lunes, 26 de mayo de 2014
Mediterráneo. Del mito a la razón (ss. VI aC-III dC) (Caixaforum, Barcelona & Madrid, 2014): Entrevista: al mito se le suma la razón (para explicar el mundo)
domingo, 25 de mayo de 2014
Maqueta arquitectónica mesopotámica (naves y templos)
Foto: Tocho, Museo de las Civilizaciones Anatólicas, Ankara (Turquía), mayo de 2014
Los esponsales del dios del cielo mesopotámico An y su divina consorte, llamada Antu o Antum en Babilonia, se celebraban anualmente, desde al menos el cuatro milenio, en la gran ciudad de Uruk (en las marismas del delta del Tigris y el Éufrates, hoy en el sur de Iraq).
La ceremonia culminaba con el encuentro de las divinidades en el templo Akitu de Anu. Éstas eran transportadas física o simbólicamente. Anu era representado por su sandalia ( šēnu,en acadio o asirio; e-sir2, en sumerio), que se depositaba sobre un altar, en el dormitorio del lecho dorado del dios, sobre el que los sacerdotes vertían libaciones. La sandalia era la que portaban los soldados: con ella, golpeaban rítmicamente el suelo, marcando el paso, produciendo un ruido regular semejante al del trueno. La sandalia anunciaba la llegada de un acontecimiento singular, destructivo o regenerador. El ruido de la sandalia precedía la llegada efectiva del portador. Era un presagio sonoro, que advertía sobre un hecho pronosticado ineludible. La sandalia, al mismo tiempo, simbolizaba la capacidad del portador de desplazarse por todas partes, sorteando cualquier obstáculo.
Los dioses se representaban a menudo por las huellas de los pies o las sandalias. Huellas desmesuradas que se marcaban profundamente en el zaguán del templo. La sandalia conecta lo alto con lo bajo; señala como lo alto conecta con lo bajo y lo "santifica". Recuerda la venida de la divinidad, su "paso" por la tierra. Es la prueba o huella visible de su venida.
La procesión que transportaba la sandalia divina acontecía por el río Tigris o Éufrates. Una gran barca sagrada, guiada por sacerdotes, desplazaba el símbolo del dios de un templo a otro. El agua revelaba la verdad. Llevaba a ella. Los enjuiciados, los criminales. tenían que someterse a una ordalía: la prueba el agua. Se les hundía en el río. Si no se ahogaban, el agua señalaba su inocencia. Los dioses se expresaban a través de las aguas, mansas o violentas, de los ríos.
Una "maqueta" de terracota asiria (expuesta en el renovado Museo de las Civilizaciones Anatólicas de la capital de Turquía Ankara, reabierto hace dos semanas tras haber permanecido cuatro años cerrado), es un "poema visual": una concentración de imágenes o metáforas en una única pieza. Representa la sandalia de una divinidad, convertida en una barca, que desplaza a un alto templo (de varios pisos, como un zigurat), atendido por sacerdotes. Un pájaro corona el templo. Posiblemente simbolizara a la diosa Ishtar con quien Antum -en principio, su madre- se confundía, representación que los cuernos que ciñen el templo confirmarían, toda vez que un bóvido era el atributo de Ishtar -los cuernos evocaban el poder destructor de la diosa del deseo violento y de la guerra, causada siempre por el deseo del otro, el deseo de apoderarse de él, o de hacerle mal, si el deseo no es colmado-, unida al dios-toro celestial. El objeto es transportable. Se trata, seguramente, de una ofrenda. ilustra sobre la procesión que conduce a la divinidad.
