jueves, 23 de agosto de 2012
Alepo (Siria), según Ibn Jubayr (540/1145 -614/1217)
Foto 1: barrio cristiano
Fotos 2-4: alrededores del barrio armenio
Fotos 6-7: zoco
Fotos 2-7: Miguel Orellana (misión arqueológica de Tell Masaïkh, noviembre de 2009)
Ibn Jubayr fue un geógrafo y poeta del Califato de Córdoba, nacido en Valencia en el siglo XII. Con motivo del peregrinaje a La Meca, recorrió la parte oriental del imperio árabe, llegó, desde Arabia, a Bagdad la capital cultural del mundo occidental y del Próximo Oriente, y subió hacia Alepo, recorriendo las tierras de la olvidada cultura mesopotámica (asiria, principalmente), algunas de cuyas ruinas, entre éstas, Nínive, reconoció y describió brevemente. Su texto, hermosamente escrito, constituye una de las primeras descripciones de ruinas mesopotámicas, anterior a la de los primeros viajeros cristianos. El texto fue impreso en el siglo XIX, y traducido al inglés. Existen dos ediciones españolas actuales.
Ibn Jubayr visitó Alepo, entre otras ciudades vitales (posteriormente transcribiré sus imágenes de Bagdad y de Damasco):
"Una ciudad cuya importancia es considerable, cuyo renombre en todo tiempo ha volado (alto). Muchos reyes la han pretendido; su lugar está marcado en las almas ¡Cuántas luchas ha suscitado y (cuántas) blancas hojas han sido desenvainadas contra ella! Posee una alcazaba célebre por las defensas, de extraordinaria altura, sin igual ni pareja entre las fortalezas. Se libera por su inexpugnabilidad de que se la desee o se la domine.
Sus grandes cimientos son como una mesa circular de tierra; los flancos son de piedra tallada; el emplazamiento está de acuerdo con la proporción y el equilibrio. ¡Alabado sea Aquel que ha predestinado su posibilidad y su realización y que ha materializado, como quiso, su forma y su redondez! Antigua desde remotos tiempos, nueva, aunque sin dejar (de existir), ha rivalizado en duración con los días y los años, y ha suscitado el ardor de los notables y del vulgo.
¡Éstas son sus mansiones y sus casas! ¿Pero dónde están los que antiguamente las habitaron y residieron en ellas? Ésta es la sede y el atrio de su reino. ¿Pero dónde están sus emires los hamdaníes y sus poetas? Ciertamente, todos han desaparecido, mas a ella todavía no le ha llegado su fin. ¡Oh! ¡Qué maravilla!, la ciudad subsiste mientras que sus soberanos han desaparecido, han perecido, sin que su ruina haya sido decidida. Después de ellos ha sido prendida (por otros); su posesión no era difícil; se la deseaba, y lograrla fue la cosa (más) fácil del mundo. ¡Ésta es Alepo! ¡A cuántos de sus reyes puso como predicado de(l verbo) "fue", y ha reemplazado el complemento del tiempo por el del lugar (la ciudad ha permanecido tras la desaparición de soberanos y dinastías). Su nombre es femenino y se ha adornado con las galas de las seductoras ¡Ha sido mala, valiéndose de la traición con quienes fueron desleales y se ha mostrado sin velos, como una desposada, tras (la corte de ilustres hombres de elevada cultura, como poetas y el filósifo al-Farabi).
(...) Entre los méritos de esta ciudadela, se cuenta que ella fue antiguamente, al principio de los tiempos, una colina en la que se acogió Abraham, el Amigo (de Dios) -sobre él y sobre nuestro Profeta sean la bendición y la salvación-, con unas pocas ovejas suyas que ordenaba allí y cuya leche daba en limosna: por este motivo se le dio el nombre de Halab ("leche, Alepo), pero Dios lo sabe mejor..."
(Ibn Yubayr: A través de Oriente (Rihla), estudio, traducción, notas e índices de Felipe Maíllo Salgado, Alianza, Madrid, 2007, ps. 386-388).
El texto fue escrito hace casi mil años.
Le Petit Ramon: Supermercat BCN (2008)
http://www.viasona.cat/grup/le-petit-ramon/morts-desastre-i-barbarie/supermercat-bcn
Le Petit Ramon siguen siendo, de lejos, el mejor grupo que canta en catalán.
Ramón Faura, "voz cantante" compositor, es arquitecto, claro
miércoles, 22 de agosto de 2012
Siria, ¿esperanza o delirio?
Esta mañana, miércoles 22 de agosto de 2012, el gobierno sirio ha comunicado que se pueden reemprender o proseguir con urgencia los procedimientos administrativos para la obtención del nuevo permiso de excavación en el yacimiento neo-asirio de Tell Massaikh, cabe el Tigris, entre la ciudad de Deiz es Zor (¿devastada?) y el puesto fronterizo de Abu Kemal, para finales de 2012.
La documentación solicitada es más estricta, o las condiciones más restrictivas.
No sé si es un signo de que el gobierno ha recuperado las riendas.
La documentación solicitada es más estricta, o las condiciones más restrictivas.
No sé si es un signo de que el gobierno ha recuperado las riendas.
Estética mesopotámica
Museo del Louvre, París
Field Museum, Chicago
Oriental Institute, Chicago
Fotos: Tocho: 2009-2011
Selección de joyas sumerias, casi todas de las Tumbas Reales de Ur (Iraq, 2550 aC): la mayoría, poco conocidas o inéditas (guardadas en reservas y nunca o raramente expuestas), se expondrán, junto con una más amplia selección de Chicago, Filadelfia y Bruselas, en Antes del diluvio. Mesopotamia, 3500-2100 aC, en Caixaforum, Barcelona, a partir del 29 de noviembre de 2012.
La estética o teoría del arte implica la existencia de un tipo de productos ideados y/o manufacturados para placer al mismo tiempo que para dar qué pensar a humanos convertidos en espectadores. Estos objetos se distinguen en principio de aquéllos que cumplen una finalidad precisa, que cubren una necesidad. Los primeros fueron definidos a partir del siglo XVIII: son las llamadas obras de arte; los segundos, objetos artesanos o útiles.
Esta nítida diferencia entre objetos elaborados para hacer sentir y pensar y objetos que solventan un problema, entre arte y artesanía, no tiene más de tres siglos.
El "arte" mesopotámico -sumerio, sobre todo-, con casi cinco mil años de antigüedad, cae dentro de lo que se denomina arte útil. Cumple una función: ayuda, sostiene, protege, cubre, recoge, etc. Ningún objeto fue producido para el solaz de los sentidos. Eso no significa que no produjera emociones, que despertara sensaciones, ni siquiera significa que este objetivo no fuera importante. No era el único, empero.
Hablar de estética, comentar la relación emocional o sentimental que determinados objetos suscitan, en tiempos de los sumerios, cuando éstos desconocían el concepto del "arte por el arte", quizá no tenga mucho sentido. Desde luego no existen tratados de arte ni de teoría del arte mesopotámicos. Y no parece que existiera un término que se pudiera traducir claramente por belleza. Eso no quiere decir que los mesopotámicos no fueran "sensibles" a las formas, los colores o el "contenido" de determinadas piezas, pero no reflejaron estos juicios.
Por otra parte, si bien la cultura mesopotámica ha dejado una ingente producción escrita, los textos fueron redactados a lo largo de tres mil quinientos años, en territorios que se extienden desde el Golfo Pérsico hasta Anatolia. Tratar de averiguar qué "sentían" ante el quehacer o el obrar humano es aventurado.
Sin embargo, algunas criterios evaluadores sí pueden ser detectados.
Parece que lo que se valoraba era, por un lado, la habilidad técnica -un criterio que ha seguido vigente hasta el siglo XX-, la brillantez en la ejecución, y, por otro, el "brillo" de las obras: una cualidad tanto material, materializada por el color, la transparencia, la luminosidad, cuanto "espiritual", es decir la "gracia" de las obras, gracia, en sentido casi "cristiano", la irradiación que los dioses concedían a las obras "afortunadas", y que se expresaba de manera no siempre material, y, sin duda, inefable, indefinible. Era una cualidad similar a un aura que poseían las obras "en gracia" con las divinidades.
Eran obras que respondían a una necesidad: daban cuerpo a las divinidades (estatuas, por ejemplo), les proporcionaban cobijo (templos), hacían el tránsito hacia el más allá del difunto más llevadero (joyas), etc., pero también satisfacían finalidades más indefinidas.
Así, despertaban alegría y admiración no sin que el temor o el asombro despuntaran. Es decir, suscitaban sentimientos no muy distintos al sentimiento de lo sublime , en el que el placer y la inquietud, la alegría y el miedo se alían, que el arte helenístico y, mucho más tarde, el arte romántico cristiano, perseguirán.
Existían obras, por tanto, que deslumbraban. Los colores y los brillos, hábilmente conseguidos, evocaban o simbolizaban la presencia divina que suscitaba entrega y retención (ante dicha presencia sobrenatural).
De algún modo, se podría decir que los mesopotámicos favorecieron, como más tarde los cristianos y los musulmanes (todos venidos de oriente; una estética de la luz más que una estética de la proporción, como en Grecia.
