martes, 25 de noviembre de 2014

GEORGIA O´KEEFFE (1887-1986): RASCACIELOS (1925-1929)



















El lugar de Georgia O´Keeffe en el arte moderno es incierto. Una pintora norteamericana, más apreciada en los Estados Unidos por sus reiterativas imágenes de desiertos y de flores ávidas y carnosas que en Europa, no forma parte del grupo de artistas menores anteriores a la Segunda Guerra Mundial, que supieron retratar la dureza de la vida urbana anterior y durante la Gran Depresión de finales de los años veinte, pero tampoco del grupo de reconocidos artistas de vanguardia.
Sin embargo, la corta serie de pinturas de rascacielos en Nueva York constituye una de las visiones más personales de la nueva ciudad.
El rascacielos como un tótem -lo que lo adscribe al arte mágico-, en el que el sol -y la luna- se reflejan, y que deslumbra como un fetiche; las calles como fallas entre cortes verticales, en los que la luz ni la vida entran ni circulan: Ciudades desabitadas -o habitadas solo por monolitos, o puntos de luz que sugieren una vida primigenia. La vista se alza esforzadamente y descubre oscuras fachadas afiladas como cuchillos que tallan la luz.
La arquitectura se vuelve naturaleza, se alza vertiginosamente -las vistas solo muestran la parte alta, la unión con el cielo herido- una fuerza indómita que domina el mundo. El rascacielos es una forma primigenia e inevitable; constituye un paisaje admirable e inhabitable.


Véase el texto siguiente: http://places.designobserver.com/media/pdf/Georgia_OKeef_849.pdf

BERNARD HEIDSIECK (1928-2014): VADUZ (1974)




Bernard Heidsieck, renovador la poesía. O, mejor dicho, recuperó la poesía como un arte "performativa"; la poesía como dicción, como evocación sonora y gestual de un mundo, en detrimento de la poesía escrita. Las obras de este poeta francés debían escucharse -y verse- antes que leerse.
Reivindicó la voz, el soplo, el aliento. Una de su composiciones consistía, precisamente, de un montaje de respiraciones de poetas.
Su voz se ha extinguido hoy.

sábado, 22 de noviembre de 2014

La ciudad mesopotámica: ¿una nueva lectura?







Y de pronto, la realidad.
Lo que parecen flores, en la imagen anterior, son papelitos de color rojo, pegados a varillas, plantadas en el campo, no para decorar o celebrar ningún acontecimiento festivo, sino para indicar la presencia y posición de minas personales.

La ponencia de Serena Love, de la Universidad australiana de Queensland, en la sesión de hoy en el congreso del ASOR en San Diego, ha sido devastadora. Ha expuesto, por ver primera, entre estudios teóricos, o misiones arqueológicas en las , hasta hace poco seguras tierras kurdas en el norte de Iraq -hoy devastadas por el llamado Estado Islámico ISIL-, la cruda realidad.
La multinacional compañía petrolera Shell ha obtenido del gobierno de Iraq el permiso para iniciar prospecciones y la extracción de petróleo en Majdoon en el sur del país, en una estrecha franja de las marismas situada a lo largo de la frontera con Irán.
En estos mismos lugares, la guerra entre Iraq e Irán, en los años ochenta, asoló. Un millón de muertos, y un paisaje devastado. Los tells que distinguían en los años sesenta, que indicaban la presencia de yacimientos arqueológicos, han desaparecido, mientras que nuevas colinas artificiales se alzan a gran altura, abiertas por las bombas, o construidas por el ejército iraní, a modo de plataformas elevadas desde lo alto de las cuáles bombardeaban las posiciones defensivas iraquís.
Shell ha contratado a arqueólogos y geólogos para llevar a cabo estudios arqueológicos.
El terreno en el que se mueven está completamente minado desde 1980.  En principio el acceso está vetado, pues demasiados niños, que acudían a jugar en un lugar con altos y rampas, han muerto; del mismo modo, la parte inferior de las minas que no han explotado conservan una tapa de cobre, un metal deseado por la población local -como ocurre con los cables de cobre de las vías ferroviarias en España-, causando un sin número de muertos y mutilados.
Bombas de decenas de toneladas penetraron en la tierra húmeda, fácilmente penetrable -se trata de un espacio de marismas o de antiguas marismas-, hasta unos seis metros de profundidad y pueden explotar en cuanto se excava o se perfora.
La tierra está removida en metros de profundidad. Bombas, metralla, armas, tanques oxidados por doquier.

Los primeros estudios han revelado un paisaje cultural inesperado. Centenares de pequeños yacimientos salpican el espacio. Están removidos, destrozados, desplazados. Pero, sin embargo, los arqueólogos logran situarlos con cierta precisión en el espacio. Los restos proceden de estructuras arquitectónicas modestas, de equipamientos de hogares (cerámicas, residuos).
Del estudio se desprende que las marismas fueron habitadas desde el quinto milenio, posiblemente, y que el paisaje no revelaba una cultura urbana, con grandes ciudades, bien definidas, unidas por vías terrestres yo acuáticas, sino un territorio ocupado extensamente por pequeños núcleos habitados, haciendas aisladas incluso, que cubrían una gran parte de las marismas.
La cultura urbana mesopotámica, en los inicios del mundo sumerio, no habría creado tanto grandes ciudades, como se pensaba, sino una extensa red de pueblos y de viviendas aisladas, diseminadas por todo el territorio, pero no vueltas sobre sí mismas, sino bien conectadas entre sí, dibujando un paisaje quizá semejante al de los interminables suburbios de las ciudades del oeste norteamericano.

