sábado, 4 de marzo de 2017

JUAN EDUARDO CIRLOT (1916-1973): ELEGÍA SUMERIA (1949, Fragmento)


No son sólo los muertos quienes comen el polvo
De las heces lejanas y tienen, entre muros,
El alma construida por secas hecatombes,
Por calmas despreciables y por sonidos negros.

También de las ciudades emerge un sufrimiento,
Una bandera extinta de ciegos panoramas,
Un sistema de flores caídos en los cauces
De sus puros harapos de cal descuartizada.

Montones de ladrillos y palomas esperan.
La Bestia sobrelleva sus goces iracundos
Y los momentos gimen con sus voces más sordas
Debajo de la higuera donde el viento se riza (…)

Montones de palomas y ladrillos esperan
Con los dioses de estiércol y de jade abrasado.
La primavera vuelve con su olor escarlata
A llenar el abismo de labios y rugidos (…)

Sumeria es una niña que canta mientras crecen
Anémonas de fuego por sus pechos sencillos.
Sumeria es un sagrario de amor asesinado,
Sumeria es una boca de espinas y relámpagos.

Sumeria tiene dalias, Sumeria tiene fiestas
Sumidas en el humo de las santas edades.
Sumeria tiene garras de luz y de amatistas
Con que rasgar el techo de su reino arrasado.”


Este largo poema de 350 versos fue publicado, en una edición numerada de setenta ejemplares, por la desaparecida galería Clan de Madrid, en cuya portadilla se inscribió un pequeño grabado abstracto del pintor surrealista aragonés Mariano Gaspar Gracián, amigo de Federico García Lorca, y admirador de la pintura metafísica de Giorgio de Chirico.   




Debo el conocimiento de este poema, del que reproduzco solo unos versos, al profesor Enric Granell (UPC-ETSAB), a quien agradezco la información y el préstamo de la obra.

viernes, 3 de marzo de 2017

GUSTAV METZGER (1926-2017): CREACIÓN PORQUE DESTRUCCIÓN









Véase legalmente este breve documental:
https://www.youtube.com/watch?v=9nzzLdiI9eg

Cuando, pese a una orden del dios del Cielo, los seres humanos lograron sobrevivir al Diluvio y volver a reproducirse, el Dios de las Aguas, que los había ayudado en secreto pero no quería contravenir a las órdenes de su padre, el dios del Cielo, añadió a la naturaleza humana un elemento que, desde entonces, evitaría que los humanos compitieran con los dioses: la mortandad. La vida de los humanos sería breve y su creación (o procreación) inevitablemente conllevaría su desaparición.

El artista alemán (superviviente de la Segunda Guerra Mundial) Gustav Metzger quería crear; pero no quería que sus obras se escaparan y entraran en la rueda del mercadeo, convertidas en moneda de cambio.
Por eso, en los años 60, creaba obras que se destruían, creaba al tiempo -porque- las destruía. Así, pintada con ácidos que atacaban la tela y creaban vacíos, aperturas, rajas, allí donde se esperarían figuras. Vacíos que crecían, se transformaban, acababan por adquirir perfiles imprevisibles, contrariamente a los nítidos cortes que Fontana practicaba en sus telas. Rasgaba velos que se descomponían hasta desaparecer -mientras que los cuadros que Joan Miró, años más tarde, quemaría, acababan por exponer los sólidos bastidores sobre los que las telas se extendían.
La obra, para Metzger, existía mientras la creaba o, mejor dicho, no existía nunca salvo como una fugaz aparición en la que nunca se mostraba en su totalidad, pues ésta consistía en su aniquilación, su veladura absoluta.
Quizá Metzger fuera demasiado lejos.
Ya en el siglo XXI aceptó que los museos repitieran la experiencia y congelaran el resultado, dando lugar a telas rajadas, carcomidas, muertas, que cuelgan patéticamente como harapos (y se exponen protegidas en vitrinas). Perduraran para siempre, pero nunca poseerán el fugaz fulgor de una creación que acarrea su desaparición, una vida ligada a la muerte, cuya muerte culmina el acto de creación.
Metzger falleció hace pocos días.

