viernes, 20 de septiembre de 2013

Negociación

Las ciudades-estado de Atenas y de Melos -una isla- se reunieron para negociar en el año 416 aC. Atenas, a la sazón a la cabeza de un imperio naval, quería obligar a Melos, so pena de invasión, a entrar a formar parte de la liga de Delos, fundada y encabezada por Atenas. La liga comprendía toda una serie de islas sometidas a Atenas a cambio de protección. Melos se resistía. Atenas le exigía aceptar pagar un tributo y gozar del beneplácito ateniense.
Las fuerzas eran muy desiguales. Atenas planteó, de entrada, que puesto que la reunión era secreta, no era necesario que cada bando pronunciara palabras de cara a la galería; el pueblo no iba a enterarse de la negociación. El representante de Melos estuvo de acuerdo; mas, añadió:
"la oportunidad de explicarnos mutuamente nuestros puntos de vista no merece reproche, pero la realidad de la guerra (...) parece estar en desacuerdo con esta propuesta. Vemos, en efecto, que vosotros (los atenienses) habéis venido como jueces de lo que aquí se diga y que a nosotros el fin del debate nos traerá con toda probabilidad el siguiente resultado: so logramos imponernos en el campo del derecho y por ello no cedemos, la guerra, y si nos dejamos convencer, la esclavitud".
Meras conjeturas, respondió Atenas, que no favorecen el inicio de la conversación. Ni el recurso al agravio, añadía Atenas, ni que Melos pensara que Atenas era cándida para aceptar que Melos, aliada de Esparta -enfrentada en una dura guerra contra Atenas-, no se había aliado con aquella ciudad en su lucha con Atenas. Ambos bandos no tenían que engañarse. Se conocían perfectamente. Por otra parte, Atenas sostenía que "en las cuestiones humanas las razones de derecho -invocadas por Melos- intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles aceptan".
Las bases de la negociación eran claras: de un lado un imperio que, tal era su fuerza -o así lo pensaba-, no temía perder nada, del otro, una ciudad (una isla pequeña) a la que se ofrecía la posibilidad de salvarse si aceptaba someterse. Pero Atenas, replicaba Melos, tenía mucho más que perder, puesto que era mucho más poderosa. Su caída sería atronadora.

" - Melios: ¿Y cómo puede resultar útil para nosotros convertirnos en esclavos, del mismo modo que para vosotros lo es ejercer el dominio?
- Atenienses: Porque vosotros, en vez de sufrir los males más terribles, seáis súbditos nuestros, y nosotros, al no destruiros, saldríamos ganando.
- Melios: ¿De modo que no aceptaríais que permaneciendo neutrales, fuéramos amigos en lugar de enemigos, sin ser aliados de ningún bando?
- Atenienses: No, porque vuestra enemistad no nos perjudica tanto como vuestra amistad, que para los pueblos que están bajo nuestro dominio sería una prueba manifiesta de debilidad, mientras que vuestro odio se interpretaría como una prueba de nuestra fuerza".

Melos trataba de convencer a Atenas que ganaría mostrándose magnánima, evitando, además, que Melos se pusiera del lado de Esparta en su lucha contra Atenas. Mas Atenas consideraba que los estados fuertes lo son porque son temidos. Cualquier renuncia sería juzgada por el resto de los pueblos como cobardía, confusión o pérdida de poder.
Melos trataba de llevar las conversaciones hacia el terreno de la ética -la bondad o maldad de las acciones-, por lo que Atenas cortó por lo sano esta deriva: "no es éste para vosotros un certamen de hombría en igualdad de condiciones, para evitar el deshonor; se trata más bien de una deliberación respecto a vuestra salvación, a fin que no os resistáis a quienes son mucho más fuertes que vosotros".
Melos tenía que tener muy claro que eran ellos los que tenían mucho -o todo- que perder;  pero Atenas no corría ningún riesgo:

" Vosotros, que sois débiles y os jugáis vuestro destino a una carta (....) -añadía Atenas-, no queráis asemejaros al gran número de aquellos que, teniendo todavía la posibilidad de salvarse dentro de los límites de su naturaleza humana cuando, en una situación crítica, les abandona las esperanzas claras, buscan apoyo en ilusiones oscuras...."