Objeto único. No recuerdo ninguno parecido en ningún museo ni en almacenes. Una hermosa joya que ilustra sobre cultos y creencias mesopotámicos.
viernes, 23 de mayo de 2014
El origen de la pintura (Çatal Hüyük)
Campamento de refugiados sirios cabe Çatal Hüyük (2014)
Bóveda (2008) que cubre uno de los dos asentamientos excavados en Çatal Hüyük
El paisaje de Çatal Hüyük
Fotos: Tocho, Çatal Hüyük (Turquía), mayo de 2014
Tras pasar un misérrimo y descuidado campamento de refugiados sirios montado por las Naciones Unidas (UNHCR, o ACNUR en España), en medio de un campo de basura, cerca de Konya (Turquia) -donde "rebeldes" sirios circulan por el centro de la ciudad en coches con altavoces en el techo lanzando proclamas atronadoras y quizá intimidantes-, el yacimiento neolítico de Çatal Hüyük -un pueblo, único y dividido en dos asentamientos posteriormente, a partir de principios del VII milenio, en medio de marismas -como dos mil años más tarde, las primeras ciudades del sur de Mesopotamia, Uruk y Eridu, por ejemplo-, no ha cesado de ofrecer piezas y restos ni de dar lugar a nuevas interpretaciones de lo ya excavado desde 1953.
El suelo cubierto de esteras de un buen número de viviendas posee un desnivel que aísla un espacio, al parecer dedicado a tareas "limpias", que alberga tumbas. Los muertos solían ser enterrados debajo de las viviendas. Quizá se convirtieran así en ancestros. Una tumba doméstica albergaba al cadáver de una mujer, enterrada de lado y en posición fetal, que agarraba una calavera cuyo rostro había sido reconstruido con yeso pigmentado, y que podría haber sido venerado como un antepasado.
Precisamente la función de la pintura o de los pigmentos, consistente en animar a los difuntos convertidos en seres de otro mundo, habitantes de éste, repercute quizá en un hecho curioso. Algunos muros de las viviendas de Çatal Hüyük están cubiertos de frescos con escenas de caza o posiblemente festivas o ritualísticas. Estos muros son siempre los vanos contra los cuales descansan las tarimas. Se diría que podría haber existido una relación entre la pintura y los difuntos.
La pintura -la representación bidimensional pintada- no había servido así, en primer lugar, para ornar a los vivos ni para convertirlos en seres sagrados, sino que habría sido empleada para devolver a la vida a los difuntos, estableciendo así un puente entre dos mundos, como si la pared pintada fuera un velo que conectara los vivos con los "renacido" -convertidos en antepasados. Las escenas pintadas mostrarían la renovada vida del difunto, no en el País de los Muertos, o el Más Allá, sino en el Más Acá, en Çatal Hüyük mismo.
La pintura, el maquillaje, las máscaras, animan, transforman y transfiguran. El color logra que la lívida faz de los muertos irradie -no sin que su "otredad" se mantenga. Devuelve a los muertos a la vida, que no es la vida en la tierra, aunque sí entre los mortales. La pintura reanima, pero también ciñe a un espacio dado -que es el espacio de la pintura en el que se descubre, como a través de una ventana, un mundo que se asoma al nuestro.
La pintura es un arte para los vivos solo indirectamente; los difuntos resucitados gracias a la reanimación del cuerpo y de la cara, se asientan en las moradas de modo que no se conviertan en almas en pena, y protejan con eficacia a los vivos. La pintura posiblemente fuera -¿es?- el medio más eficaz para luchar contra los muertos: domesticándolos -todo y manteniendo las distancias-, y animándolos para siempre.
