viernes, 12 de mayo de 2017

Profesor

Alumnos cuentan que algún profesor universitario, quizá preso de los nervios, da clases leyendo las frases cortas en un PowerPoint que proyecta -y que se niega a entregar. Hace años, hablaban de profesores que se limitaban a leer en voz alta apuntes o libros que habían escrito.

Un profesor es una persona que profesa. Su profesión es la de hablar en público -de ahí que el paradigma del profesional sea el profesor.
La palabra profesor viene del latín professior que significa, literalmente, el que se dedica a una profesión, entre éstas, la de cultivarse. Un profesor es quien se forma. ¿Por -o para- qué?
Profesor es una palabra compuesta. Pro- significa ante, delante de; el segundo término proviene del verbo fateor (participio pasado: fassus): confesar, manifestar, reconocer públicamente (una profesión es una declaración pública).
Un profesor es quien confiesa ante los demás. Confiesa lo que posee. Su más preciada posesión es el saber. No lo retiene ; lo pone a disposición del público, lo expone a la vista y el oído de la asistencia. Hace partícipes a quienes quieran relacionarse con él de lo que tiene.
Confiesa, no explica. Una explicación exige mantener las distancias con lo que se narra. Una confesión no es objetiva. Lo que se cuenta es personal, viene "de dentro". Se trata de una verdadera exposición. El profesor se expone ante los demás. Expone su punto de vista, su relación con el tema que trata. Éste es expuesto a través de su experiencia. No narra hechos -distantes, distanciados- sino cómo éstos le han influido: qué ha obtenido, ganado, aprendido de aquéllos y qué, por tanto, pueden aprender los alumnos. Les invita a tener la misma experiencia, a adentrarse por temas que no conocen aún pero que merecen ser explorados. Les guiará -aunque no podrá ni deberá suplir la experiencia personal del encuentro directo con un tema que aguarda ser estudiado. Crecerán. Deberán esforzarse. El profesor ofrece un modelo de comportamiento. Abre puertas. Apunta temas y direcciones. Orienta. Un profesor ofrece una visión personal, vivencias. Trata de comunicar una emoción. Porque solo las emociones, el directo contacto con el tema, el conocimiento íntimo con éste pueden ser transmitidos.
Lo que tiene o debería tener no son saberes aprendidos -un profesor no recita una lección aprendida-, sino la capacidad de generar o construir esos saberes. Un "buen" profesor -un profesor que hace (el) bien, que bien opera- cuenta lo que elabora en el momento de contarlo. El enunciado se va generando a medida que habla. Lo que cuenta es un discurso nuevo. Nunca antes lo ha contado de ese modo, y nunca lo repetirá -ni podría.
El profesor se halla ante un público (los estudiantes). Ambos espacios, el que ocupan respectivamente alumnos y profesor, están conectados. Las palabras, las frases traspasan el linde. Pero esas frases se dirigen a un determinado auditorio. Por tanto, responden al auditorio. Tienen a éste en cuenta. El auditorio determina lo que el profesor dice y cómo lo cuenta. No son palabras enunciadas en el vacío o para nadie, sino que se componen -dicen y se estructuran- en función de la receptividad del auditorio. Las frases reverberan en aquél. El auditorio devuelva al profesor lo que cuenta, lo que el auditorio recibe e interpreta. Construye, o reconstruye el discurso a medida que recibe lo que acaba de narrar.
La clase es un juego. El auditorio no es un conjunto pasivo, sino que determina cómo el profesor habla, es decir, cómo piensa. Piensa y se expresa -la expresión es su "pensamiento"- porque está delante del auditorio. No piensa -ni habla- para sí. El auditorio es el fin de su discurso. Cada auditorio genera -y recibe- un discurso distinto. No existen dos clases iguales.
El profesor se expresa de cara, a rostro descubierto. Expresa y denota mediante gestos y palabras. Sus movimientos forman parte de su discurso. Piensa y se expresa también con su cuerpo. Los gestos matizan, amplían o corrigen lo que cuenta verbalmente.
Una clase es una actuación. El tiempo cotidiano se suspende. El espacio no es el habitual, sino que se trata de un espacio que el gesto y la palabra crean y abren. En verdad, en una clase confluyen varios espacios: los que ocupan -y generan- alumnos y profesor, y los espacios que las palabras y los gestos del profesor crean, junto con los que los alumnos se imaginan a través de la manera de comportarse, de confesarse del profesor.
Confesión ¿pública? No exactamente. El profesor no se dirige al "alumnado" sino a cada alumno. Posiblemente piense -y hable para- algunos alumnos -que conoce o que distingue, a través de las expresiones que manifiestan. Una clase es un diálogo y no un monólogo. En cualquier momento, un leve cambio en la expresión, o la posición de un solo alumno puede determinar un cambio en lo que el profesor cuenta. Éste percibe que lo que explica no se recibe. Y tiene que rectificar al momento. Habla según las miradas que descubre. Habla a -para- los ojos. Una clase entra por los ojos. Es un acontecimiento visual -a la vez, o casi antes que, sonoro.
Una clase es una experiencia: ambos, profesores y alumnos pueden ser conscientes de que se trata de un acontecimiento único. Una clase no se repite. Siempre se construye de nuevo. Con más o menos fortuna. Una clase es un acontecimiento mágico. Siempre que se entre en el juego.  