La materia con la que trabajaban no era opaca sino que era luminosa. Los muros de los edificios eran gruesos paramentos de adobe, que se recubrían de pequeños óculos de distintos colores, vidriados, a partir de cierta época. Del mismo modo, las joyas no buscaban la perfección formal sino el uso de materiales que produjeran juegos de luces y colores (piedras semi-preciosas, conchas de nácar, piezas o pepitas de oro, ocasionalmente, siempre piezas pequeñas de colores distintos, pocas veces lisas, que refulgían).
Estas cualidades de los objetos "bien" hechos se lograban tanto por el esfuerzo, la práctica hacendosa, cuanto por la "gracia" divina: los dioses inspiraban, directa o indirectamente a ciertos hacedores, incluso intervenían activamente en la producción. En este caso, el resplandor divino se transfería al objeto que manipulaban.
El "arte" tenía, así, como "finalidad" alegrar la vida, y facilitar las relaciones entre hombres y dioses. De algún modo, acercaban a los humanos a los dioses, o hacían más llevadera la indiferencia del cielo para con la humanidad. La obra de arte actuaba como consuelo. La alegría que aportaba suplía la que el cielo hubiera tenído que brindar pero que raramente aportaba.
Field Museum, Chicago
Oriental Institute, Chicago
Fotos: Tocho: 2009-2011
Selección de joyas sumerias, casi todas de las Tumbas Reales de Ur (Iraq, 2550 aC): la mayoría, poco conocidas o inéditas (guardadas en reservas y nunca o raramente expuestas), se expondrán, junto con una más amplia selección de Chicago, Filadelfia y Bruselas, en Antes del diluvio. Mesopotamia, 3500-2100 aC, en Caixaforum, Barcelona, a partir del 29 de noviembre de 2012.
La estética o teoría del arte implica la existencia de un tipo de productos ideados y/o manufacturados para placer al mismo tiempo que para dar qué pensar a humanos convertidos en espectadores. Estos objetos se distinguen en principio de aquéllos que cumplen una finalidad precisa, que cubren una necesidad. Los primeros fueron definidos a partir del siglo XVIII: son las llamadas obras de arte; los segundos, objetos artesanos o útiles.
Esta nítida diferencia entre objetos elaborados para hacer sentir y pensar y objetos que solventan un problema, entre arte y artesanía, no tiene más de tres siglos.
El "arte" mesopotámico -sumerio, sobre todo-, con casi cinco mil años de antigüedad, cae dentro de lo que se denomina arte útil. Cumple una función: ayuda, sostiene, protege, cubre, recoge, etc. Ningún objeto fue producido para el solaz de los sentidos. Eso no significa que no produjera emociones, que despertara sensaciones, ni siquiera significa que este objetivo no fuera importante. No era el único, empero.
Hablar de estética, comentar la relación emocional o sentimental que determinados objetos suscitan, en tiempos de los sumerios, cuando éstos desconocían el concepto del "arte por el arte", quizá no tenga mucho sentido. Desde luego no existen tratados de arte ni de teoría del arte mesopotámicos. Y no parece que existiera un término que se pudiera traducir claramente por belleza. Eso no quiere decir que los mesopotámicos no fueran "sensibles" a las formas, los colores o el "contenido" de determinadas piezas, pero no reflejaron estos juicios.
Por otra parte, si bien la cultura mesopotámica ha dejado una ingente producción escrita, los textos fueron redactados a lo largo de tres mil quinientos años, en territorios que se extienden desde el Golfo Pérsico hasta Anatolia. Tratar de averiguar qué "sentían" ante el quehacer o el obrar humano es aventurado.
Sin embargo, algunas criterios evaluadores sí pueden ser detectados.
Parece que lo que se valoraba era, por un lado, la habilidad técnica -un criterio que ha seguido vigente hasta el siglo XX-, la brillantez en la ejecución, y, por otro, el "brillo" de las obras: una cualidad tanto material, materializada por el color, la transparencia, la luminosidad, cuanto "espiritual", es decir la "gracia" de las obras, gracia, en sentido casi "cristiano", la irradiación que los dioses concedían a las obras "afortunadas", y que se expresaba de manera no siempre material, y, sin duda, inefable, indefinible. Era una cualidad similar a un aura que poseían las obras "en gracia" con las divinidades.
Eran obras que respondían a una necesidad: daban cuerpo a las divinidades (estatuas, por ejemplo), les proporcionaban cobijo (templos), hacían el tránsito hacia el más allá del difunto más llevadero (joyas), etc., pero también satisfacían finalidades más indefinidas.
Así, despertaban alegría y admiración no sin que el temor o el asombro despuntaran. Es decir, suscitaban sentimientos no muy distintos al sentimiento de lo sublime , en el que el placer y la inquietud, la alegría y el miedo se alían, que el arte helenístico y, mucho más tarde, el arte romántico cristiano, perseguirán.
Existían obras, por tanto, que deslumbraban. Los colores y los brillos, hábilmente conseguidos, evocaban o simbolizaban la presencia divina que suscitaba entrega y retención (ante dicha presencia sobrenatural).
De algún modo, se podría decir que los mesopotámicos favorecieron, como más tarde los cristianos y los musulmanes (todos venidos de oriente; una estética de la luz más que una estética de la proporción, como en Grecia.
La materia con la que trabajaban no era opaca sino que era luminosa. Los muros de los edificios eran gruesos paramentos de adobe, que se recubrían de pequeños óculos de distintos colores, vidriados, a partir de cierta época. Del mismo modo, las joyas no buscaban la perfección formal sino el uso de materiales que produjeran juegos de luces y colores (piedras semi-preciosas, conchas de nácar, piezas o pepitas de oro, ocasionalmente, siempre piezas pequeñas de colores distintos, pocas veces lisas, que refulgían).
Estas cualidades de los objetos "bien" hechos se lograban tanto por el esfuerzo, la práctica hacendosa, cuanto por la "gracia" divina: los dioses inspiraban, directa o indirectamente a ciertos hacedores, incluso intervenían activamente en la producción. En este caso, el resplandor divino se transfería al objeto que manipulaban.
El "arte" tenía, así, como "finalidad" alegrar la vida, y facilitar las relaciones entre hombres y dioses. De algún modo, acercaban a los humanos a los dioses, o hacían más llevadera la indiferencia del cielo para con la humanidad. La obra de arte actuaba como consuelo. La alegría que aportaba suplía la que el cielo hubiera tenído que brindar pero que raramente aportaba.
martes, 21 de agosto de 2012
ROMA , ENTRE BABILONIA Y LA JERUSALÉN CELESTIAL: LA ROMA CLÁSICA PAPAL
Nunca como en el siglo XVI, Babilonia se convirtió en una
ciudad de la que todo el mundo hablaba. Para bien, o para mal. Basándose en la
Biblia, para la que Babilonia era el equivalente de Sodoma y Gomorra, los
protestantes comparaban a Roma con Babilonia, simbolizada por la torre de Babel:
una urbe corrupta, sometida a los caros caprichos y a los vicios nefandos de la
corte papal. La relación entre Roma y
Babilonia no era desconocida. Sin embargo, era juzgada de modo muy distinto en
Italia. Papas como Nicolás V (1447-1455) quisieron que Roma volviera a ser,
como en tiempos del Imperio Romano, la capital del mundo (urbs caput mundi): para esto, tuvieron que lograr que Roma asumiera
un doble papel: ser al mismo tiempo la Ciudad de Dios y la Ciudad de los Césares,
la Jerusalén celestial y Babilonia. Así
pues, ser Babilonia, denostada por la Biblia, ya no era un descrédito: indicaba
el renacido esplendor romano. ¿Qué había ocurrido para que Roma se hubiera
apagado?
Hace casi mil
doscientos años que Roma ya no era lo que fue durante los siglos I y II del
Imperio Romano. Ya en el tardo-Imperio, cuando éste aún cubría casi toda
Europa, el norte de África y el próximo oriente, Roma perdió la importancia. Las
amenazas bárbaras en la frontera con el Rin habían obligado a desplazar el
centro de poder de Roma a Milán y a Tréveris, más cercanas a la zona de
conflictos. Por otra parte, la fundación de Constantinopla en el siglo IV, y la
consiguiente división del Imperio, habían contribuido a la pérdida de
centralidad de Roma. Ésta fue asediada o saqueada varias veces por godos y
hunos antes de que el último emperador romano de Occidente fuera depuesto en
476.
Roma apenas contó en Europa hasta las primeras cruzadas a
principios del siglo XII. Se hallaba inmersa en las guerras entre bárbaros (ostrogodos,
normandos) y bizantinos, por la recuperación del imperio romano, y árabes, por
el dominio del Mediterráneo. Los árabes la devastaron. En el momento álgido del Imperio Romano, en el siglo II,
Roma llegó a tener un millón de habitantes. A principios del siglo XV ya solo
albergaba treinta mil almas.
