En un París con dos torres Eiffel, unida por un teleférico con Berlín, una niña, llamada Avril, busca a sus padres raptados
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La película del año, sin duda
Avril et le Monde Truqué - Bande Annonce from Need Productions on Vimeo.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
Mérito docente, o ¿deben cobrar los profesores en función de su calidad?
Un fantasma vuelve a recorrer la docencia: la retribución de acorde con la calidad del profesor.
Sin embargo, esta práctica ya existe en la Universidad. quizá no sea muy conocida. Dos profesores funcionarios del mismo nivel (por ejemplo, profesores titulares a tiempo completo que han obtenido una plaza de funcionario el mismo día, y tienen la mima dedicación) no cobran necesariamente lo mismo. La diferencia salarial es relativamente pequeña, no debería sobrepasar entre cien y ciento cincuenta euros al mes.
¿A qué se debe esta diferencia?
Los profesores somos evaluados por los estudiantes cada año. Un equipo de encuestadores pide que los alumnos respondan por escrito a una serie de preguntas, entre la que destaca la que se inquiere por la calidad general del enseñante: "¿Consideras que es un buen profesor?". Los estudiantes pueden puntuar entre 0 y 5. La nota media en la Escuela de Arquitectura de Barcelona es inferior a 4, la de algún departamento supera ligeramente esta nota, y algún profesor obtiene un 5 sobre 5.
Se considera que una nota superior a 3 es aceptable. Si un docente obtiene entre 2 y 3, debe responder a una serie de preguntas que el rectorado inquiere ante su departamento, justificando la nota. Por debajo de 2, el profesor es privado de docencia -aunque no pierde su condición de funcionario. en este caso, pierde los complementos de docencia. Esta situación es excepcional, aunque se ha producido.
El resultado de las encuestas a los estudiantes se suma a la evaluación que la Universidad realiza cada cinco años a fin de obtener un quinquenio de docencia, otorgado por el Ministerio de Educación y completado por el gobierno autónomo. La evaluación final tiene en cuenta la opinión del departamento, de la universidad y de los estudiantes, así como el texto que el profesor debe redactar donde expone programa y método docente. Los resultados se puntúan con letras, esta vez, entre A y D. Esta puntuación determina la concesión de un aumento de sueldo.
La valoración de los estudiantes interviene en las candidaturas a oposiciones. Se exigen un nota de 4 como mínimo anualmente para poder subir de categoría, por ejemplo de profesor titular a catedrático. Asimismo, determinados cargos y presencia en tribunales (de tesis doctorales, tribunal evaluadores de la calidad docente, etc.) exige notas superiores a 4 en las encuestas. Estos cargos dan también lugar a una retribución adicional.
Finalmente, la investigación también es evaluada cada seis años. Cada profesor debe redactar unas treinta páginas en las que expone y defiende seis resultados frutos de una investigación: congresos, artículos, libros, exposiciones. Esta evaluación, exigente, que no se supera siempre (y a la que profesores renuncian presentarse), otorga un complemento relativamente sustancial.
Ciertas pruebas o concursos (como oposiciones) requieren haber superado con éxito tres tramos sucesivos de investigación -lo que limita severamente el número de posibles candidatos a pruebas y cargos. El último tramo positivamente evaluado debe estar vigente.
Estas evaluaciones, anuales, trienales, quinquenales y cada seis años conllevan la redacción de informes en los que se expone desde programas y métodos docentes hasta investigaciones concluidas o en curso. Algunas de estas evaluaciones son obligatorias, otras, como las que miden los logros de investigación, se dejan a la consideración del profesor, si bien la renuncia a una evaluación conlleva la imposibilidad, durante dieciocho años, de presentarse a determinadas pruebas u obtener años sabáticos (a los que se tiene derecho cada diez años, o cada cinco si se aspira a un semestre sabático).
Los controles tanto por parte de los estudiantes como de la Universidad son serios, y tratan de detectar actos de venganza o promociones aduladoras -lo que, obviamente, ocurre.
