jueves, 26 de septiembre de 2013

Mucho ruido...

El fascinante vocabulario del arte contemporáneo:

"L'objectiu del taller d'espacialització multifocal es la familiarització dels assistents amb eines conceptuals i tecnològiques capaces de convertir l'audició dels productes musicals i d'art sonor en una experiència comparable amb l'audició del mont que ens envolta."

Taller d'espacialització multifocal de so.
Impartit i concebut per Orquestra del Caos
Professors : Lina Bautista, Josep Manuel Berenguer, Medín Peirón, Jordi Salvadó
Hangar. Passatge del Marquès de Santa Isabel, 40. Can Ricart. Barcelona
2 i 3 de Novembre de 2013

¿Quien resiste a la "espacialización multifocal" o lo que fuere? 


MARK EITZEL (1959): I LIVE IN THIS PLACE (VIVO EN ESTE LUGAR, 2009)

La casa de la filosofía (Penélope, o de la filosofía)

¡Por qué decimos "la" filosofía, "la" sabiduría, "la" poesía? ¿Por qué el género femenino? ¿Acaso este género es digno de las altas tareas enunciadas?

El género femenino de estas palabras no se encuentra solo en las lenguas latinas. También existe en griego. Viene del griego antiguo.

La divinidad principal o ancestral en la Grecia antigua no era Zeus (Padre de los dioses) ni Urano (el Cielo), sino Gaia (la Tierra), una diosa-madre. El poder de Hera no empalidecía ante el de Zeus, su esposa. Aconsejada por la embrujadora Afrodita, los sortilegios de Hera eran temibles. Nadie osaba enfrentarse a esta diosa. Por otra parte, Afrodita, Artemisia (diosa de los límites) y Atenea (diosa del Ática, tras vencer a Poseidón, el dios de los mares) eran divinidades principales, duchas en artes tan distintas como la seducción, la creación artística y la guerra. Estaban al mismo nivel que dioses como Apolo (Artemisia era su hermana gemela), Hermes o Ares, por ejemplo.

Pero es cierto que la suerte y el estatuto de las divinidades no tenía porqué corresponder con los de los héroes y menos con los de los seres humanos.
Así, lo que los mitos cuentan acerca de las mujeres se aproxima más a la condición femenina en la Grecia antigua. La primera mujer -no existe ningún mito acerca del primer ser humano ni del primer varón- fue un autómata, obra del trabajo conjunto de Atenea, Hefesto y Prometeo, considerado un regalo envenenado entregado a los humanos (o a los varones), toda vez que el encanto de Pandora (que significa todos los dones) era tal que los humanos aceptaron de buen grado el regalo que Pandora portaba: una caja, que se podía abrir fácilmente, en la que se hallaban todos los males. La innata curiosidad humana facilitó la venganza de Zeus, pues Pandora era, en efecto, un castigo -o la ejecutora del castigo divino- que Zeus impuso a los humanos por haber aceptado el fuego que Prometeo, tras haberlo robado de la forja de Hefesto, o del carro del Sol, les entregó a fin que pudieran sobrevivir en tierra inmisericorde.
La satírica, larga e insistente comparación entre la mujer y el mono (entre otros animales), de Semónides (un poeta del s. V aC), refleja bien la suerte de la mujer. No tenía cabida en el espacio público de la ciudad. Su lugar era el gineceo, en lo hondo de los hogares, a menos que fuera una hetaira -una "animadora" en los simposios sociales, en viviendas o espacios públicos, a los que solo podían asistir varones.

El modelo de mujer adaptada al encierro doméstico era Penélope. Pasaba el tiempo tejiendo, aguardando el regreso victorioso de su esposo  Odiseo (o Ulises) de la guerra de Troya, mientras resistía los avances de los pretendientes que esperaban que escogiera un nuevo esposo tras el probable fallecimiento de Ulises, partido hacía veinte años y del que nada se sabía.

