El nombre de la diosa sumeria Gatumdug la ponía en relación con la arquitectura. Ga2-tum3-dug3 (tal como se "deletrea" el nombre) contiene la palabra ga2 que significa casa o templo. Su nombre podría significar Casa de los dulces bienes. Gatumdug traía bienes, y protegía los espacios en los que se estaba bien.
Gatumdug era una diosa-madre de la ciudad sumeria de Lagash. Era hija del dios de cielo An, y esposa de Ningirsu, el dios tutelar de la ciudad. Amén de traer o proteger bienes y espacios donde los bienes se recogían, Gatumdug estaba en el origen de la creación arquitectónica. El rey neo-sumerio Gudea de la ciudad-estado de Lagash (finales del III milenio) reconstruyó, por mandato de An, y ayudado por Ningirsu, el templo principal de la ciudad. Los dioses le entregaron los planos del mismo, le confiaron cómo construirlo y con qué materiales, y le señalaron el día propicio para los inicios de la obra: la fecha en la que el plano de los astros coincidía con el plano del templo. Pero la divinidad que jugó un papel principal fue la diosa Gatumdg; no tanto porque participó activamente, al igual que otras divinidades, en la construcción efectiva del templo, sino porque fue la responsable del elemento principal, del origen mismo del templo. En efecto, Gudea consideraba que el ladrillo fundacional era una metonimia del templo: un elemento que representaba el todo. En dicho ladrillo se resumía el edificio. De alguna manera, el ladrillo era un modelo del templo. Nada sustancial de éste escapaba al ladrillo fundacional. Este elemento fue engendrado por Gatumdug, al igual que todos los ladrillos necesarios para la edificación. Entre dolores de parto, la diosa alumbró a todos los ladrillos. Éstos no eran objetos inertes, fruto de un trabajo artesano. Un ladrillo era sagrado, un ente vivo, porque se insertaba en la morada divina. Gatumdug los consideraba hijos suyos, semejantes a los humanos, que también eran figuras modeladas en barro que fueron creciendo en la vagina de la diosa madre antes de ser dados a luz, expuestos a la luz. Todos los humanos, como todos los ladrillos, eran semejantes. El templo era un organismo vivo. Acogía a la divinidad a la que estaba destinada y dedicada pero, sobre todo, había sido engendrado, como un ser vivo, pieza a pieza, por una diosa-madre, que también velaba por la fecundidad de la tierra. Cada elemento, por pequeño que fuera, era el fruto del acto procreador divino. La diosa cobijaba y alimentaba a los humanos.
En época paleo-babilónica (dos o tres siglos después del rey Gudea) Gatumdug se identificaría con la diosa Nintinugga. Ambas asumieron las mismas funciones. Es así como Gatumdug se convertiría en una diosa sanadora. Devolvía los humanos a la vida; los restauraba en su integridad; les ofrecía bienestar, que estuvieran, que moraran bien. Esta función explica que Gatumdug fuera la diosa que devolvió el hálito a la humanidad tras el diluvio. Su hija, la diosa Baba o Bau, que un perro, el perfecto animal doméstico, simbolizaba, también poseía poderes curativos. El perro guardaba y protegía las casas y sus habitantes. Gracias a la presencia del animal, la diosa estaba cerca, velando por su obra.
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