Nota: el guitarrista de The Who, Pete Townsend, fue alumno de arte suyo.





jueves, 2 de marzo de 2017

HORACE PARLAN (1931-2017): GOIN´HOME (1977, con Archie Shepp)



Acaba de fallecer este gran pianista de jazz danés y norteamericano

ALI CHERRI (1976): THE DIGGER (EL EXCAVADOR, 2015 -Dos fragmentos)

from "The Digger" from Bassem Fayad on Vimeo.
THE DIGGER (Trailer) from Ali CHERRI on Vimeo.

Véase la obra de este artista libanés, sobre la guerra civil en el Líbano, y sobre la arqueología en el Próximo Oriente, en su página web.

Véase en particular el vídeo The Great Escape (2012) que solo puede contemplarse en su página web. He aquí el enlace


miércoles, 1 de marzo de 2017

Arquitectito moderno que vienes al mundo....

Es Usted un arquitecto -o arquitecta- modernos. La sostenibilidad y la eficiencia energéticas ya no tienen secretos, utiliza los verbos "mapear" y cartografiar ( y no planificar o documentar) como quien no quiere -y los términos autoconstrucción, redes, arquitecturas colectivas, subversivas, no pueden faltar en texto ni conferencia algunos-, "supera las limitaciones del urbanismo convencional", obviamente, piensa en construir con containers, vela por la "ratio de género" en la construcción, es miembrio de AxA y de AC, y, en fin, que no le pueden pillar en falta.
¿No?
¿Tiene ya un "coach" o, mejor dicho -la palabra ya está superada"-,  una Consultoría de Comunicación (no diga que no lo sabía), una "consultora de estrategia y análisis de inteligencia", como los estudios de arquitectura  como Dios manda -y los departamentos de proyectos municipales modernos-?. ¿Dónde, dónde hallarlo? Diríjase a un Estrategic Affairs Bureau (sic), y le pondrán al día. ¿Qué le harán? Como son especialistas en "proyectos de narrativa transmedia e investigan sobre la difusión de la cultura y los nuevos formatos", le ayudarán a "comprender y favorecer con ello la relación y el entendimiento con sus públicos" -los arquitectos tenemos no clientes -o usuarios- sino públicos (que nos admiran).
Busque, busque

De nada
Son quinientas.

PS: quien no quiera caldo, que tome dos tazas: un anuncio de una conferencia de arquitectura hoy en Barcelona:

"Bajo el título “Producción Skype”, los ponentes plantean un recorrido por temas y conceptos sobre los que se construye su trabajo en común; ideas que nutren formal y estéticamente sus diseños, pero que se expanden para construir una narración propia que se aplica a toda su producción. La intención es explicar no solo los productos, sino los procesos que definen su práctica, marcada por la distancia, YouTube y el realismo."

Y dos huevos duros.

