por necesidad, tenían que proceder de la antigüedad, de la remota antigüedad. El arte greco-latino era demasiado parecido al arte neoclásico. Pocos poderes, escaso magnetismo parecían poseer las estatuas de divinidades como Venus o Apolo, apreciadas mas bien por su belleza, no por su capacidad de reflejar la irradiación divina. El arte greco-latino eras eso, arte: poco tenía que ver con la magia.

Por ese motivo, los occidentales partieron en busca de imágenes que les devolvieran la inquietante prestancia de lo invisible. Excavaron en Egipto, en Oriente y, pronto, en África.
Exploraron las colonias. Conquistaron tierras, crearon colonias para extraer bienes (y obtener esclavos) y abrir mercados,. Pero también buscaron lo que los fetiches occidentales, reducidos a obras de arte, ya no podían ofrecerles: el temor, y el temblor, ante lo desconocido.

Paul McCarthy (1945): Painter (1995)

Paul McCarthy, Painter, 1995
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martes, 4 de octubre de 2011

David Bestué (1980): Formalismo Puro. Un repaso a la arquitectura moderna y contemporánea de España (2011)


David Bestué ha escrito el que posiblemente sea el mejor libro sobre la arquitectura española jamás publicado: Formalismo puro. Un repaso a la arquitectura moderna y contemporánea de España, Tenov, Barcelona, 2011.

Las fotos no proceden de las favorecedoras, y casi siempre "libres" de gente y enseres, imágenes que los arquitectos entregan, sino que, en su mayoría, han sido, intencionadamente, realizadas por el autor. Imágenes que no solo ilustran, sino que construyen, junto con textos cortos, e imágenes suscitadas por lo que los arquitectos y los críticos has escrito, lo que el autor ha intuido ante la obra, o las asociaciones formales o de contenido que establece, una mirada crítica que destaca o destapa aspectos, a menudo desconocidos o escondidos, de lo que son los edificios -o aspiraban a ser.

David Bestué escribe (p. 12):

"El uso de la arquitectura cambia con el tiempo, buscar el sentido original de su construcción es como intentar descifrar un jeroglífico, sepultado bajo el respeto que infunde lo antiguo o la indiferencia que sentimos frente al abandono y lo obsoleto. Entrar en un edificio es meterse en un cuerpo inerte donde el sujeto se enfrenta con el objeto, buscar la empatía con algo inorgánico para poseerlo, para extender el ámbito de lo corporal. Si la arquitectura es el arte de gestionar el espacio, el de sus habitantes es el de gestionar sus acciones en él. Contraer el tiempo con nuestros músculos para comprender el espacio, recorrer su interior, establecer vínculos entre el mundo de las ideas y el de las cosas, entre el uso y el pensamiento; forzar situaciones en una arquitectura, manipularla (de la misma forma que ella manipula a la realidad) es la única forma de intentar explicarla".

De lectura obligatoria en las escuelas de arquitectura.

Inútil es convocar este año el Premio FAD de Pensamiento: el texto ganador es incuestionable.

PS: Existe un  cortometraje relacionado con el libro, ya mostrado en Tocho.

Juan de Dios Marfil Atienza (1976): Homeland (Casa natal) (2009)

The Shangri-Las: Out in the Street (1965)

lunes, 3 de octubre de 2011

Alexander Achellow (1974): Storyboard (2011; en proceso)













Storyboard, del artista alemán, que vive en Berlín, Alexander Schellow, es la mejor obra de la actual Bienal de Arte de Lyon (Francia), dirigida por Victoria Noorthoom -tan esotérica como el común de las bienales de arte (el título Una terrible belleza ha nacido es imposible asociarlo a cualquier obra seleccionada, o no), pero con una extraordinaria exposición de dibujos en el Museo de Arte Contemporáneo-.

La obra se despliega por tres de las cuatro paredes de la sala. Comprende (o consiste) en una presentación de mil quinientos dibujos naturalistas con vistas urbanas, sobre papel translúcido (papel cebolla), de 8, 5 x 10, 5 centímetros, dispuestos de modo a ocupar toda la superficie de los muros. Los motivos están realizados con puntos negros hechos con un rotulador de punta relativamente fina.