miércoles, 21 de mayo de 2014
Notas sobre el sumerio (y sobre el Kurdistán iraquí)
Seis y media de la mañana. Día gris, luz difusa, inesperadamente fresco. Desayuno con yogur iraquí -tan espeso que se corta con cuchillo- y jarabe de dátil. Conversación informal agarrando, como una boya de salvamento, una taza de café italiano. La directora de la misión, Maria-Grazia Masetti-Rouault, comenta, mientras algunos estudiantes ya se ufanan con el ordenador para acabar a tiempo los informes sobre la última campaña arqueológica:
- Estudios recientes tienen a mostrar que la escritura cuneiforme, cuyas primeras muestras se han encontrado en el sur de Mesopotamia, en la ciudad de Uruk principalmente, datadas del cuatro milenio aC, en verdad, no estaba adaptada al sumerio. Las estructuras gramaticales quedaban dificultosamente traducidas. Si sumero-parlantes hubieran inventado la escritura, sin duda, habrían ideado formas gramaticales o sistemas de traducción del lenguaje hablado distintas. Por otra parte, existen estructuras semitas, y palabras no sumerias, que dejan entender que, en verdad, fueron pueblos semitas quienes idearon la escritura, tomada de prestado por sumero-parlantes, o que fueron pueblos perfectamente bilingües, que hablaban acadio y sumerio, quienes idearon la escritura, mejor adaptada al acadio que al sumerio, sin embargo.
De ahí que algunos estudiosos piensen que el sumerio, tal como se escribe, no podía hablarse y que, incluso, ya desde hace tiempo, algunos asiriólogos hubieran enunciado la hipótesis, sin duda errónea, que el sumerio escrito fuera una manera de escribir en clave, una codificación del acadio o de alguna lengua semita.
Saltando por los milenios, remontado en el tiempo, se ha hablado del historiador francés de mediados del siglo XIX, Ernest Renan, fundador del Museo de Arqueología de Beirut (Líbano), por ejemplo, que acuñó el término, irónico, de asiriología, basado en la palabra egiptología. Sostenía Renan que los asirios, que crearon un imperio que manejaban con mano de hierro, no podían ser semitas, pues los semitas, como los árabes y los judíos, eran sensuales, y perezosos, entregados a los placeres de la carne y no a los de la guerra, como la existencia de harenes sugiere, lo que no casa con la imagen armada de los reyes asirios luchando con leones y las escenas grabadas en piedra de campañas militares. Renan está en origen del orientalismo.
De Asiria al Kurdistan. Los accesos a la ciudad de Erbil están controlados por puestos militares permanentes. Los "árabes" -es decir, los iraquíes no kurdos"- tienen que descender de los vehículos y someterse a un control especial por el que pasan a pie formando largas colas. Las mujeres "árabes" no tienen acceso a la ciudad, o pasan por una inspección larga y humillante.
Estos degradantes controles son una respuesta, se aduce, a la violencia sobre el Kurdistan que Saddam Hussein ejerció.
De ahí que, hasta en el transporte público, las autoridades kurdas no vean con buenos ojos que "kurdos" y "árabes" viajen en un mismo transporte público, y pasen por controles distintos, esto es, controles por los que pasan solo los "kurdos". La forma distinta del DNI entregado por iraq, y el Kurdistan iraquí, permite una identificación inmediata.
Después que cayera, tras la Segunda Guerra del Golfo, el gobierno de Saddam Hussein, la situación en el Kurdistan iraquí -el norte de Iraq- es cada vez más sectaria.
La presencia militar en Erbil es notable, y centros como el Family Mall, un gigantesco centro comercial de "norteamericana factura", asociado a un gran supermercado Carrefour, donde venden productos explícitamente etiquetados como "products from America y "UK exports products" (entre los que destacan.... bolsas de pistachos iraquíes), o el Zheen Internacional Hospital, que se anuncia como el "best private hospital in Iraq" (lo es, lo que implica una alta mortalidad -tres fallecidos en un día y medio en una sola media planta-, dado que acoge a casos desesperados, infantiles, en particular, de todo Iraq), tengan un puesto militar armado permanente, y estrictos controles de seguridad semejante al de un aeropuerto, porque pueden ser objetivos terroristas de"árabes".
Cabe preguntarse si la faz más siniestra desvelada por la invasión, hace once años, y anteriormente, los bombardeos -y lanzamiento de gases letales- ordenados por Saddam Hussein sobre el Kurdistan, no se ha manifestado aún.