La ciudad era un campo de ruinas. Los rebaños pastaban en
los Foros. La orilla oriental dependía
del emperador del Sacro Imperio Germánico, mientras que la oriental (el barrio
del Borgo, al pie del monte Vaticano, donde se hallaban las ruinas del circo de
Nerón) pertenecía al papado. Viajeros, hasta bien entrado el siglo XVI, se
lamentaban sobre la suerte y condición de la antigua capital Imperial. Así el
poeta francés du Bellay escribía en 1556: “Recién llegado, que buscas Roma en
Roma, y nada de Roma en Roma percibes, esos viejos palacios, esos viejos arcos
que ves, y esos viejos muros, esto es lo que se nombra Roma.” (J. du Bellay, Las Antigüedades de Roma, III, 1-4)
sábado, 18 de agosto de 2012
EL TEMPLO SUMERIO, 2 (Templos ovales)
Reconstrucción en 3-D: Luis Amorós & Miguel Orellana (404Arquitectos, Barcelona y Vancouver) (2011)
Copyright: Fundación "la Caixa"
Contrariamente a lo que acontecería en Grecia, Roma y, por ejemplo, India, Mesopotamia y, en concreto, Sumer, no poseyó ningún tratado de arquitectura o construcción que dictaminara qué formas o tipologías eran las más adecuadas para determinados edificios o funciones. Al menos, hasta ahora, no se ha encontrado texto alguno (sí Himnos a Templos, que nada dicen sobre la forma del templo, y algunas descripciones de santuarios, que no dictaminan sobre las formas que se tenían que respetar) -tampoco se han hallado tratados griegos, pero se sabe que existieron-.
Es incluso difícil distinguir templos de otro tipo de edificios. Se duda, en ocasiones, en interpretar restos como de un palacio, un santuario o un... puente (como ocurre en Lagash). Todo parece indicar que los templos no poseían una tipología específica. Ni siquiera el tamaño era necesariamente significativo. Sí se sabe que los templos urbanos, contrariamente a los santuarios extra-urbanos,solían estar rodeados de un muro y estaban dotados de dependencias y almacenes. El templo propiamente dicho, la casa de la divinidad, solía estar estructurado alrededor de espacio central, de planta rectangular, cubierto o no, al que daban estancias o capillas, pero no es seguro que esta tipología fuera siempre, ni siquiera mayoritariamente, empleada. Un templo era una casa, una casa grande, ocupada por una divinidad.
Sin embargo, se han encontrado tres o cuatro ejemplos de templos sumerios que se diferencian de la tipología antes citada. Poseen una estructura única en el mundo. El santuario, al menos durante ciertas épocas, poseyó una morada divina, colocada sobre un alto podio, y dependemcias, y estaba rodeado por un muro, o un doble anillo de muros de planta oval. así se presentaba el llamado Templo Oval de Khafaje, así como de un templo de Inanna en Lagash y del conocido templo de Ninhursag en Obeid. Estos templos se distinguían de la trama urbana, estuviera ésta planificada o no. Formaban una unidad, un conjunto ensimismado, mal o nada relacionado con la ciudad. La ciudad creció alrededor del templo, pero los espacios intersticiales nunca pudieron ser colmados. El santuario no casaba con la ciudad. Era un cuerpo extraño. O viceversa: la ciudad no "cuadraba" con el templo, como si dos órdenes, o dos concepciones, se confrontaran o se enfrentaran.
Tres templos constituyen, sin duda, muestras escasas de tipos de edificios. Además, no se sabe a qué divinidad estuvo dedicado el Templo Oval. Sí se sabe, sin embargo, que los dos otros santuarios fueron la morada de divinidades femeninas.
El Templo Oval se construyó sobre un terreno anteriormente ocupado por viviendas. Éstas fueron arrasadas, la tierra limpiada, los restos, los cimientos de las viviendas barridos, y el suelo cubierto con una gruesa capa de arena, de tierra "nueva" o virgen, a fin que el templo descansara sobre un suelo puro o purificado. Los cimientos del Templo reproducían la planta y el volumen del edificio. Éste, por tanto, descansaba sobre una especie de construcción enterrada. Este hecho no es único. También se produjo en el Giparu o Templo de piedra de Uruk. Éste estaba dedicado a una divinidad femenina, madre de las aguas y la fecundidad. Es posible, pues, que el Templo Oval de Khafaje se hubiera construido para albergar la efigie o el cuerpo material de una diosa.
Cabría preguntarse, así, como ya se ha hecho, si los templos de planta oval, no estarían dedicados a divinidades femeninas. Recordarían quizá, los primeros santuarios de la historia, siempre semi-enterrados, tradicionalmente interpretados, debido a las estatuillas halladas, como moradas de diosas-madre. Quizá los templos ovales evocaran las aguas primordiales, cuyo perímetro era semejante al de una gran matriz. Los templos ovales podrían haber evocado el espacio, o la arquitectura de los inicios, concebidos como un espacio del que el resto del mundo, quizá incluso las ciudades, salieron. Las ciudades, pues, existirían gracias a la presencia generativa de los templos "maternales".
Es muy posible que nunca se llegue a saber a qué respondían estos -y otros- templos. Los restos arqueológicos, están hoy demasiado arrasados (por las inclemencias o simplemente el paso del tiempo). Pero, al menos en dos casos, parece descubrirse una posible lógica que ligue el tipo de santuario con el tipo de divinidad: divinidades femeninas primordiales como Inanna, diosa de la creación y la destrucción, y Ninhursag, diosa de las montañas, una diosa-madre, y templos que debían aparecer, envueltos en un muro continuo curvo, como cuerpos imponentes, quizá benéficos, aunque misteriosos.
The Three Stooges (1922-1970): The Carpenters (Los carpinteros) (1936)
No se pierdan tampoco Disorder in the Court (Desorden en el juzgado) (1936):
jueves, 16 de agosto de 2012
Benoit Felici (1984): L´incompiuto italiano (Italia incompleta) (2011)
Agradezco a Jorge Nudelman (Catedrático de Teoría, Facultad de Arquitectura de Montevideo, Uruguay) la información sobre este documental -que podría referirse a cualquier país mediterráneo, sobre todo a España, también.
Véase la página web de este documental (de 32 minutos de duración, del que el presente fragmento solo muestra unos catorce): http://www.unfinished-italy.com/
Casas voladores: la casa de María en Loreto
Saturnino Gatti: El traslado de la Casa de María, s. XV
(Redactado el 15 de agoto, día de la Asunción)
Las obras de arquitectura son materiales. Pesan, están ancladas, al menos depositadas y atadas, a la tierra, y perduran en el tiempo, aunque el tiempo dure un día o una noche. Delimitan un espacio, pensado para la vida del ser humano,, en el que éste puede refugiarse, asentarse.
Los prototipos de las obras de arquitectura, las obras arquitectónicas ideales, inciden en uno de los dos rasgos fundamentales: el movimiento descendente hacia las entrañas de la tierra, o el ascendente, hacia las nubes. Así, las arquitectura se constituye a imagen de la cueva (unida a la tierra, invisible desde el exterior), o de los edificios aéreos, suspendidos sobe las nubes. La arquitectura "real" media entre estos dos polos: conjuga el enraizamiento y la elevación. Las cuevas aparecieron en los orígenes del mundo. Son obra de las dioses de la tierra, de las diosas-madre: las cuevas son su vientre. Las arquitecturas aéreas, por su parte, señalan el dominio de los dioses superiores, que no se dignan a mezclarse con los mortales.
Los edificios aéreos existen en muchas culturas. Son conocidos el templos aéreo de Delfos -Delfos era la Gran Matriz del Mundo-, construidos con plumas a instigación de Apolo; el palacio levantado -literalmente levantado, depositado en lo alto- por el patrón de los arquitectos, el apóstol Tomás, o tantas construcciones en el cielo descritas en leyendas y fábulas, a menudo orientales. Desde luego, en todas las culturas, los dioses moran en las cumbres o en palacios apoyados en la bóveda celestial.
Como Laputa, la ciudad aérea descrita por Swift, las construcciones en el cielo representan un ideal, o una utopía: un modelo de espacio habitable deseable, pero quizá inalcanzable; por tanto, siempre anhelado.
Uno de los edificios aéreos más recientes se halla en Loreto, en Italia. Se trata de la Casa de la Virgen María. Fue trasladada desde Nazareth por los ángeles (o por el ángel de la Anunciación), y depositada primero en Tarseto (en Dalmacia), y luego en lo alto de un risco, cuya ladera estaba cubierto de laureles: Loreto. Allí la casa renació; y renació el mundo.
María sufrió la ascención (o asunción). La separación de la tierra no le era extraña. Su casa no podía ser la de na humana. Tenía, pues, que poder volar.Esta condición acentuaba el carácter sobrenatural -pero próximo a los hombres- de María y de su espacio.
La casa fue depositada en un paraje parecido a Delfos. El laurel era una planta apolínea. Laurel era lo que la Pitia, la sacerdotisa de Apolo, mascaba para elevarse. Antes de convertirse en el hogar de Apolo, Delfos fue la morada de la diosa-madre Gea. Posteriormente, ya con Apolo, el templo era guardado por Hestia, la diosa griega del hogar.
Cristo, hijo de María, fue representado -o concebido- como un nuevo Apolo. El traslado de la casa de María de Narareth a Loreto, el lugar donde su hijo, Apolo-Cristo, renació, significaba la renovación, la reactualización del espacio habitable. La casa de Maria se constituía como un nuevo centro que organizaba, que centraba el espacio -un espacio lejos del islam, pues los ángeles trasladaron la casa de María por los aires cuando Nazareth cayó en manos de los Mamelucos, en el siglo XII. El nuevo Nazareth era Loreto. Jesús renacía en Loreto. La casa común, el espacio de los humanos, se reformaba alrededor de la casa de María, que alumbraba de nuevo a la humanidad, simbolizada por su hijo que asumía la condición y los pesares de los humanos.