Se titula Storyboard. Un "storyboard" es un guión cinematográfico en imágenes, dibujado, en el que cada plano, que posteriormente será filmado, está detallado. Un "storyboard no es una película, aunque la comprende. Se trata de un sistema gráfico de anotación, en el que la anotación se asemeja a lo que anotado. Existe una relación estrecha o mimética entre el sistema de "escritura" y lo escrito. Son bocetos de planos filmados.
Un "storyboard", en general, no es una obra de arte. Eso no impide que dependiendo del prestigio del cineasta o de la película basada en el guión dibujado, o de la habilidad del dibujante, pueda ser considerado una obra de arte, distinta, independiente de la película. pero un "storyboard" o composición en viñetas no está concebido ni realizado para ser contemplado como una obra de arte.

Sin embargo Storyboard ocupa tres amplios vanos. Se distribuye como si se tratara del plano de una ciudad, o de las fachadas de un edificio en el que las ventanas serían los papeles. Éstos mostrarían lo que acontece en el interior.

Pero, en verdad, un "storyboard" se asemeja a una partitura, y la manera de disponer Storyboard evoca bien una compleja anotación musical. Partitura dentro de partitura, ya que cada "viñeta" comprende un sin fín de puntos, de "notas" que registran recuerdos.

¿Qué anota? El artista reproduce lugares encontrados y encuentros en varias ciudades acontecidos en las últimas semanas o los últimos meses. Los dibujos se han hecho de memoria. Cada dibujo es una anotación que fija una imagen que pronto caerá en el olvido; permite mantener vivo el recuerdo de cada encuentro (si es que es posible recordar mil quinientos encuentros).

Una partitura -como un plano de arquitectura-, ¿es o no es una obra de arte? La partitura está en el origen de la interpretación. Ésta despliega, o crea, la obra. La obra, "contenida" en la partitura, acontece en el escenario, durante la interpretación. Cuando ésta cesa, cesa la obra, de la que solo queda constancia a través de la partitura (y de cualquier registro, filmación  sonora o grabación). La obra está y no está en la partitura, sin que se pueda decir, sin embargo, que la obra que la partitura "contiene" sea "inferior" a la que invade el espacio del escenario o de la sala de conciertos.

Si así fuera, la obra titulada Storyboard no estaría en la sala -a menos que Storyboard sea la reproducción naturalista de un "storyboard", siendo un "storyboard" el motivo que la obra reproduce: en este caso Storyboard, como un bodegón, un paisaje o un retrato, sería una obra de arte naturalista-.  pero Storyboard no tiene como fin la documentación de una película; no depende de que ésta exista. No ha sido dibujado para facilitar ninguna filmación. Existe como obra a parte entera.
Y, sin embargo, la obra no está allí, todo y estándolo. ¿Está acaso en la memoria del artista, en la imaginación del espectador que quizá recuerde alguna película cuando contemple los dibujos de "serie negra" de Storyboard? Obra física e inaprehensible, al mismo tiempo.

Un fascinante juego sobre la naturaleza del arte.  

Kihachiro Kawamoto (1925-2010): House of Flame (1979)


House of Flame (1979) por abricot5725

Chip Lord (1944): Mapping a City of Fragments, v. 2 (1997)

Véase este video fundamental sobre la vida urbana de Chip Lord: Mapping a City of Fragments, v. 2, 1997, que no puede descargarse en ningúna blog o web, sino que se tiene que ver directamente en Vimeo: http://vimeo.com/22863702

Sobre Chip Lord, véase: http://artsites.ucsc.edu/faculty/lord/

viernes, 30 de septiembre de 2011

Dave Fleischer (1894-1979): Mister Bug Goes to Town, o Bugsville (1941)

















Mítico

Anécdota arqueológica: el tesoro de las tumbas reales de Ur (Mesopotamia)




El tesoro de Ur  consiste en el conjunto de obras sumerias más numeroso y conocido. Los ajuares funerarios de las tumbas reales de Ur, halladas a finales de los años 20 por el arqueólogo inglés Leonard Woolley, que trabajaba para los Museos Británico de Londres y de la Universidad de Pennsilvania, de Filadelfia, comprenden, entre otras piezas, todo tipo de joyas (pendientes, sortijas, brazaletes, collares, agujas, coronas), de oro, plata, piedras semi preciosas (como el lapislázuli) y coral, cuencos de oro y de lapislázuli, un casco de oro, carros, arpas esculpidas, juegos semejantes a las damas, y el llamado estandarte de Ur, cuya función se desconoce y que se asemeja a una caja con vívidas escenas cotidianas incrustadas.
Su descubrimiento rivalizó con el de la tumba de Tutankhamon en la prensa, adecuadamente alentada por el egiptólogo Carter y por Woolley.

