El Museo de Bellas Artes de San Diego (California, EEUU) posee una excelente colección de copias sobre papel originales de fotografias de Alfred Stieglitz, uno de los mejores retratistas de la ciudad de Nueva York cuando, a principios del siglo XX, los rascacielos despuntaban, en medio de vías férreas por donde circulaban humeantes máquinas de trenes de vapor, y calles cubiertas de nieve sucia por las que, en un contraste entre dos épocas, aun pasaban carros tirados por caballos.
Ciudad de la ambición es el título de una de las fotografías más conocidas (la segunda de la presente selección).
Stieglitz quería mostrar un nuevo paisaje, americano y moderno. Mientras su segunda esposa, la pintora Georgia o´Keeffe (tras pintar las mismas escenas urbanas que Stieglitz fotografiaba) se instalaba en el sur del país para evocar la tierra ancestral, Stieglitz equiparaba los rascacielos y su estructura metálica con árboles que componían la naturaleza del siglo XX. Las torres no se oponían a la naturaleza, sino que la creaban. Se alzaban hacia la luz desde la oscuridad de las estrechas fallas entre las construcciones. Los edificios, como el Flatiron, se asemejaban también a naves de hierro listas para partir al nuevo mundo. Siempre a lo lejos, rascacielos aún en construcción.
El deseo de revelar la nueva realidad americana estaba en sintonía con las galerías de arte que Stieglitz abrió en Nueva York, en particular, la Galería 291, en la que expusieron, en las primeras décadas del siglo XX, los principales artistas europeos de vanguardia, cuyas preocupaciones tanto formales cuanto metafísicas tenían una exacta correspondencia en la composición del nuevo mundo -urbano- que Stieglitz anunciaba.