Europa está más cerca de lo que pensamos de Iraq.
domingo, 18 de mayo de 2014
Salomon y el templo perdido de Shamash en Kilizu
Base de una columna quizá aqueménida parcialmente enterrada
Ladrillos de terracota de una construcción, quizá el palacio, del emperador Adad-Nirari I (s. XIV aC)
Posible acceso suroeste, mirando al río, a la ciudadela de Kilizu
Restos de un edificio administrativo helenístico (ss. IV-III aC) -carece de cocina y de estancia de aguas-, en lo alto de un promontorio que mira hacia la entrada principal de la ciudad de Kilizu, construido quizá sobre las ruinas de un edificio neo-asirio (s. VIII aC)
La ciudad de Kilizu, hoy sepultada en el tell de Qasr Shamamok (entre Mosul y Erbil, norte de Iraq), tuvo dos momentos importantes de crecimiento y renovación urbana.
Situada entre las capitales asirias de Assur y Ninive, con un puerto fluvial, controlaba el paso por tierra y por el río, erigiéndose como un centro estratégico, que también debería ofrecer un lugar donde la corte imperial podía detenerse durante los desplazamientos entre las grandes capitales asirias.
Dos ladrillos con textos cuneiformes inscritos a mano hallados el año pasado en dos de los puntos más distantes entre sí, al el suroeste y el noreste del tell, con los nombres de los emperadores que ordenaron la reforma de la ciudad, atestiguan que los emperadores Adad-Nirari I, en el siglo XIV aC, y Senaquerib, siete siglos más tarde (dos de los emperadores más célebres de las épocas medio-asiria y neo-asiria), estuvieron en Kilizu y se preocuparon por esta ciudad.
Hace tres años, durante la primera misión, se encontró, fuera de contexto, sin duda, otro ladrillo de terracota estampillado, indicaba que pertenecía al templo del dios babilónico y asirio de la justicia, Shamash (el Apolo mesopotámico), cuya construcción fue ordenada por el emperador Shalmanazar I, hijo de Adad-Nirari I. Una tablilla inscrita, archivada en en el museo arqueológico y etnológico de Erbil, desenterrada no se sabe cuándo, corrobora que este emperador ordenó la construcción del templo.
El nombre de Shalmanazar significa, literalmente, Shulmanu asharedu que, en asirio, se traduce por "Shulmanu es el primero". Se trataba de un dios semita de la guerra y la fertilidad. El nombre del rey hebreo Salomón también procede del nombre de dicha divinidad.
La presencia de estos dos emperadores medio y neo-asirios sugiere que Kilizu fue una ciudad de gran importancia.
Posiblemente tuviera más importancia que Arbeles (hoy Erbil).
Esta última ciudad era celébre porque acogía un gran templo dedicado a la diosa Ishtar, y aun hoy los historiadores recuerdan la importancia de este santuario.
Sin embargo, nuevas interpretaciones muestran que la Ishtar de Arbeles (al igual que la de Nínive) nada tenía que ver con la Ishtar babilónica (y la Inana sumeria). En el sur de Mesopotamia, Ishtar era la diosa de la guerra y la sexualidad desabrida, asociada al planeta Venus. Por el contrario, en Abeles, Ishtar era una diosa-madre, ligada a la tierra, cuyo culto perduró durante el primer milenio aC, mientras que el ancestral culto a las diosas madre, ligadas al poder fecundante de las aguas matriciales, en la Mesopotamia del sur, decayó.
La Ishtar de Arbeles era una esposa devota y una madre atenta -mientras que la Ishtar babilónica no contaba los amantes, pero no se esposó nunca ni nuca tuvo hijos.
Se rendía un culto muy local a la Ishtar de Arbeles.