Las piezas fueran repartidas entre el Museo Nacional de Irak en Bagdad -Irak no era aún un país plenamente independiente y Gran Bretaña lo seguía considerando una colonia-, el Museo Británico y el Museo de la Universidad de Filadelfia. Quizá las mejores piezas fueran depositadas en Londres.

Entre éstas, el "estandarte de Ur", la corona y las joyas de la reina Puabti, las arpas y los juegos de mesa son aún hoy las piezas más reputadas. Tienen la misma importancia que los relieves del Partenón para el Museo Británico.

La lectura de la correspondencia entre el arqueólogo Woolley, que escribía desde Ur, y la dirección del Museo Británico, revela datos interesantes acerca del reparto del botín.

Las arpas, el "estandarte" y los juegos de mesa eran de madera con incrustaciones de nácar, marfil y piedras semi preciosas. La madera había desaparecido: el nivel freático era (y es) tan alto que impidió que la materia orgánica se conservase como en Egipto, pese a que Mesopotamia tenía un clima tan árido como el del imperio faraónico. Solo quedaban las incrustaciones rotas en innumerables fragmentos diminutos, y las huellas de las formas  de los objetos.
Sin embargo, Woolley reconoció pronto o de inmediato qué tipo de objetos había descubierto, e intuyó su importancia.

En una carta confidencial que Leonard Woolley envió a Frederic Kenyon, director del Museo Británico, desde Ur, el 31 de enero de 1928, le comentaba que Gran Bretaña debía quedarse con un mayor número de piezas de las previstas. El motivo residía en que ambas partes, Irak y Gran Bretaña (la cual, posteriormente, se repartía las ganancias con los Estados unidos), tenían que obtener lotes de idéntico valor.
Acontecía que las joyas y los ornamentos de oro necesitaban una limpieza electrolítica; del mismo modo, los juegos de mesa,  y el estandarte, no eran más que una colección de fragmentos diminutos que se recuperaron con cierta dificultad. Tal como estaban carecen de valor real. Obviamente, poseían, empero, todo el valor "potencial". Pero para alcanzarlo, necesitaban ser restauradas. Irak no poseía los medios ni los conocimientos para proceder a esta tarea. Ésta solo podía emprenderse en Londres.
Si las obras, una vez restauradas, iban a ser devueltas a Irak, éste tendría que pagar una fortuna por el tratamiento.
Por tanto, era el Museo Británico el que iba a quedarse con esos fragmentos que, tan como estaban, no valían casi nada: "the gambling-board (...) is useless to them (los iraquíes) in its present state".
Pero entonces, era necesario que el museo inglés obtuviera un mayor número de piezas para equilibrar el valor de las piezas de piedra, que no requerían ningún cuidado especial, que serían destinadas principalmente al Museo Nacional de Irak. Por el contrario, las piezas más necesitadas de cuidados eran de metal o de márfil. Londres, que podía restaurarlas, las cogía en su mayoría -no engañándose sobre su verdadera valor. 

Así se hizo; como escribió Woolley: "in this way we got a really good share".  
Desde luego.

jueves, 29 de septiembre de 2011

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sumer y la Biblia, o Gran Bretaña v. Irak

Alentados por la búsqueda de pruebas en yacimientos mesopotámicos (Irak) de la supuesta veracidad de lo que la Biblia cuenta (aunque el descubrimiento, a finales del siglo XIX, que el texto del diluvio, dictado por Yavhé a Moisés, estaba directamente inspirado por un mito acadio, hizo tambalear la fe en la palabra -o la existencia- del dios hebreo, y en la historicidad del relato bíblico),  la mayoría de los arqueólogos europeos y norteamericanos del siglo XIX y de principios del s. XX, buscaban y creían ver señales en los restos desenterrados.

Así, a finales de los años veinte, Woolley, el arqueólogo director de la misión arqueológica británico-norteamericana en la ciudad de Ur, en el sur de Irak, escribió una carta curiosa al director del Museo Británico, institución que co-financiaba la costosa y extensa misión.

Irak era, en principio, un país independiente, mas no había entrado aún en la Sociedad de las Naciones, por lo que Gran Bretaña, que había convertido el este del Imperio otomano en una colonia al acabar la Primera Guerra Mundial en 1918, se relacionaba con Irak a través del Colonial Office y no del Foreign Office, y no disponía de embajador en la capital iraquí, ya que no consideraba que su antigua colonia fuera un país independiente. La mayor parte de los altos cargos estaban en manos de británicos.