Sin embargo, esta práctica ya existe en la Universidad. quizá no sea muy conocida. Dos profesores funcionarios del mismo nivel (por ejemplo, profesores titulares a tiempo completo que han obtenido una plaza de funcionario el mismo día, y tienen la mima dedicación) no cobran necesariamente lo mismo. La diferencia salarial es relativamente pequeña, no debería sobrepasar entre cien y ciento cincuenta euros al mes.
¿A qué se debe esta diferencia?
Los profesores somos evaluados por los estudiantes cada año. Un equipo de encuestadores pide que los alumnos respondan por escrito a una serie de preguntas, entre la que destaca la que se inquiere por la calidad general del enseñante: "¿Consideras que es un buen profesor?". Los estudiantes pueden puntuar entre 0 y 5. La nota media en la Escuela de Arquitectura de Barcelona es inferior a 4, la de algún departamento supera ligeramente esta nota, y algún profesor obtiene un 5 sobre 5.
Se considera que una nota superior a 3 es aceptable. Si un docente obtiene entre 2 y 3, debe responder a una serie de preguntas que el rectorado inquiere ante su departamento, justificando la nota. Por debajo de 2, el profesor es privado de docencia -aunque no pierde su condición de funcionario. en este caso, pierde los complementos de docencia. Esta situación es excepcional, aunque se ha producido.
El resultado de las encuestas a los estudiantes se suma a la evaluación que la Universidad realiza cada cinco años a fin de obtener un quinquenio de docencia, otorgado por el Ministerio de Educación y completado por el gobierno autónomo. La evaluación final tiene en cuenta la opinión del departamento, de la universidad y de los estudiantes, así como el texto que el profesor debe redactar donde expone programa y método docente. Los resultados se puntúan con letras, esta vez, entre A y D. Esta puntuación determina la concesión de un aumento de sueldo.
La valoración de los estudiantes interviene en las candidaturas a oposiciones. Se exigen un nota de 4 como mínimo anualmente para poder subir de categoría, por ejemplo de profesor titular a catedrático. Asimismo, determinados cargos y presencia en tribunales (de tesis doctorales, tribunal evaluadores de la calidad docente, etc.) exige notas superiores a 4 en las encuestas. Estos cargos dan también lugar a una retribución adicional.
Finalmente, la investigación también es evaluada cada seis años. Cada profesor debe redactar unas treinta páginas en las que expone y defiende seis resultados frutos de una investigación: congresos, artículos, libros, exposiciones. Esta evaluación, exigente, que no se supera siempre (y a la que profesores renuncian presentarse), otorga un complemento relativamente sustancial.
Ciertas pruebas o concursos (como oposiciones) requieren haber superado con éxito tres tramos sucesivos de investigación -lo que limita severamente el número de posibles candidatos a pruebas y cargos. El último tramo positivamente evaluado debe estar vigente.
Estas evaluaciones, anuales, trienales, quinquenales y cada seis años conllevan la redacción de informes en los que se expone desde programas y métodos docentes hasta investigaciones concluidas o en curso. Algunas de estas evaluaciones son obligatorias, otras, como las que miden los logros de investigación, se dejan a la consideración del profesor, si bien la renuncia a una evaluación conlleva la imposibilidad, durante dieciocho años, de presentarse a determinadas pruebas u obtener años sabáticos (a los que se tiene derecho cada diez años, o cada cinco si se aspira a un semestre sabático).
Los controles tanto por parte de los estudiantes como de la Universidad son serios, y tratan de detectar actos de venganza o promociones aduladoras -lo que, obviamente, ocurre.
lunes, 2 de noviembre de 2015
MEREDITH MONK (1942): NEW YORK REQUIEM (1997)
Sobre esta artista performativa y compositora, de quien se inspira tanto Bruce Nauman, véase, por ejemplo esta su página web.
Requiem de Nueva York fue compuesto para un amigo cantante enfermo terminal.
Dioses, héroes y hombres en la Grecia antigua: el engaño como supremo valor
Los dioses griegos no necesitaron encarnarse para ser víctimas de pasiones plenamente humanas. al igual que los héroes, los dioses se engañaban. Los sortilegios y los afeites de Afrodita eran ávidamente solicitados por diosas de mediana edad como Hera, la esposa de Zeus, poco ducha en el arte de la seducción. La misma Gea, la diosa de la tierra, logró engañar a Urano, el cielo, para poder dar a luz a sus hijos, el primogénito de los cuales, Cronos, castraría a su padre y tomaría el poder en el Olimpo.
