Miquel Navarro: Sota la lluna
Miquel Navarro: Solar II
Nota: Reseña inicial sobre las esculturas de temática urbana de Miquel Navarro para el catálogo del IVAM
La ciudad bajo la luna, frente a la ciudad solar: dos extensos grupos escultóricos de Miguel Navarro que muestran –o son- ciudades bajo la luz.
Sota la lluna (1987), forjada con un metal plateado –o plomizo-, se compone de una serie de monolitos de formas irregulares verticales y de diversas alturas, dispuestos desordenadamente a los pies de una pieza central mucho más alta. Los perfiles se alzan y se estrechan; algunos son rectos, otros se hinchan levemente, se inclinan o se disponen de forma escalonada. Solo los remates (romos, escalonados, inclinados, vaciados) personalizan los elementos, y desdibujan, como los terrados de los bloques, invisibles desde abajo, que introducen la fantasía y la libertad coartada a la altura de la calle. Todos empalidecen y empequeñecen ante la altura de un elemento descomunal, compuesto por dos elementos, un paralelepípedo coronado por un estrecho cilindro que se inclina para soportar a un objeto cuyo alzado principal tiene el perfil de una semi-circunferencia.
Solar II (1996) se asemeja también a una (maqueta) de ciudad contemporánea (la ciudad norteamericana –o china, recientemente-, o el sueño europeo de una ciudad moderna) . Se trata igualmente de una obra escultórica de gran tamaño creada para ser dispuesta directamente sobre el suelo. El color sigue siendo frío, pero el sol impone un orden y cincela las formas de un modo que la desvaída luna no puede hacer: tres grandes bloques, más altos, más anchos, más gruesos, a cuyos pies, piezas diminutas se disponen en fila india, cuadrícula o falange, como si formaran o desfilaran bajo la atenta presencia de los altos prismas convertidas en faros o guardianes. La ciudad adquiere un aire militar. Los grupos están perfectamente definidos; cada elemento, idéntico a los otros que forman parte de su centuria (la cual dibuja agrupaciones cuadradas o rectangulares, como los asientos de un teatro), está a igual distancia de los que tiene delante, detrás y a los lados. El sol que todo lo ve no tolera la menor desviación, quiebro alguno.
Las ciudades parecen vacías; en todo caso, solo parecen habitarlas vehículos mecánicos (Fluido en la urbe, 2003). Pero como explica el mismo artista, el ser humano está presente, aunque de forma latente o, mejor dicho, encarnado en los monolitos: éstos no son sino la petrificación de cuerpos humanos, siempre erectos, cuya articulación de los miembros y el tronco –que dibujan los tres directrices principales con las que el espacio se crea y se ordena, lo que permite que el ser humano se oriente y se asiente- constituye el razón por la que Miguel Navarro se interesa por el cuerpo en tanto que organismo, y por la ciudad compuesta de cuerpos bien formados. Las “ciudades” como “los cuerpos” de Miguel Navarro, que constituyen la mayor parte de sus obras dibujadas, pintadas y esculpidas, son variaciones sobre un mismo tema: el cuerpo (humano, urbano) como un organismo dispuesto para entrar en contacto (mediante la lucha o la unión) con los demás.
Todas las obras: Colección IVAM, Valencia