Sin embargo, todos los bienes hallados en los yacimientos arqueológicos tenían que repartirse equitativamente entre Irak y Gran Bretaña asociada a los Estados Unidos. El material se enviaba al Museo Nacional de Bagdad, y al Museo Británico de Londres. El reparto no estaba exento de tensiones. Todo el material, empero, tenía que ponerse sobre la mesa.

¿Ocurrió siempre así?

Woolley anunciaba que se había descubierto una tablilla escrita en acadio en la que se leía el nombre de Abraham (quien, según el Antiguo Testamento, había nacido en Ur, precisamente). Añadía (carta a Kenyon, director del Museo Británico, redactada en Ur, el 5 de diciembre de 1928):


"in the normal course of the events we -británicos- shall get all the tablets, but if there were a fuss in the papers, Baghdad would of course keep this one, and we need not invite that risk."

Kenyon contestó el 22 de diciembre desde Londres:

"with regard to the tablet which you mention, I think it is best to say nothing to anybody (subrayado en la carta mecanografiada) about it until it has been brought home for closer study."

Gran Bretaña esperaba quedarse con todas las tablillas escritas, y no solo con la mitad: no hacía falta exponerlas. Era obvio que una tablilla mencionando el nombre de Abraham hubiera constituído una noticia de portada de periódico (recordemos lo que aconteció cuando hace unos pocos años se anunció mundialmente que se había descubierto el sarcófago de Cristo en Jerusalén).
Ante esta revelación, Baghdad hubiera reclamado la tablilla (y hubiera quizá descubierto que todas las tablillas eran enviadas a Londres sin que las autoridades iraquíes fueran advertidas).

El nombre de Abraham fue un sueño: los arqueólogos creyeron leer lo que buscaban.

La anécdota, nimia o no, ilustra sobre algunas de las relaciones entre Europa, Norteamérica y el Próximo Oriente

Mark Lewis (1958): Little Tree (Arbolito) (2011)



Véase la filmación en:  http://www.marklewisstudio.com/films2/little_tree.htm

Jorge Seva (alias Alex Roman) (1979): The Third & The Seven (2009)


The Third & The Seventh from Alex Roman on Vimeo.

Una creación enteramente realizada en 3-D, sin medios algunos.

Gil Kenan (1976): Monster House (2006)



















¿Pan?; Circo

Los fondos destinados a pagar a las grandes productoras de Hollywood el doblaje al catalán de películas tan necesitadas de dinero e imprescindibles como la última dedicada a Harry Potter, o la que Spielberg prepara sobre la figura de Tintín, corresponden a los fondos que los comedores municipales deberían recibir y no recibirán.

Debe ser que se prima el alimento espiritual, acto de países culturalmente muy avanzados, o sin problemas de pobreza y alimentación; o que se prima el circo.

martes, 27 de septiembre de 2011

Restos y textos (en Mesopotamia)

 El silencio, que el viento siega y el sol impone,  cubre las ciudades muertas sumerias, sumidas hoy  en el desierto. Salvo los viernes, cuando algunas familias bagdadíes visitan Babilonia, nadie recorre las ruinas, sobre todo en el sur de Irak. Carecen de la ilusión de vida que los turistas otorgan en los restos más conocidos de Egipto, Grecia y Roma.

Las trazas de los cimientos de tierra apenas sobresalen del paisaje ondulado y terroso. Unas pocas piedras, que formaban el lecho de los muros, se pierden en un pedregal. Las colinas no son sino estructuras erosionadas por el viento y la lluvia. Los restos se diluyen al sol.
En algún caso,  templos y palacios han sido desenterrados; no así, el resto de casi toda la ciudad.

Los sucesivos estratos de un yacimiento se confunden y confunden al ocasional visitante. Un ojo no avezado no distingue entre espacios cubiertos  y patios y plazoletas. Pasadizos interiores son indiscernibles de callejones sin salida.
Si las ruinas sumerias apenas evocan la estructura de la ciudad, ¿cómo podrían recordar la vida que se producía? Las trazas son letra muerta. Son ciudades mortecinas, muertas.

Son los textos los que devuelven a la vida las ciudades del pasado. Textos que narran acontecimientos históricos o imaginados. Mitos y epopeyas apenas describen la forma de la ciudad; pero consiguen evocar el bullicio.
De Uruk  apenas quedan algunos templos, un zigurat, y las trazas de la muralla. Trazas que encierran el vacío, una extensión de tierra reseca.