Pocas veces la arquitectura ha sido capaz de simbolizar el destino humano.
lunes, 13 de agosto de 2012
Cómo se interpretan restos arqueológicos (casas y deshechos)
Los huesos de animales son más preciados que las estructuras arquitectónicas en los yacimientos arqueológicos. En los inicios de las excavaciones se eliminaban. Afeaban el conjunto. Eran considerados basura: no eran los arqueólogos buscaban.
Hoy son una fuente de información básica sobre la vida en las ciudades del pasado. Son buscados afanosamente. Sin éstos, los restos arqueológicos, por espléndidos que parezcan, son letra muerta. En Mesopotamia, por otra parte, los restos de adobe, derruidos, informes, no pueden ni siquiera contar con su encanto para seducir al visitante.
En los yacimientos sumerios (en el sur de Iraq), desde el cuarto milenio aC, los asentamientos están cubiertos de huesos animales. Gracias a éstos, se puede intuir los modos de vida de los habitantes de pueblos y ciudades. Los animales (ovejas y cabras, principalmente) eran atesorados por varios motivos: daban leche, carne y lana. Esto es, alimentaban a la ciudad y, quizá a ciudades vecinas, servían también para pagar impuestos ( a templos, principalmente así como a casas nobles o principescas), así como para ofrendar a los dioses, y por fin, permitían la elaboración de tejidos para cubrir necesidades básicas y para comerciar. Los animales utilizados para la lana se sacrificaban tardíamente; los que se domesticaban por la carne eran matados relativamente pronto, salvo las hembras; por su parte, los machos eran eliminados muy pronto si lo que interesaba eran tener animales para obtener leche. El estudio de los huesos permite saber la edad y el sexo del animal, aunque a veces es difícil distinguir entre cabras y ovejas: se puede así descubrir a qué edad fue sacrificado el animal y, por tanto, especular sobre las razones del sacrificio.
El esqueleto de un animal, en principio, se mantiene entero. Es el tiempo y el clima los que acaban por hacer desaparecer ciertos huesos, o los desperdigan. Mas, si en ciertos lugares se halla un gran número de un determinado tipo de hueso se puede suponer que su presencia es consecuencia del traslado intencionado de ciertas partes animales. Esto podría ser debido, no al azar, sino que la existencia de un tipo de huesos -y no del esqueleto entero- sería el testimonio de un banquete, o de comidas reiteradas o habituales: estaríamos ante los restos de viandas ingeridas, lo que ofrecería datos de gran valor sobre el tipo de alimentación, el comercio e, incluso la estructura social: se podría averiguar qué se ingería, qué clase social ingería las viandas -los trozos "más sabrosos" denotarían, posiblemente, la existencia de clases o casas acomodadas- y, por fin, también pueden revelar la existencia de algún tipo de administración que gestionaba sacrificios y distribución de alimentos, cárnicos, en este caso.
Se puede también intuir cuántas personas eran necesarias para la manipulación y el transporte de la carne, obteniendo datos sobre la estructura social de la ciudad. Unos simples huesos revelan cómo se vivía, qué relaciones de poder se establecían y, quizá incluso, qué imagen se tenía de la vida, qué se esperaba de ella. El tipo y el tamaño de las estructuras arquitectónicas pueden, entonces, corroborar las hipótesis sobre la estructura y la vida social en una ciudad. Los huesos, las basuras son el testimonio que la vida se desarrollaba en las estructuras arquitectónicas. La vida se consume y produce, siempre deshechos. Éstos, durante mucho tiempo, no han querido verse.
Hoy son una fuente de información básica sobre la vida en las ciudades del pasado. Son buscados afanosamente. Sin éstos, los restos arqueológicos, por espléndidos que parezcan, son letra muerta. En Mesopotamia, por otra parte, los restos de adobe, derruidos, informes, no pueden ni siquiera contar con su encanto para seducir al visitante.
En los yacimientos sumerios (en el sur de Iraq), desde el cuarto milenio aC, los asentamientos están cubiertos de huesos animales. Gracias a éstos, se puede intuir los modos de vida de los habitantes de pueblos y ciudades. Los animales (ovejas y cabras, principalmente) eran atesorados por varios motivos: daban leche, carne y lana. Esto es, alimentaban a la ciudad y, quizá a ciudades vecinas, servían también para pagar impuestos ( a templos, principalmente así como a casas nobles o principescas), así como para ofrendar a los dioses, y por fin, permitían la elaboración de tejidos para cubrir necesidades básicas y para comerciar. Los animales utilizados para la lana se sacrificaban tardíamente; los que se domesticaban por la carne eran matados relativamente pronto, salvo las hembras; por su parte, los machos eran eliminados muy pronto si lo que interesaba eran tener animales para obtener leche. El estudio de los huesos permite saber la edad y el sexo del animal, aunque a veces es difícil distinguir entre cabras y ovejas: se puede así descubrir a qué edad fue sacrificado el animal y, por tanto, especular sobre las razones del sacrificio.
El esqueleto de un animal, en principio, se mantiene entero. Es el tiempo y el clima los que acaban por hacer desaparecer ciertos huesos, o los desperdigan. Mas, si en ciertos lugares se halla un gran número de un determinado tipo de hueso se puede suponer que su presencia es consecuencia del traslado intencionado de ciertas partes animales. Esto podría ser debido, no al azar, sino que la existencia de un tipo de huesos -y no del esqueleto entero- sería el testimonio de un banquete, o de comidas reiteradas o habituales: estaríamos ante los restos de viandas ingeridas, lo que ofrecería datos de gran valor sobre el tipo de alimentación, el comercio e, incluso la estructura social: se podría averiguar qué se ingería, qué clase social ingería las viandas -los trozos "más sabrosos" denotarían, posiblemente, la existencia de clases o casas acomodadas- y, por fin, también pueden revelar la existencia de algún tipo de administración que gestionaba sacrificios y distribución de alimentos, cárnicos, en este caso.
Se puede también intuir cuántas personas eran necesarias para la manipulación y el transporte de la carne, obteniendo datos sobre la estructura social de la ciudad. Unos simples huesos revelan cómo se vivía, qué relaciones de poder se establecían y, quizá incluso, qué imagen se tenía de la vida, qué se esperaba de ella. El tipo y el tamaño de las estructuras arquitectónicas pueden, entonces, corroborar las hipótesis sobre la estructura y la vida social en una ciudad. Los huesos, las basuras son el testimonio que la vida se desarrollaba en las estructuras arquitectónicas. La vida se consume y produce, siempre deshechos. Éstos, durante mucho tiempo, no han querido verse.
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domingo, 12 de agosto de 2012
La caída del imperio de Ur III
El Imperio Acadio (2300-2150 aC) era demasiado extenso. El último soberano se había atrevido a compararse con los dioses. Este acto de impiedad solo podía pagarse con la muerte y la pérdida de su reino. La venganza celestial fue implacable: azuzó a una tribu, venida de las montañas, los Guti, que se precipitaron sobre las tierras bajas de Mesopotamia. Las ciudades, otrora independientes, se sublevaron. La capital del imperio, Acad, fue saqueada hasta tal punto que las ruinas, quizá cerca o incluso bajo la moderna ciudad de Bagdad, no se han desenterrado aún.
El gobierno de los Guti fue efímero. El rey de la ciudad de Lagash se levantó en armas y expulsó a los habitantes de las montañas, despreciados por los moradores urbanizados del llano. Pero fue la ciudad de Ur la que recobró el protagonismo. Sus reyes lograron recuperar los territorios sureños del imperio acadio. La lengua acadio dejó de ser utilizada en los textos escritos en favor del sumerio (una lengua, empero, que ya casi no se hablaba). Precisamente porque ya no era una lengua de uso diario fue escogida para poner por escrito todos los documentos. Éstos debían de ser difícilmente comprensibles; y, por tanto, esotéricos, dotados de un significado que debía parecer profundo puesto que no estaba al alcance de la mayoría.
La puesta por escrito de cuántos edictos, decisiones, transacciones se llevaban a cabo, institucionales o públicos, y privados, se ejecutaban o se pronunciaban, caracteriza el llamado Imperio de Ur III (2150-1990 aC). Decenas de miles de tablillas de arcilla escritas en cuneiforme han sido halladas. La mayoría son minuciosos documentos administrativos. Algunos estudiosos han afirmado que la caída de este nuevo y efímero imperio, a principios el segundo milenio aC, fue debido a los excesos de la burocracia. El imperio se ahogó en sus propios "papeles".
El Imperio de Ur III poseyó una organización política distinta a las que se habían dado anteriormente. El poder estaba en manos de un rey que, en alguna ocasión, también estuvo tentado de igualarse con los dioses, como el rey Shulgi. La economía estaba principalmente en manos públicas. Las actividades privadas no eran desconocidas ni estaban prohibidas, pero empalidecían ante las grandes obras públicas. El gobierno emprendió la construcción de grandes infraestructuras (desde vías de comunicación, hasta grandes santuarios, por ejemplo. Los célebres zigurats, pirámides escalonadas características de la arquitectura mesopotámicas, fueron edificados por vez primera en tiempos del Imperio de Ur III), financiadas por créditos privados (otorgados por algo parecido a bancos, que prestaban a intereses cada vez más elevados).