Melos, entonces, reconociendo la superioridad de Atenas, explicaba que confiaba en el cielo "pues somos hombres piadosos que nos enfrentamos a un enemigo injusto".
Melos, de nuevo, recurría a argumentos morales o trascendentes. No parecía darse cuenta cuales eran las cartas sobre la mesa, puesto que, a continuación, dejaba entrever que Esparta acudiría en su ayuda "si no por otra razón, a causa de la afinidad de raza y por el sentimiento del honor. En modo alguno es, pues, nuestra confianza -en la independencia de Melos- tan irracional como afirmáis".
Melos no se despegaba del mundo de la moral y los sentimientos.
Atenas no se iba a dejar engañar. Además, si se trataba de argumentar moral o religiosamente, Atenas sabía "en lo tocante al mundo de los dioses y con certeza en el de los hombres, que siempre se tiene el mando, por una imperiosa ley de la naturaleza, cuando se es el más fuerte." Los dioses bien sabían qué lado apoyar y porqué.
Por otro parte, ¿no habría hecho lo mismo Melos si hubiera estado en el lugar de Atenas? : "así que, por lo que respecta a la divinidad, es razonable que no tengamos miedo de recibir un peor trato."
Atenas discutía en términos de razón, tratando de razonar a Melos, de que fuera razonable: Melos escapaba por la senda de corazón.
Poco podía Melos esperar de Esparta, le echaba en cara Atenas a Melos. Atenas conocía bien a esta ciudad-estado, con la que estaba en guerra. Sabía que "los pueblos que conocemos -como Esparta- son los que, de la forma más clara, consideran honroso lo que les da placer y justo lo que les conviene. Y la verdad es que esta actitud no está de acuerdo con esa salvación irracional en la que confiáis". Esparto no iba a mover un dedo para apoyar a Melos.
Pero Melos no parecía entender en qué términos le llevaba la negociación. Volvían a recurrir a los valores: "(los espartanos) no querrán traicionar a los melios". Traición y amistad: eso eran los argumentos que los Melios empleaban para cree en que podrían ser independientes.
Pero ¿por qué los espartanos querrían ponerse en peligro?: era ilógico, replicaba Atenas. "Pensamos, sin embargo, que por nuestra causa arrostrarán incluso esos peligros", replicaban los melios. La "causa": ese término o argumento no había sido utilizado todavía. "Pero la garantía de seguridad para quienes han de combatir en auxilio de otros no reside en sentimientos de amistad de quienes solicitan ayuda, sino si el aliado se destaca en gran manera por la potencia de sus efectivos". ¿Acaso Melos era una potencia?
Atenas se estaba cansando del diálogo de sordos. La negociación no llevaba a ningún sitio. Frente a la lógica ateniense, Melos seguía recurriendo a la subjetividad de los sentimientos. "Estamos observando -empezaba así la conclusión de Atenas- que, a pesar de haber afirmado que ibais a deliberar sobre vuestra salvación, en todo este largo debate no habéis dado ni una sola razón con la que los hombres puedan contar para creer que van a salvarse; por el contrario, vuestros más fuertes apoyos están en las esperanzas y el futuro, y los recursos a vuestra disposición son muy escasos para que podáis sobrevivir frente a las fuerzas que ya están alineadas contra vosotros. Evidenciaréis, pues, la enorme irracionalidad de vuestra actitud si una vez que nos hayáis despedido, no tomáis una decisión que muestre una mayor sensatez que la de ahora. No vayáis a tomar la senda de aquel sentimiento del honor que, en situaciones de manifiesto peligro con el honor en juego, las más de las veces lleva a los hombres a la ruina. Porque a muchos que todavía preveían adónde iban a parar, el llamado sentido del honor, con la fuerza de su nombre seductor, les ha arrastrado consigo, de modo que, vencidos por esa palabra, han ido de hecho a precipitarse por voluntad propia en desgracias irremediables, y se han granjeado además un deshonor que, por ser consecuencia de la insensatez, es más vergonzoso que si fuera efecto de la suerte. (...) No consideréis indecoroso" -ya que Melos solo parecía entender el lenguaje del honor y el decoro- "doblegaros ante la ciudad más poderosa cuando os hace la moderada propuesta de convertiros en aliados suyos (...) ni dejar de porfiar por tomar el peor partido cuando se os da la oportunidad de elegir entre la guerra y la seguridad (...) Reflexionad, pues, cuando nos hayamos retirado, y no dejéis de tener presente que estáis decidiendo sobre vuestra patria, y que esta única decisión sobre esta única patria que tenéis, según sea acertada o no, dependerá que sea posible mantenerla en pie.
Entonces, los atenienses se retiraron del debate; y los melios, tras estar deliberando entre ellos (....) respondieron lo siguiente: "Atenienses, ni nuestras opiniones son distintas a las que sosteníamos al principio, ni en un instante vamos a privar de libertad a una ciudad que está habitada desde hace setecientos años sino que, confiando en la divinidad que hasta ahora la ha mantenido a salvo (....) intentaremos salvarla".