jueves, 11 de mayo de 2017

Alumno

Se acerca el fin de curso. Los alumnos deben de ser evaluados. El profesor debe apreciar qué han aprendido -qué han tomado- y cómo han progresado -han crecido.

Los padres tienen hijos; los profesores -sean o no padres-, alumnos. Un alumno es como un hijo. Su formación -su crecimiento espiritual o moral- depende del buen hacer del profesor -y del talante del alumno-, de la relación o comunicación que se establece entre ambos.

La equiparación entre un hijo y un alumno no es gratuita. En latín, alumnus -de donde procede la moderna palabra de alumno- es un hijo, o un niño alimentado desde pequeño por un mismo adulto. Literalmente, es un lactante, un bebé que toma directamente el pecho de quien le cuida, de quien le hace de madre.

Sócrates educaba a los jóvenes (aunque fue acusado de pervertirlos, porque les ayudaba a pensar por sí mismos, a hallar, dentro de sí, respuestas a las preguntas que les hacía, que la vida les planteaba o les plantearía). Sócrates se comparaba con una comadrona que cuidaba, que alimentaba a sus discípulos.

Un alumno es una persona bien alimentada. Esta definición no es una metáfora. El verbo latín alere -que ha dado alumnus- significa alimentar (desde el nacimiento). También se traduce por desarrollar.

Lo que el alumno recibe del maestro es un alimento almus: nutricio, benéfico, maternal. El alma, etimológicamente, es la cualidad de lo que nos mantiene en vida, lo que nos alimenta o eleva -física y espiritualmente. El alma es femenina: es el don de la diosa-madre que cuida a sus criaturas desde que nacen.

Gracias a los beneficios almi (plural masculino de almus) que el maestro proporciona el alumno crece: se vuelve altus (altus es participio del verbo alere). El alimento -material, "anímico"- es un sustento. Gracias a éste, el alumno se endereza. Aprende a caminar recto, a ser recto; a tener pensamientos rectos. A comportarse rectamente. Se eleva por encima de las inmundicias materiales. Gana en altura y en profundidad (altus también significa profundo). Tiene, pues, una visión más clara de los problemas vitales y morales con los que se enfrenta. Obtiene altura de miras. Las mezquindades no pueden afectarle. Está en una posición demasiado elevada para que las maledicencias le cubran.

Está, entonces, presto para enderezar su vida y partir, con la cabeza bien alta.  

Y un día, los alumnos, a su vez...

miércoles, 10 de mayo de 2017

GYULA KOSICE (1924-2016): CIUDAD HIDROESPACIAL (1948-1972)

































Con la aprobación de la NASA, el padre del arte cinético mundial, el checoslovaco (eslovaco), nacionalizado argentino, Gyula Kosice, proyectó, en los años cincuenta, la Ciudad Hidroespacial: un conjunto de grandes asentamientos flotantes, ubicados en el espacio, a unos dos mil metros de altura -una construcción y ubicación posible en apariencia, que hubiera debido solucionar el exceso de población mundial y responder a la vida urbana monótona y unidireccional moderna.