Las obras eran construidas por trabajadores cuyo nivel social disminuía en comparación con el de la corte y los grandes terratenientes prestamistas. Sin embargo, la corona trataba de ofrecer ayudas asistenciales a fin que la sociedad no se desmoronase (ayudas que podrían haber limado las voluntades empresariales privadas), lo que contribuyó al cada vez mayor endeudamiento del imperio.
La población aumentaba. Las exigencias en bienes de las ciudades (y, en particular, de los grandes santuarios) también. La tierra tenía que ser cultivada cada vez más intensivamente. La red de canales de regadío, hasta entonces casi innecesarios, se creó o se extendió. Pero las sales remontaban con los riegos incesantes. La tierra se empobreció.
Los préstamos no podían devolverse. Los intereses se multiplicaron. Las ayudas, sobre todo agrícolas, cesaron.
El Imperio de Ur III estalló.
Ocurrió hace cuatro mil años. El sur de Mesopotamia (hoy en Iraq) aún no ha levantado cabeza.
PS: Ni lo hará tras la devastación y el envenenamiento de la tierra y las aguas durante la última invasión.
El gobierno de los Guti fue efímero. El rey de la ciudad de Lagash se levantó en armas y expulsó a los habitantes de las montañas, despreciados por los moradores urbanizados del llano. Pero fue la ciudad de Ur la que recobró el protagonismo. Sus reyes lograron recuperar los territorios sureños del imperio acadio. La lengua acadio dejó de ser utilizada en los textos escritos en favor del sumerio (una lengua, empero, que ya casi no se hablaba). Precisamente porque ya no era una lengua de uso diario fue escogida para poner por escrito todos los documentos. Éstos debían de ser difícilmente comprensibles; y, por tanto, esotéricos, dotados de un significado que debía parecer profundo puesto que no estaba al alcance de la mayoría.
La puesta por escrito de cuántos edictos, decisiones, transacciones se llevaban a cabo, institucionales o públicos, y privados, se ejecutaban o se pronunciaban, caracteriza el llamado Imperio de Ur III (2150-1990 aC). Decenas de miles de tablillas de arcilla escritas en cuneiforme han sido halladas. La mayoría son minuciosos documentos administrativos. Algunos estudiosos han afirmado que la caída de este nuevo y efímero imperio, a principios el segundo milenio aC, fue debido a los excesos de la burocracia. El imperio se ahogó en sus propios "papeles".
El Imperio de Ur III poseyó una organización política distinta a las que se habían dado anteriormente. El poder estaba en manos de un rey que, en alguna ocasión, también estuvo tentado de igualarse con los dioses, como el rey Shulgi. La economía estaba principalmente en manos públicas. Las actividades privadas no eran desconocidas ni estaban prohibidas, pero empalidecían ante las grandes obras públicas. El gobierno emprendió la construcción de grandes infraestructuras (desde vías de comunicación, hasta grandes santuarios, por ejemplo. Los célebres zigurats, pirámides escalonadas características de la arquitectura mesopotámicas, fueron edificados por vez primera en tiempos del Imperio de Ur III), financiadas por créditos privados (otorgados por algo parecido a bancos, que prestaban a intereses cada vez más elevados).
Las obras eran construidas por trabajadores cuyo nivel social disminuía en comparación con el de la corte y los grandes terratenientes prestamistas. Sin embargo, la corona trataba de ofrecer ayudas asistenciales a fin que la sociedad no se desmoronase (ayudas que podrían haber limado las voluntades empresariales privadas), lo que contribuyó al cada vez mayor endeudamiento del imperio.
La población aumentaba. Las exigencias en bienes de las ciudades (y, en particular, de los grandes santuarios) también. La tierra tenía que ser cultivada cada vez más intensivamente. La red de canales de regadío, hasta entonces casi innecesarios, se creó o se extendió. Pero las sales remontaban con los riegos incesantes. La tierra se empobreció.
Los préstamos no podían devolverse. Los intereses se multiplicaron. Las ayudas, sobre todo agrícolas, cesaron.
El Imperio de Ur III estalló.
Ocurrió hace cuatro mil años. El sur de Mesopotamia (hoy en Iraq) aún no ha levantado cabeza.
PS: Ni lo hará tras la devastación y el envenenamiento de la tierra y las aguas durante la última invasión.
John Llewellyn Moxey (1925): The City of the Dead (o: Horror Hotel) (1960)
Tocho siempre con los clásicos
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sábado, 11 de agosto de 2012
El Anatsui (1944): Map of the World (2011) y otros mapas
Map of the World, 2011, 350x500 cm
Plot a Plan III, 2007
Plot a Plan II, 2007
Plot a Plan IV, 2007
Zebra Crossing, 2007
Zebra Crossing II, 2007
Contested Territory, 2012
Eco Map, 2010
Skyline, 2008
Garden Wall
Crumbling Wall, 2000
Three Continents, 2009
Nacido en Ghana en 1944, El Anatsui se dio a conocer a partir de principios del año 2000 con unas obras de gran tamaño relacionadas con la arquitectura: muros y mapas, tan grandes que pueden llegar a cubrir -a esconder- fachadas de edificios, museos en los que las obras se exponen (en las salas y al exterior, "exponiendo" lo que documentan), como ocurrió en el Altes NationalMuseum de Berlín, o la Fundación Fortuny en Venecia). Representan arquitecturas (proyectadas, construidas) y son, también, arquitecturas. El espesor de los mapas de Anatsui los dota de la condición de muros, o de murallas.
Las obras están realizadas con materiales de deshecho; alambras, envoltorios de papel y, sobre todo, toda clase de tapones de botella, principalmente de bebidas alcohólicas. Éstas fueron introducidas en África central durante el periodo colonial europeo. En ocasiones, los tapones de colores eran intercambiados por materias preciosas (piedras, metales). Los mapas "documentan· la extensión del daño traído y, al mismo tiempo, lo reparan en parte. Muestran lo que debería quedar escondido, de manera "ordenada". El horror subyace, y se transfigura. Los muros construyen y dividen. Se derrumban mientras brillan. Los mapas muestra los territorios dominados, cubiertos de deshechos. Pero los mapas introducen un orden que los tapones niegan, pese a su uniformidad.
El Muro del Jardín, seleccionado por el estudio de arquitectura japonés Sanaa para una reciente exposición sobre arte y arquitectura (Architectural Environments for Tomorrow: New Spatial Practices in Architecture and Art, MOT. Museum of Contemporary Art, Tokyo, 2011), muestra un paramento cubierto de vegetación. Ésta se compone, nuevamente, de objetos reciclados: entes artificiales.
Las obras evocan un mundo, originariamente "natural" (la selva, admirada -y temida-, al menos en el imaginario occidental), que solo se puede recrear artera, artística, artificialmente. Los residuos ya son (la) naturaleza. Pero, sin que pierdan su condición de deshecho, recomponen una ilusión de paraíso.
Las obras, fruto de una exhaustiva labor artesana, muestran cómo la mano restituye lo que la mano ha destruido, aunque la restitución es una ficción, más brillante que la naturaleza originaria; desde luego, es lo único que queda o puede ser.
Comentario relacionado con la extraordinaria muestra Cartografías modernas, de Helena Tatay, en Caixaforum de Barcelona
Para "documentar" las doscientas mil entradas, hoy, gracias a todos los lectores y comentaristas.
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viernes, 10 de agosto de 2012
Barry J. C. Purves: Plume (2011)
Plume (de Barry Purves) por ArkeliosGM
Del maestro británico de la animación con marionetas Barry Purves
Arqueología en Siria en peligro (Terqa)
Fotos: Tocho, octubre-noviembre 2009
El yacimiento arqueológico de Terqa (Siria) corresponde al de una ciudad fluvial mesopotámica, capital de un pequeño reino vecino del de Mari, influenciado por la cultura sumeria en el tercer milenio, que controlaba el tráfico de mercancías por el río Éufrates. La ciudad existía en el tercer milenio aC y duró hasta el primer milenio (hoy hasta hoy en día, pues un pueblo, llamado precisamente Tell Ashara, corona el tell). En 2009, se halló una tumba con tres cámaras abovedadas, sin duda de un notable -un gigante, de origen asiático, enterrado con su esposa-, junto a un ajuar funerario que incluía una lanza -un testimonio de su rango-, datada quizá del cuatro milenio aC, lo que indicaría la importancia de Terqa en los inicios mismos de la cultura sumeria que estaba situada mucho más al sur (en el delta del Tigris y el Éufrates, en Iraq). Al perder su independencia, en el segundo milenio, Terqa se convirtió en una ciudad babilónica. En el primer milenio jugaba aún un papel importante en el imperio neo-asirio (se ha hallado un relieve importante). El dios principal era Dagan, un dios cananeo-babilónico de la fertilidad, dios de las cereales, quizá en forma de pez, lo que acentuaría su importancia como divinidad que traía la abundancia (propia de las aguas). Esta divinidad protegía ciudades relevantes.