martes, 28 de febrero de 2017

Estética de Marcel Proust (1871-1922): el arte, entre el sueño y la realidad

Deux hypothèses qui se représentent pour toutes les questions importantes : les questions de la réalité de l’Art, de la réalité de l’Éternité de l’âme ; c’est un choix qu’il faut faire entre elles ; et pour la musique de Vinteuil, ce choix se représentait à tout moment sous bien des formes. Par exemple, cette musique me semblait quelque chose de plus vrai que tous les livres connus. Par instants je pensais que cela tenait à ce que ce qui est senti par nous de la vie, ne l’étant pas sous forme d’idées, sa traduction littéraire, c’est-à-dire intellectuelle, en en rendant compte l’explique, l’analyse, mais ne le recompose pas comme la musique, où les sons semblent prendre l’inflexion de l’être, reproduire cette pointe intérieure et extrême des sensations qui est la partie qui nous donne cette ivresse spécifique que nous retrouvons de temps en temps et que, quand nous disons : « Quel beau temps ! quel beau soleil ! » nous ne faisons nullement connaître au prochain, en qui le même soleil et le même temps éveillent des vibrations toutes différentes. Dans la musique de Vinteuil, il y avait ainsi de ces visions qu’il est impossible d’exprimer et presque défendu de constater, puisque, quand, au moment de s’endormir, on reçoit la caresse de leur irréel enchantement, à ce moment même où la raison nous a déjà abandonnés, les yeux se scellent et, avant d’avoir eu le temps de connaître non seulement l’ineffable mais l’invisible, on s’endort. Il me semblait même, quand je m’abandonnais à cette hypothèse où l’art serait réel, que c’était même plus que la simple joie nerveuse d’un beau temps ou d’une nuit d’opium que la musique peut rendre : une ivresse plus réelle, plus féconde, du moins à ce que je pressentais. Il n’est pas possible qu’une sculpture, une musique qui donne une émotion qu’on sent plus élevée, plus pure, plus vraie, ne corresponde pas à une certaine réalité spirituelle. Elle en symbolise sûrement une, pour donner cette impression de profondeur et de vérité. Ainsi rien ne ressemblait plus qu’une telle phrase de Vinteuil à ce plaisir particulier que j’avais quelquefois éprouvé dans ma vie, par exemple devant les clochers de Martainville, certains arbres d’une route de Balbec ou, plus simplement, au début de cet ouvrage, en buvant une certaine tasse de thé. Sans pousser plus loin cette comparaison, je sentais que les rumeurs claires, les bruyantes couleurs que Vinteuil nous envoyait du monde où il composait promenaient devant mon imagination, avec insistance, mais trop rapidement pour qu’elle pût l’appréhender quelque chose que je pourrais comparer à la soierie embaumée d’un géranium. Seulement, tandis que, dans le souvenir, ce vague peut être sinon approfondi, du moins précisé, grâce à un repérage de circonstances qui expliquent pourquoi une certaine saveur a pu vous rappeler des sensations lumineuses, les sensations vagues données par Vinteuil, venant non d’un souvenir, mais d’une impression (comme celle des clochers de Martainville), il aurait fallu trouver, de la fragrance de géranium de sa musique, non une explication matérielle, mais l’équivalent profond, la fête inconnue et colorée (dont ses œuvres semblaient les fragments disjoints, les éclats aux cassures écarlates), le mode selon lequel il « entendait » et projetait hors de lui l’univers. Cette qualité inconnue d’un monde unique, et qu’aucun autre musicien ne nous avait jamais fait voir, peut-être était-ce en cela, disais-je à Albertine, qu’est la preuve la plus authentique du génie, bien plus que dans le contenu de l’œuvre elle-même. « Même en littérature ? me demandait Albertine. – Même en littérature. » Et repensant à la monotonie des œuvres de Vinteuil, j’expliquais à Albertine que les grands littérateurs n’ont jamais fait qu’une seule œuvre, ou plutôt n’ont jamais que réfracté à travers des milieux divers une même beauté qu’ils apportent au monde.

(Marcel Proust: La prisonnière, 1925) 

JUAN-EDUARDO CIRLOT (1916-1973): LA CIUDAD (A NUMANCIA, 1945)

La ciudad

¡Numancia! Qué pena dan tus cercados,
tus débiles violetas invadidas,
tus sollozantes casas sin ventanas
y aquel color tan triste de la lluvia
sobre tus hombros muertos toma.

He de hablar con dulzura absoluta
de tus pálidas trenzas de barro,
del país traspasado que dominan
tus canciones humildes,
tus violentas canciones.

Y de la oscura paciencia abandonada
con que estabas ahí, sentada en tu colina;
cinco años, diez años, veinte años,
esperando soldados y soldados,
legiones y legiones,
Cónsules y Cónsules crueles,
con águilas rabiosas y tenaces
armas, y suplicios, y murallas.

Quiero hablar de la harina más triste,
de la carne más seca y solitaria,
del invierno más lento, de la noche
atada a un gran dolor más hondamente.

Y gemir por tus ojos profundos,
por tus rosas quemadas, por el suelo,
por tus blancas gavillas de ternura,
por tus muertos sin cuna ni sepulcro,
por la misma grandeza de tu nombre
inextinguiblemente herido.