viernes, 7 de agosto de 2015

jueves, 6 de agosto de 2015

THE BEATLES: THE PALACE OF THE KING OF THE BIRDS (1969)

GEOFF DUNBAR (1944) & PAUL McCARTNEY (1942): RUPERT AND THE FROG SONG (1985)

Las consecuencias de la muerte de Cilla Black aún colean (véase una entrada anterior)

De la búsqueda de temas que Lennon & McCartney escribieron para esta cantante, recién fallecida, pero nunca grabados por los Beatles, a la búsqueda de oscuros temas inéditos, no recogidos en ninguna antología ni en discos piratas.

Y es así como se puede encontrar El palacio del rey de los pájaros, en dos versiones, en parte improvisadas, grabadas -pero nunca producidas ni editadas-, de Paul McCartney, una tema instrumental inspirado en el Oso Rupert -o dedicado a él-, un personaje de cuento infantil británico de los años veinte (aun editado) que fascinaba al cantante de niño (véase entrada siguiente)

Éste, apenas el grupo los Beatles disueltos, en 1970, decidió componer más canciones entorno a este personaje. Éstas nunca fueron publicadas, pero, a principios de los años ochenta, escribió y produjo un dibujo animado, estrenado en 1985, ganador de un premio BAFTA al mejor cortometraje de animación, y finalista de los premios Grammy, en los que se incluyó una breve versión de la canción El palacio del rey de los pájaros. Este cortometraje quizá no se haya nunca proyectado comercialmente en España.

Dibujos en ocasiones empalagosos o excesivamente sentimentales, del peor Disney -en parte rescatados por las irónicas referencias a la imaginería kistch budista (los reyes de las ranas convertidos en bodhisattvas), quizá un guiño a las influencias de la música hindú en la obra de los Beatles en la segunda mitad de los sesenta, y por un sólido humor inglés autoparódico- y brillantes referencias a las películas musicales de Hollywood de los años treinta, se unen a algunas de las más hermosas y novedosas composiciones y técnicas de la animación occidental en la parte final (casi a la altura de los hallazgos felices de Yellow Submarine).
Se trata de un relativamente sombrío viaje iniciático, de un hogar a un palacio encantado, asediado por monstruos nocturnos:

miércoles, 5 de agosto de 2015

"The Beatles": From a Window (1964)



El reciente fallecimiento de la cantante británica Cilla Black, uno de cuyos primeros éxitos fue una canción, compuesta por John Lennon y Paul McCartney, que nunca grabaron con los Beatles, ha puesto de nuevo de relieve temas de estos autores para otros grupos o cantantes.
From a Window,  aunque firmada por Lennon&McCartney, sería una composición de Paul McCartney, grabada por un grupo inglés llamado Billy J. Kramer y los Dakotas, dirigidos por el mismo empresario (Brian Epstein) que los Beatles y, al parecer, interpretada, aunque nunca grabada, por los propios Beatles (o por John Lennon).
Este grupo cantó y grabó cuatro exitosas canciones más de Lennon & McCartney, en 1964, que los Beatles nunca grabaron.


Gatumdug, diosa sumeria de los ladrillos y las casas

El nombre de la diosa sumeria Gatumdug la ponía en relación con la arquitectura. Ga2-tum3-dug3 (tal como se "deletrea" el nombre) contiene la palabra ga2 que significa casa o templo. Su nombre podría significar Casa de los dulces bienes. Gatumdug traía bienes, y protegía los espacios en los que se estaba bien.
Gatumdug era una diosa-madre de la ciudad sumeria de Lagash. Era hija del dios de cielo An, y esposa de Ningirsu, el dios tutelar de la ciudad. Amén de traer o proteger bienes y espacios donde los bienes se recogían, Gatumdug estaba en el origen de la creación arquitectónica. El rey neo-sumerio Gudea de la ciudad-estado de Lagash (finales del III milenio) reconstruyó, por mandato de An, y ayudado por Ningirsu, el templo principal de la ciudad. Los dioses le entregaron los planos del mismo, le confiaron cómo construirlo y con qué materiales, y le señalaron el día propicio para los inicios de la obra: la fecha en la que el plano de los astros coincidía con el plano del templo. Pero la divinidad que jugó un papel principal fue la diosa Gatumdg; no tanto porque participó activamente, al igual que otras divinidades, en la construcción efectiva del templo, sino porque fue la responsable del elemento principal, del origen mismo del templo. En efecto, Gudea consideraba que el ladrillo fundacional era una metonimia del templo: un elemento que representaba el todo. En dicho ladrillo se resumía el edificio. De alguna manera, el ladrillo era un modelo del templo. Nada sustancial de éste escapaba al ladrillo fundacional. Este elemento fue engendrado por Gatumdug, al igual que todos los ladrillos necesarios para la edificación. Entre dolores de parto, la diosa alumbró a todos los ladrillos. Éstos no eran objetos inertes, fruto de un trabajo artesano. Un ladrillo era sagrado, un ente vivo, porque se insertaba en la morada divina. Gatumdug los consideraba hijos suyos, semejantes a los humanos, que también eran figuras modeladas en barro que fueron creciendo en la vagina de la diosa madre antes de ser dados a luz, expuestos a la luz. Todos los humanos, como todos los ladrillos, eran semejantes. El templo era un organismo vivo. Acogía a la divinidad a la que estaba destinada y dedicada pero, sobre todo, había sido engendrado, como un ser vivo, pieza a pieza, por una diosa-madre, que también velaba por la fecundidad de la tierra. Cada elemento, por pequeño que fuera, era el fruto del acto procreador divino. La diosa cobijaba y alimentaba a los humanos.
En época paleo-babilónica (dos o tres siglos después del rey Gudea) Gatumdug se identificaría con la diosa Nintinugga. Ambas asumieron las mismas funciones. Es así como Gatumdug se convertiría en una diosa sanadora. Devolvía los humanos a la vida; los restauraba en su integridad; les ofrecía bienestar, que estuvieran, que moraran bien. Esta función explica que Gatumdug fuera la diosa que devolvió el hálito a la humanidad tras el diluvio. Su hija, la diosa Baba o Bau, que un perro, el perfecto animal doméstico, simbolizaba, también poseía poderes curativos. El perro guardaba y protegía las casas y sus habitantes. Gracias a la presencia del animal, la diosa estaba cerca, velando por su obra.

