domingo, 8 de mayo de 2016
Aprendiendo de las Vegas (o Gaudí, ¡Pop!)
Fotos: Tocho, mayo de 2016
Aprendiendo de las Vegas fue un libro de los arquitectos Robert Venturi y Denise Scott Brown que, pese -o debido- a sus pocas páginas cambió decisivamente y quizá para siempre la manera de proyectar y construir, y de mirar la arquitectura. Publicado en 1968, a finales de la era del Pop, destacaba los valores formales y el contenido de los casinos de las Vegas, marcados por la disolución de la barrera entre artes culta y popular, forma y contenido, estructura y decoración, esencia y apariencia. Todo valía siempre que pusiera en jaque los principios compositivos clásicos que habían seguido estando vigentes durante los años del racionalismo y del estilo internacional. La pureza quedaba abolida. Los anuncios, los mensajes, eran la obra.
El templo expiatorio de la Sagrada Familia en Barcelona, iniciado por Francisco de Paula, continuado por Antonio Gaudí y, tras el fallecimiento de éste y la pérdida de planos y maquetas durante la Guerra Civil, recreado por Luis Bonet, Jordi Bonet y Jordi Fauli, sigue, desde los años 80 los preceptos defendidos por Venturi y Scott Brown.
La mezcla de barandillas de hierro forjado, aluminio y vidrio, los ascensores de vidrio panorámico, los focos en forma de esfera, las luces de colores, las vidrieras de colores chillones, el uso de recubrimientos de mármoles que simulan que las formas son macizas, en el interior del templo, las grandes puertas de bronce floreadas dignas de Ágata Ruiz de la Prada,, proceden del lenguaje de las casinos y los hoteles de las Vegas,
La influencia de Venturi es aun más presente ya que la composición de las naves también sigue sus análisis de la arquitectura en su estudio clásico, que todo arquitecto de cierta edad ha leído y amado, Complejidad y contradicción de la arquitectura. Así, la amplitud y altura de las naves está neutralizada por la profusión de columnas y de remates que impiden tener una visión unitaria del espacio; éste se muestra fragmentado y angosto; el área del coro está proyectada de tal modo que los cantantes no pueden ver al director por lo que aquéllos tienen que seguir los movimientos del director a través de pantallas, lo que mezcla realidad y ficción; las formas por un lado quieren parecer de piedra maciza, pero por otro no esconden sus perfiles recortados por ordenador.
Tal como se muestra hoy, la Sagrada Familia enriquece el conjunto de arquitecturas que ya goza de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, FerrariLand -de próxima apertura en el recinto de Port Aventura, cerca de Tarragona-, Terra Mítica, no lejos de Alicante, la basílica de Montserrat, el Valle de los Caídos, y se yergue como una excelente aproximación a la gran arquitectura del palacio de Saddam Hussein en Babilonia, y las extraordinarias ciudades de Dubai, Marbella y Astaná (la nueva capital de Kajastán), entre otras, que han logrado que los estrictos criterios de valor en arquitectura finalmente hayan sido puestos en tela de juicio. Hoy, los más importantes teóricos de la arquitectura y arquitectos catalanes, que no supieron ver la grandeza de la Sagrada Familia, han acabado por confesar su admiración. Desde luego, BCN World no es ya necesario para poder disfrutar de una nueva experiencia espacial. Todo, por solo dieciséis euros.
Agradecimientos a Eric Rusiñol y sus explicaciones históricas, proyectuales y constructivas
jueves, 5 de mayo de 2016
ARTHUR FELLIG (WEEGEE, 1899-1968): BOWERY (NUEVA YORK, AÑOS 30 y 40)
Agosto de 1990. Inicio de una estancia becada en Nueva York hasta principios del año siguiente, precedida de un mes de vacaciones estivales. Alquiler de un "loft", aconsejado por amigos, que lo subalquilaban a la dueña que ya no vivía en Nueva York. Se trataba del piso, convertido en almacén, que la fotógrafa Nan Goldin poseía, célebre ya porque había constituido el escenario de los retratos de su vida y sus amigos, "yonquis" y "maltratadores" en ocasiones (o a menudo), que formaban parte de la serie fotográfica, hoy "mítica", Balada de la Dependencia Sexual, creada en los años 80.