Destacan las murallas, alguna casa (en la que se han hallado tablillas escritas) y varios templos aun bien conservados.
Terqa se halla sobre un tell que vierte sobre el río. Los distintos niveles de ocupación, desde la Edad de Bronce hasta la Edad de Hierro, se disponen formando un montículo de unos veinte metros de altura. En la parte alta su ubica el moderno pueblo de Ashara, por lo que la excavación principal ocupa una gran área del centro del pueblo, formando un pozo de unos veinte metros de alto por unos cincuenta de diámetro. Las casas actuales dan a este pozo, con gran disgusto de una parte de la población 8que no recibe nada a cambio ni puede crecer), que vierte toda clase de basura mientras se excava y hace sonar la radio de coches a todo volumen para dificultar o impedir la comunicación de los arqueólogos. El yacimiento, empero, ocupa un espacio público que pertenece al gobierno sirio, que lo cede -o lo cedía- primeramente a una misión norteamericana, expulsada por la "indecencia" de sus miembros -Ashara es un pueblo dominado por el integrismo suní, del que, desde 2007, partían un buen número de suicidas-bomba hacia la vecina Iraq,. cuya frontera se halla a unos setenta quilómetros- y, posteriormente, a una misión francesa dirigida por Olivier Rouault.
La misión se interrumpió en 2010. Ya desde hacía dos años, el gobierno sirio empezó a controlar los trabajadores sirios eventuales, temiendo una población cada vez más reacia a los extranjeros y al propio gobierno.
El yacimiento ha sido saqueado por el ejército sirio a finales del año pasado. Otros yacimientos cercanos, incluso alguno en el que los restos habían sido reconstruidos, han sufrido igual suerte.
Sin embargo, los acontecimientos no eran totalmente imprevisibles. El gobierno sirio, asentado en Damasco, controlaba mal esta región fronteriza. Las ingentes ayudas se perdían. El pueblo estaba en manos de clanes. El director del Museo de la cercana Deir-Es Zor, en el que se depositaban los hallazgos, se halla -o se hallaba- en la cárcel por corrupción. Piezas del museo desaparecían.
La vida en Ashara era, en ocasiones, difícil para los extranjeros. Una de las responsables de la misión sufrió un intento de violación. Se recomendaba no salir de noche por el pueblo, no acudir nunca al yacimiento por la tarde, solo. La tensión hacia los extranjeros era patente a veces. Una vez al menos, puñales fueron mostrados de manera amenazadora simulando una degollación. Los habituales disparos al aire en bodas ponían a los arqueólogos en alerta. Los bombardeos norteamericanos en el vecino pueblo fronterizo de Abu Kemal, en 2007, que ocasionó numerosos muertos, contribuyó al creciente aire enrarecido.
Si Damasco, Alepo y, en general, ciudades sureñas como Bosra (al parecer, devastada o destruida hoy) florecían, los pueblos del valle del Éufrates -salvo la próspera Deir es-Zor, convertida en una ciudad cada vez mejor urbanizada- vivían en otra época, parcialmente fuera del control del gobierno, cuyas ayudas desaparecían.
La pérdida de Terqa significa la desaparición de una de las primeras ciudades de la historia, la historia de todos.
lunes, 6 de agosto de 2012
Magia y arquitectura: los cuencos para encantamientos ("Incantation Bowls) en el Próximo Oriente antiguo
Un tipo de objeto menor, raramente expuesto -pero fascinante-, del que existe un buen número de ejemplares en las reservas de los museos, es el llamado cuenco para encantamientos. Son piezas cerámicas muy sencillas, de pequeñas dimensiones (como el de un tazón individual),fabricadas con un torno, o con un molde. Fueron realizados en el Próximo Oriente tardío, antes de la invasión árabe, sobre todo en Babilonia. Fueron propios de la religión pagana sasánida (deudora de la religión babilónica), pero también judía (en los medios judíos en Babilonia) y cristiana, entre los siglos segundo y octavo dC. Eran útiles propios del ámbito doméstico. El interior de los cuencos estaba cubierto con maldiciones, en arameo, pero también en hebreo. Éstas se escribían habitualmente formando una espiral continua. Las cuencos eran depositados, girados hacia el suelo, en las esquinas de las estancias, especialmente de aquéllas que eran utilizadas como alcobas. Los malos espíritus, los demonios, que acechan hogares y familias y se cuelan por las rendijas en las esquinas, quedaban detenidos por las maldiciones y enredados por la vertiginosa trama laberíntica trazada por los encantamientos escritos. En ocasiones, se disponían varios cuencos, siempre vueltos hacia el suelo. Cáscaras de huevo rotas y huesos de deslizaban entre los cuencos para "alimentar" a los espectros, que "morían" al ingerir lo contrario de lo que originaba la vida: el huevo cósmico. Los cuencos, usados habitualmente en la alimentación diaria, "alimentaban", en este caso, a los demonios, con lo que les mantenía alejados de la vida: su propia sustancia mortal. El recurso a esquemas laberínticos para proteger el espacio doméstico no era extraño. La entrada de numerosas villas romanas se ornaba con un mosaico con un motivo de un laberinto. Éste evitaba la entrada de los espíritus nocivos o procedentes del infra-mundo. En el caso de los cuencos con encantamientos, aquéllos quedaban retenidos por las trampas del texto y encerrados en los cuencos. Aun hoy en día la mirada divaga por entre las fórmulas a veces enigmáticas que penetran en lo hondo de los vasijas.
domingo, 5 de agosto de 2012
Alan Smith & Adam Foulkes: This Way Up (Por aquí) (2008)
Seleccionado para los Premios Oscar de animación 2009.
Adecuado para los tiempos que corren.
Seed Salem (1984): Neon Gods (2012)
"These neon kiosks are a symbol of Jeddah ... they are iconic and you only find them in this city. They are the only places open really late...2am...4am...selling Madinah mint tea and everything else: cigarettes, noodles, swimming goggles, popcorn, prayer mats ... Everything you want. It is like a mini hypermarket. To me, they symbolise both the old Arabic culture: a place to meet and talk; as well as something very futuristic. An intense ball of consumer energy."
Foto perteneciente a la serie Neonland, desarrollada por este fotógrafo yemení, dedicado tanto a la fotografía publicitaria, de encargo, como a proyectos personales como éste.
sábado, 4 de agosto de 2012
Vida doméstica (hombres y mujeres, según el Sagrado Corán, 4:34)
"Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Alá manda que cuiden. ¡Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen!, ¡dejadlas solas en el lecho!, ¡pegadles!" (Corán, azora An Nissâ 4:34)
La falta que se corrige con un golpe es la de la seducción de otro hombre. El golpe tiene que practicarse sin dejar marcas físicas, por ejemplo utilizando un elemento adecuado. Cesa cuando la mujer se ha corregido.
Pero antes, hay que probar de desterrarlas del lecho para ver si rectifican.
Debo a una mujer iraquí el conocimiento de este instructivo consejo.
Dios es grande; compasivo, misericordioso.
La falta que se corrige con un golpe es la de la seducción de otro hombre. El golpe tiene que practicarse sin dejar marcas físicas, por ejemplo utilizando un elemento adecuado. Cesa cuando la mujer se ha corregido.
Pero antes, hay que probar de desterrarlas del lecho para ver si rectifican.
Debo a una mujer iraquí el conocimiento de este instructivo consejo.
Dios es grande; compasivo, misericordioso.
Xaver Xylophon (1986): Bangalore Rickshaw (2011)
FOR HIRE! – BANGALORE RICKSHAW from Xaver Xylophon on Vimeo.
Sobre este artista, véase su página web: http://xaverxylophon.de/
viernes, 3 de agosto de 2012
Los dioses de la casa sumerios
Las viviendas sumerias se construían con ladrillos de adobe sin cocer. Pese al grosor de los muros, las violentas lluvias anuales, junto con las aguas freáticas absorbidas por la tierra, dañaban seriamente la estructura. El mantenimiento tenía que ser constante, lo que no impedía que se derrumbaran a los pocos años de la edificación.
Sin embargo, las casas eran construidas y reconstruidas, una y otra vez, en el mismo lugar. Éste no era visto como un espacio maldito, ni la destrucción inevitable una hecatombe. Las viviendas se derrumbaban. Pero tenían que levantarse de nuevo, en el mismo lugar, y del mismo modo.
Las viviendas tenían sus dioses protectores. Éstos eran de dos tipos: los dioses superiores, que acogían las casas bajo su manto protector, pero que no moraban en ellas, y unas divinidades íntimamente ligadas al espacio interior. Éstas no podían ser molestadas. El llanto de un bebé las podía despertar. Era necesario actuar, moverse con cuidado. Pues las divinidades del hogar garantizaban la supervivencia de la casa; es decir, no de las estructuras, que siempre podían ser restauradas y construidas de nueva, sino del linaje, de la "casa" que moraba en la casa.