Filósofos helenísticos, a partir del siglo IV aC, ofrecieron una lectura alegórica de la Odisea y, en particular de las labores de Penélope. Esta aproximación a los mitos y las leyendas no era nueva, pues ya en época clásica, a partir del siglo VI aC, algunos escritores habían sostenido que los mitos eran historias basadas en hechos naturales o en proezas humanas, y no de seres sobrenaturales. Los dioses y los héroes eran creaciones humanas.
Penélope tejía y deshacía, de noche, lo tejido de día. Tejía el sudario de su suegro, Laertes, un anciano aun en vida; una labor eterna. Había prometido que escogería a un esposo entre los pretendientes, instalados en el palacio, en cuanto hubiera acabado la labor, a fin de honrar debidamente al padre de Ulises. Hacía veinte años que los pretendientes aguardaban. Penélope solo había tejido un par de centímetros. Todo el sudario estaba aún por tejer.
Penélope era considerada la perfecta esposa. Homero contrastaba su talante con el de la maga y hechicera Circe y el de la ninfa Calipso, ducha también en las malas artes (opuestas a las labores pacientes de Penélope). Pero Homero presentaba a Penélope, todo y siendo un modelo de virtud, como a un ser de carne y hueso.
Sin embargo, intérpretes helenísticos leyeron a Homero entre líneas. Ulises se convirtió en una alegoría del alma, atrapada por el mundo material. Su estancia en los palacios de Calipso y Circe como etapas iniciáticas, durante las que entraba en contacto con saberes elevados -tan elevados que debían mantenerse ocultos, puesto que los no iniciados, como los compañeros de Ulises, transformados en cerdos por Circe, no soportaron la verdad de los saberes que Circe simbolizaba y perdieron su heroica condición-. Finalmente, Penélope se convirtió en una alegoría de la Filosofía. Sus labores, imágenes del trabajo del filósofo trabando conceptos en cadenas (un término perteneciente también al vocabulario del telar) de silogismos, antes de desvelar su significado, cuando el tejido se deshilachaba. El hilo o argumento filosófico era lo que Penélope, la Filosofía, practicaba. Labor que aspiraba a verdades trascendentes, toda vez que Penélope  tejía un sudario, en el que el cuerpo de Laertes sería preservado.
Las elevadas inquietudes de la Filosofía no estaban al alcance de quienes no estaban preparados. Así, los pretendientes simbolizaban los que no alcanzaban el verdadero conocimiento. La Filosofía los rechazaba.
La Filosofía se asociaba al deseo. Deseo de conocer, de poseer la verdad. El saber no se alcanzaba sin ansías de saber; es decir, sin carencias, y la conciencia de esas carencias. Esa lectura ya se intuía en Platón. En el libro VI de La República, la Filosofía adquiere vida, y tiene el poder de atraer a los neófitos, sin bien solo unos cuantos alcanzan a conocerla. Una imagen de larga vida, como lo muestra la obra sobre vidrio -una frontera invisible, mas existente- de Marcel Duchamp La novia desnudada por sus pretendientes, que retoma irónicamente las lecturas alegóricas helenísticas tanto de la República platónica como de la Odisea.

La asociación entre el tejer y la filosofía era nueva. No así, las metáforas textiles. En efecto, Atenea era la diosa de los telares. Nadie, ni siquiera Aracne, la podía vencer sin ser convertida en araña. Pero Atenea era también la diosa de los carpinteros. Fue Atenea quien animó a Argos para que construyera el mágico barco, bautizado con el nombre del constructor,  que llevaría a los Argonautas hasta el mar Negro a la búsqueda del vellocino de oro.
Las primeras construcciones eran de madera o de fibras vegetales. Éstas se trenzaban. Los volúmenes se asemejaban a esteras unidas. Vigas y jácenas se entrelazaban para componer muros y espacios. Espacios interiores, en los que Penélope reinaría. Los aposentos cobrarían "sentido" al acoger las pacientes labores de Penélope tejiendo conceptos antes de desvelar o interpretar significados.  El hogar había  sido compuesto para que Penélope pudiera pensar, articulando nociones y mostrado su significado. La finalidad de la arquitectura consistía en acoger al pensamiento. La casa daba que pensar. Asistía al pensamiento, lo alumbraba. La Filosofía se recogía en la casa del pensamiento. Penélope se había creado su mundo; un universo cerrado salvo para quienes comulgaban con ella.
Ulises era la personificación de la astucia. Sabía solventar toda clase de problemas. Estaba, así, capacitado paras estar a altura de Penélope. Sabiduría, junto al amante de la Sabiduría.
El filósofo piensa. No actúa (pese a que Platón quiso que los filósofos fueran gobernantes). Permanece quieto, ensimismado, como Penélope.
La lectura alegórica de Penélope como Filosofía, ¿acaso significaba que la Filosofía no era una tarea heroica? O, por el contrario, ¿implicaba que el estatuto de la mujer en la Grecia antigua,, o su consideración, era más elevado, o se estaba elevando?
Posiblemente, Penélope como Filosofía revelaba el abismo, que aún hoy existe entre Teoría y Práctica, Reflexión y Acción. Pero Penélope no era nadie sin Ulises. Y Ulises solo aspiraba a retornar al lado de Penélope. Circe ni Calipso lograron hacerle desistir del deseo de volver a Itaca. Ulises y Penélope tenían que estar juntos: juntos constituían una alegoría de la fuerza, física y mental, humana, sin que ninguno dominara el otro. Un sueño, sin duda.