El mito aun no se percibía. O no como uno se imaginaba. Se hallaba en la avenida de Bowery, al final de la tercera avenida, en el sur de Manhattan. El piso se hallaba en un bloque de cinco pisos desconchados, varios de cuyos apartamentos estaban ocupados por artistas españoles. En frente, tras cruzar la avenida demasiado ancha, el diminuto local de música CBGB, cuyas paredes estaban forradas de periodicos, pintadas y "grafitis·, en el que, diez o quince años antes se habían formado los Ramones, Television y Blondie, y un albergue del Ejército de Salvación. Al lado de la casa, un terreno baldío entre medianeras de ladrillos pardos, invadido de hierbajos, ante el cual, de noche, sin-hogar dormían sobre sucios colchones en la acera que ratas descomunales sorteaban, entre detenidos, de pie, brazos en alto contra las fachadas circundantes, apuntados por potentes focos de la policía que organizaba batidas al caer la noche.
Era conveniente no comprar nada en el estrecho colmado junto a la puerta de entrada.
Se trataba de un tercer piso. Ventilaba solo por la puerta de entrada ya que las únicas ventanas, en la fachada posterior que daba a un patinejo, no abrían -lo cual no era ningún mal ya que una grasienta escalera metálica de emergencia cruzaba ante ellas. La ducha y el sanitario, a la derecha de la entrada, cerca de la cocina americana, sin separación alguna. Suelo negruzco y pegajoso, muros pintados quizá en el siglo XIX, muebles sacados de contenedores, pulgas en el colchón de matrimonio tirado en el suelo, tiras de matamoscas colgadas por doquier que ya no servían para nada tal era la densidad de insectos muertos, un gato enloquecido y hambriento, una rata muerta debajo de la mesa, y un piano desafinado. Aguantamos un mes.
Pero el barrio de Bowery había sido, en los años treinta y cuarenta, una área de cabarets y locales nocturnos con enanos, chicas desnudas y matones, a menudo escenarios de crímenes cuya crudeza y cuya magia espeluznante y desolada, casi poética, el fotógrafo aficionado húngaro Fellig supo retratar mejor y antes que nadie. Sus imágenes se publicaban en pocas horas en los diarios de mayor tirada. Nueva York, el barrio y la calle de Bowery en particular, solo aparecía como un telón de fondo. Lo que contaba era la vida y la muerte, dura, apasionada e inmisericorde que se desenvolvía casi siempre en la calle, o en locales cuyos interiores atestados se descubrían desde la calle.
Hoy, una exposición en el Centro Internacional de Fotografía, en la ciudad de Jersey en los Estados Unidos, que se establecerá en mes que viene en la calle de ...Bowery en Nueva York, lo recuerda.
A Nuria, Encarna y Josep.
martes, 3 de mayo de 2016
Nota sobre la concepción del espacio en la Roma antigua
La palabra espacio viene del latín spatium.
Sin embargo, spatium no se traduce por espacio sino por... tiempo.
¿Cómo es posible?
Spatium designa un área de juego; en concreto, un circo: un lugar acotado donde tienen lugar carreras de caballos. Spatium, así, denomina un "espacio" donde tienen "lugar" toda clase de movimientos. La palabra latina deriva de una raíz que también se halla en el verbo griego spaô y que se traduce por lanzar la jabalina.
Esta asociación del spatium con el movimiento lleva a que, por un lado, spatium se refiera también a un área de paseo y, por otro, a la distancia recorrida.
Por lo que spatium también aluda al tiempo transcurrido durante un cierto movimiento, ya sea una carrera o una caminata.