"Los ateniense, dando por terminadas las negociaciones, hicieron la siguiente declaración:
verdaderamente, a juzgar por estas decisiones, (....) con los ojos del deseo contempláis como si ya estuviera ocurriendo lo que todavía no se ve."

Atenas procedió, entonces.
Todos acudimos aun hoy a Atenas. ¿Dónde está Melos?

El implacable y modélico "Diálogo de Melos", en la Historia de la Guerra del Peloponeso (V, 85-113) -traducción de Juan José Torres Esbarranch, editorial Gredos-,, del historiador griego Tucídides (s. V aC), se considera el texto político más lúcido hasta El Príncipe de Maquiavelo, dos mil años más tarde.



6 comentarios:

  1. Impresionante.
    Todos los cargos públicos tendrían que hacer una inmersión en la cultura clásica antes de tomar posesión . Y lo mismo el resto de los ciudadanos.

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  2. El texto completo, que no es muy largo, es sobrecogedor: claro, duro, conciso y turbador.
    Es una maravilla.
    Creo que una de las cumbres de la literatura griega.
    Se halla hasta en internet, legalmente

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  3. Muchas gracias.Lo leeré completo.Desde luego,los fragmentos que ha puesto son,como usted dice,de una claridad absoluta.

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  4. " Ahora lo que queremos demostraros es que estamos aquí para provecho de nuestro imperio y que os haremos unas propuestas con vistas a la salvación de vuestra ciudad, porque queremos dominaros sin problemas y conseguir que vuestra salvación sea de utilidad para ambas partes».
    " Dominaros sin problemas "..Más claro,agua.Me imagino a los mandatarios contemporáneos de este lado del mundo hablando así:no os molesteis,no se trata de derecho internacional ni de la carta de las naciones unidas.Se trata de ver como podeis sobrevivir de modo que nos convenga y a ser posible sin una guerra que nos costaría dinero
    No sé si al pueblo melio propiamente dicho que no fué invitado a la reunión le hubiera dado practicamente lo mismo o incluso le hubiera ido mejor el sometimiento a Atenas aún en en el caso de que Melos hubiera ganado.Los atenienses parece que lo pensaban así y era lo que temían los dirigentes melios .Ellos en cambio sí que saldrían perdiendo.
    De todas formas parece que Atenas también se cegó y soñó y sobrevaloró su poderío ,pues acabó siendo derrotada


    El diálogo de Melos me recuerda al pueblo palestino:le asiste el derecho ,pero el enemigo que tiene enfrente es invencible.Sus posibles aliados ,los paises árabes,dá la impresión de que no los han tenido demasiado en cuenta a pesar de la cercanía cultural e incluso de un aparente enemigo común.Parece que han actuado con ellos como los espartanos con Melos .Pero ellos siguen con la mitología del héroe de la patria y eso no les conduce a nada.Bien es verdad que tampoco les serviría de mucho someterse porque parece que su destino está decidido sí o sí por los que son más fuertes:desaparecer

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  5. Muchas gracias por los comentarios. Estoy fuera casi sin internet. Contestaré miércoles que viene

    Atentamente

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  6. Atenas, en efecto, se ensorberció, y perdió su imperio.
    En este diálogo, Atenas planteaba los hechos fría, prácticamente, eludiendo sentimientos, filias y fobias. Trataba a los melios como una mercancia, aunque les perdonaba la vida si se sometían. O los trataba como menores de edad. Por eso, los castigó despiadadamente cuando "desobedecieron".
    pocos textos revelaban con tanta crudeza -y tanta lucidez- las relaciones de poder.
    No se me había ocurrido la comparación con las relaciones entre israel y Palestina. Luminosa comparación, por desgracia.
    Muchas gracias por el largo comentario

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