Léase el artículo siguiente (tras inscribirse al portal JSTOR), parafraseado en este texto.
 
 
  

miércoles, 25 de septiembre de 2013

ALEKSEI KARAEV (1954): ЖИЛЬЦЫ СТАРОГО ДОМА (Los habitantes de una casa vieja, 1987)

El culto al arquitecto (Imhotep)







Estatua de culto de Imhotep, época Ptolemáica: Allard Pierson Museum, Amsterdam
Foto: Tocho, septiembre de 2013


El Allard Pierson Museum -museo arqueológico, con piezas de las grandes culturas mediterráneas y del Próximo oriente antiguo, de la universidad de Amsterdam- es quizá el mejor museo de la ciudad, aunque mucho menos visitado que el museo van Gogh.

Acoge una obra singular. Una estatua de culto, de cierto tamaño (unos setenta centímetros de alto cuando estaba completa), tallada en granito, que representa a Imhotep. Efigies de esta figura no son raras; mas son todas, o casi todas,  ex-votos, estatuillas de bronce de pequeño tamaño.
No recuerdo ninguna estatua de culto.

Imhopeh no fue una figura histórica. Formaba parte de la corte del faraón Djozer (hacia 2600 aC). Poseía un alto cargo, posiblemente el segundo tras el del faraón. Cumulaba los títulos o las funciones. Era canciller, sacerdote de Ptah, responsable de las construcciones, así como proyectista y supervisor del recinto funerario de Saqara, en el que destaca la pirámide escalonada. Era médico también. Las medidas y las medicinas obraban en poder de una misma persona, cuyas tareas tenían como fin el mantenimiento de la buena vida en Egipto.
Ya en el Imperio Antigua Imhotep era una figura respetada.
Sin embargo, fue divinizado bajo los Ptolomeos, a partir del s. IV aC. No fue el único constructor egipcio divinizado. Sí, el más importante, y el que dio pie a un culto sostenido.
Fue equiparado a Asclepios -hijo de Apolo-, dios griego de la medicina.
Se tejieron leyendas. Ptah, el dios egipcio de la arquitectura, fue considerado su padre. Sekmet, diosa-madre, diosa de las aguas, su madre.

Esta estatua obedece a la iconografía más habitual. El arquitecto está sentado, con un rollo de papiro, en el que debía estar trazado algún plano arquitectónico, sobre su regazo. La estatua está ennegrecida por las manos de los fieles que la tocaban a la entrada de un templo, por ejemplo el templo del dios Ptah, en Karnak, donde también se rendía culto a su hijo. Se le ofrendaban íbis momificados -pájaro migratorio cuya llegada anunciaba la crecida del Nilo y, por tanto, tanto la prosperidad debido a los cultivos, como la reconstrucción de los hogares anegados tras la crecida del río-, aves también ofrecidas al dios Toth, divinidad de la escritura, con quien Imhotep también fue equiparado (dibujar y escribir, anotar, fijar la realidad a través del verbo y del dibujo -verbo y dibujo idénticos en el Egipto faraónico-, eran tareas parecidas). A través del gesto y del don, se entraba en contacto con el arquitecto, mediador entre los humanos y los dioses. Se esperaba salud del gesto devoto.



viernes, 20 de septiembre de 2013

CHARLES BRANDLEY (1948): CRYING IN THE CHAPEL (LLORANDO EN LA CAPILLA, 2013)