Módulos esféricos y semi-esféricos transparentes, flotarían en grandes semi-esferas, también transparentes, medio llenas de agua. Los módulos interiores bogarían, se moverían como barcos. De este modo, el mundo no sería el mismo a cada momento. El azar, la incertidumbre, la sorpresa prenderían. Nadie vería el entorno en se vería del mismo modo a cada instante. La vida no estaría predeterminada. Nunca se sabría qué podría acontecer. El movimiento de las aguas podría, en cada momento, cambiar la perspectiva. Las moradas se desplazarían, girarían sobre si mismas, no guardarían nunca las mismas distancias entre ellas, no tendrían en ningún momento, las mismas moradas vecinas. Vivir, morar se convertirían en situaciones, en experiencias poéticas.  La ciudad se haría y se desharía constantemente. Las limitaciones que la tierra impone -físicas y mentales, anclándonos en un mismo suelo, en unas mismas creencias- ya no existirían. Los humanos serían seres en el espacio, celestiales. Verían la tierra y el cielo como espacios similares y relacionados. Ya no tendrían la sensación que la bóveda celeste pesa, aprisiona, e impide la libre circulación de los cuerpos, las ideas, las imágenes. Un mundo flotante, libre de construcciones, en el que el agua y la luz ya no se verían detenidos por muros y cegueras mentales, sin que la luz, atravesando el agua y las ondas , fuera siempre la misma; un mundo transparente, luminoso, sin muros visibles, por el que la vista circularía sin verse detenida en todas direcciones -en el que lo alto y lo bajo ya no tendrían sentido: un mundo circular, esférico, sin coordenadas que constriñen-, donde no habría dónde esconderse porque ya no habría nada que ocultar.
Un mundo utópico -quizá inquietante- por el que Le Corbusier, de quien Kosice era amigo, se interesaría.

El Museo de Houston ha dedicado una sala a este proyecto y el Centro George Pompidou de París, que expone la Ciudad Hidroespacial desde 2013,  prepara una exposición antológica para este año.
Véase también la página web del museo Kosice en Buenos Aires.

martes, 9 de mayo de 2017

ARLENE GOTTFRIED (1950): GOSPEL EN BROOKLYN (1970-2016)



























Arlene Gottfried (una de las mejores fotógrafas urbanas actuales, y quizá la "estrella" del último ParisPhoto) no retrata, paradójicamente, la ciudad: calles y edificios.
Suyas no son vistas de ciudades desiertas, imponente edificios, detalles constructivos sorprendentes, trazados majestuosos o decaídos.
Gottfried es una extraordinaria cantante de gospel. Quizá eso explique -o esté de acuerdo con- sus fotografías.
Las escenas que muestra solo habrían podido tener lugar en una ciudad -Nueva York: la comunidad portoriqueña, sobre todo.
Sus habitantes utilizan la ciudad de manera imaginativa. La mayoría no viven o e mueven en barrios esplendorosos, ni parecen particularmente afortunados. y sin embargo lo son. La ciudad no les limita, no marca su manera de estar y de vivir. Antes bien, utilizan la ciudad, forzando sus límites. Las calles, de pronto, se convierten en playas para tomar el sol, descansar y "estar" bien, o en áreas de juego o de deporte -dónde saltan a la comba y realizan piruetas-, espacios en los que, súbitamente, irrumpe un inesperado movimiento de alegría. Nada impide que la calle se convierta en un espacio propio -que nadie utiliza de manera exclusiva, egoísta, sino que comparte: un espacio dónde se da un espectáculo fugaz. La ciudad es un escenario de vitalidad cuando, en verdad, el entorno apuntaría más bien hacia una vida mortecina, constreñida, miserable, incluso.


Los cánticos de Gottfried se pueden también escuchar legalmente en su página web.

domingo, 7 de mayo de 2017

RAY DAVIES (1944): MYSTERY ROOM (2017)



Sobre el fundador del "mítico" grupo The Kinks, en los años sesenta (hasta finales de los años noventa), véase la página web siguiente

Edad Media

Una exposición sobre la Edad Media, destacando los valores y las instituciones que la sociedad moderna deba a ese periodo, a través del hacer humano -útiles e imágenes sagradas- que revelan qué imagen los humanos del pasado se hacían del mundo, qué esperaban, como se relacionaban y qué nos han legado -cómo nos han formado- es una excelente iniciativa. Escasas son las muestras dedicadas a la Edad Media.

Gracias a un acuerdo económico y cultural con el Museo Británico, la fundación la Caixa puede contar con exposiciones, en ocasiones organizadas especialmente para algunos de los distintos centros culturales españoles de dicha fundación, con obras de aquel museo enciclopédico.

Las condiciones parecen estar, sin duda, presentes para una exposición distinta, educativa y estéticamente placentera: Los pilares de Europa. La Edad Media en el British Museum.