Souvenir, souvenir


y luego nos quejamos si los turistas se emborrachan hasta caer muertos y vomitan.
¿Cómo pueden reaccionar ante este recuerdo especialmente pertrechado?
Una cosa, chapa, pin, o pasta, en novedosa forma de corazón (¡ah! Milton Glazer, si hubieras previsto en qué habría acabado tu logotipo para Nueva York...), como un Mariscal para Carrefour, trufado de edificios pintorescos, como la barriga cervecera del hotel vela de Ricardo Bofill, la torre Agbar, tan bien integrada en la trama urbana, de Jean Nouvel, las colorísticos churros de la Sagrada Familia clavados en pleno centro del beato Gaudí, o la sutil mole del Palacio Nacional con su peineta de luces, y la misteriosa palabra FAD que todo turista sabe qué significa... Incluye el término Culture. Y la firma de Picasso. Falta Copito

martes, 4 de agosto de 2015

El sexo de Yahvé

La existencia de "una" asherat es conocida. Varios estudios, desde finales de los años sesenta, y en particular a finales de los noventa, se han centrado en la esposa de Yahvé, la diosa Asherat. Los estudios, sin embargo, no han impedido que el Museo de Israel, en Jerusalén, tuviera que tener cuidado, hace unos diez años, a la hora de redactar las cartelas de figuras femeninas de terracota identificadas como imágenes o fetiches de Asherat.
El Antiguo Testamento se refiere en varias ocasiones a Asherat. El mismo templo de Jerusalén es descrito como la morada de Yahvé y Asherat. Las traducciones, aún hoy, consideran, sin embargo que Asherat no es un nombre propio, sino un sustantivo que designa a una piedra sagrada o betilo, y no a una diosa. El culto a las piedras sagradas estaba proscrito, por lo que se intuye que la prohibición era enunciada porque aquel culto debía estar extendido. El sueño que Jacob tuvo, cuando vio a seres angelicales ascender por una escalera hacia el cielo, aconteció mientras Jacob apoyaba la cabeza sobre una asherat, lo que se traduce: sobre una piedra. La conversión de Asherat en una asherat debía estar justificada, no solo por la prohibición de Yahvé del culto a efigies -tanto suyas como de otras divinidades, cuya existencia no era negada- sino porque dichas efigies de culto, en particular de su esposa Asherat, estaban talladas en bloques de piedra.
No es tan conocida, sin embargo, una curiosa característica de Yahvé, recientemente puesta de manifiesto por los estudiosos bíblicos, y que se desprende en el Salmo 20. Así como varias divinidades mesopotámicas, independientemente de su género, eran consideradas padre y madre al mismo tiempo de los humanos, Yahvé es descrito como una divinidad que asume ambas funciones, es decir como una divinidad hermafrodita.
Este hecho ha llevado a una tercera interpretación del complejo término de asherat. Éste podría designar ya sea la esposa de Yahvé, ya sea la componente femenina de este dios, en los casos en que se impuso el monoteísmo. siempre se ha dado por supuesto que Yahvé era una divinidad masculina, a la que representaciones medievales y posteriores de un ser barbado nos han acostumbrado de modo que su género no parece causar problemas, pero, si bien la presencia de una divinidad femenina como Asherat ha acentuado el carácter patriarcal de Yahvé -a costa de su unicidad- la existencia de dos caras, masculina y femenina, de esta dios, ha permitido articular su omnipotencia -que se manifiesta por su doble faceta masculina y femenina- con su singularidad.
La doble condición sexual de una divinidad no es hecho raro, ya que dioses como Dionisos o Apolo, por ejemplo, han sido tanto considerados deidades masculinas y femeninas a la vez, sin que ningún género haya limitado su divinidad, asumiendo plenamente ambas condiciones (por el contrario, la diosa Atenea ciñó su feminidad en favor de un aspecto o condición masculina, guerra y nada "maternal").