Los helenistas han afirmado reiteradamente que los griegos dieron más importancia a la astucia que a la valentía. La saga troyana pone en la misma balanza al indómito -pero de cortas luces y obstinado- Aquiles y al artero Ulises que no dudó en sacrificar a sus compañeros para lograr sus fines y llegar sano y salvo a Ítaca. Los griegos parecían sentían más simpatías por éste último. Hasta Atenea le ayudaba en sus tretas. Si logró derrotar a los pretendientes que asediaban a su abandonada esposa Penélope fue porque recurrió al disfraz, haciéndose pasar por quien no era.
Todas las panteones han conocido a un dios ingenioso a quien las demás divinidades confiaban la resolución de problemas por cualquier método y a toda costa. Así, por ejemplo, Enki o Ea, el dios de la arquitectura en Mesopotamia, cumplía esta función. Más que ingeniero era ingenioso. Se las sabía todas para levantar o derribar muros. En Egipto, Bes, la cara oculta del dios constructor Ptah, también se las arreglaba para proteger a viajeros, comerciantes y ladrones, como el astuto Hermes en Grecia -quien no cesó de engañar a Apolo.
Los griegos distinguían entre el engaño y la mentira, sin embargo. El primero era lícito porque permitía sortear obstáculos y dificultades sin grandes daños; la mentira, por el contrario, era el arte de los cobardes que solo buscaban injuriar y socavar la honra o la imagen de quienes eran víctimas de sus tretas.
Dioses y héroes se engañaban, pero no se insultaban. Recurrían a artimañas para salirse con la suya, cuando la fuerza era inútil o contraproducente. Desde luego, el valor que los héroes practicaban en la guerra de Troya, tal como la Ilíada la cuenta -guerra que concluye con un engaño, el caballo de madera en el que los aqueos se esconden para acceder sin ser vistos en el centro de la ciudad de Troya y sorprender, de noche, sus defensores-, desaparece en la Odisea, protagonizada por magas y un héroe acomodaticio, Ulises.
La tragedia (o tragicomedia) Helena, de Eurípides, cuestiona la frontera entre el lícito engaño (que hasta los gobernantes sabios podían practicar, según Platón, para evitar que ciertas verdades estuvieran al alcance de los cuidadanos que se suponía no estaban preparados para enfrentarse a ciertos hechos) y la ilícita mentira. Helena trastoca el orden cósmico. Perseguida por un rey, en Egipto, que trata de esposarse con ella, y rescatada inesperadamente por su esposo, Menelao, que se pensaba había fallecido en la Guerra de Troya, a fin de poder escapar de la vigilancia del rey, junto con Menelao, planea un dudoso engaño. Cuenta al rey que su esposo -que está junto a ella, pero que es irreconocible, debido a los harapos que porta- ha fallecido y, antes de aceptar a aquél por esposo, tiene que cumplir con las sagradas ceremonias fúnebres. Debe rendir homenaje a su esposo supuestamente muerto. Dado que se habría ahogado, solicita un barco para entregar al mar toda clase de ofrendas. Una vez que haya obtenido de su crédulo pretendiente una nave en condiciones, Helena y Menelao desaparecerán tras el horizonte. Menelao acepta hacerse pasar por otro. Renuncia a combatir. No le importa hacerse el muerto. Helena, por su parte, se burla de las afligidas viudas y de los ritos funerarios. No parece temer a las potencias de los infiernos. Simula tener pena, llora lágrimas de cocodrilo, se desgañita falsamente. Nada queda de la manera casi inhumana con la que Ifigenia afrontó su sacrificio, del castigo que Edipo se infligió, o del suicidio heroico de Antígona. Helena actúa como una descreída -esta rasgo, por otra parte, casa bien con la imagen que se tenía de Helena, pues se pensaba que había engañado a su esposo Menelao y lo había abandonado para partir con el príncipe troyano Paris, lo que desencadenó la guerra de Troya, cuando, en verdad, Helena fue raptada por Paris. Peso eso aconteció en tiempos de Homero. Siglos más tarde, Eurípides describió a Helena como una figura que no duda en bromear sobre los muertos. Nada parece sagrado.