La muestra se estructura en dos partes de igual superficie articuladas mediante un pequeño espacio central donde se ofrecen datos históricos, geográficos y políticos en Europa desde la Caída del Imperio romano occidental hasta la división del cristianismo con la fundación del protestantismo -y de las múltiples iglesias cristianas que rompen con Roma.
A un lado, un descomunal audiovisual muestra la influencia del arte y las instituciones medievales en los historicismos decimonónicos y las instituciones modernas originadas alrededor del año mil, desde universidades hasta parlamentos.

A poco del inicio de la vista, se intuye que la selección y la presentación de las primeras piezas marcará la tónica de la exposición: objetos y obras diminutos, irrelevantes, reiterativos -una sucesión de pequeños sellos, sea cual sea el apartado, acompañados de impresiones modernas en cera o laca- que cuesta creer que no procedan de almacenes o reservas, mostradas aparatosamente, seguramente para compensar la incapacidad de las obras por generar cualquier "discurso".
Es cierto que los comisarios precisan que su visión de la Edad Media abarca desde el año 410 hasta el 1500, pero no era de esperar que las obras fueran todas renacentistas, algunas, incluso casi del siglo XVII. La selección de baldosas de suelo es escueta pero excelente -aunque una sea de estilo neogótico, sin que se aclaré porqué-, pero no incluye ningún ejemplo del género artístico medieval más característico: las miniaturas (incluso sueltas), los libros manuscritos iluminados. El apartado dedicado a la vida urbana se resuelve con dos diminutos grifos de bronce.

Es entonces cuando se entiende porqué el espacio concedido al audiovisual -en el que tan solo dos fotos, del Parque Güell, y del Palacio de la Música Catalana, ambos de Barcelona, ilustran sobre la nostalgia decimonónica de los talleres y el trabajo medievales- cubre la mitad de la sala, y porqué la complicada y posiblemente costosa estructura del montaje se alza tres o cuatro metros cuando pocas son las piezas que tienen más de cinco centímetros de altura -el tamaño de una obra no es un indicio de calidad, pero otras veces sí lo es-: la exposición cabría en una sala cuatro veces más pequeña.
El título de la exposición destaca que las obras proceden del Museo Británico; sin embargo, las pocas obras con cierta entidad -una talla, un crucifijo, una maternidad, un frente de altar, tres capiteles- proceden de museos barceloneses y de Madrid.

La exposición trata de cubrir todos los aspectos sociales culturales, religiosos, políticos de la Edad Media. Sin embargo, un texto se refiere a la recristanización de las Islas Británicas por San Agustín, quedando la duda acerca de la primera cristianización -a menos que el texto presente un error o esté incompleto. La transmisión del legado clásico, las relaciones con Oriente y con el islam, la construcción de las catedrales, la peste negra, las cruzadas, los juglares, el descrédito papal, el milenarismo, los viajes y las relaciones con extremo Oriente, el aristotelismo y el tomismo como maneras de organizar los saberes mundanos, la influencia de las artes del Próximo Oriente antiguo en la iconografía románica, el simbolismo -neoplatónico- de la luz, etc. son temas propios de la cultura y la sociedad medievales. No se tratan, o escuela o superficialmente. Se da, por el contrario, más importancia al vestuario. Un ejemplo de la insustancialidad o la indiferencia de los textos explicativos: Un comentario de un capitel (de un museo español) con una talla de Sansón no comenta ni precisa la leyenda de este gigante bíblico, sin cuyo conocimiento no se entiende la imagen en relación a la columna y el capitel: Sansón era capaz de derribar columnas; por eso, también las protegía de los derribos.

Una exposición sobre la Edad Media en Barcelona debe de tener en cuenta que la ciudad posee dos excelentes colecciones medievales - el Museo Nacional de Arte de Cataluña, y el Museo Marés-, amén de las colecciones de cerámica medieval -las mejores de Europa- del antiguo Museo de Cerámica, y que cerca de Barcelona existen Museos como los de Vich y Manresa, entre otros, con piezas medievales excepcionales. Cabe preguntarse, por otra parte, si las colecciones de arte medieval del Museo Británico son tan notables, comparadas con las del Museo Cluny de París, o el Victoria y Albert Museum de Londres, como para constituir toda una exposición -que empalidece ante las colecciones permanentes que languidecen en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Edad Media, edad oscura: sin duda una edad por la que, desde hace un tiempo, se desliza tristemente la programación de la Fundación la Caixa.

viernes, 5 de mayo de 2017

PERFUME GENIUS (MIKE HADREAS, 1981)): TAKE ME HOME (LLÉVAME A CASA, 2012)



Sobre este cantante y compositor de Seattle (EEUU), véase su página web