La política del imperio asirio (y la actualidad)

Una excelente ponencia en el presente encuentro de la ASOR en San Diego ha puesto de manifiesta inquietantes paralelismos entre la situación actual en el Próximo Oriente (Siria e Iraq, en particular) y la política en el imperio neo-asiria, que revela una posible y desesperante repetición de la historia.
La ponencia versaba sobre el reciente hallazgo y estudio de innumerables yacimientos arqueológicos en el Kurdistan iraquí. El territorio entre Mosul, Erbil, Kirkuk y Sulemaniyye está plagado de ruinas, casi siempre enterradas, indiscernibles desde el suelo, que se descubren gracias a fotografías aéreas. Amen de las grandes capitales asirias y neo-asirias, de los segundo y primer milenios (Nínive, Assur, Korsabad, Arbales, etc. -o Kilizu, excavada por la misión arqueológica francesa en la que participamos profesores y estudiantes de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC)-, el territorio, que corresponde al corazón del imperio neo-asirio, estaba masivamente urbanizado: un sin fin de ciudades  o grandes pueblos, unidos por una tupida red de comunicaciones -el nombre de "highway" (vía rápida) ha sido utilizado- siguiendo sobre todo los valles.
Estos recientemente descubiertos yacimientos revelan que se trataban de ciudades que carecían de monumentos y equipamientos propios de ciudades imperiales. Parecen haber sido ciudades edificadas rápidamente quizá para acoger a una creciente y reciente población.
Su forma recuerda más bien la de un moderno campamento de refugiados, como los que se están levantando por el norte de Siria e Iraq hoy para acoger la población desplazada por la sanguinaria irrupción del ISIL, y la guerra civil siria, así como, en los años ochenta, por el gaseamiento y destrucción de pueblos kurdos, desplazados a suburbios siniestros de Erbil, por ejemplo, por el gobierno de Saddam Hussein.
La asociación entre estos campamentos de refugiados, ya sea de las Naciones Unidas, ya sea de manera "espontánea", y los yacimientos arqueológicos neo-asirios hallados hoy no es caprichosa. El imperio neo-asirio practicaba ya la deportación masiva de poblaciones. Los motivos, empero, no eran siempre políticos: deportaciones como castigos, como consecuencia de conquistas y destrucciones de ciudades, como acontece hoy. El imperio neo-asirio también necesitaba, además del sometimiento de la población, cierto equilibrio interno en la distribución de los núcleos poblados, así como el cultivo intensivo de la tierra, que pudiera producir bienes de consumo (alimenticios) para las grandes capitales, algunas de reciente fundación como Dur-Sharrunkin ( Khorsabad). El emperador y los gobernadores mandaban deportar pueblos enteros para reequilibrar la densidad de población por todo el territorio, liberando zonas excesivamente pobladas en favor de áreas casi desérticas, y para cultivar tierras infra-utilizadas. De este modo, el imperio, excesivamente extenso, podría esperar sobrevivir, ya que el poder imperial no podía controlarlo sin un reparto equitativo de una población, sin duda dominada.
Es la trágica historia actual la que permite intuir las razones de esta lluvia de asentamientos levantados en poco tiempo en el imperio asirio. La asociación entre el pasado y el presente tiene, ciertamente, que realizarse con mucho cuidado para evitar extrapolaciones fáciles, pero no deja de aportar posibles explicaciones lógicas, convincentes o sugerentes al hasta ahora inexplicable rápido o, mejor dicho, apresurado, proceso de urbanización del imperio neo-asirio.  

ALFRED STIEGLITZ (1864-1946): THE CITY OF AMBITIONS (LA CIUDAD DE LAS AMBICIONES, 1910)
















































El Museo de Bellas Artes de San Diego (California, EEUU) posee una excelente colección de copias sobre papel originales de fotografias de Alfred Stieglitz, uno de los mejores retratistas de la ciudad de Nueva York cuando, a principios del siglo XX, los rascacielos despuntaban, en medio de vías férreas por donde circulaban humeantes máquinas de trenes de vapor, y calles cubiertas de nieve sucia por las que, en un contraste entre dos épocas, aun pasaban carros tirados por caballos.
Ciudad de la ambición es el título de una de las fotografías más conocidas (la segunda de la presente selección).
Stieglitz quería mostrar un nuevo paisaje, americano y moderno. Mientras su segunda esposa, la pintora Georgia o´Keeffe (tras pintar las mismas escenas urbanas que Stieglitz fotografiaba) se instalaba en el sur del país para evocar la tierra ancestral, Stieglitz equiparaba los rascacielos y su estructura metálica con árboles que componían la naturaleza del siglo XX. Las torres no se oponían a la naturaleza, sino que la creaban. Se alzaban hacia la luz desde la oscuridad de las estrechas fallas entre las construcciones. Los edificios, como el Flatiron, se asemejaban también a naves de hierro listas para partir al nuevo mundo. Siempre a lo lejos, rascacielos aún en construcción.
El deseo de revelar la nueva realidad americana estaba en sintonía con las galerías de arte que Stieglitz abrió en Nueva York, en particular, la Galería 291, en la que expusieron, en las primeras décadas del siglo XX, los principales artistas europeos de vanguardia, cuyas preocupaciones tanto formales cuanto metafísicas tenían una exacta correspondencia en la composición del nuevo mundo -urbano- que Stieglitz anunciaba.