Estos dioses, que gustaban de comer, descansar, dormir en la vivienda, habían estado siempre allí. La casa era su morada perenne. Se trataba, sin duda, de los antepasados, cuyo espíritu, probablemente, se "encarnaba" en el padre de familia. Los antepassados -los padres de familia- se enterraban debajo de las viviendas. Dormían tan cerca de los vivos que éstos tenían que cuida de no molestarlos. De tanto en tanto, estos "dioses" -que no eran humanos divinizados, propiamente, sino humanos que alcanzaban otra vida, dioses menores o mediadores entre los vivos y los muertos o los verdaderos dioses, como se desprende de himnos babilónicos-, reclamaban la presencia del actual padre de familia, que fallecía, y pasaba a formar parte del coro de ancestros que, de algún modo, seguían vivos: una vida aletargada, ciertamente, pues pasaban la mayor parte del tiempo dormitando, lo que no les impedía velar por la, su "casa". Eran las raíces, los cimientos de la familia. Se les rendía culto, se les alimentaba y, muy posiblemente, la creencia en lo sobrenatural no se dirigía hacia los grandes dioses celestiales, lejanos y quizá en parte desconocidos, sino hacia estas figuras que testimoniaban -eran el testimonio veraz- que los humanos estaban íntimamente unidos a un espacio acotado; que éste los convertía en humanos a parte entera, que no se desvanecían, como aquéllos que habían perdido su hogar. Éste era el lugar en el que humanos del presente y del pasado, humanos y "dioses" se encontraban.
Sin embargo, las casas eran construidas y reconstruidas, una y otra vez, en el mismo lugar. Éste no era visto como un espacio maldito, ni la destrucción inevitable una hecatombe. Las viviendas se derrumbaban. Pero tenían que levantarse de nuevo, en el mismo lugar, y del mismo modo.
Las viviendas tenían sus dioses protectores. Éstos eran de dos tipos: los dioses superiores, que acogían las casas bajo su manto protector, pero que no moraban en ellas, y unas divinidades íntimamente ligadas al espacio interior. Éstas no podían ser molestadas. El llanto de un bebé las podía despertar. Era necesario actuar, moverse con cuidado. Pues las divinidades del hogar garantizaban la supervivencia de la casa; es decir, no de las estructuras, que siempre podían ser restauradas y construidas de nueva, sino del linaje, de la "casa" que moraba en la casa.
Estos dioses, que gustaban de comer, descansar, dormir en la vivienda, habían estado siempre allí. La casa era su morada perenne. Se trataba, sin duda, de los antepasados, cuyo espíritu, probablemente, se "encarnaba" en el padre de familia. Los antepassados -los padres de familia- se enterraban debajo de las viviendas. Dormían tan cerca de los vivos que éstos tenían que cuida de no molestarlos. De tanto en tanto, estos "dioses" -que no eran humanos divinizados, propiamente, sino humanos que alcanzaban otra vida, dioses menores o mediadores entre los vivos y los muertos o los verdaderos dioses, como se desprende de himnos babilónicos-, reclamaban la presencia del actual padre de familia, que fallecía, y pasaba a formar parte del coro de ancestros que, de algún modo, seguían vivos: una vida aletargada, ciertamente, pues pasaban la mayor parte del tiempo dormitando, lo que no les impedía velar por la, su "casa". Eran las raíces, los cimientos de la familia. Se les rendía culto, se les alimentaba y, muy posiblemente, la creencia en lo sobrenatural no se dirigía hacia los grandes dioses celestiales, lejanos y quizá en parte desconocidos, sino hacia estas figuras que testimoniaban -eran el testimonio veraz- que los humanos estaban íntimamente unidos a un espacio acotado; que éste los convertía en humanos a parte entera, que no se desvanecían, como aquéllos que habían perdido su hogar. Éste era el lugar en el que humanos del presente y del pasado, humanos y "dioses" se encontraban.
domingo, 29 de julio de 2012
Els Surfin´ Sirles / Joan Colomo: Anunnakis (2011)
Anunnaki es el nombre colectivo de los dioses superiores, hijos del Cielo (Anu) y la Tierra (Ki), en la mitología babilónica. Se oponían a los Igigi, divinidades primordiales anteriores en forma de pez que vivían en las aguas de los inicios, es decir en el vientre de Nammu, la diosa de las marismas, llamadas Abzu (Aguas de la Sabiduría, o de la Vida). Los Annunaki, por el contrario, ya eran antropomórficos. Para los devotos en religión marciana, los hombrecitos verdes son los antiguos Anunnaki.
Mitología mesopotámica: El diluvio
Tras haber sido modelados por el dios Enki, o haber brotado de la tierra, los humanos se multiplicaron. El ruido, o mejor dicho, la vibración que producían, ascendía y penetraba en las estancias celestiales donde dormitaban los dioses superiores. Este rumor era semejante al de las olas del mar: iba y venía, crecía y disminuía rítmicamente; pero no cesaba nunca. Era también idéntico al de la pulsión, o el ritmo de la tierra.
Los humanos vivían en comunión con la naturaleza. Habían sido compuestos con agua y arcilla, los elementos básicos que constituían las entrañas de la diosa-madre, mitad terestre, mitad acuosa, la diosa de las marismas, el espacio primigenio. Crecieron en el vientre de ésta, que los alumbró. La íntima relación de los humanos con la tierra que los había acunado, y con la que vivían en comunión, no sorprendía.
Bien lo sabían los dioses celestiales. Esta armonía entre la tierra y sus hijos irritaba al cielo. Por eso, An, el dios del cielo, y Enlil, el dios de las tormentas, decidieron romper este ligamen, el cordón ombilical que unía los humanos al vientre de la tierra. Lanzaron un diluvio, con gran dolor de la diosa-madre.
Todos los humanos se disolvieron, salvo uno, Utnapishtim, a quien el dios Enki pudo aconsejar cómo escapar de la disolución: construyento un arca estanca en la que guarecerse cuando el cielo se abatiera sobre la tierra.
Cuando cesó el diluvio, y la tierra pudo ser repoblada, el orden antediluviano cambió para siempre. Los hombres empezaron a honrar a los dioses celestiales, construyeron ciudades y parcelaron la tierra. Los monarcas tomaron a los dioses como modelos. Rompieron con su madre para adorar al padre celestial.
La diosa-madre nunca se recuperó de este golpe.
Los humanos vivían en comunión con la naturaleza. Habían sido compuestos con agua y arcilla, los elementos básicos que constituían las entrañas de la diosa-madre, mitad terestre, mitad acuosa, la diosa de las marismas, el espacio primigenio. Crecieron en el vientre de ésta, que los alumbró. La íntima relación de los humanos con la tierra que los había acunado, y con la que vivían en comunión, no sorprendía.
Bien lo sabían los dioses celestiales. Esta armonía entre la tierra y sus hijos irritaba al cielo. Por eso, An, el dios del cielo, y Enlil, el dios de las tormentas, decidieron romper este ligamen, el cordón ombilical que unía los humanos al vientre de la tierra. Lanzaron un diluvio, con gran dolor de la diosa-madre.
Todos los humanos se disolvieron, salvo uno, Utnapishtim, a quien el dios Enki pudo aconsejar cómo escapar de la disolución: construyento un arca estanca en la que guarecerse cuando el cielo se abatiera sobre la tierra.
Cuando cesó el diluvio, y la tierra pudo ser repoblada, el orden antediluviano cambió para siempre. Los hombres empezaron a honrar a los dioses celestiales, construyeron ciudades y parcelaron la tierra. Los monarcas tomaron a los dioses como modelos. Rompieron con su madre para adorar al padre celestial.
La diosa-madre nunca se recuperó de este golpe.
sábado, 28 de julio de 2012
Breve historia de la religión
La palabra religión viene del verbo latino religare: unión, atar, amarrar. La religión es la práctica que une lo mundano con lo ultramundano, lo humano y lo divino; que encadena los hombres a los dioses, y pone a éstos al servicio de las necesidades de los hombres.
La religión conlleva una manipulación del mundo ultraterreno. Mediante pregarias y ofrendas se trata de interceder ante los dioses. Se les suplica, se intenta comprar su voluntad, a fin que tuerzan el hado funesto, desvíen o aparten el mal, o, por el contrario, lo hagan caer sobre nuestros enemigos. La religión implica un trato, una negociación, un trueque. A cambio de alimentos, los dioses se preocupan de los hombres. Como en toda transacción comercial, emocional, hay una parte de chantaje. La zalamería, y las lágrimas son de recibo. Se trata de utilizar todos los subterfugios posibles para obtener determinados fines, para lograr lo que se persigue.
La religión apareció con la ciudad, hacia el quinto milenio aC, en Mesopotamia. Antes, y a partir de finales del primer milenio aC, la religión no existía y desapareció.
Existían chamanes, magos o adivinos en el neolítico, antes de las ciudades. Éstos tenían la capacidad de averiguar lo que las potencias habían decidido. Pero no podían, ni habían pensado en torcer voluntades. El mundo ultraterreno, celestial e infernal, no era sometido a alteración alguna. La fuerza y la misión del chamán era anunciar a los humanos lo que iba a acontecer antes de que ocurriera. Pero no habrían querido ni podido evitar lo que ocurriría. Informaban, mas no manipulaban. por eso, el sacrificio, el ritual era inútil, inexistente. No era posible, concebible negociación alguna. Los hombres no trataban con las potencias sobrehumanas. Estaban sometidos a ellas y, sin duda, las admiraban o las temían: Pero no se sentían capaces de oponerse a ellas.