Aconteció que los últimos reyes neo-asirios, a partir del siglo VIII aC, sintieron que la tradicional unión entre los poderes religioso y político se resquebrajaba, y que los sacerdotes daban la espalda al emperador. Queriendo asegurar su poder, los emperadores buscaron apoyos al sur de las grandes capitales asirias. Creyeron encontrarlo en Arbales, promoviendo el culto a la Ishtar local, y aduciendo que ésta era la madre y la esposa del emperador, con el que dialogaban en sueños.
Este apoyo contaba también con la administración del imperio. Ésta estaba formada, no por asirios (semitas), sino por medas (indo-europeos), toda vez que Erbil constituía uno de los dos pasos cómodos entre los imperios neo-asirio y meda (o persa).
Lo que no contaron los emperadores neo-asirios es que la promoción de los funcionarios medas llevó a que éstos, de acuerdo con el emperador meda, promovieran un golpe de estado que acabó con el imperio neo-asirio para siempre.
La caída del imperio más poderoso de la tierra, por el aquel entonces, aconteció precisamente aquí, entre Arbales (Erbil) y Kilizu (Qasr Shamamok).
Esta nueva lectura de la historia no convence a ciertos poderes kurdos que no aceptan que se minimice el poder del santuario de la Ishtar de Arbeles, alabada por los medas (indoeuropeos) de los que, queriendo oponerse a los árabes (semitas) -mayoritarios en el resto de Iraq-, se presentan como los descendientes directos.
Un paseo por los límites del alto del extenso tell, como si de un camino de ronda de un castillo almenado se tratara, vertiginosamente erguido sobre un damero de rombos, dorados y verdes, de campos de trigo segados, y de tupidas plantas de patata cubiertas de hoja, en un silencio absoluto, moteado por casas grises lejanas y bosquecillos, y suavizado por hondonadas de tierra que dibujan suaves formas de luna parda en el geométrico reparto de los campos, evoca bien el poder de esta capital asiria que parece escapar aún a la búsqueda de los arqueólogos. Golpes de viento que ascienden por las laderas del tell más expuestas traen el acre olor de la paja recién sesgada.
Se camina lentamente por lo alto del tell con la extraña conciencia de hallarse sobre los restos invisibles de cinco mil años de historia, de muestras en duermevela del ingenio y la tenacidad humanos.
Un pequeño tornado de polvo despunta de pronto en un borde del tell y se cruza velozmente por donde nos hallamos, acurrucados, levantado una columna y una bóveda que vela el solo como una tela tendida, azotada por el viento. Cuando se reabren los ojos, se divida nuevamente ya a lo lejos, girando sobre campos removidos cada vez más distantes.
Datos históricos e interpretación de Maria-Grazia Masetti-Rouault, directora de la misión arqueológica de Qasr Shamamok (Erbil, Kurdistán, Iraq)
Los errores son imputables solo a Tocho
sábado, 17 de mayo de 2014
En busca de la ciudad neo-asiria perdida de Kilizu (Iraq)
El yacimiento está pleno de indicios de la ciudad neo-asiria de Kilizu, pero Kilizu se esconde.
El tell de Qasr Shamamok es inmenso; se excava, bajo la dirección de los profesores de la Sorbona Maria-Grazia Masetti y Olivier Rouault, desde hace tres años, dos meses apenas cada año; y el número de trabajadores decrece cada año debido al incremento de los costes.
En lo alto del tell, un cementerio islámico -que no se puede excavar mientras la autoridad religiosa consultada no otorgue el permiso, so pena de que el pueblo vecino se subleve-; decenas de boquetes profundos, que han removido los niveles arqueológicos hasta convertirlos en ilegibles, causados por bombas lanzadas por el gobierno de Saddam Hussein contra los kurdos en los años ochenta -quedan bombas, casquetes y casquillos por doquier; restos de instalaciones militares de la época del anterior presidente iraquí, rodeadas por un foso que abre en canal la cumbre del tell. Se rumorea que, anteriormente, un fuerte otomano dominaba la planicie desde lo alto del tell; pero no queda rastro de esta construcción, quizá legendaria.