Desde luego, la noción de espacio no es independiente de las acciones, de los desplazamientos que tienen lugar en él y a los que invita. Estos movimientos son comunitarios. El spatium es, así, un lugar de encuentro, y también el lugar donde se produce un acontecimiento, en el que una comunidad participa, en que que ésta se muestra. El espacio no se concibe en abstracto. Es una "arena", un área de juego, un espacio escénico, donde acontecen acciones que unen a miembros de una comunidad. El espacio es el lugar del espectáculo, donde se acude a mostrarse y a ver. Sin spatium no existe la colectividad, ya que ésta necesita de un "espacio" donde escenificar y resolver problemas y tensiones. El espacio está íntimamente ligado a la vida de los humanos o, mejor dicho, de los ciudadanos, de los seres que aceptan vivir conjuntamente. Spatium se puede traducir por jardín; también por descanso, respiro, tregua. Designa pues un área dónde se descansa, se medita y se dialoga. El spatium es un lugar de retiro y designa también los beneficios que allí se obtienen: un alto en el camino. por lo que el término latino se refiere tanto al movimiento como a la parada, necesaria antes de reemprender la ruta. Se trata del lugar donde uno se toma su tiempo. Cada uno, pues, posee su propio "espacio" vital: tal sería la verdadera traducción del término latino.
Sin embargo, spatium no se traduce por espacio sino por... tiempo.
¿Cómo es posible?
Spatium designa un área de juego; en concreto, un circo: un lugar acotado donde tienen lugar carreras de caballos. Spatium, así, denomina un "espacio" donde tienen "lugar" toda clase de movimientos. La palabra latina deriva de una raíz que también se halla en el verbo griego spaô y que se traduce por lanzar la jabalina.
Esta asociación del spatium con el movimiento lleva a que, por un lado, spatium se refiera también a un área de paseo y, por otro, a la distancia recorrida.
Por lo que spatium también aluda al tiempo transcurrido durante un cierto movimiento, ya sea una carrera o una caminata.
Desde luego, la noción de espacio no es independiente de las acciones, de los desplazamientos que tienen lugar en él y a los que invita. Estos movimientos son comunitarios. El spatium es, así, un lugar de encuentro, y también el lugar donde se produce un acontecimiento, en el que una comunidad participa, en que que ésta se muestra. El espacio no se concibe en abstracto. Es una "arena", un área de juego, un espacio escénico, donde acontecen acciones que unen a miembros de una comunidad. El espacio es el lugar del espectáculo, donde se acude a mostrarse y a ver. Sin spatium no existe la colectividad, ya que ésta necesita de un "espacio" donde escenificar y resolver problemas y tensiones. El espacio está íntimamente ligado a la vida de los humanos o, mejor dicho, de los ciudadanos, de los seres que aceptan vivir conjuntamente. Spatium se puede traducir por jardín; también por descanso, respiro, tregua. Designa pues un área dónde se descansa, se medita y se dialoga. El spatium es un lugar de retiro y designa también los beneficios que allí se obtienen: un alto en el camino. por lo que el término latino se refiere tanto al movimiento como a la parada, necesaria antes de reemprender la ruta. Se trata del lugar donde uno se toma su tiempo. Cada uno, pues, posee su propio "espacio" vital: tal sería la verdadera traducción del término latino.
lunes, 2 de mayo de 2016
La concepción del espacio en la Grecia antigua, II: el retorno a la Madre
Tras Platón, Aristóteles también reflexionó sobre el espacio. El libro cuarto de la Física está dedicado a esta categoría, y cita varias veces el Timeo platónico, fuente básica para un conocimiento sobre la imagen del espacio en la Grecia antigua.
Si Aristóteles emplea, al menos un vez, el mismo término que Platón (chôra) par designar lo que hoy traducimos por espacio, recurre más bien a la palabra topos, que significa tanto lugar propio como, a través del latín spatium -que deberemos mencionar qué significa en verdad en una próxima "entrada"-, espacio genérico.
Aristóteles parece estar de acuerdo con la concepción platónica de espacio, lo que algunos estudiosos corroboran. Aristóteles, en efecto, recurre a una imagen mítica del espacio (208b). Al igual que para Platón, el espacio -que llama topos- es la diosa primordial Chaos, descrita por Hesiodo en los primeros versos del largo poema cosmogónico Teogonía. Toda vez que Chaos significa herida o apertura, y se refiere a la materia o diosa primordial que se abre para alumbrar a los primeros dioses, Chaos es semejante a las diosas madre acuáticas orientales, a las que Platón posiblemente aludiera cuando comparaba el espacio a una gran matriz.
Pero, una vez establecido este parecido, la concepción de Aristóteles se desmarca de la Platón: es inversa. Así, para Platón, el espacio era el generador de los seres: los alumbraba. El espacio era como una gran matriz, una cuna o una casa en la que los seres nacían y vivían. El espacio era lo que permitía que los seres vivieran: este espacio no era genérico o propio, sino personal.