En tiempos de Eurípedes ya no habían dioses y héroes, sino tan solo sombras de aquéllos, ahora plenamente humanos, caracterizados como patéticos seres que recurren al engaño y la mentira para sobrevivir.
Eurípides, por eso, fue un objetivo narrador de la condición humana. Los enfrentamientos de cuerpo presente entre los vivos y los muertos en la tragedia Antígona de Sófocles, se resuelven con mentiras en Helena de Eurípides. Los muertos deben ser sombras incapaces, y la única honra que cuenta es la de seguir vivo a toda costa, aunque sea haciéndose pasar por muerto.
Los helenistas han afirmado reiteradamente que los griegos dieron más importancia a la astucia que a la valentía. La saga troyana pone en la misma balanza al indómito -pero de cortas luces y obstinado- Aquiles y al artero Ulises que no dudó en sacrificar a sus compañeros para lograr sus fines y llegar sano y salvo a Ítaca. Los griegos parecían sentían más simpatías por éste último. Hasta Atenea le ayudaba en sus tretas. Si logró derrotar a los pretendientes que asediaban a su abandonada esposa Penélope fue porque recurrió al disfraz, haciéndose pasar por quien no era.
Todas las panteones han conocido a un dios ingenioso a quien las demás divinidades confiaban la resolución de problemas por cualquier método y a toda costa. Así, por ejemplo, Enki o Ea, el dios de la arquitectura en Mesopotamia, cumplía esta función. Más que ingeniero era ingenioso. Se las sabía todas para levantar o derribar muros. En Egipto, Bes, la cara oculta del dios constructor Ptah, también se las arreglaba para proteger a viajeros, comerciantes y ladrones, como el astuto Hermes en Grecia -quien no cesó de engañar a Apolo.
Los griegos distinguían entre el engaño y la mentira, sin embargo. El primero era lícito porque permitía sortear obstáculos y dificultades sin grandes daños; la mentira, por el contrario, era el arte de los cobardes que solo buscaban injuriar y socavar la honra o la imagen de quienes eran víctimas de sus tretas.
Dioses y héroes se engañaban, pero no se insultaban. Recurrían a artimañas para salirse con la suya, cuando la fuerza era inútil o contraproducente. Desde luego, el valor que los héroes practicaban en la guerra de Troya, tal como la Ilíada la cuenta -guerra que concluye con un engaño, el caballo de madera en el que los aqueos se esconden para acceder sin ser vistos en el centro de la ciudad de Troya y sorprender, de noche, sus defensores-, desaparece en la Odisea, protagonizada por magas y un héroe acomodaticio, Ulises.
La tragedia (o tragicomedia) Helena, de Eurípides, cuestiona la frontera entre el lícito engaño (que hasta los gobernantes sabios podían practicar, según Platón, para evitar que ciertas verdades estuvieran al alcance de los cuidadanos que se suponía no estaban preparados para enfrentarse a ciertos hechos) y la ilícita mentira. Helena trastoca el orden cósmico. Perseguida por un rey, en Egipto, que trata de esposarse con ella, y rescatada inesperadamente por su esposo, Menelao, que se pensaba había fallecido en la Guerra de Troya, a fin de poder escapar de la vigilancia del rey, junto con Menelao, planea un dudoso engaño. Cuenta al rey que su esposo -que está junto a ella, pero que es irreconocible, debido a los harapos que porta- ha fallecido y, antes de aceptar a aquél por esposo, tiene que cumplir con las sagradas ceremonias fúnebres. Debe rendir homenaje a su esposo supuestamente muerto. Dado que se habría ahogado, solicita un barco para entregar al mar toda clase de ofrendas. Una vez que haya obtenido de su crédulo pretendiente una nave en condiciones, Helena y Menelao desaparecerán tras el horizonte. Menelao acepta hacerse pasar por otro. Renuncia a combatir. No le importa hacerse el muerto. Helena, por su parte, se burla de las afligidas viudas y de los ritos funerarios. No parece temer a las potencias de los infiernos. Simula tener pena, llora lágrimas de cocodrilo, se desgañita falsamente. Nada queda de la manera casi inhumana con la que Ifigenia afrontó su sacrificio, del castigo que Edipo se infligió, o del suicidio heroico de Antígona. Helena actúa como una descreída -esta rasgo, por otra parte, casa bien con la imagen que se tenía de Helena, pues se pensaba que había engañado a su esposo Menelao y lo había abandonado para partir con el príncipe troyano Paris, lo que desencadenó la guerra de Troya, cuando, en verdad, Helena fue raptada por Paris. Peso eso aconteció en tiempos de Homero. Siglos más tarde, Eurípides describió a Helena como una figura que no duda en bromear sobre los muertos. Nada parece sagrado.