Mas, el inicio del Poema de Gilgameš describe la asamblea de los ancianos, los calles vibrantes (suqum -III, 39-, en sumerio sila o e-sir: casa-que-une, espacio habitable que permite establecer una comunicación física y, sin duda, espiritual, espacio de diálogo, lo que corresponde bien con la función que la calle aún tiene en algunas ciudades mediterráneas, y árabes), el trajín de los talleres de artesanos,  la presencia incluso de un mercado o de una plaza pública –que las excavaciones no han podido descubrir: la asamblea de ancianos aguarda a Gilgamesh en el rebitum (III, 34, 41) -en sumerio, sila-dagal: literalmente calle-ancha-, que se piensa designa a una plaza o un mercado. Algunos versos parecen una crónica. La ciudad vital se halla en las imágenes que los textos suscitan. Las cuidadas asonancias de los términos rememoran  la vitalidad de la urbe.

lunes, 26 de septiembre de 2011

12foot6 (Dave Anderson) (1963): Urban animal (2005)

Caos y ciudad en Sumer


Gilgameš, el legendario rey de la ciudad de Uruk, acabó su vida como un “santo”, adorado, recordado por sus súbditos. Una imagen muy distinta de la que se desprendía en los inicios de su reinado.
A Gilgameš se le acusaba de ser, en los inicios, un tirano cruel, que exigía incluso desflorar a todas las jóvenes prometidas.  La ciudad le temía, y le despreciaba.

Por ese motivo, los dioses buscaron una solución: proporcionarle un compañero con el que aprender las artes de la civilidad.
Enkidu fue el elegido: un ser descendido de las montañas, arisco, salvaje, más fiero aún que Gilgameš. Un peligro.  No se le podía dejar entrar en la ciudad en este estado.

De nuevo, el cielo intervino. Pidió a una prostituta que  sedujera a Enkidu y le redujera el ímpetu. El encuentro sexual facilitaría el encaramiento. Los contendientes se mirarían a los ojos. Era precisamente ese verse las caras de cerca, ese reconocerse en los ojos del rival, lo que permitió que Enkidu se diera cuenta de quién era, de lo que hacía, y se apaciguara.
Los sumerios daban mucha importancia al cruce de miradas, al reconocimiento visual, que, por un lado, solo era posible si se habían depuesto las armas, y, por otro, ayudaba a rebajar la tensión guerrera.

Desde entonces, Enkidu estaba preparado para el diálogo.   La ciudad podía ahora aceptarlo.
Para los sumerios, la ciudad no era apta para los salvajes. La naturaleza incólume no era un bien. Era pasto de monstruos y de fieras. Solo después de ser transformada por la acción de los hombres, aleccionados por el dios Enki, la naturaleza se convertía en un lugar amable.

La ciudad era la antítesis de la naturaleza. La ciudad era considerada como el espacio dónde el ser humano adquiría humanidad: un lugar de convivencia, que formaba una verdadera comunidad en la que las diferencias se resolvían. Los salvajes siempre vivían solos; los hombres, es decir, los ciudadanos, se encontraban en las asambleas, y convivían. Los hombres, en la ciudad, tenían que vestirse, un signo que habían abandonado su condición indómita primigenia. Para ser un humano había que vivir en la ciudad.
Los sumerios se hallaban muy lejos de la ingenia visión del buen salvaje que imperaría en el siglo XVIII en Europa, y que vuelve hoy.  

domingo, 25 de septiembre de 2011

Baillie Walsh: Massive Attack, Unfinished Sympathy (1991)



Un paseo por la ciudad en uno de los mejores vídeos musicales de finales del siglo XX para la mejor canción de los años 90 del siglo pasado.