Negociación

Las ciudades-estado de Atenas y de Melos -una isla- se reunieron para negociar en el año 416 aC. Atenas, a la sazón a la cabeza de un imperio naval, quería obligar a Melos, so pena de invasión, a entrar a formar parte de la liga de Delos, fundada y encabezada por Atenas. La liga comprendía toda una serie de islas sometidas a Atenas a cambio de protección. Melos se resistía. Atenas le exigía aceptar pagar un tributo y gozar del beneplácito ateniense.
Las fuerzas eran muy desiguales. Atenas planteó, de entrada, que puesto que la reunión era secreta, no era necesario que cada bando pronunciara palabras de cara a la galería; el pueblo no iba a enterarse de la negociación. El representante de Melos estuvo de acuerdo; mas, añadió:
"la oportunidad de explicarnos mutuamente nuestros puntos de vista no merece reproche, pero la realidad de la guerra (...) parece estar en desacuerdo con esta propuesta. Vemos, en efecto, que vosotros (los atenienses) habéis venido como jueces de lo que aquí se diga y que a nosotros el fin del debate nos traerá con toda probabilidad el siguiente resultado: so logramos imponernos en el campo del derecho y por ello no cedemos, la guerra, y si nos dejamos convencer, la esclavitud".
Meras conjeturas, respondió Atenas, que no favorecen el inicio de la conversación. Ni el recurso al agravio, añadía Atenas, ni que Melos pensara que Atenas era cándida para aceptar que Melos, aliada de Esparta -enfrentada en una dura guerra contra Atenas-, no se había aliado con aquella ciudad en su lucha con Atenas. Ambos bandos no tenían que engañarse. Se conocían perfectamente. Por otra parte, Atenas sostenía que "en las cuestiones humanas las razones de derecho -invocadas por Melos- intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles aceptan".
Las bases de la negociación eran claras: de un lado un imperio que, tal era su fuerza -o así lo pensaba-, no temía perder nada, del otro, una ciudad (una isla pequeña) a la que se ofrecía la posibilidad de salvarse si aceptaba someterse. Pero Atenas, replicaba Melos, tenía mucho más que perder, puesto que era mucho más poderosa. Su caída sería atronadora.

" - Melios: ¿Y cómo puede resultar útil para nosotros convertirnos en esclavos, del mismo modo que para vosotros lo es ejercer el dominio?
- Atenienses: Porque vosotros, en vez de sufrir los males más terribles, seáis súbditos nuestros, y nosotros, al no destruiros, saldríamos ganando.
- Melios: ¿De modo que no aceptaríais que permaneciendo neutrales, fuéramos amigos en lugar de enemigos, sin ser aliados de ningún bando?
- Atenienses: No, porque vuestra enemistad no nos perjudica tanto como vuestra amistad, que para los pueblos que están bajo nuestro dominio sería una prueba manifiesta de debilidad, mientras que vuestro odio se interpretaría como una prueba de nuestra fuerza".

Melos trataba de convencer a Atenas que ganaría mostrándose magnánima, evitando, además, que Melos se pusiera del lado de Esparta en su lucha contra Atenas. Mas Atenas consideraba que los estados fuertes lo son porque son temidos. Cualquier renuncia sería juzgada por el resto de los pueblos como cobardía, confusión o pérdida de poder.
Melos trataba de llevar las conversaciones hacia el terreno de la ética -la bondad o maldad de las acciones-, por lo que Atenas cortó por lo sano esta deriva: "no es éste para vosotros un certamen de hombría en igualdad de condiciones, para evitar el deshonor; se trata más bien de una deliberación respecto a vuestra salvación, a fin que no os resistáis a quienes son mucho más fuertes que vosotros".
Melos tenía que tener muy claro que eran ellos los que tenían mucho -o todo- que perder;  pero Atenas no corría ningún riesgo:

" Vosotros, que sois débiles y os jugáis vuestro destino a una carta (....) -añadía Atenas-, no queráis asemejaros al gran número de aquellos que, teniendo todavía la posibilidad de salvarse dentro de los límites de su naturaleza humana cuando, en una situación crítica, les abandona las esperanzas claras, buscan apoyo en ilusiones oscuras...."