Apenas se excava, aquí y acullá, estructuras partas (ss. II aC-IV dC): algunas de cierta entidad; no solo casas, sino quizá fortificaciones; un posible modesto palacio incluso; restos cerámicos, puntas de lanza y algunas estatuilla de terracota. Debajo, una ocupación helenística: casas de pequeñas dimensiones apoyadas, a un lado del tell, sobre amplias terrazas imperiales neoasirias, recorridas y unidas por rampas -que se intuyen, en función de cómo incide el sol, por un leve enrojecimiento de la tierra, fruto de la descomposición de ladrillos de adobe vueltos a la arcilla originaria-, de las que apenas nada queda; una garganta divide el sureste del tell: quizá fuera un puerto, o el acceso monumental a la ciudad de Kilizu que, desde lo alto, controlaba el paso de barcos mercantes por un río mucho más ancho que el actual riachuelo de aguas fecales, que se detenían en una amplio brazo de agua a un lado de un puerto fluvial.
Algunos ladrillos inscritos bien indican que la capital neo-asiria, fundada por el rey Senaquerib, como lo atestiguan las mismas inscripciones, se hallaba en este lugar, con equipamientos militares, palaciegos y administrativos en lo alto del tell, y la ciudad baja, residencial, comerciante y productora a los pies de la colina artificial. Unas tablillas recién desenterradas cuentan que, en una época anterior al 800 aC, hacia finales del segundo milenio, esta ciudad, con otro nombre, formaba parte de un extenso territorio bajo el mando de un rey medio-asirio desconocido hasta ahora.
La historia del tell remonta sin duda al cuarto o quinto milenio ya que se ha hallado fragmentos cerámicos pertenecientes a la cultura sumeria o pre-sumeria de Uruk, que atestigua, una vez más, que esta ciudad, Uruk, creo modelos y técnicas cerámicos que se extendieron a miles de quilómetros de la capital del sur de Mesopotamia, o que comerciaba con colonias que había fundado en la Mesopotamia del norte, como la ciudad o el asentamiento que ya se alzaba sobre un tell mucho más bajo que el que hoy domina los campos cultivados, hoy ya agostados, recorridos por rebaños de ovejas negras.
Pero, a menudo, los fragmentos cerámicas pertenecientes a culturas y épocas muy diversas, se hallan mezclados en un mismo nivel, ya que se echaba tierra -mezclada con fragmentos cerámicos- recogida de otras áreas del tell, fruto de la desintegración de edificios, construidos con ladrillos de adobe, centenares de años antes, a fin de nivelar ciertas zonas, o extenderlas para poder alzar estructuras, neo-asirias, por ejemplo, mucho más recientes. El desorden causante dificulta o impide recurrir a la cerámica para datar con cierta precisión un nivel arqueológico, las estructuras arquitectónicas que se desentierran.
La capital neo-asiria de Kilizu se alzó en lo alto del tell, y se desvaneció. Quizá fuera saqueada, incendiada y arrasada -extensas capas de ceniza cubren partes excavados del tell., hasta desaparecer, cubierta, centenares de años más tarde, por un asentamiento helenístico y, posteriormente, parto.
Kilizu se intuye, pero no emerge. Quizá no lo haga nunca.
El tell, hoy -que se alcanza por un camino reseco-, es pasto de escorpiones, agazapados bajo unas pocas piedras desperdigadas, y serpientes, que casi se prefieren a enjambres de mosquitos negros que asaetean hasta mediodía. Alrededor, algunas casuchas dispersas.
Hace cuarenta grados. El viento alza nubes de polvo gris cruzado por bandadas de pájaros negros, que, desde la distancia ensombrecen el horizonte como lo harían nubes de tormenta que cubren el horizonte.
Y Kilizu sigue resistiéndose.
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