Grateful Dead: Old, Old House (1970)




Old, Old House

Letra y música:: George Jones, Hal Bynam

There's an old house that was once a mansion
On a hill overlooking the town
And time has left her wreckage where once there was beauty
And soon the old house will tumble down
But when the leaves start to fall in autumn
And the rain starts to drip through the trees
There's an old, old man who walks through the garden
And his head is bowed in memories
They say he built the house because of a woman
They planned to be married in the fall
But her love withered with the last leaves of the summer
And the house was left empty after all
And his head is bowed in memories

sábado, 24 de septiembre de 2011

Juan Millares (1945): El pabellón alemán (2009)



Uno de los mejores cortometrajes de la historia del cine español. Finalista de los Premios Goya 2011:
http://premiosgoya.academiadecine.com/finalistas/pelicula.php?m=peliculas&id=600

Juan Millares es arquitecto: http://www.bellasartes.ucm.es/juan-millares

Historia de la ciudad de bronce, tercera noche (de Las mil y una noches)

.. aquella ciudad que no quería dejarse violar por las tentativas humanas.
Al principio no pudieron distinguir nada en las tinieblas, porque ya la noche había espesado sus sombras sobre la llanura; pero de pronto se hizo un vivo resplandor por Oriente, y en la cima de la montaña apareció la luna, iluminando cielo y tierra con un parpadeo de sus ojos. Y a sus plantas llegó un espectáculo que les contuvo la respiración.
Estaban viendo una ciudad de sueño.
Bajo el blanco cendal que caía de la altura, en toda la extensión que podría abarcar la mirada fija en los horizontes hundidos en la noche, aparecían dentro del recinto de bronce cúpulas de palacios, terrazas de casas, apacibles jardines, y a la sombra de los macizos, brillaban los canales que iban a morir en un mar de metal, cuyo seno frío reflejaban las luces del cielo. Y el bronce de las murallas, las pedrerías encendidas de las cúpulas, las terrazas cándidas, los canales y el mar entero, así como las sombras proyectadas por Occidente, se mezclaban bajo la brisa nocturna y la luna mágica. Sin embargo, aquella inmensidad estaba sepultada, como en una tumba, en el universal silencio. Allá dentro no había ni un vestigio de vida humana. Pero he aquí que con un mismo gesto, quieto, destacaban se sobre monumentales zócalos altas figuras de bronce, enormes jinetes tallados en mármol, animales alados que se inmovilizaban en un vuelo estéril; y los únicos seres dotados de movimiento en aquella quietud, eran millares, de inmensos vampiros que daban vueltas a ras de los edificios bajo el cielo, mientras búhos invisibles turbaban el estático silencio con sus lamentos y sus voces fúnebres en los palacios muertos y las terrazas solitarias.
Cuando saciaron, su mirada con aquel espectáculo extraño, el emir Muza y sus compañeros, bajaron de la montaña, asombrándose en extremo por no haber advertido en aquella ciudad inmensa la huella de un ser humano vivo. Y ya al pie de los muros de bronce, llegaron a un lugar donde vieron cuatro inscripciones grabadas en caracteres jónicos, y que en seguida descifró y tradujo al emir Muza el jeque Abdossamad. Decía la primera inscripción:
"¡Oh hijo de los hombres, qué vanos son tus cálculos! ¡La muerte está cercana; no hagas cuentas para el porvenir; se trata de un Señor del Universo que dispersa las naciones y los ejércitos, y desde sus palacios de vastas magnificencias precipita a los reyes en la estrecha morada de la tumba; y al despertar su alma en la igualdad de la tierra, han de verse reducidos a un montón de ceniza y polvo!
Cuando oyó estas palabras, exclamó el emir Muza: "¡Oh sublimes verdades! ¡Oh sueño del alma en la igualdad de la tierra! ¡Qué conmovedor es todo, esto!" Y copió al punto en sus pergaminos aquellas frases. Pero ya traducía el jeque la segunda inscripción, que decía:
¡Oh hijo de los hombres! ¿Por qué te ciegas con tus propias manos? ¿Cómo puedes confiar en este vano mundo? ¿No sabes que es un albergue pasajero, una morada transitoria? ¡Di! ¿Dónde están los reyes que cimentaron los imperios? ¿Dónde están los conquistadores, los dueños del Irak, de Ispahán y del Khorassán? ¡Pasaron cual si nunca hubieran existido!
Igualmente copió esta inscripción el emir Muza, y escuchó muy emocionado al jeque, que traducía la tercera:
¡Oh hijo de los hombres! ¡He aquí que transcurren los días, y miras indiferente cómo corre tu vida hacia el término final! ¡Piensa en el día del Juicio ante el Señor tu dueño! ¿Qué fue de los soberanos de la India, de la China, del Sinaí o de Nubia? ¡Les arrojó a la nada el soplo implacable de la muerte!
Y exclamó el emir Muza: "¿Qué fue de los soberanos de Sinaí y de Nubia? ¡Se perdieron en la nada!" Y decía la cuarta inscripción:
¡Oh hijo de los hombres! ¡Anegas tu alma en los Placeres, y no ves que la muerte se te monta en los hombros espiando tus movimientos! ¡El mundo es como una tela de araña, detrás de cuya fragilidad está acechándote la nada! ¿A dónde fueron a parar los hombres llenos de esperanza y sus proyectos efímeros? ¡Cambiaron por la tumba los palacios donde habitan búhos ahora!
No pudo el emir Muza contener su emoción, y se estuvo largo tiempo llorando con las manos en las sienes, y decía: "¡Oh el misterio del nacimiento y de la muerte! ¿Por qué nacer, si hay qué morir? ¿Por que vivir, si la muerte da el olvido de la vida? ¡Pero sólo Alah conoce los destinos, y nuestro deber es inclinarnos ante Él con obediencia muda!" Hechas estas reflexiones, se encaminó de nuevo al campamento con sus compañeros, y ordenó a sus hombres que al punto pusieran manos a la obra para construir con madera y ramajes una escala larga y sólida, que les permitiese subir a lo alto del muro, con objeto de intentar luego bajar a aquella ciudad sin puertas.
En seguida se dedicaron a buscar madera y gruesas ramas secas; las mondaron lo mejor que pudieron con sus sables y sus cuchillos; las ataron unas a otras con sus turbantes, sus cinturones, las cuerdas de los camellos, las cinchas y las guarniciones, logrando construir una escala lo suficiente larga para llegar a lo alto de las murallas. Y entonces la tendieron en el sitio más a propósito, sosteniéndola por todos lados con piedras gruesas e invocando el nombre de Alah comenzaron a trepar por ella lentamente, con el emir Muza a la cabeza. Pero se quedaron algunos en la parte baja de los muros para vigilar el campamento y los alrededores.
El emir Muza y sus acompañantes anduvieron durante algún tiempo por lo alto de los muros, y llegaron al fin ante dos torres unidas entre sí por una puerta de bronce, cuyas dos hojas encajaban tan perfectamente, que no se hubiera podido introducir por su intersticio la punta de una aguja. Sobre aquella puerta aparecía grabada en relieve, la imagen de un jinete de oro que tenía un brazo extendido y la mano abierta, y en la palma de esta mano había trazados unos caracteres jónicos que descifró en seguida el jeque Abdossamad y los tradujo del siguiente modo: "Frota la puerta doce veces con el clavo que hay en mi ombligo."
Aunque muy sorprendido de tales palabras, el emir Muza se acercó entonces al jinete y notó que efectivamente tenía metido en medio del ombligo un clavo de oro. Echó mano e introdujo y sacó el clavo doce veces. Y a las doce veces que lo hizo, se abrieron las dos hojas de la puerta, dejando ver una escalera de granito rojo que descendía caracoleando. Entonces el emir Muza y sus acompañantes bajaron por los peldaños de esta escalera, la cual les condujo al centro de una sala que daba a ras, de una calle en la que se estacionaban guardias armados con arcos y espadas. Y dijo el emir Muza: "¡Vamos a hablarles antes de que se inquieten con nuestra presencia!"
Se acercaron, pues, a estos guardias, uno de los cuales estaba de pie con el escudo al brazo y el sable desnudo, mientras otros permanecían sentados o tendidos. Y encarándose con el que parecía el jefe, el emir Muza le deseó la paz con afabilidad; pero no se movió el hombre ni le devolvió la zalema; y los demás guardias permanecieron inmóviles igualmente y con los ojos fijos, sin prestar ninguna atención a los que acababan de llegar y como si no les vieran.
Entonces, por si aquellos guardias no entendían el árabe, el emir Muza dijo- al jeque Abdossamad: "¡Oh jeque, dirígeles la palabra en cuantas lenguas conozcas!" Y el jeque hubo de hablarles primero en lengua, griega; luego, al advertir la inutilidad de su tentativa, les habló en indio, en hebreo, en persa, en etíope y en sudanés; pero ninguno de ellos comprendió una palabra de tales idiomas ni hizo el menor gesto de inteligencia. Entonces dijo el emir Muza: "¡Oh jeque! Acaso estén ofendidos estos guardias porque no les saludaste al estilo de su país. Conviene, pues, que les hagas zalemas al uso de cuantos países conozcas." Y el venerable Abdossamad hizo al instante todos los ademanes acostumbrados en las zalemas conocidas en los pueblos de cuantas comarcas había recorrido. Pero no se movió ninguno de los guardias, y cada cual permaneció en la misma actitud que al principio.