Para Aristóteles también existía el espacio personal. Pero éste no estaba en el origen de los seres sino que constituía el lugar al que se retornaba. así, las cosas tendían, en función de su naturaleza aérea, acuática, ignea o terrosa, hacia lo alto o la bajo, la diestra o la siniestra del espacio concebido como una gran matriz. El espacio no se daba, sino que se conquistaba. Los seres vivientes debían ganarse su propio lugar. Tendían siempre hacia un lugar afín; éste era casi un sueño, No se alcanzaba nunca pero no se dejaba de aspirar a él. Los seres no permanecían en el espacio, sino que se desplazaban hacia él. El lugar propio, el lugar dónde morar, donde estar para siempre, estaba lejos pero toda la vida tendía, aspiraba a este Eldorado.
Del mismo modo que el paraíso cristiano no estaba en los inicios del tiempo y de los seres sino que era un sueño al que e llegaba tras una vida -lugar de reposo eterno-, el espacio aristotélico, concebido, como Platón, como el lugar de la vida verdadera, se alcanzaba, o se vislumbra, tras una búsqueda incesante, una vida plena. El lugar llamaba a los seres aunque no se imponía en modo alguno. No era un espacio coercitivo sino liberador. el espacio donde descansar al fin.
Si Aristóteles emplea, al menos un vez, el mismo término que Platón (chôra) par designar lo que hoy traducimos por espacio, recurre más bien a la palabra topos, que significa tanto lugar propio como, a través del latín spatium -que deberemos mencionar qué significa en verdad en una próxima "entrada"-, espacio genérico.
Aristóteles parece estar de acuerdo con la concepción platónica de espacio, lo que algunos estudiosos corroboran. Aristóteles, en efecto, recurre a una imagen mítica del espacio (208b). Al igual que para Platón, el espacio -que llama topos- es la diosa primordial Chaos, descrita por Hesiodo en los primeros versos del largo poema cosmogónico Teogonía. Toda vez que Chaos significa herida o apertura, y se refiere a la materia o diosa primordial que se abre para alumbrar a los primeros dioses, Chaos es semejante a las diosas madre acuáticas orientales, a las que Platón posiblemente aludiera cuando comparaba el espacio a una gran matriz.
Pero, una vez establecido este parecido, la concepción de Aristóteles se desmarca de la Platón: es inversa. Así, para Platón, el espacio era el generador de los seres: los alumbraba. El espacio era como una gran matriz, una cuna o una casa en la que los seres nacían y vivían. El espacio era lo que permitía que los seres vivieran: este espacio no era genérico o propio, sino personal.
Para Aristóteles también existía el espacio personal. Pero éste no estaba en el origen de los seres sino que constituía el lugar al que se retornaba. así, las cosas tendían, en función de su naturaleza aérea, acuática, ignea o terrosa, hacia lo alto o la bajo, la diestra o la siniestra del espacio concebido como una gran matriz. El espacio no se daba, sino que se conquistaba. Los seres vivientes debían ganarse su propio lugar. Tendían siempre hacia un lugar afín; éste era casi un sueño, No se alcanzaba nunca pero no se dejaba de aspirar a él. Los seres no permanecían en el espacio, sino que se desplazaban hacia él. El lugar propio, el lugar dónde morar, donde estar para siempre, estaba lejos pero toda la vida tendía, aspiraba a este Eldorado.
Del mismo modo que el paraíso cristiano no estaba en los inicios del tiempo y de los seres sino que era un sueño al que e llegaba tras una vida -lugar de reposo eterno-, el espacio aristotélico, concebido, como Platón, como el lugar de la vida verdadera, se alcanzaba, o se vislumbra, tras una búsqueda incesante, una vida plena. El lugar llamaba a los seres aunque no se imponía en modo alguno. No era un espacio coercitivo sino liberador. el espacio donde descansar al fin.
domingo, 1 de mayo de 2016
MORELAND & ARBUCKLE: RED BRICKS (2013)
Versión en directo de una canción mucho más corta en el disco 7Cities
Labels:
Modern Art,
música y arquitectura
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