A mediados del primer milenio aC, la religión, tal como quedó instituída en la Edad de Bronce, entró en crisis. Los deseos y voluntades de los dioses no podían ser alterados. Lo que contaba era la Ley. En la cultura hebrea, y ya antes, en la amorrita, los dioses escogían a su pueblo. El futuro de éste estaba decidido de antemano., Mientras éste siguiera los edictos de la Ley, nada le ocurriría. Mejor dicho, sabía de antemano qué iba a acontecer, y los acontecimientos, determinados, iban en favor de la vida del pueblo. Éste era el pueblo "elegido": los dioses lo favorecían. El bien, y una serie de valores, debían presidir las conductas humanas: valores que sin duda ya existían también en el platonismo. Los males no eran una consecuencia de un cambio de humor de los dioses. Éstos ya habían anunciado a los hombres, a su pueblo, qué tenían que hacer: cuáles eran las acciones qué debían emprender, qué fines debían perseguir. Si el mal se abatía era porque el pueblo había faltado a la Ley. En este caso, la venganza divina era inevitable, incuestionable. Nada se podía hacer.
Esta concepción de las relaciones entre lo humano y lo divino sufrió una última mutación con el cristianismo ( y posiblemente el budismo), aunque ya fue anunciada por las religiones mistéricas orientales. Las diferencias entre hombres y dioses se abolieron. De algún modo, se puso fin a la religión. El cristianismo no es una religión: es una no-religión, pues presupone que hombres y dioses son iguales. La mediación no es necesaria, no tiene sentido, pues ambos bandos son idénticos. Los dioses no son superiores a los hombres. Los dioses no son dioses ni los humanos humanos. La ley tampoco se aplica. De hecho, Cristo abolió la ley. Vino para abolirla. Ésta ya no era necesaria. Los hombres podían tomar las decisiones que les convenían. La sabiduría les había sido inculcada. El espíritu les alumbraba.
Cristo se hizo hombre. Conoció la suerte de los mortales. Su acción tuvo una consecuencia que cambió la vida. Al asumir la muerte, liberó a los humanos de ésta. El dios se hizo hombre, y los humanos, al dejar de estar sometidos a la muerte, se volvieron inmortales. La vida eterna dejaba de ser una promesa. Ésta ya no se conseguía en el mundo ultramundano sino en la tierra. La edad beatífica, a la que se aspiraba si se seguía la Ley, ya no era una meta anhelada, sino que quedaba instaurada en la tierra. La divinidad había morado entre los hombres, se había convertido en un humano, y su presencia, su testimonio seguía entre los hombres. Ya no cabía esperar tiempos venideros con los dioses. Éstos estaban entre los hombres; eran hombres. Y, por tanto, los hombres eran como los dioses, eran dioses. La muerte ya no marcaba la diferencia entre los mortales y los inmortales. Los humanos ya no estaban sometidos a la muerte. El poder de ésta había desaparecido. Ya no llevaba a la nada. Con la resurrección de los cuerpos y las almas, se demostraba que la muerte no alteraba nada: no tenía poder alguno. La vida proseguía idéntica a sí misma.
Pero ocurre que para el poeta latino Cátulo, religare significaba también deshacer nudos. El cristianismo -y el islam- sí serían religiones, pues habrían roto las ataduras entre hombres y dioses. La religión sería libertadora. los hombres habrían alcanzado la plenitud, la vida plena, no sometida a restricción alguna, gracias a la religión. Las cadenas, físicas y emocionales, habrían quedado abolidas. Los ligámenes ya no serían necesarios. Habrían perdido poder y sentido. Los hombres ya no serían niños que necesitaran ser guiados por una cuerda.
Queda plantearse si este hecho, ineludible, ha sido beneficioso. O quizá sea mejor no planteárselo. No se puede.
Nota: resumen de un diálogo con Maria-Grazia Masetti-Rouault, en su casa de campo, a quien agradezco sus lúcidas y agudas observaciones.
La religión conlleva una manipulación del mundo ultraterreno. Mediante pregarias y ofrendas se trata de interceder ante los dioses. Se les suplica, se intenta comprar su voluntad, a fin que tuerzan el hado funesto, desvíen o aparten el mal, o, por el contrario, lo hagan caer sobre nuestros enemigos. La religión implica un trato, una negociación, un trueque. A cambio de alimentos, los dioses se preocupan de los hombres. Como en toda transacción comercial, emocional, hay una parte de chantaje. La zalamería, y las lágrimas son de recibo. Se trata de utilizar todos los subterfugios posibles para obtener determinados fines, para lograr lo que se persigue.
La religión apareció con la ciudad, hacia el quinto milenio aC, en Mesopotamia. Antes, y a partir de finales del primer milenio aC, la religión no existía y desapareció.
Existían chamanes, magos o adivinos en el neolítico, antes de las ciudades. Éstos tenían la capacidad de averiguar lo que las potencias habían decidido. Pero no podían, ni habían pensado en torcer voluntades. El mundo ultraterreno, celestial e infernal, no era sometido a alteración alguna. La fuerza y la misión del chamán era anunciar a los humanos lo que iba a acontecer antes de que ocurriera. Pero no habrían querido ni podido evitar lo que ocurriría. Informaban, mas no manipulaban. por eso, el sacrificio, el ritual era inútil, inexistente. No era posible, concebible negociación alguna. Los hombres no trataban con las potencias sobrehumanas. Estaban sometidos a ellas y, sin duda, las admiraban o las temían: Pero no se sentían capaces de oponerse a ellas.
A mediados del primer milenio aC, la religión, tal como quedó instituída en la Edad de Bronce, entró en crisis. Los deseos y voluntades de los dioses no podían ser alterados. Lo que contaba era la Ley. En la cultura hebrea, y ya antes, en la amorrita, los dioses escogían a su pueblo. El futuro de éste estaba decidido de antemano., Mientras éste siguiera los edictos de la Ley, nada le ocurriría. Mejor dicho, sabía de antemano qué iba a acontecer, y los acontecimientos, determinados, iban en favor de la vida del pueblo. Éste era el pueblo "elegido": los dioses lo favorecían. El bien, y una serie de valores, debían presidir las conductas humanas: valores que sin duda ya existían también en el platonismo. Los males no eran una consecuencia de un cambio de humor de los dioses. Éstos ya habían anunciado a los hombres, a su pueblo, qué tenían que hacer: cuáles eran las acciones qué debían emprender, qué fines debían perseguir. Si el mal se abatía era porque el pueblo había faltado a la Ley. En este caso, la venganza divina era inevitable, incuestionable. Nada se podía hacer.
Esta concepción de las relaciones entre lo humano y lo divino sufrió una última mutación con el cristianismo ( y posiblemente el budismo), aunque ya fue anunciada por las religiones mistéricas orientales. Las diferencias entre hombres y dioses se abolieron. De algún modo, se puso fin a la religión. El cristianismo no es una religión: es una no-religión, pues presupone que hombres y dioses son iguales. La mediación no es necesaria, no tiene sentido, pues ambos bandos son idénticos. Los dioses no son superiores a los hombres. Los dioses no son dioses ni los humanos humanos. La ley tampoco se aplica. De hecho, Cristo abolió la ley. Vino para abolirla. Ésta ya no era necesaria. Los hombres podían tomar las decisiones que les convenían. La sabiduría les había sido inculcada. El espíritu les alumbraba.
Cristo se hizo hombre. Conoció la suerte de los mortales. Su acción tuvo una consecuencia que cambió la vida. Al asumir la muerte, liberó a los humanos de ésta. El dios se hizo hombre, y los humanos, al dejar de estar sometidos a la muerte, se volvieron inmortales. La vida eterna dejaba de ser una promesa. Ésta ya no se conseguía en el mundo ultramundano sino en la tierra. La edad beatífica, a la que se aspiraba si se seguía la Ley, ya no era una meta anhelada, sino que quedaba instaurada en la tierra. La divinidad había morado entre los hombres, se había convertido en un humano, y su presencia, su testimonio seguía entre los hombres. Ya no cabía esperar tiempos venideros con los dioses. Éstos estaban entre los hombres; eran hombres. Y, por tanto, los hombres eran como los dioses, eran dioses. La muerte ya no marcaba la diferencia entre los mortales y los inmortales. Los humanos ya no estaban sometidos a la muerte. El poder de ésta había desaparecido. Ya no llevaba a la nada. Con la resurrección de los cuerpos y las almas, se demostraba que la muerte no alteraba nada: no tenía poder alguno. La vida proseguía idéntica a sí misma.
Pero ocurre que para el poeta latino Cátulo, religare significaba también deshacer nudos. El cristianismo -y el islam- sí serían religiones, pues habrían roto las ataduras entre hombres y dioses. La religión sería libertadora. los hombres habrían alcanzado la plenitud, la vida plena, no sometida a restricción alguna, gracias a la religión. Las cadenas, físicas y emocionales, habrían quedado abolidas. Los ligámenes ya no serían necesarios. Habrían perdido poder y sentido. Los hombres ya no serían niños que necesitaran ser guiados por una cuerda.
Queda plantearse si este hecho, ineludible, ha sido beneficioso. O quizá sea mejor no planteárselo. No se puede.
Nota: resumen de un diálogo con Maria-Grazia Masetti-Rouault, en su casa de campo, a quien agradezco sus lúcidas y agudas observaciones.
jueves, 26 de julio de 2012
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