Al ver aquello, llegó al límite del asombro el emir Muza, sin querer insistir más; dijo a sus acompañantes que le siguieran, y continuó su camino, no sabiendo a qué causa atribuir semejante mutismo. Y se decía el jeque Abdossamad: "¡Por Alah, que nunca vi cosa tan extraordinaria en mis viajes!"
Prosiguieron andando así hasta llegar a la entrada del zoco. Como se encontraron con las puertas abiertas, penetraron en el interior. El zoco estaba lleno de gentes que vendían y compraban: y por delante de las tiendas se amontonaban maravillosas mercancías. Pero el emir Muza y sus acompañantes notaron que todos los compradores y vendedores, como también cuantos se hallaban en el zoco, se habían detenido, cual puestos de común acuerdo, en la postura en que les sorprendieron; y se diría que no esperaban para reanudar sus ocupaciones habituales más que a que se ausentasen los extranjeros. Sin embargo, no parecían prestar la menor atención a la presencia de éstos, y se contentaban con expresar por medio del desprecio y la indiferencia el disgusto que semejante intrusión les producía. Y para hacer aún más significativa tan desdeñosa actitud, reinaba un silencio general al paso de los extraños, hasta el punto de que en el inmenso zoco abovedado, se oían resonar sus pisadas de caminantes solitarios entre la quietud de su alrededor. Y de esta guisa recorrieron el zoco de los joyeros, el zoco de las sederías, el zoco de los guarnicioneros, el zoco de los pañeros, el de los zapateros remendones y el zoco de los mercaderes de especias y sahumerios, sin encontrar por parte alguna el menor gesto benévolo u hostil, ni la menor sonrisa de bienvenida o burla.
Cuando cruzaron el zoco de los sahumerios, desembocaron en una plaza inmensa donde deslumbraba la claridad del sol después de acostumbrarse la vista a la dulzura de la luz tamizada de los zocos. Y al fondo, entre columnas de bronce de una altura prodigiosa, que servían de pedestales a enormes pájaros de oro con las alas desplegadas, se erguía un palacio de mármol, flanqueado con torreones de bronce, y guardado por una cadena de guardias, cuyas lanzas y espadas despedían de continuo vivos resplandores. Daba acceso a aquel palacio una puerta de oro, por la que entró el emir Muza seguido de sus acompañantes.
Primeramente vieron abrirse a lo largo del edificio una galería sostenida por columnas de pórfido, y que limitaba un patio con pilas de mármoles de colores; y también se utilizaba como armería esta galería, pues se veían allá por doquier, colgadas de las columnas, de las paredes y del techo, armas admirables, maravillas enriquecidas con incrustaciones preciosas, y que procedían de todos los países de la tierra. En torno a la galería se adosaban bancos de ébano de un labrado maravilloso, repujado de plata y oro, y en los que aparecían, sentados o tendidos, guerreros en traje de gala, quienes por cierto, no hicieron movimiento alguno para impedir el paso a los visitantes, ni para animarles a seguir en su asombrada exploración...
En este momento de su narración, Sherezade vio aparecer la mañana, y se calló discreta.

Johannes Stjärne Nilsson (1969) & Ola Martin Simonsson (1969): Music for One Appartment and Six Drummers (Música para un piso y seis percusionistas)(2001)

viernes, 23 de septiembre de 2011

Henri Storck (1907-1999): Images d´Ostende (1929)



Consúltense los archivos de uno de los grandes documentalistas experimentales belgas:
http://www.fondshenristorck.be/index.php?lang=english

jueves, 22 de septiembre de 2011

Joseph Pierce (1982): A Family Portrait (2010)



Grand Prix -Stuttgart Festival of Animated Film ‘10

Telerama Prix de la Presse - Clermont Ferrand International Short Film Festival ‘10

Prix Audi Labo - Clermont Ferrand International Short Film Festival ‘10

Finalista - Cartoon d'Or 2010.

Premio a la Ópera Prima - Hiroshima International Animation Festival '10

Mejor Película Británica - London International Animation Festival

Best of Ottawa Tour - '10/'11

Mejor Película Británica de Animación - Encounters Short Film Festival '10

Spirit Award - Ann Arbor Film Festival '11

Sobre Joseph Pierce, el futuro del cine de animación, véase: http://www.josephpierce.co.uk/