En tiempos de Eurípedes ya no habían dioses y héroes, sino tan solo sombras de aquéllos, ahora plenamente humanos, caracterizados como patéticos seres que recurren al engaño y la mentira para sobrevivir.
Eurípides, por eso, fue un objetivo narrador de la condición humana. Los enfrentamientos de cuerpo presente entre los vivos y los muertos en la tragedia Antígona de Sófocles, se resuelven con mentiras en Helena de Eurípides. Los muertos deben ser sombras incapaces, y la única honra que cuenta es la de seguir vivo a toda costa, aunque sea haciéndose pasar por muerto.
domingo, 1 de noviembre de 2015
ARVO PÄRT (1935): SINFONÍA NÚM. 4: LOS ÁNGELES (2008-2009)
Sobre esta sinfonía del compositor estonio Pärt, conocido por sus obras (cantatas) de contenido religioso, dedicada a la ciudad de Los Ángels, véase, por ejemplo, este artículo.
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Ciudades,
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música y arquitectura
LIES WESTENBURG (1922-2004): ENTREVISTA DE SIMON VINKENOOG A CONSTANT SOBRE EL PROYECTO NEW BABYLON (MET SIMON VINKENOOG NAAR HET NEW BABYLON VAN CONSTANT,1962)
Véase legalmente este ilustrativo documental sobre el proyecto New Babylon del artista holandés Constant:
http://content1c.omroep.nl/urishieldv2/l27m3979dbee0b5a530900563659f8000000.dfae3c197b4b68213094e02887a28385/vpro/destad/video/EeuwStad_HolDoc_SimonVinkenoog.mp4
http://content1c.omroep.nl/urishieldv2/l27m3979dbee0b5a530900563659f8000000.dfae3c197b4b68213094e02887a28385/vpro/destad/video/EeuwStad_HolDoc_SimonVinkenoog.mp4
El lenguaje del arte contemporáneo
Si el vocabulario de la crítica arquitectónica y del diseño industrial es curioso (véase la crítica de la Silla Biennale), no digamos qué ocurre en la crítica del arte contemporáneo.
Así, por ejemplo, el texto de presentación (y único texto de la muestra) de la excelente exposición de la pintora y dibujante abstracta hindú Nasreen Mohamedi (1937-1990), en el Museo Nacional. Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, estos días, reza:
"El lápiz y la tinta expresan en su obra una experiencia fenomenológica no objetiva, una práctica de la espera que atraviesa el plano pictórico para trazar sin fin líneas que entrañan la nada y el vacío".
Las obras, casi todas dibujos a tinta -se incluyen también fotografías de detalles arquitectónicos-, son tan "buenas" que incluso salen airosas de semejantes discursos atravesados.
Así, por ejemplo, el texto de presentación (y único texto de la muestra) de la excelente exposición de la pintora y dibujante abstracta hindú Nasreen Mohamedi (1937-1990), en el Museo Nacional. Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, estos días, reza:
"El lápiz y la tinta expresan en su obra una experiencia fenomenológica no objetiva, una práctica de la espera que atraviesa el plano pictórico para trazar sin fin líneas que entrañan la nada y el vacío".
Las obras, casi todas dibujos a tinta -se incluyen también fotografías de detalles arquitectónicos-, son tan "buenas" que incluso salen airosas de semejantes discursos atravesados.
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