Melos, entonces, reconociendo la superioridad de Atenas, explicaba que confiaba en el cielo "pues somos hombres piadosos que nos enfrentamos a un enemigo injusto".
Melos, de nuevo, recurría a argumentos morales o trascendentes. No parecía darse cuenta cuales eran las cartas sobre la mesa, puesto que, a continuación, dejaba entrever que Esparta acudiría en su ayuda "si no por otra razón, a causa de la afinidad de raza y por el sentimiento del honor. En modo alguno es, pues, nuestra confianza -en la independencia de Melos- tan irracional como afirmáis".
Melos no se despegaba del mundo de la moral y los sentimientos.
Atenas no se iba a dejar engañar. Además, si se trataba de argumentar moral o religiosamente, Atenas sabía "en lo tocante al mundo de los dioses y con certeza en el de los hombres, que siempre se tiene el mando, por una imperiosa ley de la naturaleza, cuando se es el más fuerte." Los dioses bien sabían qué lado apoyar y porqué.
Por otro parte, ¿no habría hecho lo mismo Melos si hubiera estado en el lugar de Atenas? : "así que, por lo que respecta a la divinidad, es razonable que no tengamos miedo de recibir un peor trato."
Atenas discutía en términos de razón, tratando de razonar a Melos, de que fuera razonable: Melos escapaba por la senda de corazón.
Poco podía Melos esperar de Esparta, le echaba en cara Atenas a Melos. Atenas conocía bien a esta ciudad-estado, con la que estaba en guerra. Sabía que "los pueblos que conocemos -como Esparta- son los que, de la forma más clara, consideran honroso lo que les da placer y justo lo que les conviene. Y la verdad es que esta actitud no está de acuerdo con esa salvación irracional en la que confiáis". Esparto no iba a mover un dedo para apoyar a Melos.
Pero Melos no parecía entender en qué términos le llevaba la negociación. Volvían a recurrir a los valores: "(los espartanos) no querrán traicionar a los melios". Traición y amistad: eso eran los argumentos que los Melios empleaban para cree en que podrían ser independientes.
Pero ¿por qué los espartanos querrían ponerse en peligro?: era ilógico, replicaba Atenas. "Pensamos, sin embargo, que por nuestra causa arrostrarán incluso esos peligros", replicaban los melios. La "causa": ese término o argumento no había sido utilizado todavía. "Pero la garantía de seguridad para quienes han de combatir en auxilio de otros no reside en sentimientos de amistad de quienes solicitan ayuda, sino si el aliado se destaca en gran manera por la potencia de sus efectivos". ¿Acaso Melos era una potencia?
Atenas se estaba cansando del diálogo de sordos. La negociación no llevaba a ningún sitio. Frente a la lógica ateniense, Melos seguía recurriendo a la subjetividad de los sentimientos. "Estamos observando -empezaba así la conclusión de Atenas- que, a pesar de haber afirmado que ibais a deliberar sobre vuestra salvación, en todo este largo debate no habéis dado ni una sola razón con la que los hombres puedan contar para creer que van a salvarse; por el contrario, vuestros más fuertes apoyos están en las esperanzas y el futuro, y los recursos a vuestra disposición son muy escasos para que podáis sobrevivir frente a las fuerzas que ya están alineadas contra vosotros. Evidenciaréis, pues, la enorme irracionalidad de vuestra actitud si una vez que nos hayáis despedido, no tomáis una decisión que muestre una mayor sensatez que la de ahora. No vayáis a tomar la senda de aquel sentimiento del honor que, en situaciones de manifiesto peligro con el honor en juego, las más de las veces lleva a los hombres a la ruina. Porque a muchos que todavía preveían adónde iban a parar, el llamado sentido del honor, con la fuerza de su nombre seductor, les ha arrastrado consigo, de modo que, vencidos por esa palabra, han ido de hecho a precipitarse por voluntad propia en desgracias irremediables, y se han granjeado además un deshonor que, por ser consecuencia de la insensatez, es más vergonzoso que si fuera efecto de la suerte. (...) No consideréis indecoroso" -ya que Melos solo parecía entender el lenguaje del honor y el decoro- "doblegaros ante la ciudad más poderosa cuando os hace la moderada propuesta de convertiros en aliados suyos (...) ni dejar de porfiar por tomar el peor partido cuando se os da la oportunidad de elegir entre la guerra y la seguridad (...) Reflexionad, pues, cuando nos hayamos retirado, y no dejéis de tener presente que estáis decidiendo sobre vuestra patria, y que esta única decisión sobre esta única patria que tenéis, según sea acertada o no, dependerá que sea posible mantenerla en pie.
Entonces, los atenienses se retiraron del debate; y los melios, tras estar deliberando entre ellos (....) respondieron lo siguiente: "Atenienses, ni nuestras opiniones son distintas a las que sosteníamos al principio, ni en un instante vamos a privar de libertad a una ciudad que está habitada desde hace setecientos años sino que, confiando en la divinidad que hasta ahora la ha mantenido a salvo (....) intentaremos salvarla".

"Los ateniense, dando por terminadas las negociaciones, hicieron la siguiente declaración:
verdaderamente, a juzgar por estas decisiones, (....) con los ojos del deseo contempláis como si ya estuviera ocurriendo lo que todavía no se ve."

Atenas procedió, entonces.
Todos acudimos aun hoy a Atenas. ¿Dónde está Melos?

El implacable y modélico "Diálogo de Melos", en la Historia de la Guerra del Peloponeso (V, 85-113) -traducción de Juan José Torres Esbarranch, editorial Gredos-,, del historiador griego Tucídides (s. V aC), se considera el texto político más lúcido hasta El Príncipe de Maquiavelo, dos mil años más tarde.